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Por un futuro con memoria

Fuentes: Hika

«Vale ya de preguntar ¿estos muertos, de quién son? ¿Son de los nuestros o de los de ellos? La verdad. No son de nadie, son de todos, pero sobre todo pertenecen a quien les añora y a quien les llora«. Pilar Manjón, («Diario de Noticias» 15-02-06) Participando como moderador en las segundas jornadas de noviolencia […]

«Vale ya de preguntar ¿estos muertos, de quién son? ¿Son de los nuestros o de los de ellos? La verdad. No son de nadie, son de todos, pero sobre todo pertenecen a quien les añora y a quien les llora«.
Pilar Manjón, («Diario de Noticias» 15-02-06)

Participando como moderador en las segundas jornadas de noviolencia activa en una tumultuosa mesa redonda sobre reconciliación y víctimas multilaterales, en el Koldo Mitxelena de Donostia, y mientras intentaba tranquilizar a una parte importante del público que increpaba a uno de los ponentes, víctima de ETA (¡cuánto nos falta por aprender a escuchar y respetar a quien no piensa como uno mismo!), una persona llegó a decir que igualmente el moderador, o sea el que esto escribe, también era víctima y que eso no se reconocía desde las «asociaciones de víctimas del terrorismo».

¿Víctima, yo? Nunca me he considerado como tal. Pero ahora que lo dicen, ¿no lo es Patxi Azparren, que fue detenido, encarcelado, criminalizado y encausado en la pieza de desobediencia civil del sumario 18/98, y posteriormente apartado del procesamiento sin que nadie haya rectificado las acusaciones públicas, ni indemnizado, ni pedido perdón?

¿No es víctima Gladys del Estal, ni su madre? (Son 34 las personas muertas en movilizaciones populares desde 1968 en Euskal Herria). ¿No lo es Txerra Iriarte, que sufrió dos veces los ataques de «elementos incontrolados»? (Son 70 las personas muertas por la extrema derecha y fuerzas parapoliciales, y centenares las que han sufrido heridas y atentados ultras) ¿Tampoco lo es Mikel Salegi, tiroteado en un control de la Guardia Civil cuando salía de una cena con los compañeros de trabajo? (Son 20 las personas muertas en controles policiales). ¿Tampoco lo es su madre?… ¿Y las 6.000 personas torturadas? (Hasta en Marruecos se les ha tomado testimonio público).

Pues no. Ninguno de estos casos se reconoce en la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo (Ley 32/1999, de 8 de octubre). Son bajas producidas en actos violentos, pero no son víctimas del terrorismo. El Estado tiene el monopolio de la violencia y Kepa Aulestia llega a afirmar que «la evocación de ‘las otras violencias’ es un recurso esencial para ETA» («El Correo», 17-11-05). ¿Miramos entonces para otro lado porque podemos tener complicaciones con las fuerzas policiales si insistimos en decir que víctimas hay de muchos tipos?

Tampoco hay acuerdo en el lenguaje a emplear, aunque hay esfuerzos positivos: la asociación que lidera Pilar Manjón se denomina «de afectados por el terrorismo», no asociación de víctimas, aun siéndolo. Y para enmarañar más la situación, aparece la entrevista de Telecinco: «¿De qué me voy a arrepentir? ¿Cómo me va a dar pena?».

Quién y qué es ser víctima

No hay acuerdo, por tanto, en la concepción y consideración de ser víctima. Carlos Martin Beristain puntualiza y dice que ser víctima es una situación, no una condición. ¿Alguien puede decir a otra persona que ella no se siente víctima? Constantemente leemos, en plural, que «todos nos sentimos víctimas» de este conflicto, que «a todos nos ha salpicado la violencia». El otro día, «El Correo» abría el periódico con este subtitular: «Dámaso Casado, secretario general de UGT-Euskadi: Somos víctimas y creemos que podemos ayudar a que todo esto desaparezca». Y lo volvía a repetir Casado en «El País», «Nosotros, UGT, somos víctimas del terrorismo».

Otros, en cambio, quieren acotarlo y plantean que las víctimas son sólo ellas y los demás son victimarios. «Unicamente los terroristas persiguieron y mataron» (Jaime Larrinaga, presidente del Foro El Salvador, 21RS, enero 2006). «En nuestro caso los culpables tienen nombre y apellido y son sólo unos muy concretos» (José María Ruiz Soroa, «El País» 12-02-06).

Existe sin embargo consenso en considerar como víctima a aquellas personas que han sufrido la violencia de forma directa y que han muerto o resultado heridas a consecuencia de ella. También son víctimas las personas allegadas a las anteriores, la familia directa. Las leyes que contemplan ayudas e indemnizaciones así lo especifican. Pero incluso sobre esto ha habido más de un desagradable episodio entre las distintas asociaciones.

Enrique Echeburua, presidente de la Sociedad Vasca de Victimología («El Diario Vasco» del 1 de diciembre de 2005), responde a la pregunta de «si no hay peligro de degradar el concepto por una sobreabundancia de víctimas» de esta manera: «Hay que definir con precisión qué es una víctima: un ser humano que sufre como consecuencia del daño provocado intencionadamente por otro ser humano (…) Respecto a la sobreabundacia no hay que confundir víctima con victimismo: en la víctima hay un componente objetivo -la pérdida que ha experimentado-, y otro subjetivo -el malestar emocional que le interfiere en su calidad de vida-«.

Para el siquiatra Luis Rojas Marcos «la identidad de víctima es algo transitorio, es una entidad limitada» y lo razonó así ante el juez Garzón en Nueva York: «Si lo de ser víctima se vuelve una forma de vida, algo por lo que vivir y morir, es negativo. Las asociaciones no les hacen ningún favor si les mantienen en el papel de víctimas» («El Correo», 17-11-05). A este respecto, el ex portavoz de la familia Ortega Lara, Isaac Díez, considera «un error hablar de colectivos de víctimas» y propone que éstas «deben ser tratadas de forma personalizada» («El Mundo», 24-11-05), mientras que para el presidente de la comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco, Iñigo Urkullu, algunas actuaciones de la AVT han supuesto «una mayor victimización de las víctimas» («Deia», 25-11-05).

Discrepancias en el diagnóstico

Tampoco hay acuerdo en la extensión del sufrimiento, ni siquiera entre el mismo espectro ideológico. Para Paco Llera, director del Euskobarómetro, «son cientos de miles las víctimas de la violencia y excluidos por el régimen nacionalista» (El País», 25-10-03). Sin embargo, para el presidente del PSE-EE Jesús Eguiguren, «nos guste o no reconocerlo, la tragedia vasca realmente afecta a una porción pequeña de personas. No es verdad como se dice que la mitad de la ciudadanía que no es nacionalista viva amenazada. Aquí se vive con una calidad de vida y unos elevados niveles de bienestar y a la vez persiste un problema de terrorismo, de ecuación y de falta de libertad. Pero para construir una buena terapia hay que partir de un diagnostico realista» («El Diario Vasco», 12-10-03).

¿Qué podemos hacer? ¿Qué defender?

Se ha tratado en los últimos años de acercar posiciones y de juntar a personas que, desde estas distintas ópticas, son capaces de escuchar opiniones contrarias a las suyas. Ha habido espacios interesantes en las que se han juntado víctimas distintas. De mi propia experiencia extraigo las siguientes propuestas a lograr, algunas de ellas recogidas en un reciente seminario de Elkarri:

  1. Para empezar, que no haya más víctimas. De ningún tipo. Derecho a vivir y humanización de los conflictos. Se deben lograr las condiciones adecuadas para ello, en el presente y en el futuro. Debe garantizarse el grado de seguridad idóneo para todas las personas amenazadas. Que nadie necesite guardaespaldas para salir de casa ni nadie deje de asociarse o expresar sus ideas por miedo a cualquier operación policial arbitraria. Se abandona la judicialización de la política y viceversa.

  1. Se debe reconocer el daño causado. Los victimarios de uno y otro signo deberían manifestar públicamente su responsabilidad por lo sucedido. Necesitamos volver a reconstruir el tejido social que ha sido destruido en la sociedad vasca durante todos estos años, tras la reparación que se merecen las víctimas. Se debería buscar el reconocimiento mutuo entre todas las partes, para una convivencia en paz y libertad.

  1. Hay que «otorgar a las víctimas un régimen de ayuda, protección y asistencia digna» (una de las resoluciones del III Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo). Especialmente para ese importante número de personas que tiene que convivir con invalidez permanente, física o sicológica, a consecuencia de los atentados. Igualmente, por las actuaciones policiales.

  1. Las iniciativas institucionales de reconocimiento y tratamiento de las víctimas pueden adquirir fórmulas diversas, pero no puede haber olvido o discriminación jerárquica de unas víctimas sobre otras. Habrá que hacer juegos malabares. Vale. Pero todas merecen ponencias oficiales y un reconocimiento adecuado y digno.

  1. No al olvido es otro de los posibles acuerdos entre todas las partes. Memoria histórica. Miremos atrás, sí. Pero miremos todo y a todos los casos. Se debería instituir algo similar a las comisiones de la verdad establecidos en otros lugares.

  1. Una prioridad: La búsqueda y localización de los cuerpos de las personas desaparecidas -José Humberto Fouz, Jorge Juan García, Fernando Quiroga, Moreno «Pertur», Naparra y «Popo» Larre- para que puedan ser enterradas tal como lo deseen sus familias y allegados.

  1. No sería coherente que se trabaje por evitar las víctimas en nuestro país y se siguiera subvencionando la lógica de guerra. Las instituciones deberían declarar su renuncia expresa a la guerra y a la utilización de la violencia como medio de encarar los conflictos. Con ese objetivo se debería de prohibir la utilización de este territorio para maniobras bélicas y rescindir los apoyos a las fábricas de armamento, procediendo paulatinamente a su proceso de reconversión en actividades civiles.

(Nota del Autor): Me sumo al lema de la manifestación de Gesto por la Paz el pasado 28 de enero en Bilbao fue «Indarkeria gehiagorik ez! Por un futuro con memoria».

* Sabino Ormazabal Elola, autor de Un mapa (inacabado) del sufrimiento y encausado en el sumario 18/98. Artículo publicado en el número 174 de la revista Hika (http://www.pensamientocritico.org/publicaciones.htm).
Recogido del blog: 18/98 «entorno» de amigos de la noviolencia activa