Actualmente no existen en Cuba organizaciones declaradas feministas, aunque esa corriente de pensamiento cuenta con seguidores y se estudia en universidades.
Las avenidas no tienen carteles con motivos morados ni la televisión repite spots para recordar la fecha. Pero diversas voces en Cuba recuerdan que este año se cumple el centenario del movimiento feminista local, plataforma para luchar por la equidad y contra la violencia de género.
«En este 100 aniversario, hace falta teñir la isla de violeta», dijo a IPS el historiador Julio César González Pagés, en referencia al color que distingue en el mundo al feminismo.
Actualmente no existen en Cuba organizaciones declaradas feministas, aunque esa corriente de pensamiento cuenta con seguidores y se estudia en universidades. La fecha «está pasando sin muchas glorias», lamentó el académico, quien invita a homenajear a las cubanas que en 1912 salieron a luchar por sus derechos y a sus continuadoras.
En noviembre de ese año nació en La Habana el Partido Popular Feminista, y ya en diciembre se fundaron el de Sufragistas Cubanas y el Nacional Feminista, iniciando un movimiento político dirigido en primera instancia a lograr el voto de las mujeres. Así, otras asociaciones con ese carácter seguirían surgiendo.
La fuerza violeta desatada entonces perseveró hasta ganar el reconocimiento legal de casi todas sus demandas como la ley de la Patria Potestad, en 1917, y también la del Divorcio, en 1918, que convirtió a Cuba en el primer país de Iberoamérica en permitirlo. Sin embargo, el derecho al sufragio no se ejerció a plenitud hasta 1934, cuando ellas pudieron ser elegibles y votantes.
«Desde mucho antes existía en el país un pensamiento por la emancipación de las mujeres», aclaró González Pagés, coordinador de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (http://www.redmasculinidades.com/). «Pero fueron más visibles en 1912, al agruparse en organizaciones feministas», especificó.
«Cuando nos apropiamos de esa filosofía, podemos luchar en busca de la equidad y contra la violencia de género», amplió el activista durante la realización este mes de una gira por ocho provincias para prevenir ese flagelo.
Entre enero y marzo de este año, el académico y la cantante Rochy Ameneiro ya habían liderado un periplo por 11 provincias cubanas, que también cumplió acciones por la no violencia en la música. La gira, titulada «Todas contracorriente», incluyó conciertos, talleres para estudiantes de arte y la visita a lugares claves en la historia de las cubanas.
Muchas que se declaran feministas valoraron en julio la creación de una red nacional para conectar los esfuerzos de personas e instituciones por la equidad de género. La idea surgió en un conversatorio convocado por la Cátedra de Género y Comunicación «Mirta Aguirre», del Instituto Internacional de Periodismo «José Martí».
De manera aislada, otras organizaciones, universidades, medios de comunicación, blogs y espacios debatieron en lo que va del año sobre el movimiento reivindicativo, que declinó después de 1939. Frente a las polémicas sobre la fecha, la ensayista Teresa Díaz Canals apuesta a crear un momento de «reflexión colectiva».
«Hay que llegar a acuerdos y aclarar que la historia de las mujeres no es solo la de las feministas», dijo en entrevista con IPS. «No podemos desechar de nuestra herencia a las ‘mudas’, a nuestras madres», amplió. Para ella, muchas personas siguen enfrentando el patriarcado «desde el silencio, sin hacer una declaración de fe o ganar una batalla».
El olvido nacional tiene capas más gruesas, que la escritora Inés María Martiatu rasga sin temores para reivindicar a las afrocubanas.
«El desconocimiento del afrofeminismo en Cuba reduce la historia del movimiento a una cierta etapa y pone énfasis en el protagonismo de las blancas, de clase media y alta», remarcó.
«Excluyendo o minimizando a las negras y pobres, ese relato está incompleto», dijo a IPS la autora, junto a Daysi Rubiera, de la compilación «Afrocubanas: historia, pensamientos y prácticas culturales», publicada en 2011. Su situación y demandas han sido diferentes, apuntó. Otras voces develan las luchas de las lesbianas por sus derechos.
En contra de esos olvidos, la investigadora Raquel Vinat de la Mata dedicó muchos años de su vida a reconstruir la impronta femenina en el siglo XIX. «Resulta doloroso que todavía no tengamos un libro sobre la historia de la mujer», lamentó mientras acariciaba un volumen inédito sobre biografías de cubanas descollantes en el devenir nacional.
«La falta de divulgación sobre el movimiento femenino cubano y de todas sus acciones nos ha hecho mucho daño», aseveró la intelectual. «Suele pensarse que nos regalaron nuestros derechos y, por ello, muchas no defienden más lo que tienen», valoró la historiadora, quien observa «un recrudecimiento del machismo» en la sociedad actual.
Las cubanas tienen iguales salarios que los hombres, acceso al aborto legal y gratuito, licencia por maternidad y de paternidad compartida, entre otros beneficios. Al finalizar 2011, las mujeres representaban 43,3 por ciento del parlamento, ocupaban 36,7 por ciento de los puestos de dirección y 61 por ciento de la matrícula universitaria.
Sin embargo, las trabajadoras afrontan una doble jornada al encargarse mayormente de las labores domésticas, son minoría en los puestos de alta remuneración económica y con poder de decisión y, entre otras inequidades, persiste la violencia de género, aunque no hay estadísticas sobre su alcance.
Tras el declive de la primera oleada feminista, calificada de liberal, su lucha decayó hasta reaparecer en la guerrilla izquierdista que llevó al triunfo de la Revolución de 1959.
Vinat de la Mata recuerda «con mucho cariño» esos años, cuando fue una de las protagonistas anónimas de «revolución dentro de la revolución».
Esa frase definió la emancipación de la mujer dentro de las transformaciones socialistas iniciadas entonces. En 1960, varias organizaciones del país constituyeron la Federación de Mujeres Cubanas, única agrupación legalizada en la actualidad para representar a la población femenina.
Bajo su égida y mediante el proyecto social de la Revolución, ellas elevaron su participación en el espacio público, entre otros. En 1993 surgió la Asociación de Mujeres Comunicadoras – Magín http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100219, por una conciencia de género en los medios de comunicación, pero nunca recibió el registro legal solicitado y fue cerrada en 1996.
«La conciencia feminista no solo debe partir de una organización, sino de cada una de nosotras», propuso Vinat de la Mata. «A quienes lo somos hoy nos ha costado trabajo abrirnos el camino», enfatizó al recordar la estigmatización que recayó sobre el término hasta que en la década de 1980 comenzaron en Cuba los estudios de mujeres y género.