Traducido del árabe para Rebelión por Antonio Martínez Castro.
El discurso contra la «judaización de Israel» se canaliza por dos caminos: el inconsistente camino de la negociación y el otro firme de la resistencia.
Hay quien parte del rechazo a la judaización de Israel para terminar defendiendo la postura de un Estado para todos sus ciudadanos, o un Estado binacional, y considera que esta solución es una respuesta a las pretensiones de conferir una pura identidad judía al Estado de Israel. Este camino conduce a: 1- Negar la identidad árabe de Palestina por considerar que pertenece a todos sus ciudadanos, incluidos los invasores, o al reconocerle una identidad compartida judía y árabe. 2- Exigir que se conviva con el invasor dentro del marco de los derechos del ciudadano, con lo que se reemplaza la estrategia principal de liberación por una lucha contra la discriminación racial. 3- Adoptar medios pacíficos en la lucha aliándose con los «judíos progresistas». ¡Amén!
Consideran que el proyecto de un único estado es más «realista» que el de unos territorios palestinos dispersos que ocupen la superficie equivalente a la de las fronteras del 67, es decir, los 6200 kilómetros cuadrados de los que habla Mahmud Abbas. Los defensores de un único estado aportan argumentos sobre la inviabilidad del estado palestino: aducen que la construcción del muro racista y expansivo ha frustrado dicho proyecto, que es imposible establecer un estado en cantones dispersos, que los israelíes no van a permitir la creación de un estado palestino que se convierta en una base contra ellos, etc.
La verdad es que los dos proyectos basados en negociaciones, el de los cantones y el de un único Estado, coinciden en que hay que convivir con los judíos en Palestina, en que hay que renunciar al derecho histórico de una Palestina árabe y en que hay que abandonar la lucha armada y el objetivo de liberar la tierra. Desde este punto de vista la diferencia entre ambos proyectos es similar a la diferencia que hay entre el partido Laboralista y el partido Likud en el seno de la entidad sionista, o a la que hay entre el partido Republicano y el Demócrata en Estados Unidos. Pues lo importante en ambos proyectos es que surgen como oposición a la vía de la resistencia, a la liberación de la tierra y a su carácter árabe. De hecho ambos pasan por anular los tres artículos más importantes del Pacto Nacional Palestino, antes de ser revisado, que proclaman que Palestina es árabe, que la lucha debe ser armada y el sexto punto del Pacto que no reconoce como palestinos a los judíos llegados a Palestina después de iniciado el proyecto sionista. Ésta, por supuesto, es la postura natural que se espera de cualquier país frente a sus invasores.
Por el contrario, aquellos que rechazan la judaización de Israel desde la base del carácter árabe de Palestina, empiezan por negar el derecho de Israel a existir como Estado y como sociedad colonial ocupante, antes de meterse en el laberinto de la judaización con el que se pretende arrastrarnos con fuerza dentro del sistema político israelí para intentar hacerlos menos racistas. La judaización del Estado es el resultado de una política normalizadora que proclama que el problema reside en el carácter judío del Estado y no en la propia existencia del Estado cuya identidad estamos tratando aquí.
En casos extremos, encontramos entre los partidarios de un Israel único, democrático y no racista quien considera que los islamistas son el equivalente árabe palestino de los rabinos judíos, de forma que la cuestión nacional palestina se transforma en el problema de separación de poderes entre la religión y el estado dentro de Israel y en la cuestión de cómo reducir el racismo, pacíficamente, por supuesto, siguiendo el ejemplo sudafricano que, por otra parte, sólo es aplicable al caso palestino en la medida en que el método de Mahatma Gandhi es aplicable a Iraq. Más de la mitad de los sudafricanos no eran refugiados fuera de su país. La cuestión en Sudáfrica adoptó un cariz más humanitario que el cultural que se debate con fuerza desde finales del siglo XIX por la identidad árabe o del Antiguo Testamento de nuestro país.
Es evidente que quien adopta la fórmula de un único Estado renuncia con ello al carácter árabe de Palestina y se adscribe a un proyecto que, de hecho, situa a Palestina en algún lugar del espacio, entre Saturno y Mercurio, como si no formase parte de la nación árabe y del mundo islámico. La idea de un único Estado tiene sentido y extrae su fuerza moral del último grito en el mundo de la moda de la globalización y la tendencia imperialista a nivel global que apadrina los lemas de los derechos humanos y la pluralidad política para encubrir la disolución de identidades y superar los obstáculos nacionales que las empresas transnacionales encuentran a su paso. Este proyecto no tiene ningún sentido en Palestina donde el imperialismo mundial respalda de lleno al proyecto sionista.
Lo dicho no se contradice con la dimensión política, frente a los aspectos ideológicos y religiosos, de la expresión judaización de Israel. La entidad sionista quiere diseñar un contexto negociador con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y los regímenes árabes que imponga sus condiciones de antemano para que la gente se haga a la idea del transfer, es decir, la expulsión de los palestinos del 48, ya sea por la fuerza cuando lo vean posible, ya sea incorporándolos a los cantones del Estado palestino desmembrado. Pretenden cerrar el camino a cualquier discusión que verse sobre el derecho al retorno, quitarlo de la mesa de negociación y rebajar los costes que deben afrontar ante cualquier acuerdo por mínimo que fuese. Así el resultado negociado sólo puede ser ridículo, no se puede llegar a un resultado negociado digno con el enemigo sionista. Los derechos se obtienen luchando y el derecho al retorno va unido a la liberación. Lo más triste es que la entidad sionista arrastra a todos a negociar sobre su última exigencia de la judaización de Israel porque se ha dejado de plantear la existencia misma de Israel.
NdelT: Este artículo hace alusión a la Conferencia Together for One Democratic State que tendrá lugar en Stuttgart entre el 10 y el 12 de mayo de 2013 y en el que judíos progresistas, árabes liberales y el grupo de la izquierda antiimperialista europea defenderá la propuesta de un único estado y a la que asistirán: Asaad Abu Khalil, Joseph Masaad, Samah Idriss, entre otros. http://www.antiimperialista.org/one_democratic_state_conference_II_stuttgart
Fuente: http://www.freearabvoice.org/arabi/maqalat/yahodeyyetAlDawlaAmWjodoha.htm