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Protección a los terroristas y cárceles a quienes los combaten en Estados Unidos

Fuentes: Rebelión

Como ustedes saben -aunque hay mucha gente dentro y fuera de Estados Unidos que lo ignora- hay cinco luchadores antiterroristas injustamente presos en las cárceles de Estados Unidos. Presos precisamente por haberse infiltrado en organizaciones terroristas basadas en Miami -y protegidas por diversas instancias del gobierno estadounidense- con el propósito de desbaratar sus planes que […]

Como ustedes saben -aunque hay mucha gente dentro y fuera de Estados Unidos que lo ignora- hay cinco luchadores antiterroristas injustamente presos en las cárceles de Estados Unidos. Presos precisamente por haberse infiltrado en organizaciones terroristas basadas en Miami -y protegidas por diversas instancias del gobierno estadounidense- con el propósito de desbaratar sus planes que ya cobraron 3478 vidas de cubanos y no cubanos por igual, dejando además un saldo de 2099 inválidos, con lo cual el terrorismo ha producido un total de 5577 personas víctimas del terrorismo. En suma, hay una víctima del terrorismo por cada 1972 cubanos, lo que configura un índice escandalosamente elevado para un país que no le ha declarado la guerra a nadie y pese a lo cual se lo agrede ferozmente desde hace más de medio siglo. Aún cuando «los 5» no sustrajeron información de ningún organismo del gobierno de Estados Unidos, no haberse apropiado de documento oficial alguno, ni cometido absolutamente ningún delito más que conocer desde adentro los planes que urdían las organizaciones criminales los luchadores cubanos fueron aprehendidos por las autoridades norteamericanas, juzgados en un juicio plagado de irregularidades, y sentenciados a largas penas de prisión -inicialmente fueron 4 cadenas perpetuas más 77 años de prisión, para ser luego re-sentenciados en el caso de 3 de ellos: Antonio Guerrero Rodríguez, Ramón Labañino Salazar, y Fernando González Tort. Tanto a Gerardo Hernández Nordelo como a René González Sehwerert se les negó el derecho a re-sentencia. Las condenas actuales son: Fernando 17 años más 9 meses; Antonio 21 años más 10 meses; Ramón 30 años. Gerardo dos cadenas perpetuas más 15 años y a René, quien cumplió su condena de 15 años el 7 de octubre de 2011, se le aplicaron 3 años más de libertad supervisada por el «delito» de ¡haber nacido en Estados Unidos! Lo mismo pretenden hacer con Antonio, quien también nació en ese país.

Y si bien no se los acusó de haber cometido delitos federales se decidió juzgarlos ¡nada menos que en Miami!, donde la prensa contrarrevolucionaria y de la mafia anticastrista enquistada en esa ciudad ya los había condenado de antemano. Así, lo que la justicia de Estados Unidos garantiza a un violador y asesino serial de niñas de la escuela primaria, trasladándolo a una ciudad en donde los jurados puedan estar exentos de las presiones del medio en que cometió su delito, ese mismo derecho a un juicio justo les fue negado a «los 5». Estos héroes cubanos están próximos a cumplir 15 insoportables años de prisión, excepto René González quien debe permanecer absurdamente dos años más de libertad supervisada en La Florida antes de poder volver a Cuba. En suma: se trata de una condena injusta, ilegítima, ilegal y violatoria de la propia Constitución de los Estados Unidos. No sólo eso: una condena que se ha ensañado con los familiares de los prisioneros. Durante estos años a Olga Salanueva y Adriana Pérez, las esposas de René y Gerardo respectivamente , les denegaron las visas de ingreso a Estados Unidos con el sólo propósito de visitar a sus esposos, violando el derecho de todo prisionero a recibir visita familiar y el derecho de familia, denunciado en reiteradas oportunidades por organismos de derechos humanos de todo el mundo, entre ellos por Amnistía Internacional. Autoridades de los Estados Unidos dijeron, repetidamente, que su visita pondría en riesgo la seguridad nacional del imperio más poderoso que jamás haya existido sobre la faz de la tierra.Tampoco se les permitió a «los 5» visitar a familiares gravemente enfermos o en su lecho de muerte Como puede verse, más allá de la flagrante injusticia hay una crueldad que repugna a la condición humana. 

¿Qué podría explicar este enfermizo ensañamiento con los prisioneros y sus familias y tan sistemática violación de la propia institucionalidad jurídica norteamericana? Creemos que estas aberraciones morales expresan una insana voluntad de escarmentar a Cuba por haber tenido la osadía de llevar a cabo una revolución y construir el socialismo. Una castigo ejemplar para un país subdesarrollado del Tercer Mundo que pudo, gracias precisamente a su revolución, garantizar condiciones de salud y educación superiores a las de la gran mayoría de los países del mundo desarrollado, y facilitar el acceso a la cultura y a la recreación a todas y todos. Y esto ha sido así porque en la Cuba socialista no existe la mercantilización de la salud, la educación, la cultura, la seguridad social, la recreación o de cualquiera de los bienes y servicios requeridos para acceder a una vida digna. Ese flagelo, que lo padecen casi todos los países de América Latina y el Caribe no existe en Cuba y por eso la isla de Martí y de Fidel constituye un pésimo ejemplo que el imperio pretende erradicar a cualquier precio, aunque para ello tenga que violar cuanta norma moral o religiosa exista en el país que imprime en sus billetes de dólar la frase «in God we trust» y todas sus leyes y prescripciones constitucionales.

En abierto contraste con la política adoptada en relación a los heroicos antiterroristas cubanos, el gobierno de Estados Unidos convalidó y apoyó el accionar de dos de los más sanguinarios terroristas del continente: Orlando Bosch y Luis Posada Carriles. Autores de innumerables crímenes, activos protagonistas de las mayores atrocidades cometidas en contra del pueblo y gobierno cubanos y de otros países también, ambos revistaron en los servicios de inteligencia de Estados Unidos y sus gobernantes los acogieron en su seno, protegiéndolos para asegurar la total impunidad por sus crímenes. En Abril del 2011 Bosch dejó este mundo como un alma impoluta, en su casa, sin jamás haber sido molestado por sus numerosos crímenes. No sólo eso, para su eterna verguenza la muy «seria y rigurosa» Universidad de Miami, a la cual acuden numerosos estudiantes de América Latina y el Caribe, destruyó sin remedio la escasa reputación que le quedaba (por ser una de las más virulentas usinas de mentiras y difamaciones en contra de Cuba) al conferirle a Orlando Bosch el título de Doctor Honoris Causa, haciendo caso omiso de las evidencias que lo señalaban, junto a Posada Carriles, como actor principalísimo en siniestros proyectos como el Plan Cóndor que asoló a América del Sur en los años setentas, el atentado del vuelo 455 de Cubana de Aviación que provocó la muerte de 73 personas e inclusive, se dice, del asesinato de Orlando Letelier en Washington, en 1976.

Bosch ya murió, pero Posada Carriles sigue vivo, moviéndose con total libertad y protegido por las leyes y autoridades de Estados Unidos. Así, mientras quienes combaten el terrorismo purgan penas tan enormes como injustas en las cárceles del imperio, los peores terroristas de nuestro tiempo siguen disfrutando de los favores y la impunidad que les otorga la Casa Blanca.

Pero la historia no ha concluido. Estamos seguros que el pueblo y el gobierno de Cuba lograrán el regreso de sus hijos a la isla. Obama, insólito Premio Nobel de la Paz (2009), tiene en sus manos la posibilidad de poner fin a tanta injusticia y crueldad. Está en sus prerrogativas como presidente de Estados Unidos firmar el indulto mediante el cual estos luchadores antiterroristas recobrarían su libertad, podrían reunirse con sus familias y rehacer sus vidas y la de sus familiares, brutalmente violentadas por quince años de cárcel y separaciones. Si Obama fuera coherente con sus dichos y su permanente apelación a los sentimientos religiosos del pueblo norteamericano; si fuera, como lo proclama, un hombre movido por profundos impulsos humanitarios, tendría que firmar el indulto ya mismo, sin un minuto más de dilaciones. Sólo así podría justificar, al menos parcialmente, el Nobel que le fuera otorgado. Si no lo hace no cabe la menor duda de que la historia no lo absolverá, dejando una deshonrosa huella como uno de los mayores fiascos de su época. Es de esperar que tenga la sabiduría y el valor para firmar el indulto que «los 5» se merecen y poner fin a tanta afrenta a los más elevados valores humanitarios de nuestro tiempo.

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http://www.thecuban5.org

http://www.ecured.cu/index.php/Los_Cinco_H%C3%A9roes

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