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Qatar, Al-Yasira y la Primavera Árabe

Fuentes: Monthly Review

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

El líder de al-Nahda, Rachid Ghannouchi, ha realizado su primera visita a un país extranjero tras las primeras elecciones del Túnez pos revolucionario. Eligió el Estado de Qatar. Los analistas ven en este gesto muchos mensajes pero a algunos tunecinos les preocupa la invitación que extendió al emir de Qatar. Aunque son muchos los que no quieren que ningún líder extranjero esté presente en la sesión inaugural de la asamblea constituyente, algunos tunecinos señalan al gobernante de Qatar, Hamad bin Jalifa al-Zani, como persona non grata. Lo ven como un matón que utiliza Al-Yasira y su enorme riqueza para impulsar una agenda que no necesariamente opera en interés de Túnez. En las iniciativas en las que ha intervenido Qatar no es difícil identificar ecos de ambiciones personales para acumular poder e influencia. Los responsables políticos de Qatar parecen haber dado con la apuesta ganadora para el éxito. Un rápido análisis de sus proyectos muestra que han elaborado un programa basado en tres pilares: el neo-nacionalismo árabe, el islamismo, y el capital privado. La herramienta más importante que conecta con eficacia esos tres elementos es la información y la comunicación. Al-Yasira, así, se ha convertido en la pieza central. A través de sus petro-riquezas, los gobernantes de Qatar financiaron Al-Yasira y a través de Al-Yasira iniciaron relaciones de reciprocidad con movimientos islamistas y neo-nacionalistas. En este ensayo, vamos a examinar la concepción y el funcionamiento de Al-Yasira en el contexto de la Primavera Árabe y de la política regional, y la forma en que los gobernantes de Qatar la han aprovechado en su beneficio.

El canal satélite Al-Yasira ha sido una importante fuente de noticias para las masas árabes desde que empezó a operar en 1996. Se construyó una reputación de feroz independencia, profesionalismo, y de centrarse en los temas que más importaban a la calle árabe. Los pueblos árabes habían perdido la confianza en sus medios de comunicación nacionales, considerados como la voz de gobiernos represivos. La ausencia de medios de comunicación independientes y el control gubernamental sobre la información amplificó el cinismo y la desconfianza de la gente. La mayoría de los países árabes y musulmanes han contado con un cargo gubernamental para gestionar la información. Esas agencias gubernamentales se encargan generalmente de ejercer el control estatal sobre la prensa y sobre todos los medios de comunicación. A los ojos de las masas árabes, pues, el «Ministerio de Información» se convirtió en un eufemismo de censura y propaganda.

Cuando los gobernantes de Qatar decidieron entrar en el negocio de la televisión por satélite querían que su empresa sobresaliera capitalizando a esa opinión pública. De hecho, inmediatamente antes de lanzar el canal, los gobernantes de Qatar disolvieron el Ministerio de Información. Muchos de los empleados que trabajaban para el Ministerio fueron contratados eventualmente por Al-Yasira y por sus diferentes filiales.

En el año 2000, el director general de Al-Yasira, Mohammad Jasim Al-Ali, reiteraba la filosofía empresarial de los gobernantes de Qatar y su visión de Al-Yasira de la siguiente manera:

    Me di cuenta de algo sobre el negocio de la televisión en el mundo árabe: nos concentramos sobre todo en entretenimiento, concursos, teatro, cine. Pero creo que hay un campo importante que se ha ignorado: los programas de entrevistas y de noticias. Nadie ha desarrollado las noticias porque la reputación de los medios de comunicación en Oriente Próximo es que las noticias se censuran y se controlan desde el gobierno. Todas las empresas de medios de comunicación en Oriente Próximo están controladas por los gobiernos. Los dirigentes de Qatar querían cambiar esto; quieren disponer de un canal vía satélite con el objetivo de no ocultar ninguna información.

Aunque Al-Yasira estuvo financiada por el gobierno de Qatar y por inversionistas de la familia gobernante, al principio tanto su gestión como los periodistas gozaron de una autonomía sin precedentes. Por ejemplo, el sucesor de Al-Ali, Wadah Janfar, ni siquiera era ciudadano de Qatar. Durante su mandato, Janfar desarrolló una buena relación con los gobernantes de Qatar y con el referente religioso Yusef al-Qaradawi. Rara vez permitió una cobertura negativa de su país de acogida, pero con la cobertura que realizó del resto del mundo árabe no hizo muchos amigos. De hecho, en muchas ocasiones, una serie de gobiernos como los de Túnez, Marruecos, Egipto, Libia, Siria cerraron las oficinas de Al-Yasira en reacción a lo que consideraban noticias «injuriosas», «calumniosas» y «venenosas». La hostilidad de los regímenes árabes hacia Al-Yasira sólo hizo aumentar su popularidad entre las masas árabes.

Por otra parte, la lealtad de la audiencia árabe a Al-Yasira se disparó durante la cobertura de las guerras de Estados Unidos contra Afganistán e Iraq. Reconociendo que los pueblos árabes desaprobaban la guerra, Al-Yasira multiplicó a sus periodistas «no-empotrados» en los campos de batalla y transmitió innumerables imágenes de civiles muertos a millones de árabes provocando que el entonces secretario de Defensa Donald Rumsfeld llamase al canal «el portavoz de al-Qaida». Cuando Estados Unidos mató a uno de los periodistas de Al-Yasira en un ataque aéreo, la posición de Al-Yasira como fuente fiable de noticias se consolidó entre las masas árabes. La detención y el encarcelamiento de otros periodistas, incluido el reportero afgano que Estados Unidos mantiene en Guantánamo desde hace años, se añadió igualmente a su popularidad en los países árabes y en todo el mundo.

Con este capital de reputación y sus grandes dosis de buena voluntad, Al-Yasira ha podido influir sistemáticamente en la opinión pública. Muchos dirigentes árabes la habían acusado de incitar a la protesta y a la disidencia. Sin lugar a dudas, el papel que Al-Yasira ha jugado en la Primavera Árabe no tiene precedentes, sobre todo durante los levantamientos de Túnez y Egipto. Muchos tunecinos atribuyen al canal la aceleración de la caída del régimen de Ben Ali. En general, Al-Yasira ha sido amada por los pueblos árabes y odiada por los árabes autoritarios… hasta que los gobernantes de Qatar han decidido sacar provecho de su singular inversión. Las recientes revelaciones acerca de la interferencia del gobierno en las decisiones editoriales de Al-Yasira sobre [asuntos] nacionales y extranjeros han creado un nuevo contexto para tomar el mando.

Todo comenzó cuando Wikileaks reveló que el gobierno de Estados Unidos utilizó una «presión suave» para influir en la política editorial y en la cobertura diaria de los acontecimientos de la cadena. Paralelamente, muchas personas empezaron a cuestionar la neutralidad y la independencia de Al-Yasira cuando las protestas de la Primavera Árabe afectaron a los Estados del Golfo y a Siria. Muchos observaron que la cobertura de la revuelta de Bahréin en Al-Yasira fue tímida o inexistente. Lo mismo se dijo de sus historias sobre las protestas en el este de Arabia Saudí y Omán. Mientras tanto, Al-Yasira siguió su obstinada cobertura del levantamiento de Siria proporcionando un amplio espacio a figuras de la oposición y reproduciendo clips sin contrastar acerca de deserciones militares, secuestros y asesinatos (algunos de los cuales resultaron ser fabricados).

En retrospectiva, la Primavera Árabe ha sido una espada de doble filo para Al-Yasira en el sentido de que ha aumentado la popularidad del canal pero ha expuesto los hilos políticos y financieros que la atan a los gobernantes de Qatar. La caída de los regímenes de Túnez y Egipto y la cobertura de esas dos revoluciones contribuyeron a aumentar la popularidad del canal. El papel de Al-Yasira como inspiradora de los manifestantes libios y yemeníes también es innegable. Sin embargo, cuando los movimientos de protesta llegaron a los Estados del Golfo (Bahréin, Omán y Arabia Saudí), la cobertura de Al-Yasira se volvió inexplicablemente dócil. No pasó mucho tiempo antes de que los espectadores (y los lectores de sus recursos on line) percibieran la doble moral. En medio de esos críticos momentos, Janfar fue obligado a dimitir (si bien él insistió en que fue él quien dimitió), y un miembro del clan gobernante de Qatar asumió el cargo de nuevo director general.

Inmediatamente después de ese cambio en la dirección, la cobertura de Al-Yasira se volvió notablemente diferente, e incluso los comentarios en la página web del canal mostraban el cambio de actitud de los espectadores. Durante los levantamientos de Túnez y Egipto, los recursos online de Al-Yasira se cortaban y en algunos casos se colapsaron debido al alto volumen de visitantes. Desde el levantamiento de Bahréin y Siria, sin embargo, los datos de seguimiento de visitantes on line muestran que son menos los espectadores y usuarios on line que cuentan con Al-Yasira para informarse. Este rápido descenso revela que se tarda décadas en conseguir la lealtad de los espectadores pero bastan solo unos días para perderla.

El papel de Al-Yasira como herramienta política se hizo asimismo evidente en el curso de su cobertura del conflicto libio. Algunos líderes de Libia se quejaron de que Al-Yasira daba cabida rutinariamente a grupos e individuos seleccionados que tenían vínculos con al-Qaradawi, uno de los dirigentes del movimiento mundial de los Hermanos Musulmanes. Este es asimismo el jefe de la autodenominada Unión Internacional de Eruditos Musulmanes a la que también está afiliado el islamista libio Ali Sallabi.

El papel político Al-Yasira salió de nuevo a la luz de nuevo cuando la Liga Árabe inusitadamente trataba de buscar solución a la crisis siria a principios de noviembre de 2011. Se informó de que cuando los dirigentes de la organización presentaron su propuesta el régimen sirio, su ministro de Asuntos Exteriores insistió en que el acuerdo debía incluir una cláusula que estipulara requerir a «algunas cadenas de televisión» que detuvieran su «venenosa» información.

No hay duda de que Al-Yasira se ha convertido en una fuerza poderosa y que muchos gobiernos han querido o bien limitar su influencia o hacerse con ella con fines políticos. El régimen de Qatar es muy consciente de este recurso y lo ha estado utilizando para elevar su perfil en la escena internacional. Siendo un Estado pequeño con un poder militar limitado, Qatar depende de Al-Yasira para convertirse en un actor importante en la región y en todo el mundo. La popularidad y la influencia de Al-Yasira entre los pueblos árabes significaron que los gobiernos árabes invirtieran en controlar, en cualquier medida posible, la cobertura que hacía Al-Yasira de sus regímenes. El gobierno qatarí podía aprovecharse de ese deseo de controlar la cobertura mediática y convertirlo en una ventaja política: la cobertura favorable o desfavorable del régimen se convirtió en moneda de cambio en las negociaciones regionales.

Los gobernantes de Qatar, que han gobernado su propio país como si fuera un negocio privado, han intervenido en los asuntos de muchos países y organizaciones de todo el mundo. Sólo para nombrar unos pocos, intervinieron en la crisis libanesa que permitió a Hariri formar un gobierno de unidad de corta duración; desempeñaron un papel esencial para poner fin al conflicto militar entre el gobierno de Yemen y los Hutis; intentaron unir a las facciones palestinas, e intentaron mediar en el conflicto somalí. El emir y su primer ministro, un primo lejano, visitaron al parecer Israel y se reunieron en secreto con Tzipi Livni para alardear de su pragmatismo y de sus ambiciosas aspiraciones.

La intervención de los gobernantes de Qatar en demasiadas iniciativas, y también ante muchas partes, hace que parezca que se dedican a la diplomacia ad hoc. Sus amplias redes de relaciones militares, políticas y diplomáticas hacen que su estrategia parezca contradictoria y carente de principios. Pero si se considera la codicia y el interés personal como fuerza motriz, la lógica de este intenso bombardeo multi-dimensional qatarí se muestra evidente. En última instancia, esas iniciativas diplomáticas, económicas y militares no habrían sido posibles sin aprovechar la influencia de Al-Yasira.

En esta era de las promesas y la fragilidad de la realidad virtual, las nuevas tecnologías, cuando están respaldadas por bolsillos financieros sin fondo, pueden construir estaciones de esquí en medio del desierto, islas artificiales aisladas, campos de golf en azoteas, y un sinfín de centros comerciales. Desde las diminutas oficinas de Doha, Al-Yasira, en tanto que proyecto personal de los gobernantes de Qatar, se proyectó en todo el mundo con estilo y grandeza causando temor y paranoia en los corazones y en las mentes de muchos dictadores árabes. Al repentino ascenso de Al-Yasira únicamente lo ha igualado su rápida pérdida de credibilidad cuando los emires decidieron reclamar su preciada creación.

En última instancia, sin embargo, los gobernantes de Qatar acabarán por darse cuenta de que están corriendo en pos del viento. El fin de una Al-Yasira independiente supondrá un golpe traumático para la calle árabe. Las masas árabes pueden volver a su posición por defecto para encontrar fuentes fiables de información. De nuevo, volverán a seguir los medios de comunicación oficiales para enterarse de los acontecimientos pero leyendo entre líneas para hallar la verdad. Alternativamente, pueden esforzarse más para encontrar y apoyar voces de blogeros y youtuberos independientes que aunque tengan problemas financieros propaguen una información crítica.

En cuanto a los canales de televisión por satélite, hay que reconocer la tendencia desafortunada de la desaparición del periodismo independiente. Los regímenes autoritarios ricos están reafirmando su control sobre los medios de comunicación y consolidando sus herramientas de poder e influencia. Ello no puede sino tener un impacto negativo en el acceso de los pueblos a la información, piedra angular para la fundación de la sociedad civil y la ciudadanía responsable.

*Ahmed E. Souaiaia es profesor en la Universidad de Iowa. Es autor de Politics of Appearances.

Fuente: http://mrzine.monthlyreview.org/2011/souaiaia171111.html