Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Los israelíes siempre amaron el rol de víctimas, no solamente cuando éramos realmente víctimas, y a menudo ocurrió en la historia, sino también cuando éramos los agresores, ocupantes y abusadores.
Alguna vez la prenda principal del uniforme del movimiento laborista fue la blusa azul, y el compositor Mordechai Zeira escribía: «Y es mucho más valiosa que cualquier joya». Una nueva generación llegó y su blusa se oscureció. Ahora es negra y su leyenda dice: «Todos somos las víctimas de Goldstone.
Docenas de amigos de los soldados de las dos brigadas Givati llegaron vistiendo esta indignante prenda a un tribunal militar, pocos días atrás, y donde fueron hallados culpables de abuso de autoridad poniendo en peligro la vida de un niño de 11 años. Para ser más precisos, de conducta impropia para un soldado. Los acusados recibieron el escandaloso apoyo de oficiales y se convirtieron en héroes.
Israel presenta orgullosamente una novedad mundial y es el agresor-víctima. La historia supo de ocupaciones más crueles y prolongadas que la israelí, y también se hicieron peores ataques a poblaciones civiles que la llamada Operación Plomo Fundido, pero nunca los ocupantes se presentaron a sí mismos como víctimas.
Desde los días de Golda Meir, quien declaró que nunca perdonaremos a los árabes por obligarnos a usar la fuerza para lastimar a sus niños, a los combatientes que disparaban y sollozaban, impusimos, gracias a la tropa de Givati, un nuevo registro del descaro israelí: todos somos víctimas de Goldstone.
De esta manera deducen que la víctima no es el niño de 11 años, cuya vida se puso en peligro y que desde ese momento sufre de insomnio, sino que son los soldados que le ordenaron una revisión por supuesta portación de explosivos, en clara contradicción con un decreto de la Corte Suprema. No es víctima la familia Samouni, de la cual 21 de sus miembros fueron masacrados cuando la misma brigada Givati, con el mismo comandante de nombre Ilan Malka, que ahora es investigado, vergonzosamente tarde, bombardeó la casa donde fueron obligados a permanecer. Y ciertamente no son víctimas los habitantes de Gaza que sufrieron la Operación Plomo Fundido, con sus penurias, horrores, destrucción y crímenes de guerra, sino que lo son los soldados, que comparten la responsabilidad con los comandantes y los políticos.
Los israelíes siempre amaron el rol de víctimas, no solamente cuando éramos realmente víctimas, y a menudo ocurrió en la historia, sino también cuando éramos los agresores, ocupantes y abusadores. Y no solamente nos arropamos en el rol de víctimas, sino el de las únicas víctimas. Pero presten atención a nuestra percepción sobre nuestras conductas criminales. Comenzó con la negación, luego cambió a la eliminación, luego a la pérdida de la vergüenza, y llegaron la deshumanización y la demonización, ahora estamos en el estadio de la marcha del orgullo. Los soldados fotografiándose cuando bailan con los prisioneros, posando con los cadáveres, orgullosos de lo que hacen. Suben las fotos a la web, para que todos las vean, y los amigos de los integrantes de las dos brigadas Givati también están orgullosos de lo que sus camaradas hicieron. Están orgullosos de la conducta de gente que quebró la ley. Esta solidaridad puede ser incomprensible, pero es mucho más difícil entender el apoyo de su comandante de brigada, el coronel Moni Katz, y del general mayor de la reserva, Uzi Dayan.
¿Qué dicen ellos? ¿Qué los soldados actuaron correctamente? ¿Que no deberían ser castigados? ¿Qué ellos son las víctimas? En ese caso, poco tenemos que reclamar a los soldados, que sólo actuaron de acuerdo son el espíritu emanado de sus superiores. Más difícil de entender es el público concurrente en apoyo de los dos soldados en cuestión. Igual que el policía de Naharya hallado culpable de colocar bombas para herir a supuestos malhechores, son héroes locales y víctimas nacionales para muchos.
¿Queremos realmente estar orgullosos de soldados que mandan a niños a poner en riesgo sus vidas violando la ley? ¿Es éste el comportamiento que queremos de nuestro ejército? ¿Alguna vez entenderá el público israelí que la guerra tiene leyes y que si los soldados israelíes las quiebran deben ser castigados? Es cierto que quizás obedecieron órdenes, estaban agotados y exhaustos luego de tres semanas de ataques a Gaza, como se oyó en la Corte, pero presentarlos como víctimas testimonia el caos que está azotando a Israel.
Debemos, entonces, volver a lo básico: las víctimas de los ataques de la Operación Plomo Fundido son el millón y medio de residentes de Gaza. Las «víctimas» del informe Goldstone no son los dos soldados convictos, sino las personas a las que atacaron. Las prendas con la leyenda que vestían los amigos de los enjuiciados en la corte son la prueba de que estas verdades básicas fueron confundidas y distorsionadas hasta quedar sin efecto.