Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El despiadado bombardeo israelí de Gaza ha sido detenido – por ahora – pero el número de víctimas sigue aumentando al aparecer más cuerpos en vecindarios sometidos a bombardeados de saturación.
Lo que Israel perpetró en Gaza, a partir de las 11.30 de la mañana del 27 de diciembre de 2008, quedará para siempre grabado en la historia y la memoria. Tel al-Hawa, Hayy al-Zeitun, Khuzaa y otros sitios de masacres israelíes se sumarán a una larga lista lúgubre que incluye a Deir Yasin, Qibya, Kufr Qasim, Sabra and Chatila, Qana, y Jenín.
Una vez más, Israel demostró que posee el poderío y la ausencia de freno moral necesarios para cometer atrocidades contra una población de refugiados empobrecidos que ha enjaulado y hambreado.
La deshumanización y satanización de palestinos, árabes y musulmanes ha escalado hasta un punto en el que Israel pretende de modo soberbio su derecho moral a bombardear sus casas, lugares de culto, escuelas, universidades, fábricas, barcos de pesca, estaciones de policía – en breve todo lo que mantiene la vida civilizada y ordenada – y afirmar que realiza una guerra contra el terrorismo.
No obstante, es Israel como Estado sionista, no Palestina o el pueblo palestino, el que no puede subsistir a su intento de genocidio.
La «guerra» de Israel no tuvo que ver con cohetes – sirvieron el mismo papel en su narrativa como las armas inexistentes de destrucción masiva como pretexto para la invasión y ocupación dirigida por EE.UU. contra Iraq.
Los verdaderos objetivos de Israel fueron restaurar su «disuasión» fatalmente dañada después de su derrota de 2006 en el Líbano (traducción: su capacidad de masacrar y aterrorizar a poblaciones enteras para someterlas) y de destruir cualquiera resistencia palestina al control total israelí-judío sobre Palestina histórica desde el río Jordán al mar Mediterráneo.
Israel esperaba que si lograba eliminar o debilitar mortalmente a Hamás y a otras facciones de la resistencia, el camino quedaría libre para firmar un acuerdo de «paz» con el principal colaboracionista palestino, Mahmud Abbas, para que administrara a los palestinos por cuenta de Israel hasta que sean obligados a irse de una vez por todas.
Las dictaduras «moderadas» y las monarquías absolutas respaldadas por EE.UU. encabezadas por Egipto y Arabia Saudí apoyaron el plan israelí a la espera de que pudieran demostrar a su propio pueblo que la resistencia – contra Israel o contra sus propios regímenes en bancarrota – era fútil.
Para vencer, Israel tenía que quebrantar la resistencia palestina. Fracasó. Al contrario, galvanizó y unificó a los palestinos como nunca antes. Todas las facciones se unieron y combatieron heroicamente durante 23 días. Según fuentes bien informadas y creíbles, Israel hizo poco daño a la modesta pero determinada capacidad militar de la resistencia. De modo que Israel hizo lo que hace mejor: masacró a civiles en la esperanza que la población se volvería contra los que combaten al ocupante.
Israel no sólo unificó a las facciones de la resistencia en Gaza; su brutalidad cohesionó a todos los palestinos y árabes.
A menudo se afirma que los regímenes árabes avivan la cólera anti-israelí para distraer a sus poblaciones de sus propias debilidades. En realidad, Israel, EE.UU., y los regímenes árabes serviles lo probaron todo – especialmente satanizar a Irán e incitar tensiones sectarias entre musulmanes suníes y chiíes – para distraer a sus poblaciones de Palestina.
Todo esto fracasó cuando millones de personas en toda la región manifestaron su apoyo a la resistencia palestina, y los regímenes árabes que habían esperado beneficiarse de la matanza en Gaza han sido dejados al descubierto como socios de las atrocidades israelíes. En la estima popular, Hamás y otras facciones de la resistencia palestina conquistaron su sitio junto a Hezbolá como baluartes efectivos contra el colonialismo israelí y occidental.
Si alguna vez hubo un momento en el que los pueblos de la región aceptaron en su medio a Israel como Estado sionista, ha pasado para siempre.
Pero cualquiera que estudie la catástrofe en Gaza – la destrucción masiva, el número de muertos de más de 100 palestinos por cada israelí, las miles de heridas sádicas – seguramente concluirá que en el mejor de los casos es una falsa ilusión esperar que los palestinos no lleguen a vencer a Israel.
Es cierto que en cuanto a su capacidad de asesinar y destruir, Israel no tiene rival. Pero el problema de Israel no es, como insiste su propaganda, que el «terrorismo» sea derrotado mediante la aplicación suficiente de altos explosivos. Su problema es la legitimidad, o más bien una profunda e irreversible carencia de la misma. Israel simplemente no puede bombardear su camino a la legitimidad.
Israel fue fundado como «Estado judío» mediante la limpieza étnica de la mayoría no-judía de la población árabe de Palestina. Ha sido mantenido en existencia sólo gracias al apoyo occidental y al constante uso de la violencia para impedir que la población indígena superviviente ejerza derechos políticos dentro del país, o retorne del exilio forzado.
A pesar de esto, hoy en día un 50% de los que viven bajo el dominio israelí en Palestina histórica (Israel, Cisjordana y la Franja de Gaza) son palestinos, no judíos. Y su cantidad crece rápidamente. Como los nacionalistas en Irlanda del Norte o los no-blancos en Sudáfrica, los palestinos nunca reconocerán el «derecho» de una sociedad colonial de asentamientos a mantener un Estado etnocrático a su costa mediante la violencia, la represión y el racismo.
Durante años, el objetivo del así llamado proceso de paz fue normalizar a Israel como «Estado judío» y obtener la bendición de los palestinos para su propio desposeimiento y subyugación. Cuando esto fracasó, Israel probó la «desconexión» en Gaza – esencialmente una artimaña para convencer al resto del mundo de que los 1,5 millones de palestinos enjaulados allí ya no podían ser contados como parte de la población. En la definición israelí eran una «entidad hostil.»
En su tristemente célebre entrevista de mayo de 2004 con The Jerusalem Post, Arnon Soffer, uno de los arquitectos de la desconexión de 2005 explicó que ese enfoque «no garantiza la ‘paz’, garantiza un Estado judío sionista con una abrumadora mayoría de judíos.» Soffer predijo que en el futuro «cuando 2,5 millones de personas vivan en Gaza clausurada, va a ser una catástrofe humana. Esa gente se convertirá en más animales de lo que son actualmente, con la ayuda de un Islam fundamentalista insano. La presión en la frontera será terrible.»
Se mostró inequívoco sobre lo que tendría que hacer Israel para mantener ese status quo: «Si queremos seguir vivos, tendremos que matar y matar y matar. Todo el día, cada día.» Soffer esperaba que eventualmente los palestinos terminaran por ceder y partirían todos de Gaza.
Mediante su resistencia, determinación y sacrificio, los palestinos en Gaza han derrotado esa política y han reafirmado que son parte inseparable de Palestina, su pueblo, su historia y su futuro.
Israel no es la primera entidad colonial de asentamientos que se encuentra en esa posición. Cuando F.W. de Klerk, el último presidente del apartheid en Sudáfrica, llegó al poder en 1989, sus generales calcularon que sólo a través de la abrumadora fuerza militar a su disposición, podrían mantener al régimen en el poder por lo menos durante una década. Las víctimas, sin embargo, tendrían que llegar a cientos de miles, y Sudáfrica enfrentaría aún más aislamiento. Enfrentado a esa realidad, de Klerk tomó la decisión de iniciar un desmantelamiento ordenado del apartheid.
¿Qué elegirá Israel? A falta de alguna legitimidad política y moral los únicos argumentos que le quedan son balas y bombas. Si tiene que arreglárselas solo Israel ciertamente seguirá tratando – como lo ha hecho durante sesenta años – de masacrar palestinos para que se sometan. El logro de Israel ha sido hacer que los líderes de Sudáfrica del apartheid parezcan en comparación sabios, comedidos y humanos.
Pero lo que impidió que el gobierno supremacista blanco de Sudáfrica escalara su propia violencia a los niveles israelíes de crueldad y audacia no fue que haya tenido más escrúpulos que el régimen sionista. Fue el reconocimiento de que por sí solo no podría oponerse a un movimiento global contra el apartheid que se solidarizaba con la resistencia interna.
El «disuasivo militar» de Israel ha sido ahora repetidamente desacreditado como medio para obligar a los palestinos y a otros árabes a aceptar la supremacía sionista como inevitable y permanente. Ahora, el otro pilar del poder israelí – el apoyo y la complicidad occidentales – comienza a resquebrajarse. Tenemos que hacer todo lo posible por tumbarlo.
Israel comenzó sus masacres con el pleno apoyo de sus «amigos» occidentales. Luego sucedió algo sorprendente. A pesar de las declaraciones oficiales de apoyo, a pesar de la censura de los medios, a pesar de la astuta campaña de hasbará (propaganda) israelí, hubo una masiva movilización sin precedentes en Europa e incluso en Norteamérica expresando indignación y disgusto.
Gaza será probablemente vista como el momento decisivo en el que la propaganda israelí perdió el poder de mistificar, silenciar e intimidar que ha tenido durante tanto tiempo. Incluso el Holocausto nazi, utilizado durante tanto tiempo por los sionistas para silenciar a los críticos de Israel, se está convirtiendo en un inconveniente; ahora se escuchan rutinariamente comparaciones otrora inimaginables. Académicos judíos y palestinos se refirieron a Gaza como un «gigantesco campo de concentración.» El miembro del parlamento británico Gerald Kaufman, que fue un sionista incondicional, dijo a la Cámara de los Comunes: «Mi abuela estaba enferma en cama cuando los nazis llegaron a su ciudad natal de Staszow, (Polonia). Un soldado alemán la mató en su cama de un tiro a la cabeza.» Kaufman siguió diciendo: «mi abuela no murió para suministrar cobertura para que soldados israelíes asesinen a abuelas palestinas en Gaza.» Denunció las justificaciones del portavoz militar israelí como palabras «de un nazi.»
No fueron solo declaraciones semejantes, sino las enormes manifestaciones, las acciones directas no-violentas, y las expresiones sin precedentes de apoyo para el boicot, la desinversión y las sanciones de importantes sindicatos en Italia, Canadá y Nueva Zelanda. Un grupo de concejales de todos los partidos de la municipalidad de Birmingham, el segundo gobierno municipal por su tamaño de Europa, instó al gobierno británico a hacer lo mismo. Salma Yaqoub del Partido RESPECT explicó que «Uno de los factores que ayudaron a terminar el brutal régimen del apartheid en Sudáfrica, fue la presión internacional por boicots económicos, deportivos y culturales. Es hora de que Israel comience a sentir una presión similar de la opinión mundial.»
Israel, cuya verdadera naturaleza como un proyecto colonial fracasado y brutal ha sido puesta al desnudo en Gaza, es extremadamente vulnerable a una campaña semejante. Sin que se notara mucho durante la carnicería en Gaza, Israel tomó otro paso crítico hacia el apartheid formal cuando el comité de elecciones de la Knéset [parlamento] votó para excluir a los partidos árabes de la participación en las próximas elecciones. El sionismo, una ideología de supremacía racial, extremismo y odio, es un proyecto moribundo, en retirada y que no encuentra nuevos reclutas. Con suficiente presión, y relativamente rápido, los israelíes producirían probablemente a su propio de Klerk listo para negociar una salida. Cada nueva masacre hace que sea más difícil, pero una Palestina desionistizada, descolonizada, reintegrada, que ofrezca igualdad de derechos a todos los que vivan en ella, sin tener en cuenta su religión o etnia, y el retorno de los refugiados, no es un sueño utópico.
Está dentro de alcance, durante nuestras vidas. Pero está lejos de ser inevitable. Podemos estar seguros de que los gobiernos occidentales y árabes seguirán apoyando el apartheid israelí y la colaboración palestina bajo el disfraz del «proceso de paz» a menos de que sean cuestionados decididamente. Las masacres israelíes continuarán y escalarán hasta que se cumpla la pesadilla de una «paz» al estilo israelí – apartheid y más limpieza étnica.
Las movilizaciones de las últimas tres semanas mostraron que otro mundo es posible y que está dentro de nuestro alcance si apoyamos el movimiento de boicot, desinversión y sanciones. Aunque no lo lleguen a presenciar, ese mundo sería un memorial adecuado para todas las víctimas de Israel.
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Co-fundador de The Electronic Intifada, Ali Abunimah es autor de «One Country: A Bold Proposal to End the Israeli-Palestinian Impasse» (Metropolitan Books, 2006).