El ejército de ocupación israelí en Palestina ha asesinado en la madrugada del martes 15 de enero de 2008 a dieciséis palestinos y herido a otros cincuenta, varios mortalmente. Ha sido, una vez más, durante una incursión en la ciudad bloqueada y embargada de Gaza, con aviones, tanques, helicópteros, excavadoras blindadas y francotiradores. Este ejército […]
El ejército de ocupación israelí en Palestina ha asesinado en la madrugada del martes 15 de enero de 2008 a dieciséis palestinos y herido a otros cincuenta, varios mortalmente. Ha sido, una vez más, durante una incursión en la ciudad bloqueada y embargada de Gaza, con aviones, tanques, helicópteros, excavadoras blindadas y francotiradores.
Este ejército no se ha enfrentado a otro a campo abierto, tampoco a uno atrincherado en sus posiciones, protegido por baterías antiaéreas y pertrechado con armas de última generación. Ha atacado, como en muchas otras ocasiones, a civiles que viven bajo la ocupación militar de aquel ejército -y que por tanto gozan de especial protección según dicta la ley internacional- en las calles de su propia ciudad, una de las más pobladas del mundo, que no cuenta con medios de defensa y donde la población menor de 15 años se acerca al 50% del total.
Este crimen contra la humanidad no es un asunto que preocupe más allá de donde viven las familias de las víctimas. Otros han sido cometidos tantas veces y tan seguidas por Israel y perdonados y olvidados tan rápido por sus aliados de Europa y Estados Unidos, que cada uno tapa al anterior: el de hoy al del día 14, el cual hizo olvidar el del 13, el cual desvaneció el del 12.
Dieciséis palestinos hoy, media docena ayer, otros tantos en los días anteriores… 4.000 desde el mes de septiembre del año 2000 (gran parte menores de edad), más de 25.000 heridos (muchos con consecuencias de por vida), más de 11.000 presos (muchos sin cargos ni juicio), más de 6.000 casas demolidas en la Franja de Gaza (lo que se considera una violación grave de la Convención de Ginebra)…
Esta procesión de muerte y dolor sin parangón, tanto por su duración: más de 60 años, como por la complicidad de la comunidad internacional: consentimiento de la ONU y decidido apoyo de alguno de sus miembros de forma individual, se conoce en todo el mundo desde 1991 como «proceso de paz».
Los mismos que hablan de paz con los palestinos en Anápolis y otros lugares, envían sus tropas a asesinarlos y a robar sus tierras; los mismos que someten a los palestinos a un bloqueo total son los que arman a Israel y también financian y apoyan sus ataques mortíferos; los que dirigen el proceso y se benefician al tiempo son los israelíes y sus aliados europeos y estadounidenses. Las víctimas, obviamente la parte más débil con mucho, son los palestinos, que pierden la vida y la tierra cada día que pasa, aunque resisten a pesar de todo generación tras generación desde hace decenas de años.
Se trata de un plan de limpieza étnica y apropiación de tierra extraordinariamente planificado y soberbiamente ejecutado en comparación con el de los nazis. Hay una diferencia, sin embargo. Los responsables del plan nacionalsocialista fueron condenados a muerte en el proceso de Nuremberg y ahorcados, pero a los responsables de hoy les llaman «los valientes de la paz», les dan el premio Nobel de la Paz, les dan el premio Príncipe de Asturias, les nombran secretarios generales de organismos y agencias internacionales, son editorialistas o articulistas de renombre y todos cobran un sueldo fenomenal.
Esta diferencia no tiene apenas trascendencia para los palestinos (y tampoco para los iraquíes, libaneses y afganos que están en la misma situación), pero sí alguna para los occidentales. Deja al descubierto aún más claramente que otros crímenes (el expolio de las riquezas de los países en desarrollo, la contaminación global, la explotación salvaje de trabajadores no cualificados, etc.) lo que la civilización judeo-cristiana es capaz de hacer con otros hijos de Dios, sus hermanos musulmanes, con tal de salirse con la suya.
El mandato divino y sobre todo de sentido común ancestral de tratar a los demás como se desea que le traten a uno, fue adaptado a los nuevos tiempos y se tradujo a mediados del siglo pasado por «todos los seres humanos nacen libres e iguales y con los mismos derechos» en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así que no es de extrañar que cada vez más musulmanes renieguen de esta declaración y desprecien a los judíos y cristianos en general. Lo realmente sorprendente es que no todos lo hagan a una y con más fuerza.
Otra curiosidad de la modernidad es que los medios de comunicación han conseguido que millones de ciudadanos europeos y estadounidenses apoyen un proceso de paz, con sus absurdas cumbres y sus nefastos resultados, que repugna a la conciencia de cualquier ser humano que no sea uno de los participantes, en lugar de apoyar la legalidad internacional y de paso la santidad de la vida de todos los seres humanos sean judíos o no.
Los que observan esta farsa en la televisión de sus cuartos de estar confían, tras este pequeño entreacto de dieciséis cadáveres más, en que ningún soldado israelí haya resultado herido, que Abu Mazen no tarde en besar a Olmert, que los palestinos se mesen los cabellos ante los corresponsales extranjeros, que Bush defienda los ataques contra grupos terroristas y que los líderes políticos y los medios de comunicación sigan realizando grandes esfuerzos para que el proceso de paz no se detenga y avance de forma tan decidida y prometedora como hasta ahora hacia el final del conflicto en Oriente Medio.
Aunque los cuerpos ensangrentados que muestran las imágenes que llegan de Gaza pueden hacer que algún editorialista de los que trabajan para el «diario más vendido en España» o «la biblia de la prensa liberal mundial» en Estados Unidos se estremezca momentáneamente, se sabe que no le temblará el pulso a la hora de apoyar el proceso de paz y los esfuerzos que hacen los Moon, Bush, Olmert, Abbas, Solana y Moratinos de turno por solucionar el conflicto palestino. También escribirán en contra de los extremistas, o sea, la gran mayoría de palestinos que votaron a HAMAS el 25 de enero de 2006 y que con sus hijos viven bajo la ocupación israelí desde hace 40 años, al que se ha añadido un bloqueo internacional en los últimos meses en la Franja de Gaza.
El mismo día 15 el Sr. Zapatero ha vuelto a lucir su afinado sentido de la oportunidad al insistir en Madrid ante el presidente de Turquía sobre su eficaz propuesta para solucionar el problema de Oriente Medio: la alianza de civilizaciones, que tantos éxitos ha obtenido desde su lanzamiento hace años. A continuación ha anunciado una próxima cumbre a la que será invitado el presidente del genocida Estado de Israel y que muy probablemente coincidirá con otra matanza de palestinos a manos de su ejército.
Si usted no es editorialista ni tampoco político, si los palestinos no le han hecho nada, si piensa que los árabes y musulmanes son seres humanos como usted, entonces no tiene motivo alguno para secundar los fantasmagóricos procesos de paz de aquellos e ignorar las muertes reales de éstos. Al contrario, lo democrático, humano y cristiano es renegar del proceso de paz y exigir a sus representantes que lo denuncien. No permita que otros asesinen en su nombre, en el de su país y su religión.
No diga que el conflicto palestino es complicado o que no está seguro de en qué lado está la verdad, porque en el caso de Palestina, como en cualquier otro, la verdad consiste en estar al lado de las víctimas, no de los agresores.