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¿Por qué el mundo se mantiene sordo ante los gritos de Gaza?

Fuentes: The people’s voice

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

¿Cuánto tiempo aún tiene el pueblo palestino que seguir siendo bombardeado, obligado a morir de hambre, humillado y sometido a todo tipo de abusos antes de que la comunidad internacional alce siquiera una sola voz? ¿Durante cuánto tiempo aún van a seguir los dirigentes del mundo apartando la vista de los crueles métodos con que Israel saquea y expolia una tierra? ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar aún para que la gente normal prefiera la Copa del Mundo y su bendita ignorancia ante los crímenes de Israel y sus consecuencias para todo un pueblo?

Estados Unidos y la Unión Europea han tachado de terrorista a la Autoridad Palestina dirigida por Hamas, un paso que implícitamente ha dado carta blanca a Israel para poder hacer lo peor. George W. Bush dice que Israel tiene derecho a defenderse incluso aunque eso conlleve aterrorizar a toda una población civil. La prueba de esa intención es la orden dada el domingo pasado por el Primer Ministro israelí Ehud Olmert a las fuerzas armadas israelíes: «No quiero que alguien pueda dormir en Gaza por la noche».

Casi el 50% de la población de Gaza, un millón y medio de personas, están sin electricidad en un momento en que las temperaturas bordean los 36 grados. Israel estimó pertinente bombardear una importante central eléctrica, en flagrante violación de las Convenciones de Ginebra, durante una acción denominada de forma sádica «Operación Lluvia de Verano».

Los expertos dicen que puede costar hasta ocho meses restaurar el funcionamiento de la electricidad, plazo durante el cual los pacientes de los hospitales morirán, las familias se quedarán sin ventiladores, frigoríficos ni televisores y los trabajadores de las oficinas y los estudiantes sin posibilidad de usar los imprescindibles ordenadores.

Aquellos de nosotros que vivimos en esta región y que hemos pasado por las inevitables experiencias de breves cortes de energía eléctrica nos preguntamos si podríamos sobrevivir a meses de calor implacable y oscuridad sin siquiera poder tener el alivio de una bebida fresca.

Pero lo peor está aún por llegar. El fuel para los generadores se agota con rapidez. Los suministros de agua irán disminuyendo y el sistema para el tratamiento de aguas residuales se colapsará cuando el bombeo alimentado con electricidad se detenga. En breve plazo, aparece ya en el horizonte una crisis humanitaria de alcance catastrófico. No obstante, lejos de mostrar algún pesar, algún remordimiento, Olmert, el pasado domingo, ordenó a su ejército que intensificara los ataques, sin que nada importen todos los horrores que esas acciones puedan implicar.

Durante la reunión semanal de su gabinete, que tiene lugar en una sala de juntas con aire convenientemente acondicionado, Olmert hizo esta cruel afirmación: «Es verdad que la situación en Gaza resulta incómoda, pero quienes se implican con el terrorismo deben ser incomodados. Ya se lo dije al Secretario General de Naciones Unidas: ‘Es molesto que no haya electricidad pero los cohetes matan'».

Sí, los cohetes matan, y también las bombas y los obuses lanzados por los tanques que llueven actualmente sobre la prisión más grande del mundo al aire libre, donde las madres no pueden hacer nada para proteger a sus niños de los aterradores sonidos de la muerte y de la destrucción, por no mencionar el ensordecedor estruendo supersónico de los aviones combate pasando sobre ellos en vuelo rasante.

Olmert confía en que nadie duerma en Gaza. Ha conseguido su anhelo. Uno se pegunta como este auténtico hijo ideológico de Sharon puede ser capaz él mismo de dormir, si es que tiene un hálito de corazón y conciencia.

¿Podría ser legítima esta desproporcionada reacción militar ante el secuestro de un único soldado llevado a cabo por militantes palestinos? Los más cínicos de entre nosotros concluyen que tiene que ver más con la destrucción de Hamas que con el destino de Gilad Shalit, especialmente cuando esas tácticas israelíes de mano dura coinciden con la aceptación de ambos liderazgos, el de Hamas y el de Fatah, del «Plan de Paz de los Prisioneros» que incorpora las exigencias de Estados Unidos y de la Unión Europea.

Lo último que Olmert desea, mientras presiona a la comunidad internacional con su unilateral Plan de Convergencia, es que Hamas acepte el derecho de Israel a existir y pueda de ese modo transformarse en un socio potencial para la paz.

Y así, Hamas fue aguijoneado sistemáticamente y sin tregua hasta lograr que rompiera su alto el fuego de más de un año de duración, empezando por los asesinatos de personalidades importantes de Hamas.

Esta táctica de remover la olla hasta que estalle se retrotrae a los días en que Yasser Arafat era presidente. En casi todas las ocasiones en que Arafat declaraba un alto el fuego unilateral o apoyaba nuevas medidas por la paz, Israel se salía de madre para ponerlo todo patas arriba.

En los últimos días, Israel ha acorralado a docenas de miembros, diputados y funcionarios del gabinete de Hamas utilizando el pretexto de que Hamas había sido declarado oficialmente grupo terrorista y ha bombardeado las oficinas del Primer Ministro palestino Ismail Haniyeh. Estos actos agresivos producen más vergüenza aún por producirse en un momento en que el pueblo palestino estaba siendo valorado por todo el mundo por su orgulloso comportamiento democrático, sin rozar a sospechar en aquel momento en que ejercieron su derecho al voto de qué manera iban a ser juzgados y castigados por su elección.

Parece que Israel está tratando de meter a Siria también en la bronca. La pasada semana, los aviones israelíes sobrevolaron la residencia de verano del presidente sirio Bashar Asad, tratando de obligarle a clausurar las oficinas de Hamas en Damasco y de deportar al dirigente de Hamas Jaled Meshal. El domingo pasado, Olmert le dijo a la Secretaria de Estado de EEUU Condoleeza Rice que «las directivas para desarrollar las operaciones y las órdenes para desencadenar ataques terroristas vienen todas de Siria». Esa acusación ha sido rechazada con vehemencia por Meshal.

Lo que está cada vez más claro es que Israel prefiere una escalada en la crisis antes que dejar abierta cualquier posibilidad para volver a la mesa de negociaciones por la paz.

No está dispuesto a aceptar condición alguna que se refiera a la devolución del soldado, ni siquiera una petición para liberar a 335 niños palestinos encarcelados en las prisiones israelíes. Es una ironía que mientras el uniformado Shalit es presentado como la víctima inocente, como el chico de la puerta de al lado, esos niños sean los olvidados, junto con otros 9.000 prisioneros adultos palestinos.

Con todas las naves literalmente quemadas por los israelíes, los palestinos están intentando poner sus esperanzas en los negociadores egipcios.

«Pedimos a la comunidad internacional y a la Liga Arabe que asuma sus responsabilidades hacia nuestro pueblo e intervenga para poner fin a la demencial política israelí», dice Haniyeh. Por desgracia, si nos atenemos a la historia reciente, es una vana esperanza. Nosotros, que no hacemos ni decimos nada, deberíamos todos agachar la cabeza avergonzados.

Texto original en inglés:

www.thepeoplesvoice.org/cgi-bin/blogs/voices.php/2006/07/p9195#more9195.