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Guerra Israel-Palestina

Primeras lecciones de un desastre

Fuentes: Palsol

El ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023 y la guerra lanzada desde entonces por Israel contra Gaza quedarán sin duda como una de las páginas más oscuras de la historia de Palestina. Nunca desde 1948 combatientes extranjeros habían entrado en el territorio de Israel y habían asesinado a tantas personas judías allí. Nunca la Franja de Gaza había sido víctima de una ofensiva tan destructiva y criminal.

Si bien nadie podía predecir una operación palestina de tal magnitud, ésta no es sorprendente dado el nivel de putrefacción de la cuestión palestina en la que los israelíes y la comunidad internacional se complacen desde hace más de una década. No todo comenzó el 7 de octubre, pero es tomando este evento como punto de partida como se acumulan los errores de análisis.

El primero se refiere a la naturaleza del gobierno israelí. Muchos observadores subestimaron el cambio cualitativo que representó su constitución a finales de 2022. El ex primer ministro Ehud Barak no dudó en calificar de fascista a la coalición formada en torno a un Likud radicalizado (32 diputados), aliada con dos partidos ultraortodoxos (18 diputados) y, por primera vez, tres partidos supremacistas, racistas y homofóbicos (14 diputados). Benjamín Netanyahu incluso ofreció a los líderes de estos últimos ministerios esenciales: a Itamar Ben Gvir la Seguridad Nacional, a Bezalel Smotrich las Finanzas y sobre todo la tutela sobre Cisjordania.

El segundo error es la subestimación de los peligros de la política de esta coalición para el pueblo palestino, con el rumbo puesto en la anexión de los Territorios Ocupados y la expulsión de sus habitantes, así como el cuestionamiento del statu quo en los Lugares Santos. Pero también para las y los israelíes, a través de la marginación de la última salvaguardia de la democracia, el Tribunal Supremo, y la acentuación del carácter teocrático de su Estado. Finalmente, para la región, la amenaza de una operación militar contra Irán se suma al riesgo de una tercera Intifada.

El dos pesos, dos medidas es el tercer error. Tanto de quienes, en nombre del derecho de los palestinos a la resistencia, se niegan a condenar los crímenes de guerra, incluso contra la humanidad, perpetrados el 7 de octubre; como de quienes continúan invocando el derecho de Israel a defenderse para justificar los crímenes de guerra cometidos contra las y los palestinos de la Franja de Gaza. Sin embargo, es precisamente el conjunto de políticas puestas en pie para la seguridad de los israelíes (asesinatos, bloqueos, detenciones…), en detrimento de los palestinos, lo que ha podido motivar la preparación de un ataque tan violento.

El cuarto error se refiere a la naturaleza de Hamás: que sus crímenes sean terroristas, entendido como un método de acción, no significa que sea similar a Daesh. En primer lugar, se trata de un movimiento islamo-nacionalista, creado en 1987 por los Hermanos Musulmanes palestinos. Con el lema de divide y vencerás, los servicios israelíes dejaron que la organización se desarrollara para dividir la resistencia palestina y debilitar el Fatah de Arafat. Hamás finalmente ganó las elecciones de 2006 y, al año siguiente, tomó violentamente el poder en Gaza. Netanyahu incluso facilitó, a partir de 2018, su financiación por parte de Qatar para evitar la quiebra económica de Gaza.

Si bien la estrategia de Hamás no se preocupa por los derechos humanos, no deja de ser tan racional como cruel. Así, la operación terrorista del 7 de octubre tenía cuatro objetivos esenciales: hacer que estallara la política israelí de invisibilización de los palestinos; demostrar a los israelíes, a través del terror, su situación de inseguridad; marginar a la Autoridad Palestina; impedir que Arabia Saudita se uniera a los acuerdos de Abraham.

El quinto error se refiere a la comparación de la sorpresa de 2023 con la de 1973. La elección de Hamás de la fecha del aniversario de la ofensiva de los ejércitos egipcio y sirio no debe nada al azar. Pero la comparación, sin embargo, tiene sus límites. Una guerra entre tres ejércitos no tiene nada en común con un conflicto asimétrico. En cambio, es cierto que Netanyahu, como antes Golda Meir, no creyó en las advertencias de Egipto: en ese momento el Tsahal había sido seriamente sacudido en el Canal de Suez y el Golán; esta vez, dejó casi sin defensa a los kibutzim cercanos a la Franja de Gaza.

Otra diferencia llama la atención: mientras que en 1973 los israelíes no se volvieron contra Golda Meir hasta después de la guerra, hasta el punto de que la derecha acabó llegando al poder cuatro años después, en 2023 la unión militarista parece producirse simultáneamente a una acusación contra Netanyahu: desde el principio el 86 % le considera responsable de la catástrofe de seguridad (e incluso el 79 % de los votantes de la coalición gobernante); el 56 % de las y los encuestados exigen su dimisión inmediata, y los partidos en el poder, en caso de elecciones legislativas anticipadas, caerían de 64 escaños (de 120) a… 41.

Los actores de esta nueva secuencia

Treinta años después de Oslo, el 7 de octubre también simboliza la radicalidad predominante en ambas sociedades: como en 1967, o incluso 1948, israelíes y palestinos se consideran categóricamente más legítimos que sus vecinos para vivir entre el mar Mediterráneo y el Jordán. El paréntesis de Oslo y los dos Estados ha terminado. La nueva secuencia que se abre y se escribe ante nuestros ojos tiene muchas incertidumbres, pero ya parecen afirmarse varios puntos.

Incluso si Benyamin Netanyahu se viera obligado a dimitir, el mantenimiento en el poder del Likud y sus aliados significaría sin duda el enraizamiento de la ocupación militar en las tierras conquistadas, o incluso el comienzo de un proceso de colonización, como lo desea el 44 % de los judíos israelíes.

Esta perspectiva permanece pendiente de al menos dos incógnitas. En primer lugar, el futuro de las y los palestinos de Gaza que saben que un éxodo forzado fuera de su tierra haría imposible cualquier regreso. Los pocos días de tregua mostraron su determinación de detener los planes israelíes: por miles, personas civiles marcharon hacia el norte de Gaza para manifestar su presencia. Y Egipto sigue oponiéndose firmemente a cualquier instalación de refugiados en su suelo. Finalmente, los principales líderes de la oposición, si pusieran fin al largo reinado de Netanyahu, no son hasta ahora portadores de ninguna alternativa que cumpla con el derecho internacional.

En Cisjordania, la limpieza étnica continúa. Colonos y soldados se activan, en una obvia complicidad, para expulsar a la población palestina de varias zonas. Una represión sin precedentes ha causado cientos de muertos, miles de heridos y un número considerable de detenciones. Incluso la situación de las y los palestinos de Israel es preocupante: se enfrentan a ataques manifiestos a su libertad de expresión, que recuerdan las primeras décadas de la existencia de Israel, cuando esta población vivía bajo el yugo de un gobierno militar de excepción.

Nada será posible para las y los palestinos sin una renovación de su movimiento nacional. Hamás se sitúa como un gran protagonista. Gran parte de los palestinos y palestinas dice apoyar la acción del 7 de octubre, al tiempo que niega la realidad de las atrocidades cometidas… igual que la mayoría de los israelíes ignora o relativiza la carnicería en Gaza. Muchas facciones han acudido a Doha para reunirse con la dirección de la organización islamista, que no oculta su deseo de capitalizar la liberación de los soldados y oficiales rehenes en Gaza a cambio de la de muchas figuras políticas palestinas, con Marwan Barghouti a la cabeza. En estas reuniones, también se está preparando el reemplazo de Mahmoud Abbas y el futuro de la OLP.

Por muy indispensable que sea, esta renovación de la dirección palestina no podrá cambiar la situación sin un fuerte apoyo internacional. Si la Liga Árabe y la Organización de la Cooperación Islámica se distinguen por su silencio diplomático, a diferencia de las multitudes árabes que salieron masivamente a las calles, estas dos instituciones dicen que trabajan conjuntamente por el futuro de Gaza, apoyándose ahora en la ayuda de las potencias del Sur, China en particular. Hay que decir que el enésimo veto de Estados Unidos a la votación de una resolución del Consejo de Seguridad para exigir un alto el fuego, el sábado 9 de diciembre, ilustra un doble estándar diplomático obsceno.

En este contexto, Francia y más allá, la Unión Europea, deberían desempeñar un papel mucho más activo. Primero, apoyándose en todas las palancas posibles, y son muchas. Luego, impulsando el trabajo por una diplomacia equilibrada, voluntaria y decididamente orientada al respeto de los derechos de los pueblos.

Palsol n.° 87  2023-12-23

https://www.france-palestine.orgHamas,/Premieres-lecons-d-une-catastrophe

Traducción: Faustino Eguberri