Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Las mujeres lloran durante el funeral del palestino Ahmed Zakarna, en la ciudad cisjordana de Qabatya, 5 de febrero de 2016. Zakarna y otros dos palestinos mataron a un policía de fronteras israelí e hirieron gravemente a otro antes de ser abatido por los agentes, según la policía israelí. Reuters/ Mohamad Torokman
Una niña de 15 años yace en la acera gravemente herida sangrando por múltiples heridas de bala. Un hombre se acerca y a sangre fría le dispara en la cabeza, un disparo final y fatal que acaba con una joven vida en una acera de Jerusalén. Otro «terrorista» abatido por disparos de un «héroe». ¿O se trata de otra ejecución extrajudicial del tipo al que tanto nos hemos acostumbrado?
Incluso el lenguaje ha cambiado: «neutralizar» es el término que utilizan los medios cuando se dispara para acabar con una vida humana, con una vida palestina.
Ya no somos capaces de ver la horrible tragedia de un uniforme escolar ensangrentado, la bolsa de libros y estampillas autoadhesivas dispersadas sobre el pavimento. Y entre todas éstas, también un pequeño par de tijeras con las que la chica habría intentado apuñalar a un hombre de edad avanzada.
Y ahí está ella, otra «terrorista» sin nombre, una joven víctima más nacida en la realidad diaria de la ocupación con sus incursiones nocturnas, su opresión y humillación, el muro de la discriminación (por seguridad), sus demoliciones de casas, sus rutas sólo para los israelíes, su bloqueos de carreteras, sus quemas de iglesias y mezquitas. Los colonos, las fuerzas de seguridad que disparan al azar. Una vida diaria gris y despojada de toda esperanza.
No deseo justificar esos actos desesperados. Cada muerte bajo la ocupación debe evitarse. Estos niños no son parte de un movimiento político, sino que son el resultado de una opresión bien organizada. Son tanto víctimas de la opresión como víctimas de sus actos desesperados.
La policía de Jerusalén se niega a entregar los cadáveres de los palestinos implicados en actos individuales que murieron durante los últimos meses. Es una forma de castigar a sus familias. Ahora hay diez cuerpos retenidos. La policía insiste en que se hagan funerales nocturnos con un máximo de 50 personas presentes, las familias han aceptado pero aun así no les han entregado los cadáveres. Mantenidos en su prisión helada se han convertido en peones de un juego político asqueroso.
Tres legisladores israelíes, Jamal Zahalka, Basal Ghatas y yo nos reunimos la semana pasada con los representantes de esas 10 familias y sus abogados con el fin de tratar de avanzar en el entierro de sus hijos. Antes de esta reunión habíamos estado en contacto con el ministro de Seguridad Interior y después presentamos una solicitud por escrito al ministro con los detalles de las 10 familias y las condiciones que la policía había establecido para los funerales de sus hijos. En el inicio de la reunión con las familias, que tuvo lugar en un espacio cultural en el este de Jerusalén, leímos la primera estrofa del Corán en silencio, una costumbre religiosa y cultural.
Sin embargo Netanyahu utiliza nuestro acto como pretexto para una campaña de odio que ha llevado a nuestra suspensión en el parlamento israelí (Knesset) durante varios meses. Nos han calificado de traidores o algo peor. La democracia de Israel implica la soberanía de la mayoría mientras carecen de reconocimiento los derechos humanos de las minorías. El peligro de la tiranía de la mayoría está incorporado, por así decirlo.
Esta campaña no se sostiene por sí misma: la declaración de organización ilegal de la rama norte del Movimiento Islámico, la ley de las ONG que limita severamente la capacidad de funcionamiento de las organizaciones de derechos humanos, la censura militar de los sitios web, los arrestos preventivos de activistas políticos antes de las manifestaciones, las leyes que penalizan el apoyo al movimiento global de boicot, desinversión y sanciones (BDS), varias leyes que permiten a las comunidades negar la entrada a los árabes, así como otras leyes que legalizan la discriminación en el ámbito de la propiedad de la tierra, derechos de construcción y mucho más, todos se pueden ver como indicadores claros de la voluntad de adoptar políticas discriminatorias para luchar contra los pueblos originarios del país y sus partidarios.
«Autodefensa» es la expresión que usan los israelíes para justificar las ejecuciones extrajudiciales, así como su control sobre las vidas de los demás. Sin embargo no puede haber ninguna justificación para matar, tampoco para la opresión. El ocupante no tiene derecho a la autodefensa. Nosotros, los ocupados, tenemos el derecho pleno y sólo para luchar contra ella, por todos los medios reconocidos en el marco del derecho internacional y con el apoyo de la comunidad internacional.
Nuestra suspensión debe verse en el contexto de la hostilidad permanente del Estado hacia los palestinos, por un lado, y la creciente disposición a adoptar prácticas y políticas antidemocráticas en el otro lado. Uno debe darse cuenta de que el segundo aspecto es un subproducto del primero.
Israel, por su propia definición de Estado judío, sentó las bases para esto, sobre todo porque el Estado ve a los palestinos como extranjeros en su propia tierra. En 1948, el 85 % de los palestinos fueron expulsados y a los que se quedaron los miraban como a intrusos. A pesar de la gran injusticia cometida contra nosotros, sugerimos una visión de justicia e igualdad para todos.
Haneen Zoabi actualmente es miembro de la Knesset por la Lista Arabe Conjunta. Es la primera mujer elegida para el Parlamento israelí en la lista de un partido árabe.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión como fuente de la traducción.