Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
No pasa a menudo que haya historias sobre el conflicto israelí/palestino que me hagan reír, pero una de Jeremy Bowen, el editor de Oriente Próximo de la BBC lo logró. Porque es el corresponsal de la corporación a quien más odian los partidarios de ‘Israel con razón o sin ella’ -de vez en cuando presionan a la BBC para que lo despida- imagino que le encantó escribirlo.
En un lúcido informe sobre la situación para From Our Own Correspondent, titulado «Tough Lessons for Obama on Mid-East peace» [Lecciones duras para Obama sobre la paz en Oriente Próximo], Jeremy recordó algunas de las «falsas alboradas» de los preciosos esfuerzos de paz presidenciales.
Una fue un viaje del presidente Clinton a Gaza en 1998 cuando Netanyahu estaba disfrutando de su primer período como primer ministro de Israel. «Sí», agregó Jeremy, «un presidente estadounidense en Gaza. No es concebible en nuestros días.»
Después de señalar que Netanyahu volvió loco a Clinton, Jeremy sigue diciendo:
«Después de que él (Netanyahu) hubo sermoneado al presidente sobre Oriente Próximo, Clinton preguntó genialmente a sus asesores: «¿Quién diablos se cree que es? ¿Cuál es la maldita superpotencia?» Sólo que no usó la palabra ‘diablos’, sino otra.
Lo que Clinton dijo en realidad fue: «¿Quién mierda se cree que es? ¿Cuál es la maldita superpotencia?»
Después de recordar a su manera cómo ha sido humillado hasta la fecha el presidente Obama por Netanyahu en su segundo período como primer ministro, Jeremy comentó que él, Obama, «podría estar utilizando el lenguaje ‘clintoniano’ sobre el señor Netanyahu.»
Mi propia especulación es que a puerta cerrada Obama incluso podría estar superando a Clinton en su uso de improperios sobre Netanyahu.
Pero realmente no hay motivos para la risa. Lágrimas de furia son más apropiadas.
La verdad documentada, que fluye por mi libro «Zionism: The Real Enemy of the Jews«, es que a cada ocupante del Despacho Oval, como dijo una vez el presidente Ford, le han «vuelto loco» los primeros ministros israelíes. De modo que el uso de improperios para describirlos, y a los líderes del lobby sionista, en momentos de gran tensión, probablemente tiene una historia que cubre todo el camino desde la declaración unilateral de independencia de Israel.
Incluso antes hubo momentos en los que el presidente Truman no pudo contener su cólera ante las tácticas que empleaban los sionistas para imponer su voluntad a él y a las Naciones Unidas. En una reunión del gabinete, Truman estalló: «Jesucristo no pudo complacerlos cuando estuvo aquí, de modo que ¿cómo podría alguien esperar que yo tuviera esa suerte?»
En las «Memorias» publicadas mucho después de los eventos, Truman fue muy franco sobre la coerción sionista en la cuenta atrás antes del voto de la Asamblea General sobre la resolución del plan de partición. Escribió:
«Los hechos fueron que no sólo hubo movimientos de presión alrededor de las Naciones Unidas, diferentes de cualquier cosa que se hubiera visto antes, sino que también la Casa Blanca fue sometida a un bombardeo constante. Creo que nunca he visto tanta presión y propaganda dirigida a la Casa Blanca como la que vi en este caso. La persistencia de algunos dirigentes sionistas extremistas -impulsados por motivos políticos e involucrados en amenazas políticas- me inquietó y me molestó. Algunos incluso sugirieron que presionáramos a naciones soberanas para que votaran favorablemente en la Asamblea General. Nunca he aprobado que los fuertes impongan su voluntad a los débiles sea entre los hombres o entre las naciones.»
En realidad, la campaña de amenazas para llevar a una serie de naciones soberanas a cambiar su intención de votar «No» a la partición por un «Sí», o por la abstención, fue ejecutada por el lobby sionista con la ayuda de un grupo de ataque de 26 senadores estadounidenses. Todo el esfuerzo por imponer la voluntad del sionismo a la Asamblea General de la ONU fue coordinado por los ojos y oídos del sionismo en la Casa Blanca, David K. Niles. (Una vez confesó que «si Roosevelt hubiera vivido, Israel probablemente no habría llegado a ser un Estado.» El presidente Roosevelt se oponía a la creación de un Estado judío en Palestina, y hay buenos motivos para creer, como digo en mi libro, que si hubiera vivido, habría utilizado a las Naciones Unidas para decir «No» a la empresa colonial del sionismo).
Cuando Truman supo después que una nación soberana en particular, Haití, había sido amenazada en su nombre, escribió en un memorando no desclasificado hasta 1971 que «los grupos de presión (quería decir grupos de presión sionistas) lograrán hundir a las Naciones Unidas si se continúa con este tipo de cosas.»
Los eventos probaron que Truman tenía bastante razón al respecto.
Eisenhower fue el primer y último presidente de EE.UU. que contuvo al sionismo (cuando insistió en 1956/57 en que Israel, después de su colusión con Gran Bretaña y Francia en la guerra contra el Egipto de Nasser, debía retirarse incondicionalmente del territorio árabe ocupado).
Existe mucha evidencia que sugiere que el presidente Kennedy, si hubiera seguido vivo, se proponía continuar la contención del sionismo de Eisenhower en un segundo período, y que como resultado de ese enfoque no habría habido un giro en la política de EE.UU. a favor de ‘Israel con razón o sin ella’. En ese caso, y es muy probable, la guerra de 1967 no habría tenido lugar -No se habría creado el Gran Israel y no se habría permitido que el Estado sionista desarrollara armas nucleares.
Aunque no contenía exabruptos, la declaración más explícita de enfado que conozco fue la que hizo el candidato a presidente Kennedy después de que le llevaran a una reunión con los donantes sionistas en Nueva York. De vuelta en Washington, fue a dar un paseo con un viejo amigo de confianza, el columnista Charles L. Bartlett. Según su relato, Kennedy dijo:
«Como ciudadano estadounidense me indigna que venga un grupo sionista y me diga: «Sabemos que su campaña tiene problemas. Estamos dispuestos a pagar sus cuentas si nos permite que controlemos su política en Oriente Próximo. ¡Querían control!»
A mi juicio, la pregunta de quién diablos se cree que es Netanyahu no da en el clavo. El hecho es que sabe quién es: otro primer ministro israelí que, con la ayuda del lobby sionista y sus títeres en el Congreso, tiene a otro presidente de EE.UU. agarrado por las bolas. Por lo menos de momento.
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Alan Hart es ex corresponsal extranjero de ITN y de Panorama de la BBC. Ha cubierto guerras y conflictos dondequiera que ocurrían en el mundo y se especializó en Oriente Próximo. Autor de: «Zionism: The Real Enemy of the Jews: The False Messiah.» Tiene su blog en www.alanhart.net