Cuando me paseo por la mañana por el mercado de Belville en Paris pidiendo algunas monedas, agitando una hucha para poder llevar une pequeña ayuda a la sufriente poblacion palestina algunos ancianos me bendicen e imvocan a Dios rogándole que me abra las puertas del cielo. Otros se apresuran a sacar sus monedas de los […]
Cuando me paseo por la mañana por el mercado de  Belville en Paris pidiendo algunas monedas, agitando una hucha para poder llevar  une pequeña ayuda a la sufriente poblacion palestina algunos ancianos me  bendicen e imvocan a Dios rogándole que me abra las puertas del cielo. Otros se  apresuran a sacar sus monedas de los bolsillos («pobre gente, claro que si, toma  bonita»); algunos giran la cabeza fingiendo no haberme visto (normalmente  turistas que han pasado por Belville sólo para ver ese lado exótico de un barrio  casi exclusivamente árabe) y algunos se encolerizan y me gritan: «pero si se  estan matando entre ellos!»,  como si ésta fuera excusa para no socorrer a un  pueblo que en su opresion acaba perdiendo de vista al enemigo.
«Pero este dinero, dime, ¿seguro que llega a los  palestinos?», pregunta una mujer con velo mientras saca el dinero de su  monedero. «¡Ya estamos hartos de la corrupcion!»
Y yo les aseguro que sí que llega, que los  jovenes de la asociacion Génération Palestine lo van a llevar personalmente alli  donde este dinero sea mas necesario. «¿Y de donde sale esta Generation Palestine?  ¿Anti falastiniya?». No no, para nada, yo soy española, pero en la asociacion hay  algunos palestinos, también franceses de todos los origenes, suizos y belgas, un  grupo de alemanes e italianos, también un noruego. No tiene nacionalidad la  justicia que exigimos.
¿Nuestro principal objetivo? Viajar a Palestina,  ver, escuchar, entender y no olvidar, crear lazos con un pueblo oprimido que  resiste ante el peligro de su desaparición, lazos que nada tienen que ver con la  religión o con la cultura, son los lazos de la solidaridad en su sentido más  puro. Solidaridad hacia un pueblo que sufre una injusticia, para exaltar el  valor de la justicia que no tiene fronteras ni velos ni cruces ni ningún otro  atuendo.
Y una vez volvamos hablaremos, mostraremos las  imagenes de todo lo que hayamos visto, compartiremos cada uno de nuestros  recuerdos del viaje con la gente que nos rodea, y con los paseantes, a los que  increparemos para que escuchen nuestro relato. Porque la voz de los testigos no  tiene igual, harto sabemos que a los periodistas se les censura, que los  politicos se rigen por intereses economicos, y que nada hay como la palabra de  ese hombre o esa mujer de la calle que dice «yo lo he visto y os lo voy a  contar». Cuando en television sólo se habla de la lucha intestina en Palestina,  y del miedo de Israel, nosotros queremos ir al lado del pueblo palestino para  que el mundo no le olvide, para que nunca se olvide, hasta que alcance la libertad, que en  su cielo no brillan más que las cadenas.
Y si no quieren escucharnos, ¡gritaremos! Ya va  siendo hora de que Europa abandone ese sueño tranquilo del indiferente.
	    
            	
	

