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¿Qué transición hacia el abandono de los combustibles fósiles?

Fuentes: Viento Sur

El autoritario gobierno polaco del presidente Andrzej Duda (miembro del partido conservador Derecho y Justicia, PiS desde 2005, ocupa el cargo desde el 6 de agosto de 2015) puede sufrir sacudidas políticas en diciembre de 2018 cuando políticos, diplomáticos y miembros de las ONG lleguen a Katowice, en Polonia, para la próxima cumbre de Naciones […]

El autoritario gobierno polaco del presidente Andrzej Duda (miembro del partido conservador Derecho y Justicia, PiS desde 2005, ocupa el cargo desde el 6 de agosto de 2015) puede sufrir sacudidas políticas en diciembre de 2018 cuando políticos, diplomáticos y miembros de las ONG lleguen a Katowice, en Polonia, para la próxima cumbre de Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP24).

Lo que Polonia llama su política climática -tendente a una neutralidad en carbono eliminando a las emisiones de CO₂ de la industria del carbón, el carbono atmosférico absorbido por los árboles- será objeto de críticas bien merecidas. Es lo que se va a oír en la calle, además de otra cuestión: el parlamento polaco ha prohibido las reuniones espontáneas durante la cumbre.

Donald Trump, que el año pasado retiró a USA del acuerdo para reducir las emisiones de gas invernadero firmado en Paris en 2015, también será objeto de escarnio no solo por parte de los manifestantes sino también de algunos políticos participantes en las negociaciones. La principal tarea en Katowice (la 24 conferencia de las partes en la convención sobre el clima de Rio en 1992, o COP24) será actualizar un reglamento para controlar las promesas de reducir las emisiones de gas invernadero hechas en Paris (las contribuciones determinadas nacionalmente).

¿Una transición justa?

El acuerdo de París reconocía que las temperaturas mundiales se deberían mantener «ampliamente por debajo» de un incremento de 2ºC en relación a los niveles preindustriales y que era preferible un 1,5°. Los militantes de las ONG utilizan cada frase del documento para denunciar las políticas favorables a los combustibles fósiles; para resistir los intentos de hacer pagar el precio del recalentamiento a los países del sur del planeta y para promover una transición justa que combine la disminución del los combustibles fósiles con las luchas por la justicia social.

Al mismo tiempo que se llevan estas luchas, es importante no descuidar la visión de conjunto. El acuerdo de París es tan significativo, no como una etiqueta que puede reunir al mundo para parar el cambio climático, sino como el resultado de un proceso desastroso que ha fracasado en invertir el crecimiento del consumo de combustibles fósiles, la causa principal del recalentamiento. En París, la idea de objetivos obligatorios de reducción de las emisiones de gas invernadero, fue finalmente abandonada en favor de compromisos voluntarios.

Alabando estos compromisos, los diplomáticos minimizan la realidad. Incluso si los gobiernos ponen en práctica sus promesas, se prevé que la temperatura media mundial en 2100 será 2,7°C más alta que el nivel preindustrial y no 2°C o 1,5°C.

Utilidad de una visión histórica retrospectiva. Hace 30 años, en junio de 1988, los especialistas en el clima lanzaron una advertencia colectiva de que la atmósfera se recalentaría y que el gas invernadero era la causa principal. Se reunieron con diplomáticos en Toronto, Canadá, para formar el Grupo de expertos intergubernamentales sobre la evolución del cima /GIEG -en inglés, Intergouvernemental Panel on Climate Change (IPCC) – que es una instancia de las Naciones Unidas.

Un año antes, en 1987, el Protocolo de Montreal había coordinado una acción internacional para disminuir la producción de gas cloro flúor carbónico que estaba abriendo un peligroso agujero en la capa protectora de ozono alrededor de la Tierra. De una manera optimista, las Conferencia de Toronto animaba a una coordinación semejante para reducir las emisiones en un 20% para el 2005. La resistencia se manifestó mucho más fuerte.

En la Cumbre de Rio en 1992, Estados Unidos insistió para que no hubiera objetivos obligatorios para reducir las emisiones. Sus diplomáticos, e incluso algunas ONG del Norte, se concentraron en la deforestación, que solo contribuye de forma mínima en el recalentamiento del clima, para evitar tener que hablar de la cuestión principal: el uso de combustibles fósiles. Para ocuparse de estos, argumentaron que podían y debían utilizarse los mecanismos de mercado. Esta idea inspiró el Protocolo de Kioto de 1997 que creaba un sistema de bolsa (mercado) de derechos de emisión que fracasó estrepitosamente en parar el galope hacia los picos de consumo de petróleo, de gas y de carbón. La conferencia celebrada en Copenhague en 2009 fracasó en aprobar un acuerdo que diera continuidad al de Kioto. Le siguió la Conferencia de Paris con sus objetivos voluntarios.

Defendiendo mecanismos de mercado para disminuir el uso de combustibles fósiles, los gobiernos elegían ignorar las subvenciones a la producción de combustibles fósiles y a su consumo. Estas subvenciones alcanzan centenares de miles de millones de dólares anuales. La suma total de emisiones por la uso de combustibles fósiles no cayó el 20% en 2005 comparada con el nivel de 1988 como se había previsto en Toronto. Al contrario, aumentó un 35%. En 2017, eran el 60% más altas que en 1988.

¿Por qué el proceso de Rio fracasó tan estrepitosamente mientras que el Protocolo de Montreal había tenido éxito?

Seguramente la política tiene algo que ver. La Convención de Rio de 1992 sobre el cambio climático se firmó en un momento en el que el neoliberalismo se imponía en todos los países más poderosos. Mientras que los republicanos de Estados Unidos y los principales países productores de petróleo como Arabia Saudí o Rusia, se oponían a objetivos obligatorios, los demócratas de Estados Unidos y los gobiernos europeos vacilaban. Denunciaban la negación de la ciencia climática y reconocían la realidad de la amenaza del recalentamiento global; sin embargo, veían el mercado como el resorte pertinente para actuar. En 1997, demócratas y republicanos se unieron en un proyecto de ley presentado en el Senado de Washington para anular el principio de los objetivos obligatorios; esta ley se aprobó con 95 senadores a favor y ninguno en contra.

Sin duda, los historiadores del futuro juzgarán el proceso de Rio como un fracaso histórico colectivo de los principales Estados del mundo, comparable al deslizamiento hacia la guerra en 1914. No hay respuestas fáciles a este fracaso. Pero hay que buscar las explicaciones fuera del marco del proceso de Rio. No es nuestro marco de referencia, evitemos darle un carácter de normalidad.

Sin duda, las razones subyacentes al fracaso de los Estados son más profundas que la política. Los cloro flúor carbónicos regulados por el Protocolo de Montreal era una tecnología marginal que se empleaba en la fabricación de frigoríficos. Pero los combustibles fósiles no son nada marginales. Se consumen en muchos de entre los más grandes sistemas tecnológicos, están implicados en sistemas sociales y económicos en los que vivimos: el sistema de transporte automovilístico, la infraestructura urbana por la que transcurre; las redes eléctricas; los sistemas industriales basados en materiales ricos en carbono como el acero; los procesos agrícolas que emplean fertilizantes producidos a través del petróleo…

Escribiendo el libro sobre la la historia mundial de la utilización de los combustibles fósiles que acabo de publicar, he trabajado para identificar los vínculos entre la tecnología y la sociedad. Los sistemas tecnológicos basados en los combustibles fósiles han sido inherentes al capitalismo y a los procesos de trabajo que este sistema controla; la expansión de este sistema acompañó la expansión del capitalismo; una transición tecnológica hacia el abandono de los combustibles fósiles se hará más eficazmente como un componente de una transición para salir del capitalismo. Los gobiernos nunca van a emprender esos cambios.

«El vínculo tecnología-sociedad construido por la expansión capitalista»

El debate público a propósito de la disminución del consumo de combustibles fósiles -y los productos que los necesitan mucho- afecta con frecuencia a las familias, los individuos. Es confuso por tres razones:

En primer lugar, el consumo de combustibles fósiles en los hogares abunda en las desigualdades. Muchos hogares del Norte consumen 12 veces, 100 veces más que los del los países del Sur. Más de 1000 millones de personas, principalmente en las zonas rurales del Sur, aún no han accedido a la electricidad.

En segundo lugar, incluso los hogares que viven en sistemas en los que domina el sistema basado en la combustión de fósiles, con un uso razonable y regular de la electricidad, la calefacción en invierno, el transporte motorizado y todo eso (es decir, el 60% de la población de la Tierra), no controlan el aprovisionamiento de combustibles. Difícilmente pueden optar por medidas que harían caer su consumo de combustibles, como el aislamiento de las casas o transportes públicos decentes para disminuir el recurso al coche. Los individuos tienen aún menos control sobre su consumo indirecto de combustibles en los productos que compran, por ejemplo, el carbón utilizado para producir acero, o el petróleo para producir plásticos; incluso sobre el petróleo consumido en las cadenas de aprovisionamiento o el empleado en los abonos sintéticos usado en la agricultura y producción de alimentos.

En tercer lugar, la forma en la que los sistemas tecnológicos emplean los combustibles y los materiales que son necesarios para su producción, se han creado históricamente. No hay nada inevitable -o de eficacia – en el uso despilfarrador de los envases de plástico; en los sistemas de transporte urbano basado en potentes coches, grandes consumidores de combustible y frecuentemente con una sola persona a bordo, en la agricultura industrial que consume muchos abonos, o incluso en las redes eléctricas centralizadas. Estas tecnologías se emplean de esta forma ebido a los sistemas económicos y sociales en las que están imbricadas. El capitalismo no solo usa la tecnología, también la modela.

La transición hacia el abandono de los combustibles fósiles será una transición hacia la salida del capitalismo, hacia una sociedad que viva en armonía con la naturaleza, que fabrique a partir de las necesidades y no para aumentar los beneficios. Políticamente, este combate se debe llevar fuera del proceso de Naciones Unidas.

Simon Pirani publicó en 2018 en Editions Pluto Press: Burning Up. A Global History of Fossil Fuel Consumption (Quemar hasta el agotamiento Una historia del consumo de combustibles fósiles) Simon Pirani desarrolla trabjaos de invstigación dessde 2007 en el Oxford Institute for Ernergy Studies (University of Oxford). Ha participado en numerosos estudios sobre el mercado del gas, entre otros: The Russian Gas Matrix: How Markets are Driving Change (2014) o CIS Gas Markets and their Impact on Europe(2009). También ha publicado otras obras de interés: The Russian Revolution in Retreat (Ed. Routledge, 2008) y Change in Putin’Russia. Power, Money and People (Ed. Pluto, 2009).

Texto original en francés

Traducción viento sur

Fuente: https://vientosur.info/spip.php?article14227