Traducido para Rebelión por Felisa Sastre
La democracia como concepto y praxis nunca hasta la fecha había sido tan profundamente vulnerada por Gran Bretaña y sus vástagos coloniales, Estados Unidos y Australia, en sus intervenciones en Palestina e Irak.
Con el telón de fondo del fuego y el humo elevándose de Faluya y de los tumultuosos funerales de Arafat en Palestina, la conferencia de prensa conjunta de Bush y Blair del 12 de noviembre fue la quintaesencia de una obra de Samuel Becket. Si se toman en consideración las palabras con las que Bush inició su comparecencia, servirían de excelente introducción al teatro del absurdo: «Muchas gracias, primer ministro Tony- como te gusta que te llame- gracias por venir. Es estupendo estar contigo. Laura y yo estamos encantados de recibiros en la Casa Blanca una vez más», para rematarlas con «¡Buen trabajo, Sr. Primer Ministro!».
Tras semejante conferencia cualquiera con buena voluntad debería admitir que los palestinos son inocentes de sus desgracias. Por supuesto, han cometido muchos errores, se ha producido el caos y en los últimos días casi nos hemos ahogado bajo una sarta de mentiras. Pero ello, no diminuye la enorme gravedad de una situación tan inextricablemente embrollada en las circunstancias internacionales, la cuestión judía y el hecho de que Bush se siente en el Despacho Oval.
En su conferencia de prensa, Bush y Blair ofrecieron lo que querían que parecieran respuestas firmes y sólidas a las preguntas sobre las previsiones para la transición democrática en Irak: quiénes la llevarían a cabo y qué fuerzas se opondrían a ellos. Resultó verdaderamente «refrescante» escuchar el desprecio con el que las palabras «fuerzas reaccionarias» retumbaron por la Casa Blanca. Afirmaciones que sólo podía haber introducido un laborista como Blair en circunstancias en las que los conceptos de la izquierda no suponen amenaza para nadie.
Pero lo último que hubiéramos esperado oír en esa conferencia de prensa fue el que la causa palestina es la causa de la democracia. No es que hablaran de la democracia en el Mundo Árabe- a pesar de que ello hubiera atraído a los demócratas árabes radicales (tan distintos de los neo-liberales cuyo grado de compromiso con la democracia es sospechoso) que creen que el camino para terminar con los sufrimientos palestinos pasa por las capitales de los países árabes, de la misma manera que sus predecesores izquierdistas creyeron que la ruta hacia la liberación de Palestina era la revolución socialista que habría de convertir las capitales árabes en nuevos Hanois. 1Así que no es necesario decir que sería lo último que pasara por la cabeza de Bush, cuya mente es incapaz de recibir a nadie más próximo a la izquierda que la representada ostensiblemente por Blair. Bush mencionó la democracia en Palestina. Pero no dejemos que nuestra imaginación vuele y crea que Bush y Blair se habían unido súbitamente al grupo de locos que exigen un estado laico y democrático en Palestina. En la actualidad, en Palestina sólo existe un Estado: Israel. Y democratizar Israel sólo puede querer decir una cosa: extender al derecho de voto a toda la tierra palestina en el marco de un estado democrático y laico para todos sus habitantes. Pero no es lo que pretendían, de lo que ellos hablan es de democracia en las territorios ocupados de Cisjordania y Gaza, y de libertad de expresión, nada menos. Así, exactamente, libertad de expresión en Cisjordania y Gaza. Trate de imaginarlo. Además de George y Tony- y quizás Laura y Cherie, sólo el diablo puede saber qué querían decir.
Pero, de todos modos, analicemos lo que dijeron: «Nuestro compromiso con la libertad y la paz en esa región exige que realicemos todos los esfuerzos para ayudar a resolver el conflicto entre Israel y Palestina. El miércoles, el primer ministro de Israel presentó su plan de retirada de Gaza y de parte de Cisjordania. Yo apoyo ese plan. Es una buena oportunidad, ya que les da a los palestinos la posibilidad de establecer un gobierno reformista, libre y justo. Los dirigentes palestinos tienen que aceptar el desafío porque proporciona a todas las partes la ocasión de revigorizar y progresar en la hoja de ruta. Yo asumo la idea de dos estados, Israel y Palestina, que vivan uno al lado del otro pacíficamente y con seguridad».
Los palestinos tendrán la posibilidad de disfrutar de algo de democracia con la retirada unilateral de Israel de Gaza y de algunas zonas de Cisjordania. Así que el desafío es el de aceptar el plan de retirada. Los principios de democracia y libertad, e incluso de progresar en la hoja de ruta quedan subordinados al plan de Sharon y al grado de aceptación del mismo por los palestinos. Es todo lo que queda de la hoja de ruta y el test de la democracia se realizará en Gaza. «¿Dónde?, se preguntará. Sí, me ha entendido bien, en Gaza. Gaza es donde la democracia va a pasar su prueba de fuego controlada.
En ese momento de la conferencia de prensa, Bush terminó sus observaciones introductorias son la declaración siguiente: «Aunque es una empresa difícil, también lo es que resulta imprescindible llevarla a cabo. En Oriente Próximo, como en cualquier otro parte del mundo, el camino hacia la paz es el camino hacia la libertad. Y todos quienes elijan ese camino tendrán el apoyo decidido de Estados Unidos y del Reino Unido. En esos esfuerzos, el pueblo estadounidense sabe que no tenemos un amigo más valioso que el primer ministro Tony Blair. Como nos gusta decir en Crawford, él es un tipo de una pieza, que ha demostrado coraje, agallas y un liderazgo decidido. Agradezco al pueblo británico su compromiso incondicional y decidido con la causa de la libertad».
El presidente cedió, entonces, la palabra a Blair.
Antes de salir hacia Estados Unidos, Blair había anunciado que en esta ocasión presionaría al presidente de Estados Unidos sobre la importancia de la cuestión palestina. Ahora volvía con unas declaraciones sobre la democracia en su poder. Tres día después de este acontecimiento trascendental (Ha’aretz), el gabinete del primer ministro israelí comunicaba que estaba muy contento de que Bush hubiera cumplido la promesa hecha a Sharon de bloquear cualquier intento de presionar a Israel o la de obstruir cualesquiera acciones internacionales al margen del marco del plan de retirada. Bush había mantenido su promesa en la conferencia de prensa conjunta con su principal aliado y había utilizado palabras para calmar a Blair, quien ahora debía estar convencido de que Sharon para Bush era un aliado más importante que él.
Cuando le llegó el turno de palabra, Blair confirmó el compromiso de su Gobierno con Irak y con su resolución de «cambiar el país y transformarlo en una democracia». Tras repetir, sin que nadie se lo pidiera, las nuevas razones para haber ido a la guerra- con las que se nos bombardea ahora para justificarla, una vez que las antiguas han quedado totalmente obsoletas-, Blair afirmó, casi en el último momento, que el objetivo en la actualidad era establecer una agenda que «nos permita acabar con la amenaza contra la seguridad y abordar hasta el fondo los problemas que plantean los terroristas, para remediar la pobreza, y los enfrentamientos étnicos y religiosos en el mundo… En este sentido, reafirmamos una vez más la importancia de una solución en el proceso de paz en Oriente Próximo. Damos la bienvenida a la propuesta de retirada de Gaza y parte de Cisjordania y queremos que el Cuarteto2 se reúna lo antes posible para hablar de cómo apoyar a la Autoridad Palestina en particular, económica y políticamente y en aspectos de seguridad para responder a esa propuesta. Nos reafirmamos en la idea de que ello forma parte del proceso para volver a la hoja de ruta, que seguimos creyendo ofrece la única salida realista que lleve a la constitución de dos estados, Israel y Palestina, que vivan en buena vecindad de forma pacífica». Etc… bla, bla, bla.
Los periodistas no pudieron tener la oportunidad de preguntar a Bush cómo sería posible realizar sus propuestas ahora que Sharon y él habían llegado a un acuerdo. Un periodista citó la declaración de Sharon en la que afirmaba que Bush le garantizaba que iba a acabar con los sueños de los palestinos. Blair se adelantó a responder, y con el arte de un político experto esquivó dar una respuesta directa afirmando que «No conozco con exactitud en qué contexto se hicieron esas declaraciones. Pero no creo que esto vaya a suponer el fin de los sueños de nadie, Creo que cuando menos nos da la posibilidad de ir adelante».
¿Qué otra respuesta podría haber dado? Para evitar preguntas incómodas y directas, Bush afirmó: «Déjeme decirle algo sobre el asunto. No he viso tampoco en qué contexto ha podido decirlo pero puedo contarle lo que él me dijo: afirmó que apoyaba la constitución de un Estado palestino. Obviamente, ahí existe una advertencia: quiere un Estado palestino pacífico y quiere que haya alguien que promueva la paz y no la violencia, alguien dispuesto a unirse a muchos de nosotros para luchar contra el terrorismo.»
Pero la pregunta no era si Sharon se niega a o no a que exista un Estado palestino, lo que evidentemente no desea. La pregunta se centraba específicamente en las promesas de Bush de impedir el derecho al retorno de los palestinos, la retirada de Israel a las fronteras de junio de 1967 y el apoyo al mantenimiento de Jerusalén y la mayoría de las colonias israelíes en los territorios ocupados bajo soberanía israelí.
Cuando se enfrentó a una cita de Sharon que se regodeaba sobre el destino de los palestinos, basándose en las promesas que aseguraba le había hecho Bush, el presidente de los Estados Unidos negó conocer el contexto y, cuando le preguntaron sobre la repercusión de esas promesas en el proceso de paz, contestó con la afirmación de que era imprescindible que existiera un Estado palestino. La realidad es que, debido a esas promesas, cualquier afirmación de Estados Unidos e Israel sobre un Estado palestino constituyen la absoluta denegación de Jerusalén como capital de ese eventual Estado y del derecho al retorno de los palestinos. La falta de respuesta de Bush, en otras palabras, constituye una corroboración de la idea israelí de lo que debe ser un Estado palestino y de la exigencia de Sharon de que tiene que haber un líder palestino en el que confiar- lo que para él significa un líder decidido a renunciar a los principios esenciales de una solución justa- para el establecimiento de un Estado independiente.
El dúo Bush-Blair presentó la necesidad de unas elecciones presidenciales como si se tratara de una petición árabe, cuando de hecho las elecciones han sido una exigencia palestina, hasta ahora bloqueada por Sharon porque si las elecciones hubieran tenido lugar mientras vivía Arafat el pueblo palestino le hubiera renovado su confianza. Bush y Blair por conveniencia no hicieron mención alguna al hecho de que ya se habían celebrado elecciones presidenciales en los territorios ocupados en 1967 y que el presidente palestino había sido mantenido en estado de sitio durante tres años y que fueron ellos quienes intentaron despojarle de su poder a pesar de que en las encuestas se destacaba como vencedor por abrumadora mayoría.
El lector perspicaz debe recordar una conferencia de prensa similar ofrecida por el equipo Bush-Blair al inicio de la invasión de Irak. Fue el 27 de marzo de 2003, Bagdad estaba sitiada y los dos líderes se refirieron al problema palestino, al parecer por insistencia de Blair. Fue la primera ocasión en la que se mencionaba oficialmente la hoja de ruta, y veamos lo que entonces dijo Bush: «La Historia pide a nuestra coalición que derrotemos el peligro terrible del terrorismo y yo veo en ello una oportunidad, como el primer ministro Blair, de traer una esperanza renovada y el progreso a todo Oriente Próximo. El pasado 24 de junio, insistí en mi idea de dos Estados- Israel y Palestina- que vivan de forma pacífica y segura uno al lado del otro. Pronto relanzaremos la hoja de ruta que se ha diseñado para ayudar a que esa perspectiva se convierta en realidad, y ambos, Estados Unidos y Gran Bretaña nos hemos comprometido seriamente para ponerla en marcha.
El pandemonio sobre semejante plan ha persistido desde entonces hasta que Sharon ha sido lo bastante generoso como para establecer el momento de su puesta en práctica, formular la interpretación autoritaria sobre cómo se debe desarrollar y diseñar la estrategia para que Bush pudiera resistir cualquier tipo de presión de Blair. Pero por muchas cortinas de humo que se generen no se pueden oscurecer los principios básicos de la hoja de ruta y el espíritu que la informa. Ahora, en primer lugar, significa que el requisito previo para dar cualquier otro paso adelante es que la Autoridad Palestina se comprometa a «luchar contra el terrorismo»; en segundo, que no se establecerán fronteras definidas para el Estado palestino, ni se ofrecerá solución al problema de Jerusalén, al de los refugiados palestinos y al de las colonias israelíes; en tercero, al dar garantías a Sharon, Bush en la práctica comparte las percepciones de Israel de la solución permanente al final del camino.
Seguidamente indico lo que queda por hacerse en esa hoja de ruta:
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Que Sharon ponga en ejecución el plan de retirada con las bendiciones internacionales y se observe cuán democráticamente se muestran los palestinos en su respuesta a la ruta prevista.
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Iniciar negociaciones, pero sólo después de que los dirigentes palestinos pasen un nuevo examen sobre su «compromiso con la democracia» que sólo se demostrará mediante su firmeza en la lucha contra el terrorismo, de acuerdo con lo previsto en el art. 1º de la hoja de ruta.
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Que se establezca una Autoridad Palestina, felizmente liberada de Arafat y decidida a desempeñar su papel al aceptar- en lugar de exigir- el establecimiento de un Estado palestino a cambio de renunciar a otras «aspiraciones».
Cuando a finales de loa años 70 se reconoció la creación de un Estado palestino en Cisjordania y Gaza, la liberación de Palestina se convirtió en un sueño. Hoy establecer la capital en Jerusalén, la vuelta a las fronteras de 1967, y el reconocimiento total del derecho al retorno son, según la postura estadounidense en la hoja de ruta, sueños irreales, y el test sobre el compromiso democrático y el realismo de los líderes palestinos reside en su habilidad para neutralizar esos sueños. Arafat ha sido el obstáculo para su realización en el interior de la Autoridad Palestina, mientras que se ve a la oposición como si no fuera un impedimento debido a la tenacidad con la que ella misma se opuso a Arafat. Ahora, Arafat se ha convertido en un símbolo para las diferentes y conflictivas facciones, con independencia de los hechos. Pero un símbolo es una espada de doble filo, que puede usarse por los defensores a hacer concesiones con tal de conseguir un Estado, sobre la base de que Arafat fue el primero en aprobar una agenda realista y en abandonar los principios fundamentales, atascándose en Camp David sólo en el escollo de Jerusalén. Los contrarios a ese rumbo sostendrán que Arafat se mantuvo firme en los principios en Camp David y a partir de entonces. Ambas tendencias aportarán citas conflictivas, anécdotas y recuerdos para justificar sus respectivas posturas. Y este contienda se mantendrá mientras no se resuelva la cuestión de la unidad nacional y de la democracia en el marco de la unidad del Estado.
Quienes exigen que la oposición debe aprobar un programa político mínimo con el fin de demostrar su capacidad de aglutinación nacional y de participar en una dirección nacional unificada, sin necesidad de comprometerse en un único programa o estrategia política, están ayudando a la otra parte a eludir el espinoso asunto de la unidad y a dar una imagen de que la lucha por la liberación no es sino una locura y un caos con la que se puede terminar restringiendo ciertos elementos. Nadie en estos días dice que se enfrenta a la resistencia; afirman que se enfrentan al caos. La respuesta a todo ello es emprender la resistencia de forma organizada, y movilizar esa organización en apoyo de un programa político homogéneo y de una estrategia realista. Una vez que se haya conseguido esto, aparecerá claro que la renuncia al derecho de retorno para conseguir un acuerdo injusto es correr el riego del caos más peligroso.
<>18-24 noviembre.
http://weekly.ahram.org.eg/2004/717/op2.htm>
1 Hanoi, capital de Vietnam del Norte.
2 EE.UU, UE. Rusia e Israel