Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Desde que el 7 de junio se celebraron las elecciones parlamentarias libanesas, los medios dominantes han venido declarando que los resultados de esas elecciones muestran claramente que Hizbollah y sus socios de coalición sufrieron una «aplastante derrota». Algunos, encabezados por el New York Times y las agencias por cable, llegaron aún más lejos, sugiriendo que fue el discurso del Presidente Barack Obama en El Cairo lo que marcó la diferencia, inclinando las elecciones a favor de la coalición pro-occidental gobernante.
Eso es pura fantasía y revela una total incomprensión de la naturaleza de la política libanesa y una ignorancia de las realidades sobre el terreno.
Para empezar, vamos a aclarar unas cuantas cosas. En el anterior parlamento, Hizbollah y sus socios de coalición tenían 58 escaños frente a los 70 escaños de la coalición gobernante, en un parlamento de 128 escaños. La coalición gobernante dirigida por Saad Hariri, el hijo del asesinado ex primer ministro y multimillonario sunní Rafiq Kariri, se nutre fundamentalmente de una serie de partidos y grupos a los que se considera bien dispuestos hacia Occidente y hacia gobiernos árabes pro-occidentales como el de Arabia Saudí. Esta coalición incluye también a los tradicionales partidos maronitas cristianos apoyados por la iglesia maronita, tales como las Falanges y las Fuerzas Libanesas. Por otra parte, la coalición de la oposición está dirigida por partidos principalmente chiíes, Hizbollah y Amal, en alianza con un importante partido maronita, el Movimiento Patriótico Libre, que dirige el ex General Michel Aoun. En la rivalidad regional entre EEUU, Israel y otros gobiernos árabes «moderados», por una parte, e Irán, Siria y los movimientos pro-resistencia, por otra, esta coalición de la oposición apoya claramente a los segundos.
Uno de los principales contenciosos del anterior parlamento fue la insistencia de la coalición pro-occidental en exigir que se desarmara el movimiento de la resistencia Hizbollah desde que Israel fracasó cuando trató de desmantelar la infraestructura del grupo en la guerra del verano de 2006. Por tanto, los grupos pro-occidentales han estado tratando de conseguir políticamente lo que Israel no pudo lograr militarmente. Las presiones aplicadas por EEUU durante la administración Bush para conseguir ese mismo objetivo fueron incesantes, provocando una confrontación que duró alrededor de un año y que ha culminado en las recientes elecciones.
La política electoral en Líbano está en desacuerdo con los principios democráticos porque se basa en políticas sectarias. Cada uno de los grupos religiosos importantes tiene asignado un cierto número de escaños en el Parlamento, basándose no en la población sino en un anterior acuerdo alcanzado en 1989 para poner fin a quince años de guerra civil. Por ejemplo, en la reciente elección, los chiíes y los sunníes obtuvieron los votos de alrededor de 873.000 y 842.000 votantes registrados, respectivamente, pero a cada grupo se le dio 27 escaños. Por otra parte, los cristianos maronitas y los drusos tuvieron 697.000 y 186.000 votantes registrados, consiguiendo con esos votos 34 y 8 escaños respectivamente, mucho más de lo que las cifras de votos en sí les darían derecho. Además, el clan Hariri pagó a más de 120.000 expatriados libaneses para que volaran de regreso al Líbano y votaran. Se estima que más de las tres cuartas partes de ellos votó por la coalición gobernante.
Con estas circunstancias, ¿a quién han votado ahora los libaneses?
Con un porcentaje de votantes del 52% de tres millones de votantes registrados, la oposición dirigida por la coalición de Hizbollah recibió el 55% de los votos (840.000) pero sólo el 45% de los escaños (57). El propio Hizbollah presentó sólo once candidatos en deferencia a sus socios de coalición, el mismo número que tenía en el anterior parlamento. Todos ellos ganaron sus escaños de forma abrumadora. Por otra parte, la coalición gobernante recibió el 45% de los votos (692.000) y el 55% de los escaños. En resumen, la coalición gobernante ganó 68 escaños, mientras que los independientes ganaban 3 escaños, pero posteriormente se unieron a la coalición gobernante hasta totalizar 71 escaños.
Es decir, la composición del actual parlamento cambió sólo en un escaño en relación con la anterior, y eso sólo sucedió después de atraerse a los independientes para que se unieran a la coalición gobernante. Además, la auténtica sorpresa fue que el partido del General Aoun, el socio de coalición de Hizbollah, recibió, según los resultados anunciados por el ministro del interior libanés, el 52% del voto cristiano, aunque recogió menos escaños que sus rivales cristianos. Sólo en un mundo fantástico podría declararse que esas cifras son «un claro rechazo al programa de coalición de Hizbollah», como los claramente sesgados medios dominantes, especialmente Thomas Friedman del New York Times, querían que Vds. creyeran.
Por eso la historia auténtica de las elecciones es que no consiguió triunfar la voluntad del pueblo libanés y que tampoco se respetó el principio del gobierno de la mayoría. La coalición dirigida por Hizbollah había en efecto ganado más votos que la coalición pro-occidental por un considerable 10%. Cuando el Presidente Obama recibió el 53% del voto popular frente al 47% de John McCain el pasado noviembre, los medios y los expertos políticos declararon que era una aplastante derrota para los republicanos y un mandato de cambio real.
La política libanesa es imprevisible. El aliado de hoy puede que ser el antagonista de mañana. Por ejemplo, el líder druso Walid Jumblatt fue durante muchos años aliado de Siria en Líbano, pero se volvió contra ellos hace pocos años debido al cambio político registrado en el país. Sin embargo, recientemente ha empezado a hacer movimientos de acercamiento a la oposición. Como tiene 8 escaños, si cambiara de bando, cosa muy improbable en el entorno político actual, entonces la composición del parlamento sería de 65-63 a favor de la oposición.
La pregunta real ahora es si el nuevo gobierno, al tener mayoría en el parlamento, presionará para desarmar a Hizbollah con tal de satisfacer a sus patronos. Si esa perspectiva llegara a concretarse, de inmediato se desencadenaría una crisis y la mayoría de los libaneses, como se mostró el día de las elecciones, saldrán a la calle para protestar y exigir que se respete la voluntad real que mostraron el día de las elecciones.
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