Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Mataron a 952 niños palestinos en su patria entre el año 2000 y el comienzo de la guerra relámpago contra Gaza en diciembre de 2008 (según estadísticas de B’Tselem). Asesinaron por lo menos a 350 más durante su Operación Plomo Fundido y han mantenido a Gaza sometida a ataques diarios desde entonces. De modo que los valerosos israelíes deben haber eliminado por lo menos a 1.400 jóvenes desde entonces. ¿Se interesa alguien por la cantidad de los que quedaron ensangrentados, mutilados y discapacitados?
El «ejército más moral del mundo» también gusta de librar la guerra contra estudiantes universitarios palestinos. No hace mucho escribí sobre Merna, una estudiante de licenciatura especializada en inglés. Los soldados israelíes a menudo irrumpían violentamente en medio de la noche en su campo de refugiados en Belén, allanando casas y arrestando arbitrariamente a estudiantes. Se llevaron a su familia, uno a uno. Primero a su prima y mejor amiga de 14 años que fue asesinada a tiros por un francotirador israelí mientras estaba sentada delante de su casa durante un toque de queda.
Después los israelíes arrestaron a su hermano mayor, artista, de 22 años, y lo encarcelaron durante cuatro años. Luego volvieron a buscar al hermano de Merna de 18 años. No contentos con eso, los militares volvieron, esta vez para llevarse a su hermano más joven -el «bebé» de la familia- de sólo 16 años. Fueron las circunstancias bajo las cuales Merna tuvo que estudiar.
La ley militar israelí trata a los palestinos como adultos en cuanto cumplen 16 años, una flagrante violación de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño. Los jóvenes israelíes, por supuesto, son considerados como niños hasta los 18. Los palestinos son procesados por tribunales militares israelíes, incluso cuando se trata de un problema civil. Esos tribunales ignoran las leyes y convenciones internacionales, de modo que no hay protección legal para individuos bajo la ocupación militar israelí.
Como la detención se basa en información secreta, que no puede ser vista ni por el detenido ni por su abogado, es imposible organizar una defensa adecuada. Además, el Servicio de Seguridad siempre encuentra una excusa espuria para mantener encerrados a los detenidos «en función del interés superior de la seguridad de Israel.» Aunque los detenidos tienen derecho a revisión y apelación, no pueden cuestionar la evidencia y comprobar los hechos ya que toda la información presentada a la corte es confidencial. ¡Para que luego hablen de justicia israelí!
Frente al creciente estrés mental, Merna, lejos de renunciar, se decidió a continuar con sus estudios. El ejército más moral del mundo podrá haber privado a sus hermanos de una educación, pero ella lucharía, a pesar de todo, por la suya.
Para llegar a la Universidad Bethlehem [Belén], o a cualquier otra, muchos estudiantes tienen que aguantar el acoso en puestos de control israelíes. «Muchas veces toman nuestras tarjetas de identidad y pasan una eternidad anotando todos los detalles, sólo para retrasarnos,» dijo uno de ellos. A menudo hacen que los estudiantes se saquen los zapatos, el cinturón y sus mochilas. «Es como un aeropuerto. Muchas veces nos dejan esperando afuera durante hasta una hora, así llueva o truene, no les importa.» Los soldados intentan sacar la ropa a los estudiantes, usan lenguaje obsceno y gritan insultos sexuales a las estudiantes.
Algunas cuentan cómo las acosan sexualmente en camino a la universidad y cómo pasan el resto del día preocupándose por lo que los israelíes les harán de camino a casa. La constante humillación debilita la motivación y la concentración de los estudiantes.
Hace cinco años, los israelíes apartaron por la fuerza a cuatro estudiantes de la Universidad Birzeit de sus estudios en Cisjordania y los enviaron ilegalmente de vuelta a la Franja de Gaza. Los cuatro debían graduarse al final de ese año académico. Hubo protestas de todo el mundo y el Consejero Legal del ejército israelí fue bombardeado con fax y cartas exigiendo que se permitiera el retorno de los estudiantes a sus estudios.
El ejército más moral del mundo aceptó que se permitiría que los estudiantes retornaran a Birzeit si firmaban una garantía de que volverían permanentemente a la Franja de Gaza después de completar sus estudios. Esta exigencia sacó a la luz efectivamente la política de Israel de imponer una separación final entre Cisjordania y la Franja de Gaza, a pesar de que las dos están internacionalmente reconocidas como un solo territorio integral. Bajo el derecho internacional cada cual tiene derecho a elegir libremente su sitio de residencia dentro de un solo territorio, ¿pero desde cuándo le interesa a Israel el derecho internacional? El régimen racista imposibilita en la práctica que estudiantes de Gaza lleguen a las ocho universidades palestinas en Cisjordania. En 1999, unos 350 estudiantes de Gaza estudiaban en Birzeit. Ahora no queda casi ninguno.
No fue una gran sorpresa, por lo tanto, cuando hace algunos días se supo desde la Universidad Bethlehem que Berlanty Azzam, una estudiante de cuarto año de Administración de Empresas había sido detenida por las autoridades militares israelíes con la intención de deportarla a Gaza «por tratar de completar sus estudios en la Universidad de Bethlehem».
Berlanty, cristiana, es originalmente de Gaza, pero ha vivido en Cisjordania desde 2005 después de recibir un permiso de viaje de los militares israelíes para cruzar de Gaza a Cisjordania. También la están privando de su graduación en el último minuto. Fue detenida en el puesto de control ‘Container’ entre Belén y Ramala después de asistir a una entrevista para obtener empleo en Ramala.
La estudiante, de 21 años, debía graduarse antes de Navidad. El miércoles por la noche le vendaron los ojos y la esposaron, la cargaron en un jeep militar y la condujeron de Belén a Gaza, a pesar de promesas de la oficina del Consejero Legal Militar de que no sería deportada, antes de que un abogado de Gisha (una ONG israelí que trabaja para proteger la libertad de movimiento de los palestinos) tuviera la oportunidad de presentar una petición ante el tribunal israelí para que permitiera su retorno a clases en Belén.
Una vez que cruzaron la frontera, el ejército más moral del mundo abandonó a Berlanty en medio de la noche y le dijo: «Está en Gaza.»
«Desde 2005, me abstuve de visitar a mi familia en Gaza por temor de que no me permitieran volver a mis estudios en Cisjordania,» dijo Berlanty a Gisha por su teléfono móvil antes de que los soldados lo confiscaran. «Ahora, sólo dos meses antes de mi graduación, me arrestaron y me llevaron a Gaza en medio de la noche, sin posibilidades de terminar mi graduación.»
La Universidad de Bethlehem quiere movilizar a gente de todo el mundo para protestar. Pensé que el mejor contacto sería el embajador palestino en Londres, profesor Manuel Hassassian, quien también es ex vicepresidente de ese excelente centro de estudios. «¿Ha contado al embajador israelí para pedir una explicación de este atropello?» le escribí.
El día siguiente, al no tener noticias suyas, volví a enviarle un correo: «Actualización:… ¡Ha sido llevada a Gaza con los ojos vendados y esposada! Por favor ¿qué está haciendo la embajada al respecto?» Han pasado otras 24 horas y el silencio es ensordecedor. Sin embargo, no es anómalo que la embajada palestina esté profundamente dormida, almorzando o de vacaciones y que nadie esté a cargo que cubra las continuas crisis.
Al mismo tiempo, envié un correo al embajador israelí Ron Prosor, pidiéndole que por favor investigara. «A primera vista,» le escribí, «esto parece un atropello insensato. Creo que la estudiante en cuestión acaba de comenzar su último año. Me pregunto lo que usted o el primer ministro Netanyahu dirían si la educación de sus hijos, hijas o nietos fuera interrumpida de esta manera.» Y al día siguiente, al no recibir respuesta, envié la misma actualización sobre Berlanty con los ojos vendados y esposada. Pasaron otras 24 horas… también sólo silencio en este caso. Ni siquiera la cortesía de un acuse de recibo de la oficina de prensa de Israel, que usualmente responde como un relámpago a cualquier cosa con valor noticioso.
Si se hubiera tratado de una muchacha judía privada de su título universitario y de sus posibilidades en la vida, las embajadas israelíes de todo el mundo se pondrían instantáneamente en pie de guerra para proferir acusaciones de odio religioso y de antisemitismo. Pero el que está arruinando la joven vida de una cristiana es el Estado de Israel, así que todo está bien.
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Stuart Littlewood es autor del libro Radio Free Palestine, que narra la difícil situación de los palestinos bajo la ocupación. Visite: http://www.radiofreepalestine.