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Que no marchiten la primavera

Fuentes: Rebelión

La «primavera» que vino a raíz del 15M de 2011 es el acontecimiento político más importante de las últimas décadas en el Estado español. Esta cristalizó, en parte, con la aparición de Podemos en el escenario institucional, especialmente a partir de las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2014. Hasta entonces, el régimen del […]

La «primavera» que vino a raíz del 15M de 2011 es el acontecimiento político más importante de las últimas décadas en el Estado español. Esta cristalizó, en parte, con la aparición de Podemos en el escenario institucional, especialmente a partir de las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2014. Hasta entonces, el régimen del 78 (¿el «atado y bien atado»?) se había basado en un bipartidismo que parecía inamovible, una suerte de férrea alternancia en la cada vez más despótica administración de los intereses de la propiedad, entre el mayordomo ( «primus inter pares» ) y el hijo del amo. A veces -quizá resulte doloroso recordarlo- al obediente mayordomo se le encomendaron las tareas más sucias.

Por ello no conviene ahora distraernos demasiado en juegos de sombras, más allá de los lógicos y necesarios movimientos tácticos. En lo que respecta al mayordomo PSOE, no vale de mucho especular sobre si debe liderar un gobierno «de cambio» (que no lo hará), o sobre si está atrapado en un triple callejón sin salida (no a un gobierno con Podemos/ no a un gobierno de Rajoy/ no a unas terceras elecciones), etc. Todas esas cábalas dan por supuesto, a este disciplinado servidor, un margen de maniobra que en mi opinión no tiene.

El PSOE, desde su reflote en la transición («cien años de honradez, con cuarenta de vacaciones», se decía entonces), con González y el caso Flick, es un partido del régimen, en el más estricto sentido. Hipotecado política y económicamente (la deuda con la banca en concepto de financiación de campañas electorales, incluyendo sustanciosas condonaciones; el pago de servicios prestados a muchos de sus dirigentes, con intenso tráfico en las puertas giratorias, etc., además de los casos de corrupción) al final obrará, en el orden económico y más allá de la propaganda, a voluntad de los poderes económicos que lo sostienen. Con todos mis respetos a sus votantes de buena voluntad, la cúpula del PSOE, con Sánchez o sin él, hará y dirá lo que le digan que haga y diga, que para eso está.

Así pues, el objetivo de los que mueven los hilos a todas estas marionetas políticas del PP, del PSOE o de C’s, es regresar cuanto antes a la añorada alternancia bipartidista, intentando marchitar la primavera derivada del 15M, que consideran una anomalía para sus intereses, y con razón. Por desgracia, ya han dado pasos en ése sentido: aprovechando los errores de Podemos, y con un intenso bombardeo de los medios afines (casi todos), han desplazado a éste de la centralidad del tablero (o capacidad de marcar la agenda política) que ocupó, más o menos, desde las elecciones europeas del 2014 hasta las generales del 20 de diciembre de 2015. Además han conseguido, en la segunda convocatoria del 26J, reducir el apoyo electoral del partido morado, a pesar de las nuevas confluencias. Y, todavía mucho más importante, evitar el sorpasso al PSOE.

Pero, a pesar de todo, no han acabado de rematar la faena. En ese sentido, la posibilidad de las terceras elecciones parece la jugada coherente de retorno al pasado: consolidar la mayoría de la derecha neoliberal (el «hijo del amo») en torno a Rajoy y su partido corrupto, y reafirmar al PSOE como única potencial alternativa, incluso en el caso de que pierda otro chorro de votos más. Y de paso, mediante el escarnio que supondrían las votaciones el mismo día de Navidad, provocar una previsible y masiva abstención de un electorado progresista (demasiado tiempo ya desmovilizado), aumentando entre la población el enfado y el rechazo hacia la política. Con los medios de intoxicación a toda máquina, intentarán reducir el actual e importante peso parlamentario de Podemos (a quien achacarán todos los males) hasta conseguir expulsarlo a la marginalidad parlamentaria.

Frente a ello, Podemos necesita con urgencia acometer dos iniciativas inaplazables y, en mi opinión, interrelacionadas: en el orden interno, abordar de manera radical la reforma de la actual estructura vertical salida de Vistalegre, empoderando a los círculos, integrándolos en la estructura con capacidad de decisión, y recuperar la credibilidad y la ilusión por el cambio político entre los sectores mas activos. En el externo, recuperar la iniciativa política, la claridad programática y la complicidad con las luchas ciudadanas: sanidad, educación, vivienda, igualdad, derechos laborales, rescate ciudadano, reparto de la riqueza. En otras palabras, recuperar la centralidad del tablero acompañando la movilización social contra el régimen. Nos va mucho en ello.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.