Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Chelo Ramos
Mientras asesina a sus ciudadanos, Israel una vez más causa muerte y destrucción al Líbano y trata de hacernos creer que este horror es necesario para defenderse. Ciertamente, el observador casual podría considerar que los ataques con cohetes a ciudades israelíes como Haifa y mi pueblo natal, Nahariya, justifican esta percepción.
Los estados deben defender a sus ciudadanos y aquellos que no cumplan esta obligación deben ser cuestionados y, de ser necesario, reconfigurados. Israel es un estado que en lugar de defender a sus ciudadanos los pone a todos, judíos y no judíos, en peligro.
¿Qué es exactamente lo que se está defendiendo con la violencia en Gaza y el Líbano? ¿A los ciudadanos israelíes o la naturaleza del estado de Israel? Me parece que lo segundo. La condición de estado de Israel se basa en una ideología injusta que produce indignidad y sufrimiento a aquellos que son catalogados como no judíos por razones étnicas o religiosas. Para esconder esta inmoralidad esencial, Israel fomenta una imagen de víctima. Una de las características principales de la mentalidad de víctima es provocar, de manera consciente o inconsciente, violencia de la que debe defenderse. Al perpetuar este ciclo trágico, Israel se ha convertido en un estado terrorista sin parangón.
Muchos de quienes desean esconder la inmoralidad del estado de Israel lo hacen tratando de que la atención se concentre en los horrores de la ocupación posterior a 1967 y hablando de la solución de los dos estados, pues apoyar la existencia de un estado palestino apoya implícitamente la ideología que está detrás de un estado judío.
La creación misma de Israel necesitó de un acto de terror. En 1948, la mayoría del pueblo no judío que vivía en la parte de Palestina que se convirtió en Israel fue objeto de una limpieza étnica. Esta acción fue cuidadosamente planificada y sin ella no habría sido posible un estado de carácter judío, con una población mayoritariamente judía. Desde 1948, los «árabes israelíes», aquellos palestinos que han evitado la expulsión, han sido discriminados de manera continua. Muchos han sido desplazados internamente, por supuestas «razones de seguridad», pero realmente para que sus tierras pasen a manos judías.
¿Les parece que la memoria del Holocausto y el anhelo por Eretz Israel son suficientes para justificar la limpieza étnica y la etnocracia? Para evitar la desestabilización que resultaría de una indagación ética, el estado de Israel debe esconder el problema fundamental, alimentando la mentalidad de víctima entre los judíos israelíes.
A fin de sostener esa mentalidad y preservar la impresión de ser víctima ante los extranjeros, Israel debe crear las condiciones necesarias para la violencia. Cuando la posibilidad de violencia en su contra disminuye, Israel debe hacer todo lo posible para hacerla crecer: el mito de que es una víctima en busca de la paz que «no tiene socio para la paz», es parte fundamental de la máscara tras la que Israel esconde su intrínseca y continua inmoralidad.
La exitosa compaña de Israel por silenciar las críticas contra el destierro continuo de palestinos no les deja a estos más opción que recurrir a la resistencia violenta. Como resultado de la elección de Hamás -el único partido que, en opinión de los palestinos, hasta ahora no los ha abandonado- Israel sometió a la población palestina de Gaza y Cisjordania a una campaña de hambre, humillación y violencia.
El hipócrita «retiro» de Gaza y el posterior bloqueo, dieron pie a una escalada de violencia que, hasta los momentos, ha ocasionado el disparo de cohetes Kasem y la captura de un soldado israelí por los palestinos y lo que podría llamarse nueva ocupación de Gaza por Israel. Lo que vemos es más odio y más violencia de parte de los palestinos, más humillación y castigos colectivos de parte de los israelíes, todo muy útil para reforzar la mentalidad de víctima de los israelíes y el estatus de vaca sagrada del carácter de estado de Israel.
La verdad es que nunca hubo forma de realizar la partición de Palestina a través de medios éticamente aceptables. Israel se creó a través del terror y necesita terror para tapar su inmoralidad esencial. Cada vez que hay un asomo de estabilidad, el estado ordena un asesinato selectivo, como el ocurrido en Sidón antes de la crisis actual en el Líbano, sabiendo que ello no trae seguridad sino más violencia. El unilateralismo de Israel y el ciclo de la violencia se alimentan el uno al otro.
En medio de la violencia y a pesar del discurso convencional que esconde el origen de esta violencia, la realidad nos exige pensar. Mientras más silenciemos su voz, más violentamente hablará la realidad.
En hebreo, la palabra elem (el silencio aturdido que es el resultado de la opresión o de una conmoción) está etimológicamente relacionada con la palabra almut (violencia). Guardar silencio sobre la inmoralidad intrínseca del estado de Israel nos convierte en cómplices del terrorismo que amenaza con producir una catástrofe que podría destruir el mundo.
El autor es profesor del filosofía del derecho y filosofía política en la Universidad de Southampton. [email protected]
Publicado originalmente en: http://comment.independent.co
Chelo Ramos es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de mencionar al autor, al traductor y la fuente.