Las rebeliones populares están desmontando las viejas alianzas en Oriente Medio. Ahora quienes rezan por Bashar Al Assad, además de Irán y Turquía, son Israel y EEUU. Siria es el centro de la encrucijada de las batallas en la zona, y su actual convulsión puede incidir en los conflictos de Irak, Irán, y de los […]
Las rebeliones populares están desmontando las viejas alianzas en Oriente Medio. Ahora quienes rezan por Bashar Al Assad, además de Irán y Turquía, son Israel y EEUU. Siria es el centro de la encrucijada de las batallas en la zona, y su actual convulsión puede incidir en los conflictos de Irak, Irán, y de los pueblos palestino y kurdo. Para Teherán, el país árabe es el lugar donde conecta con el Hezbolá libanés y el Hamas palestino, ambos retenes disuasorios ante la tentativa israelí de un ataque militar. Un Assad débil aumenta la inseguridad de Irán. Y en caso de que sea agredido militarmente, le pone a los ayatolás en un grave aprieto por el pacto de defensa mutua que han firmado.
Turquía, que comparte con Siria la frontera y la lucha contra los kurdos, le ha convertido en la pieza clave en su intento de recuperar la infleuncia entre los árabes del antiguo impeiro otomano. Los turcos, preocupados, piden a su aliado que ponga en marcha las reformas anunciadas.
En cuanto a Tel Aviv, si por un lado le quita el sueño el avance de los Hermanos Musulmanes (próximos a Hamas) en este país y en Egipto, por otro no le interesa una democracia que, por legitimidad, reclamaría la desocupación de los Altos de Golan. El presidente baasista ahora se presenta como el mal menor, un enemigo fiable.
Washington a pesar de aplicar a la república árabe la política de «palo y zanahoria», no desea la caída de su presidente, calificado por Hilary Clinton de «reformista». Puso fin a seis años sin embajador en Damasco. Pues, mejorando las relaciones bilaterales, Barak Obama pretende reducir la dependencia geopolítica de EEUU en esta zona a los intereses de Israel, dar estabilidad a Irak, tentarle a que firmara la paz con los hebreos, y alejarle de Irán. Mientras, los «neocan» piden que la OTAN ponga fin al triángulo Teherán-Damasco-Hezbolá, obstáculo a la hegemonía israelí- estadounidense en la región.
Assad resiste a la presión del ala derechista de su régimen para aplastar las protestas. También teme hacer concesiones. Sus estrategias, si las tuvo, han fallado. La amenaza al poder de este malabarista político amateur brota desde dentro.
http://blogs.publico.es/puntoyseguido/174/%C2%BFquien-salva-a-al-assad/