Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós
Al presidente estadounidense Donald Trump no le influyen los dictadores. Ni le avergüenza lo que hacen ni les apoya porque no tenga otra alternativa de confianza. Trump apoya a los dictadores porque está de acuerdo con ellos. Las políticas de uno y de los otros están, en muchos sentidos, alineadas.
Tras la publicación del informe Mueller Trump, que ya no cree que su presidencia esté condenada y que ve buenas expectativas para un segundo mandato, está mostrando su verdadero rostro.
Fiel a su palabra
Nadie puede acusarle de hacer política impulsiva mediante tweets en lo que respecta a la calificación de la Hermandad Musulmana (HM) como grupo terrorista, tal y como se informó el 29 de abril. Lo dejó bien claro en noviembre de 2016 su entonces asesor de política exterior, Walid Phares -antiguo ideólogo de las mismas milicias cristianas libanesas que cometieron crímenes de guerra durante la guerra civil libanesa-, junto con el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y la ruptura del acuerdo nuclear con Irán.
Mucho antes, Trump atacó a Barack Obama por «financiar la Primavera Árabe». «El presupuesto de @BarackObama financia la ‘Primavera Árabe’ con 800 mil millones de dólares y a la Hermandad Musulmana de Egipto con 1.300 millones en ayuda militar. Le encanta el islam radical», tuiteó Trump en febrero de 2012. «Obama quiere ahora dar otros 450 millones de dólares a la Hermandad Musulmana. El dinero que no tenemos va a parar a la gente que nos odia. Imbécil».
Es un error suponer que Trump fuera un mero espectador antes de llegar al poder. Es un hombre fiel a su palabra. Ese es el problema, porque ya no queda nadie que le meta en cintura.
Ninguna sorpresa
Prohibir a la HM formaba parte del paquete de medidas que el secretario de Estado Mike Pompeo llevó al gobierno. Siendo miembro del Congreso, ya co-impulsó un proyecto de ley para prohibir la Hermandad. «Hay organizaciones y redes aquí en Estados Unidos vinculadas al islam radical de manera profunda y fundamental», decía Pompeo al presentador Frank Gaffney. «No sólo están en lugares como Libia, Siria e Iraq, sino en sitios como Cold Water, Kansas y en pequeños pueblos de todo Estados Unidos».
El propósito de los dos proyectos de ley re-introducidos en el mismo mes de la toma de posesión de Trump por los senadores Ted Cruz y Mario Díaz-Balart era exigir al Departamento de Estado que informara al Congreso «si la Hermandad Musulmana cumple con los criterios para ser designada como organización terrorista extranjera». Así que no la prohibición de la Hermandad no debe sorprender porque ha sido reiteradamente anunciada.
Impulsar el extremismo
Es posible que esta sea la decisión más peligrosa y de peores consecuencias que Trump haya tomado hasta la fecha en una presidencia que ya ha demostrado ser la más destructiva de la historia moderna de Estados Unidos.
En la misma semana en que el autoproclamado califa de Estado Islámico Abu Bakr al Baghdadi reapareció en pantalla burlándose de Trump al afirmar que él y unos 15 mil combatientes siguen en activo tras la pérdida de Baghuz, su último reducto en Siria, nada mejor podría haberse planificado que ofrecer al presuntuoso de Al Baghdadi una oportunidad para envalentonarse prohibiendo a su mayor y más eficaz enemigo, la Hermandad Musulmana.
Los profesionales de la lucha antiterrorista sin simpatías ni conocimiento profundo del islam político, como la CIA o el MI6, lo han criticado repetidamente. Once días después del estreno de Trump en enero de 2017, la CIA publicó internamente un documento que echaba por tierra las razones del presidente para designar a la Hermandad como organización terrorista. Para la CIA no era sólo una cuestión de números -de que la HM goce de un «apoyo generalizado» en la región, especialmente en los países aliados de Estados Unidos. Como informó Politico, lo que la CIA reafirmó es que la Hermandad «ha rechazado la violencia como política oficial y se ha opuesto a Al Qaeda y a Daesh».
Reconociendo que existía una minoría de miembros de la HM vinculada con acciones violentas como respuesta a la represión de los regímenes, a la percepción de la ocupación extranjera, o a los conflictos civiles, la CIA concluía: «La designación [como organización terrorista] por parte de Estados Unidos probablemente debilitaría los argumentos de los dirigentes de los HM contrarios a la violencia y proporcionaría a Daesh y a Al Qaeda más medios de propaganda para ganar adeptos y apoyo, particularmente para atacar intereses de Estados Unidos».
El mensaje era claro: en opinión de la CIA, la prohibición de la Hermandad no desincentivaría el extremismo sino que lo nutriría. Los mismos argumentos con los que respondió el MI6 a David Cameron ante el sondeo que promovió Emiratos Árabes Unidos sobre la Hermandad en el Reino Unido de la mano de Sir John Jenkins.
Tanto la CIA como el MI6 filtraron sus objeciones a los medios de comunicación para asegurarse de que se conocieran sus posiciones.
No escuchar
Trump no escucha. Pero Rex Tillerson, su ahora ex secretario de Estado, sí. Tillerson 1.0 habló de los mismos tópicos destructivos que Trump en su acto de confirmación al cargo. «La desaparición de Daesh nos permitirá asimismo incrementar nuestra atención sobre otros agentes del islam radical como Al Qaeda, la Hermandad Musulmana y ciertos elementos dentro de Irán», dijo el designado secretario de Estado.
Pero después de sólo unos meses en el cargo, Tillerson 2.0 retrocedió. Afirmó en audiencia ante el Senado que designar a la Hermandad como organización terrorista podría complicar las relaciones de Washington con Oriente Próximo. Al informar a la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado que la Hermandad tenía cinco millones de miembros -una afirmación que pocos habían escuchado antes y que es cinco veces la estimación habitual-, Tillerson sostuvo que dentro de sus propias filas, la Hermandad se había «fragmentado» y que había subgrupos que ya estaban en la lista negra de Estados Unidos y que seguían comprometidos con la violencia.
«Pero en lo más alto de la cadena, si puedo llamarlo así, hay elementos de la Hermandad Musulmana que ahora han pasado a integrar parte de algunos gobiernos. Esos elementos lo han hecho porque han renunciado a la violencia y al terrorismo».
Desde entonces, Tillerson fue arrojado al desagüe de la administración estadounidense junto con muchos otros que intentaron atemperar el impulso nacionalista blanco del presidente.
Los compañeros de cama naturales de Trump
Tras el informe Mueller Trump no tiene freno. Y una de las razones es que la prohibición de los Hermanos Musulmanes cuenta con una auténtica coalición regional que la respalda.
Dejemos de lado por un momento la nefasta intervención de las milicias cristianas de la guerra civil libanesa. O a Steve Bannon, con su iniciativa de promover desde un monasterio italiano una Academia ultraderechista. Si usted fuera un príncipe saudí que emplea gente para cortar los dedos de periodistas antes de estrangularlos, estaría aplaudiendo la prohibición de la Hermandad de Trump. Si fuera un príncipe heredero de Emiratos Árabes Unidos que designa a 83 organizaciones musulmanas de todo el mundo como organizaciones terroristas, incluyendo el Consejo de Relaciones Islámico-Americanas (CRIA) o la Asociación Musulmana de Gran Bretaña (AMG), la inminente prohibición de Trump le sonaría a día de cobrar la paga: la recompensa por toda la inversión de tiempo y dinero en el presidente de Estados Unidos.
Si fuera un primer ministro israelí que quiere enterrar definitivamente la solución de dos Estados y proteger el Estado de apartheid que está construyendo, igualmente haría el gesto de victoria cuando Trump anunciase su prohibición. Los grupos más eficaces internacionalmente contra Israel son islamistas.
Si usted fuera un general que ha derramado la sangre de miles de egipcios en una dictadura mucho más sangrienta que la de Hosni Mubarak recibirá el anuncio de Trump como un salvavidas.
Los compañeros de cama naturales de Trump son dirigentes tremendamente destructivos que empujarán a la región a un caos mucho peor que el que hemos visto hasta ahora. Cada potentado árabe tiene tanto miedo como cinismo tiene Israel. Todos ellos maximizan el uso de la fuerza por razones políticas, que es una de las definiciones del terrorismo.
No es una exageración: son capaces de convertir un conflicto palestino cuya base es territorial y nacional en una verdadera guerra religiosa. Son capaces de destruir grandes Estados árabes como Egipto. Son capaces de fomentar guerras y tumultos que durarán hasta bien entrado el próximo siglo.
Colapso moral
Al prohibir la Hermandad, Trump está enviando dos mensajes: a sus bases nacionalistas blancas islamófobas les está diciendo: «Adelante. Borrad los matices. El islam radical, alias la Hermandad, alias cualquier musulmán que se arriesgue a mostrarse públicamente, nos odia. Hacéis grande a Estados Unidos haciendo pequeños a los musulmanes estadounidenses».
Esto no es una parodia: Michael Flynn, ex asesor de seguridad nacional de Trump, tuiteó una vez desde una cuenta posteriormente borrada que «El miedo a los musulmanes es RACIONAL».
Para los árabes en general el mensaje de Trump es este: «La democracia no funciona. La no violencia no os llevará a ninguna parte. Las manifestaciones pacíficas son para las hadas. Tenéis dos opciones: bien os aplicáis bajo dictadores que os empobrecerán y debilitarán vuestros Estados, o os unís a Daesh. La elección es vuestra: tortura a manos de vuestras propias fuerzas de seguridad o inmolación a manos de las mías».
En el fondo la lucha para que esto no suceda no está, por tanto, en situarse en el campo laico o en el religioso. No se trata de considerar si el islam político es bueno o malo. De lo que se trata es de trata de proteger la democracia en el país propio y en el extranjero. Austria acaba de prohibir los símbolos de la Hermandad Musulmana. El presidente francés Emmanuel Macron dijo el 25 de abril que «el islam político persigue la secesión de nuestra república». Al igual que en Alemania, Francia, Italia y Austria en los años 30, la lucha contra estas voces es la lucha contra la intolerancia y, en última instancia, contra el fascismo.
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