– ¿Para dónde miraba la prensa cubana cuando la mitad de las tierras estaban ociosas mientras se importaba el 80 por ciento de los alimentos? Preguntó un circunstante. – ¡Para donde mismo miraban el resto de las instituciones políticas, estatales y sociales y sus líderes respectivos! Le respondieron. El hecho de que después de 50 […]
– ¿Para dónde miraba la prensa cubana cuando la mitad de las tierras estaban ociosas mientras se importaba el 80 por ciento de los alimentos? Preguntó un circunstante.
– ¡Para donde mismo miraban el resto de las instituciones políticas, estatales y sociales y sus líderes respectivos! Le respondieron.
El hecho de que después de 50 años de práctica revolucionaria el Partido, el movimiento sindical, los parlamentos y todos los mecanismos que integran el sistema político cubano fallaran al no poder impedir que tales cosas ocurrieran es uno de los dilemas que el presidente Raúl Castro confronta para impulsar las reformas mediante las cuales se trata de perfeccionar el socialismo cubano.
Entre los problemas a resolver está el de cómo lograr que el Partido sea una vanguardia política y no otro aparato de dirección; parte a la vez contraparte del mecanismo de toma de decisiones y ente capaz de ejercer la dirección del Estado y la sociedad sin suplantarlos.
En fecha tan temprana como marzo de 1962, cuando en las Organizaciones Revolucionarias Integradas, embrión del Partido que surgía se introdujeron deformaciones sectarias, prácticas antidemocráticas y métodos de «ordeno y mando» que lo alejaban de sus funciones como vanguardia política; sin la menor vacilación, Fidel Castro compareció ante la prensa para denunciar aquella situación que representaba un obstáculo y un peligro para el avance de la Revolución. Fue la por primera vez que escuché a Fidel citar a Lenin cuando recordó que: «La seriedad de un partido revolucionario se mide por la actitud ante sus propios errores».
No hace falta desclasificar actas ni documentos para corroborar los esfuerzos que a lo largo de 50 años ha realizado el presidente Raúl Castro por perfeccionar el trabajo del Partido de modo que sea capaz de ejercer la dirección política de la Revolución, la sociedad y el Estado sin suplantar a ninguna institución y sin sacrificar los métodos y estilos de trabajo abiertos, transparentes, democráticos y participativos que deberían caracterizarlo. En ese empeño inconcluso la prensa que no es el Partido ni el Estado, sino una esfera de la actividad social con identidad propia, no ha logrado desempeñar cabalmente su cometido.
Abandonar el supuesto de que los «problemas de la prensa cubana» se deben a la incompetencia de profesionales y directivos o a cuestiones de método y de una vez por todas, admitir que a lo largo de décadas, como mismo ocurrió en otras aéreas, particularmente en la economía, se han cometido errores el diseño del sector periodístico es la base para la rectificación a la que el momento convoca.
Una actitud así permitirá emprender acciones para superar el actual estado de cosas, crear nuevas estructuras, procedimientos y ambientes que devuelvan a la prensa su condición de instancia política con personalidad propia, independencia funcional y derechos inherentes a su función de servicio público.
Seguramente en su próxima Conferencia Nacional, el Partido tomará nota propondrá soluciones que tampoco se impondrán por decreto ni maduraran de un día para otro. Lo más importante para solucionar un asunto político es reconocer que existe y comprender su esencia. Este es el caso. Allá nos vemos.
Fuente: http://cubano-vento.blogspot.com/2011/12/prensa-cubana-la-identidad-perdida.html