Cuando oigo o veo a los desarrollistas, siento que plantean en grande lo que equivale a nivel familiar (la familia es la base de la sociedad) que tenemos que tener carro nuevo, casa trigrande así se lleve la naturaleza, ropa de marca, joyas. No importa si pasamos hambre y los miembros de la familia se […]
Cuando oigo o veo a los desarrollistas, siento que plantean en grande lo que equivale a nivel familiar (la familia es la base de la sociedad) que tenemos que tener carro nuevo, casa trigrande así se lleve la naturaleza, ropa de marca, joyas. No importa si pasamos hambre y los miembros de la familia se enfermen, no pueden estudiar completo, no puedan tener sus amistades autoelegidas, tampoco cómo se obtiene el recurso. Un supuesto bienestar a expensas de sus propias
miserias.
Parece que la inversión en la persona, en la familia, en la comunidad, es solo un acto de caridad que solapa esas miserias que se tapan. Para qué tener carreteras, edificaciones, todas las obras de ingeniería si el lánguido ciudadano y su familia casi fantasmal, no pueden tenerlo,disfrutarlo, al menos utilizarlos. Es increíble saber de boca de muchos de mis pacientes, aquí en Maracaibo, que nunca han ido al museo de arte contemporáneo (MACZUL) o que nunca han pasado el Puente sobre el lago «General Rafael Urdaneta».
Cuando se aborda el tema del desarrollo uno pudiera pensar en grandes empresas, grandes edificaciones, aviones, carros, trenes, metros. Mas nadie piensa que desarrollo es un bosque, en lago fresco, en un río caudaloso, en las aves, venados, o cualquier especie silvestre. Será que el desarrollo es destruir los factores naturales del ecosistemas o tenerlos como «recursos naturales» para apuntalar la construcción, la tecnología, la riqueza, es lo que nos trataron de enseñar. En 1992 y 2002, en Río de Janeiro y Johanesburgo respectivamente, se hizo un planteamiento «conciliador», un intento de «equilibrio» que llamaron «desarrollo sustentable», una especie de «bueno, no podemos detener el desarrollo, pero que éste no devaste o contamine a la naturaleza, contrólense».
Ambos planteamientos me instalan en un ente ministerial, se trata del Ministerio de Ambiente. Este organismo es guiado en su casi absoluta mayoría por personas cuyas profesiones pertenecen al lado desarrollista, siendo que debían garantizar junto a la comunidad organizada alrededor de la temática ambientalista-ecologista un equilibrio con lo natural, quizás por eso entienden y ayudan al desarrollo por su base profesional. Los y las profesionales de las ciencias de la naturaleza (ecólogos, biólogos, biólogos marinos,etc.) son escasos y bajo rango en esos predios. Quizás,situacionalmente, ha sido el problema que no nos entiendan desde el Zulia que no queremos la explotación del carbón. Puede el desarrollo
carbonífero dar dólares, pero es para producir más efecto invernadero desde los países clientes, es para desplazar a los camaradas de los pueblos autóctonos, es para diezmar los ecosistemas y alterar el ciclo del agua, es para contaminar y enfermar a sus trabajadores, es hacer un hueco en lo que antes fue una montaña. Es un alto costo para obtener dólares, sólo entendido por las personas formadas en la ecología, en el ambiente, escasamente en las personas formadas en las ciencias del desarrollo. Esta última posición diría que es «un mal que se tolera por un bien que se procura», al estilo del principio de doble acción de la medicina o aquello que justificaba a ciertos políticos que «el fin justifica los medios».
Debemos discutir cuál es el tipo de desarrollo que queremos, creo que debería ser dirigido hacia la familia y con la preservación ambiental. Así no habrá duda que la inversión del bolívar (al cual defendemos desde nuestra organización) en los programas de salud, educación, alimentación, desarrollo endógeno y otros de inversión social, que siempre sean la prioridad junto a la consideración ambiental- ecológica, serán las bases para el fin básico y fundamental que es la salud (completo bienestar del cuerpo, de la mente, de la sociedad y el ambiente) del pueblo venezolano.
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