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Racismo estructural hacia los afromexicanos

Fuentes: Rebelión

Para mi madre, trabajadora doméstica.

No tengo casa, no tengo zapatos
No tengo dinero, no tengo clase
No tengo faldas, no tengo suéteres
No tengo perfume, no tengo amor
No tengo fe

No tengo cultura
No tengo madre, no tengo padre
No tengo hermano, no tengo hijos
No tengo tías, no tengo tíos
No tengo amor, no tengo mente.

No tengo país, no tengo educación
No tengo amigos, no tengo nada
No tengo agua, no tengo aire
No tengo cigarrillos, no tengo pollo
No tengo nada.

Entonces, ¿qué tengo?
¿Por qué estoy vivo?

Tengo vida.
Tengo mi libertad.
Ah, sí
¡Tengo vida!

Nina Simone.

El proceso de esclavización de africanos

En el siglo XVI, tras la colonización europea del continente americano, donde potencias de la época como España y Portugal descubrieran importantes reservas de metales preciosos, y que sus condiciones climáticas hacían posible cultivar productos agrícolas muy demandados en Europa.

Los europeos, con la intención de sacar ventaja de las grandes oportunidades para obtener beneficios económicos a través de la exportación de materias primas, inicialmente recurrirían a la explotación de las poblaciones originarias de América, bajo formas de trabajo forzado como la encomienda.

No obstante, a lo largo del siglo XVI, la población nativa sufriría un importante derrumbe demográfico, en parte por las guerras de conquista y por la superexplotación que los originarios sufrirían a manos de los conquistadores, pero principalmente por las enfermedades que los europeos traerían consigo y para las cuales los americanos no estaban inmunizados.

Llegándose así, al grado de reducirse la población americana aproximadamente a unos 60 millones de personas en 1500, y para 1600, solo quedarían alrededor de 6 millones de nativos, extinguiéndose por lo tanto el 90% de la población.

Contexto a partir del cual, los colonizadores ampliarían y sistematizarían el tráfico internacional de esclavos africanos, hasta dar forma a lo que se conoce como «comercio triangular», donde, África suministraba la fuerza de trabajo esclavizada que se utilizaba en América para producir materias primas que eran exportadas a Europa.

Escenario dentro del cual, si bien, en un principio, España y Portugal eran las potencias principales en la colonización americana (y por lo tanto los pioneros en el uso de esclavos en sus colonias), durante el siglo XVII se incorporarían también a ella las potencias europeas ascendentes (centralmente los Países Bajos, Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia).

Motivos por los que, desde de 1640, las nuevas potencias también lograrían desplazar a Portugal en el comercio de esclavos, ocupando su lugar como principales responsables del tráfico. Y, a lo largo de los 400 años transcurridos desde la llegada de los europeos al «nuevo continente», alrededor de 13 millones de africanos, serían transportados a través del Océano Atlántico hacia el conjunto de América.

Orden dentro del cual, los  esclavos africanos  comenzarían  a  llegar  a  las  nuevas  posesiones  coloniales  de  América, viéndose paulatinamente en todos los nuevos dominios imperiales españoles, como  Nueva España, Cuba, Panamá, Colombia, Venezuela, Bolivia y Perú.

De ahí, los esclavos africanos serían utilizados fundamentalmente  en  seis  sectores  de  la  economía  novohispana  en  formación,  como:  las  minas,  los  ingenios  de  azúcar,  la  artesanía,  la  ganadería,  los  obrajes  y  el  servicio  doméstico.

Las condiciones de esclavitud

En  las  zonas  mineras,  las  plantaciones  de  caña  de  azúcar  y  los  obrajes,  en  donde  se  concentrarían a los esclavos, sus vidas serían cortas. Puesto que, en las minas se envenenaban con  mercurio,  así como se enfermarían de silicosis, entre otras  enfermedades  pulmonares, a lo cual se le añadirían los frecuentes accidentes mineros.

Con relación a las plantaciones de azúcar, en ellas privarían jornadas muy largas, una  alimentación  escasa, así como una  amplia  gama  de  enfermedades derivadas de tal situación.  En  los  obrajes,  las  condiciones  serían  peor  que  en  los  otros  dos.  Trabajando   mezclados  reos  condenados, indios endeudados y negros esclavos. Todos siendo retenidos en un ambiente casi carcelario.

En  las  minas  frecuentemente  los  esclavos  negros  serían  utilizados  como  jefes  de  cuadrilla,  capataces  y  guardianes. Empero, desde un principio,  la  presencia  de  esclavos  negros  en América, daría forma a un sistema racista, en el que, la diferenciación de trato se daría, ante todo, por el color de piel que se identificaría con la condición de esclavitud. Ser negro sería sinónimo de ser esclavo.

Ello a la par de que, la condición jurídica del esclavo negro sería muy inferior a la  de  sus  dueños  blancos  y  a  los  amerindios.  Siendo el negro  prioritariamente, una mercancía, además de que, sería considerado como parte de la riqueza de su dueño.

Luego entonces, frecuentemente los esclavos eran vendidos, mezclados  con  otros  objetos,  haciendo  lotes  con  ellos.  O  bien,  a  la muerte de su dueño, se adjudicaban en pública subasta.

Los africanos en el continente americano se convertirían así, en un pueblo separado de sus raíces, arrojado a un mundo completamente ajeno, para el beneficio económico de los plantadores, de los traficantes y de las élites de las metrópolis. Condición de esclavitud que además sería hereditaria, condenando a los hijos a la misma suerte de sus padres.

Proceso histórico que, tendría como resultado la creación en América de un estrato social que estaría íntimamente articulado a rasgos étnico-raciales-culturales, de forma que, el color de piel ha funcionado desde la época colonial y hasta la fecha, como identificador físico de un conjunto de determinaciones socio-económicas[i].

Lógica dentro de la cual, deliberadamente  se  procedió  a  desarraigar las  culturas y religiones africanas. Todo a partir de haber  sido  arrancados  de  su  hábitat tradicional y fijados ante una  sociedad  que  los  aislaría  y  les  fijaría  criterios  de  conducta distintos.

Controlados 24 horas al día por capataces y guardias hostiles, serían perseguidas sus expresiones culturales  como  ejemplo  de  barbarie. Hasta ser sustituida su vestimenta, sus adorno y sus ritos  originales.

Conservando los negros que nacían en América, sólo a través de  la  tradición  oral  algunos  rastros  de  su  origen  africano,  lo  suficientemente poderosos para ser reorganizados en un nuevo sistema sincrético. Elementos que crecerían sobre todo en las  comunidades  de  cimarrones,  quienes  sin  duda  aceptaban  elementos  indígenas,  sin  que  ello  significara  una  asimilación  total del grupo.

En tal sentido, fundamentalmente han pervivido creencias religiosas como la santería, el vudú y el candomble. Todas ellas, llegando a estar  presentes en todo el continente, y siendo practicadas por afroamericanos e inclusive  miembros  de  la  sociedad  “no  negra”[ii].

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La condición de las mujeres esclavas.

Las primeras  esclavas  que  llegaron  al  continente  americano lo hicieron directamente de España con el séquito de los  conquistadores. Sin embargo, la gran mayoría de los esclavos negros no llegarían desde la penín­sula  ibérica.  Sino que,  serían  enviados  desde  África  como  mercadería.

Viajes en los cuales, los hombres permanecían atados con grilletes para evitar su amotinamiento. Y en los que, las mujeres  conforma­rían  entre  el  30  y  el  40  por  ciento  de  los  esclavos, sin embargo, las mujeres no eran encadenadas.

Debido a que, las mujeres fueron sometidas a la más absoluta indefensión, siendo obligadas a exhibir su cuerpo desnudo en todo momento, de manera que, fueron objeto de numerosos abusos sexuales y violaciones.

Actos que continuarían en las plantaciones a las que fueron llevadas, siguiendo las mujeres sometidas a abusos sexuales y a violaciones, además de ser obligadas a trabajar en las mismas condiciones que los hombres[iii].

Con relación a  las  plantaciones  azucareras,  las  esclavas, además de ser obligadas a trabajar  en  los campos,   también  constituirían  una  parte  importante  del  proceso  de elaboración  del  azúcar.  Moliendo  la  caña,  cortando  leña  y alimentando  el  fuego.  En tanto que, los  trabajos de mayor calificación asociados al proceso del cul­tivo  serían  reservados  a  los  hombres.  De manera que, a las  esclavas,  nunca  se  las entrenaba  para  convertirse  en  maestras  azucareras,  toneleras  o  carpinteras.

Pero más aún,  las esclavas serían utili­zadas en una  gran  variedad  de  difíciles  tareas  físicas  que  variarían  entre  la plantación y el corte de cañas a trabajos de lavandería.  Y, vistas por la sociedad europea como carentes de honor, frecuentemente, serían víctimas de abusos sexuales  por  parte  de  sus  amos  u  otros  hombres. 

Situación que no mejoraría, una vez que las esclavas eran liberadas de la servidumbre, sino que, su  condición física la mayoría de las veces sería tan mala  o  peor que  antes.  Trabajando las mujeres libres  de  color  en muchas de las  ocupaciones  en las  que se  habían  desempeñado  cuando  esclavas,  subsistiendo  a  duras  penas.  Añadiéndose a ello que, muchas de las veces, eran cabezas de familia sin esposo y se veían obligadas a sobrevi­vir con una alimentación deficiente y en entornos miserables.

Mientras que, en ámbitos urbanos, las esclavas serían utilizadas sobre todo como emplea­das domésticas. Sirviendo como cocineras, sirvientas,  lavanderas,  modistas, así como, también solían realizar recados, llevar paquetes y dejar mensajes.

Beneficios a los que se les uniría el hecho de que, una esclava sana y fecunda podía  incrementar la  rique­za  de  su  dueño. A partir de que,  para  la  legislación  ibérica,  el  hijo  de  una  esclava  era considerado también un esclavo.

Luego entonces, los hijos nacidos de mujeres negras o mulatas, fueran legítimos o no, ad­quirían de forma automática el estatus de sus madres.  Convirtiéndose el hijo de una esclava en esclavo, pasaba a ser de propiedad del amo de  su  madre, y éstos comenzaban a trabajar a  temprana  edad; las  niñas  ayudaban  a  sus  madres  en  las  labores  domésticas y se  desempeña­ban  como  mulaques  (sirvientas jóvenes)  de  los  hijos  de  sus  amos.  Aunque, también podían ser vendidas a temprana edad[iv].

Otro beneficio que proporcionaban, las  esclavas  negras y mulatas  que daban a luz niños,  sobreviviera  o  no  el  recién  nacido, es que eran utilizadas  como  nodrizas  de  los  recién  nacidos pertenecientes a sus dueños.

Por si eso no fuera suficiente, las  esclavas  también  eran  empleadas  fuera  de  la  casa  como  jornaleras. Toda vez que, las viudas  españolas  con  frecuencia vivirían de la recaudación de los salarios diarios que ganaban sus esclavas.

Siendo las esclavas dadas en alquiler por sus dueños para amamantar a niños, vender baratijas o trabajar como costureras. Así como otras tantas,  sobre  todo  en  los  centros  urbanos  de  la  América  hispana  y portuguesa,  llevaban  a  las  calles bandejas  colmadas  de  alimentos  y bebidas para vender.

De forma que, en  ciertas  regiones, las  esclavas  serían  asociadas  en  gran  medida  a  la venta de artículos, como  el  pescado  en  Brasil.  Mientras que, en  ocasiones,  las  es­clavas  calificadas  y  las  semicalificadas  se  mantendrían  y  se  darían  en  alquiler por  sí  mismas,  suministrando  a  sus  dueños  un  ingreso mensual  fijo, además de  absorber sus propios gastos  de  techo y alimentación. 

Añadiéndose a todo lo anterior que, las criadas negras,  tanto  esclavas como libres,  también  trabajaban como cocineras,  lavanderas y  prostitutas. En el caso de la  prostitución, esta sería una ocupación que sería asociada con las mujeres de color tanto libres como esclavas, por lo que  algunos  amos  alentarían  a  sus esclavas  a  venderse.  Aunque, otras tantas  se prostituirían por su propia “voluntad”,  ya  que la venta de servicios sexuales  era un negocio rentable.

Situación en la que, aunque las autoridades municipales clamaron contra la  explotación  de las  esclavas  en el negocio  de la prostitución,  hicieron  caso omiso  por  completo  de  la  explotación  sexual  y  el  abuso  que  ocurría dentro la casa del amo.  Toda vez que, desde un principio, los hombres europeos buscaron abusar sexualmente  de  las  esclavas  negras,  tanto  en la  casa  como  en  la  calle.

Ello a resultas de que, de acuerdo con las definiciones sociales y morales del mundo ibérico, las mujeres de  color,  dada su  “mala  reputación”  étnica,  no  podían  tener  honor.  Y de ahí, la  con­ducta  sexual  “virtuosa”  se  veía  fuera  del  entendimiento  de  las  esclavas,  así que,  el código  moral  que  privilegiaba  la  virginidad  en  las  mujeres  no  alcanzaría  ni a  mujeres  negras  ni  a  las  mulatas. 

Resultando ser así que, la sociedad no regulaba la sexualidad de las esclavas, puesto que, sus dueños controlaban la sexualidad de  éstas  restringiendo  su  libertad  y  gozando  sin  impedimentos  el  poder  de acceder  a  sus cuerpos.

Dado  que  eran  legalmente  propiedad  de  sus  amos,  las  esclavas  tenían menos  poder  aun  que  las  mujeres  nativas  para  resistir  los  ataques  sexuales de sus amos. Luego entonces, el abuso sexual era común, y tales delitos por lo general no eran denunciados ante las  autoridades  locales. Y, aquellas  que  trataron de procurarse  alguna reparación jurídica,  normalmente  se vieron frustradas por un sistema  que  daba  primacía  al  testimonio  de  un  hombre  blanco.

Por lo tanto, las  esclavas a menudo fueron so­metidas a un espantoso catálogo de abusos físicos -castigos, torturas e incluso la muerte- a manos de amos y amas. Siendo frecuente que una esclava fuera maltratada sexualmente por su  amo y luego  abusada físicamente a manos de la esposa, debido a los celos de ésta[v]. Encontrándose así sus vidas con  frecuencia,  signadas por  el sometimiento,  la humillación y el  maltrato  verbal,  físico  y sexual.

Algunos datos sobre la población afromexicana.

La presencia de población de África en México data desde la conquista española. Algunos llegarían como siervos, en gran parte procedentes de Gambia, Guinea, Congo, Guinea Ecuatorial, Angola y Mozambique, pero, la gran mayoría llegarían como esclavos, para ser sometidos a distintas labores por los españoles[vi].

Dando forma con ello, a tres tipos de esclavos en la Nueva España, el bozal, que sería el recién llegado a la Nueva España y no sabía hablar castellano; el ladino, quien llevaba tiempo viviendo en la Nueva España  y  sabía  el  castellano,  y,  por  último,  estaría  el  esclavo  criollo, que había nacido en América en condiciones de esclavitud[vii].

Se cree que, Juan Garrido[viii], quien participara en las expediciones de conquista de Puerto Rico y la Florida, fue probablemente el primer africano en llegar con Cortés a estas tierras.

Y, se estima que, el número  de  negros  introducidos  por  la  trata  a  la  Nueva España  en  los  tres  siglos  sería  de  alrededor  de  doscientos  cincuenta  mil  individuos, entre,  hombres,  mujeres  y  niños.  Pero además  de los esclavos oriundos de África, desde principios del siglo XVII aumentaría considerablemente el número de esclavos criollos; es decir,  nacidos  en  América.

De manera que, al finalizar  la  dominación  extranjera  en  México,  los  mestizos  representaban el  40%  de  la  población, de la cual 10% era considerada como francamente afromestiza.

Llegando en un principio, una gran cantidad de esclavos negros a la Costa Chica de Oaxaca como sirvientes de españoles y criollos. Empero, con el paso del tiempo obtendrían su libertad y junto a otros esclavos que habían huido conocidos como “negros cimarrones”, (término utilizado en la época colonial para referirse a los esclavos que huían, haciendo alusión a animales “silvestres o salvajes”)[ix], se asentarían en las costas y zonas fértiles, donde finalmente desempeñarían oficios como capataces, arrieros, pescadores y vaqueros.

En tal sentido, en 1609, antes de que los ingleses fundaran Jamestown, un africano llamado Yanga se rebelaría ante la Corona Española y ésta terminaría por otorgarle su libertad. Además de ello, Yanga forzaría a los españoles a cederle un pedazo de tierra cerca de Córdoba, Veracruz, donde formaría la primera ciudad de africanos libres en América, llamada San Lorenzo de los Negros[x].

De ahí, los negros se asentarían sobre todo en la costa de los estados de Oaxaca, Guerrero y Michoacán, así como en Veracruz, Tabasco y Campeche, no obstante, también existen registros de su presencia en los Valles Centrales de Puebla, Guanajuato, Colima y Tamaulipas, entre otros lugares.

Para el caso del estado de Oaxaca, desde el siglo XVI albergó la llegada de esclavos negros, teniéndose registro de que en los municipios de Jamiltepec, vivían cerca de 7796 negros, en Cuicatlán, 789 negros, en El Centro, 351 negros, y en Pochutla con 3 negros, además de Tlacolula, Yautepec, Teotitlan, Teposcolula y Zimatlán. Así como, posteriormente, en el porfiriato también a dichos municipios se les sumaria Juchitán con 847 negros, Juquila, Huatulco y Pinotepa[xi].

Mientras que, en zonas como los puertos de Acapulco y Veracruz, se edificarían fuertes que caracterizan a esas ciudades, con mano de obra de africanos y afrodescendientes, quienes, posteriormente se integrarían a las milicias, establecerían comercios y trabajarían en ocupaciones marítimas.

En el estado de Morelos, los africanos y afrodescendientes se encargarían de las tareas de los ingenios azucareros, mezclándose y conviviendo estrechamente con los indígenas de la región. En tanto que, en urbes como la Ciudad de México, Puebla o Morelia los entonces llamados “negros y mulatos” ingresarían a los gremios de artesanos, trabajando de herreros, pintores, arquitectos, albañiles o comerciantes, además de que, también prestaron sus labores en los servicios domésticos como cocheros, lavanderas, cocineras o nodrizas.

De igual manera, regiones como Chiapas, Tabasco y Tamaulipas también recibirían un significativo número de población de origen africano[xii].

En la actualidad, la Ciudad de México, es considerada como la cuarta ciudad en donde se identifica una concentración de afromexicanos, después de Veracruz de Ignacio de la Llave, Guerrero y Oaxaca. Aunque la Ciudad de México no es considerada una entidad con asentamiento histórico de población afrodescendiente.

Encontrándose la población afromexicana distribuida en las 16 delegaciones (desde 2018 alcaldías), de la siguiente manera: Tláhuac (3.55%), Benito Juárez (3%), Coyoacán (2.84%), Cuauhtémoc (2.69%) y Álvaro Obregón (2.32%)[xiii].

Racismo estructural hacia los afromexicanos.

Respecto al racismo estructural que ha prevalecido en México, hacia los afromexicanos, durante la época colonial, los españoles diseñarían un sistema de castas para clasificar a la población que cada vez se mezclaba más.

Los nacidos de un indígena y un español eran llamados mestizos, y a los descendientes de africanos y españoles se les nombraba mulatos. Si una persona era hijo de un africano y un indígena lo llamaban coyote.

Y, en la medida que la piel se iba aclarando, la casta a la que pertenecieran las personas era «superior», al igual que los beneficios, el trabajo que podía desempeñar y su estatus social[xiv].

Derivando de ahí, que los afromexicanos desde entonces han sido despreciados y considerados indignos de cualquier estudio o recopilación, además de que, frente al mestizaje se ha diluido la mayoría de las manifestaciones culturales que dichos esclavos pudieran haber traído consigo desde su tierra natal.

A ello también ayudaría el hecho de que, desde mediados del siglo XVI y hasta fines del XVIII decretarían los virreyes, prohibiciones sobre creencias, ritos, lenguas, indumentaria, baile y música de los negros, siendo considerados salvajes y deshonestos, atentatorios contra la religión y las buenas costumbres[xv].

Pero, a pesar de que  la mezcla de esclavos negros tanto con la población indígena como con la criolla y la mestiza diluiría muchas de esas expresiones, habría, sin embargo, una fuente casi ininterrumpida de influencia negra en la música mexicana a través de Cuba[xvi].

Siendo que, en Cuba, aspectos religiosos y mágicos, han tenido sus versiones profanas en bailes como la conga, la rumba y el danzón y, en tiempos muy recientes, en la guaracha, el mambo, el chachachá, dejando todos estos ritmos sus huellas en el México de ayer y en el México de hoy.

Al grado de recogerse en el estado de Baja California, la siguiente copla popular:

Nací en la Hana, Domingo me llamo,

como -azabache negro nací,

con una suerte tan desgraciada

que yo a mis padres no conocí.

La «Hana» es, deformación de La Habana.

Mientras que, en Champotón, Campeche, se dice que los niños todavía en 1978 cantaban lo siguiente canción:

El juez le dijo al guardia,

el guardia le dijo al juez:

-¿En dónde estará ese ritmo

de la negrita Merecumbé?

Y baila, negrita, baila,

y baila el Merecumbé,

que si tú no lo bailas

tu pamba te daré.

Pero más todavía, al lado de los ritmos cadenciosos y demás elementos mencionados, uno de los más importantes instrumentos musicales del México actual, como es la marimba, tiene claros antecedentes africanos[xvii].

Aun así, a partir de la prevalencia del racismo contra los afromexicanos, durante el movimiento de Independencia, en las regiones en las que la esclavitud continuaba vigente, la causa insurgente recibiría un mayor apoyo por parte de los habitantes de origen africano.

Debido a que dos de las consignas centrales del movimiento insurgente de 1810, serían la abolición de la esclavitud y la supresión de las “calidades”. Y dentro del apoyo emanado de la población afrodescendiente a la causa independentista, el más reconocido y documentado ha sido el de las tropas de José María Morelos[xviii].

Siendo comisionado en 1810, por Miguel Hidalgo como jefe insurgente en el sur de México con la principal encomienda de ocupar el puerto de Acapulco, considerado estratégico para las comunicaciones de la Nueva España.

Pero además de María Morelos, otros afrodescendientes que también desempeñarían un papel esencial en la lucha insurgente serían Vicente Guerrero[xix] y Juan Álvarez. Respecto a Guerrero, éste se convertiría en el líder liberal más popular del movimiento insurgente tras la muerte de Morelos. Sosteniendo la lucha mediante guerrillas durante los años más difíciles, entre 1815 y 1821. Para pactar finalmente con Iturbide en Acatempan, logrando así, la consumación de la independencia, y se convirtió en 1829 en el segundo presidente de México.

Por su parte, Juan Álvarez, sería una pieza clave durante la mayoría de los conflictos armados del México independiente, desde la guerra de independencia hasta el derrocamiento del emperador Maximiliano durante la Segunda Intervención francesa.

Ocupando varios rangos durante su servicio al país, de entre los cuales, el más destacado, sería el de presidente de la República por un breve periodo en 1855, después de derrocar al dictador Antonio López de Santa Anna.

Sin embargo, acorde con el racismo estructural, si bien dichos personajes han sido reconocidos en la historia de México, pocas veces se ha hecho mención de su ascendencia africana. Así como en el caso de Vicente Guerrero, éste sería “blanqueado” en los retratos de la época para ocultar sus rasgos negros[xx].

De forma que, si bien la independencia abolió la esclavitud y promulgó la igualdad de todos los mexicanos sin distinciones, en la práctica continuarían las diferencias de trato entre las personas por sus rasgos, su color de piel y su cultura.

E invisibilizados históricamente los afromexicanos, han sido despojados de su cultura, sociedad y forma de gobierno. Por ejemplo, perdieron su lengua originaria, dentro de un proceso de simplificación o “pigdin” o lenguaje de aprendiz. Es decir, los negros traídos de África tuvieron que aprender el español y lo hablaban de forma simplificada, por lo que fueron conocidos como negros bozales.

Sin embargo, en la Costa Chica se considera un español ininteligible, debido a que las comunidades de cimarrones estaban muy alejadas del resto del país. Adicionalmente, de acuerdo con el reciente censo, los resultados comparten que el 7.4% de la población afro es hablante de alguna lengua indígena[xxi].

Escenario en el que, los negros son vistos como un ente no natural, por lo que, los indígenas y mestizos, no se relacionan con ellos como iguales, e incluso, en zonas de la mixteca se les conoce como brujos, a partir de que, en la época de la colonia se les hizo desempeñar de lugarteniente, del amo en el ámbito rural, de recolector de tributos, de cuidador de ganado, así como era un instrumento punitivo, verdugo o corregidor de los indígenas, además, del culpable de raptos de mujeres indígenas.

Y, derivando de tal situación, las identidades religiosas afromexicanas, como la santería, hoy llamada por muchos de sus adeptos religión yoruba, se han encontrado históricamente ancladas en una disputa de reconocimiento, valoración social y cultural, en el país[xxii].

Todo lo cual, hasta el día de hoy se expresa en una inexistencia de un pueblo o comunidad étnica negra reconstruida, donde puedan observarse sus tradiciones, formas de organización social y política africana[xxiii].

Abundando a tales hechos que, en el terreno político institucional, no existen medidas legales que les garanticen ser incluidos en la postulación a cargos públicos de elección y les posibiliten su acceso a la representación política o a responsabilidad de gobierno.

Así como, los partidos políticos no incluyen en sus estatutos alguna posibilidad de que los afromexicanos puedan ser postulados a cargos de elección, como sí ocurre con la población indígena para ciertos distritos electorales o municipios con autoridades electas por usos y costumbres.

E, incluso, el reconocimiento de los afromexicanos es apenas un agregado en los artículos constitucionales de Guerrero y Oaxaca, en donde se especifican los derechos políticos para pueblos originarios, en tanto que, a los afromestizos solo se los menciona como “grupo étnico”. Y, en Veracruz, un no hay una normatividad específica sobre afromexicanos[xxiv].

Tesitura dentro de la que, es significativo el hecho de que, por primera vez en su existencia, el Censo de Población y Vivienda 2020, mediante el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), incluyo dentro de sus apartados a la población afromexicana y afrodescendiente en nuestro país.

Y, sería apenas hasta el 2019 que el Congreso reformaría la Constitución para incluir un apartado al artículo 2, donde reconoce los derechos de los afromexicanos. Empero, por la forma en que ocurrió este hecho pasando casi desapercibida en la agenda nacional, por lo que fue tema de reclamo por el movimiento afrodescendiente en una sesión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos al Estado mexicano, donde se discutió el criterio racial para el Censo 2020[xxv].

Así pues, en la actualidad de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, las personas que se auto identifican como afrodescendientes son cerca del doble de lo que se reportaba en la Encuesta Intercensal de 2015, ya que pasaron de ser 1.4 millones, es decir 1.16 por ciento de los habitantes del país, a poco más de 2 millones 576 mil, lo que equivale a un 2 por ciento.

Población afromexicana, de los cuales, el 50.4% son mujeres y 49.6% son hombres. Y, es particularmente la Costa Chica de Guerrero, que se localiza en los límites que separan a la entidad del territorio oaxaqueño. Región que tiene una extensión de 7,495.33 km2 y está conformada por 15 municipios: Ayutla de los Libres, Azoyú, Copala, Cuajinicuilapan, Cuautepec, Florencio Villareal, Igualapa, Ometepec, San Luis Acatlán, San Marcos, Tecoanapa, Marquelia, Juchitán, Tlacoachistlahuaca y Xochistlahuaca. Donde, se cuenta con el mayor número de afromexicanos, ya que el 8.6 por ciento de la población se identificó como tal; seguido de Oaxaca, con 4.6 por ciento y Baja California Sur con 3.3 por ciento[xxvi].

Y, en dicha región prevalece la desigualdad y la pobreza que caracterizan también al resto de las zonas donde se concentra la población afromexicana.

Toda vez que, los afromexicanos enfrentan condiciones de alta marginación social y económica, producto de prácticas históricas de discriminación y racismo. Viviendo muchas familias negras en zonas rurales de la Costa Chica, con las mismas carencias que los indígenas, pobreza y deficiencia en salud, mala alimentación, difícil acceso a la educación, además, de dedicarse a la agricultura, ganadería y pesca para consumo particular y local.

Registrándose asimismo, un rezago social y educativo en el sector afromexicano, mayor al de la media nacional. Siendo que, en 6.9% de los afrodescendientes prevalece el analfabetismo, mientras que en el país es de 5.5%. Así, como, solo 66.5% de los afrodescendientes en México tiene agua entubada, mientras 74.1% del resto de los mexicanos cuenta con este servicio.

Finalmente, se pueden observar los siguientes datos dados por Hernan Gómez Bruera, en su libro “El color del privilegio”:

Puede ser una imagen de texto que dice "Recordemos que @s mexican@s somos mayoritariamente moren@s. 60% 55.4% 40% 37.5% 20% 4.8% 0% Claro Moreno claro 2.5% Moreno oscuro Fuente: ENADIS 2017, CONAPRED / INEGI Oscuro CONACYT. cismo mx"

Referencias:

Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)/Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), “Afrodescendientes y la matriz de la desigualdad social en América Latina: retos para la inclusión”, Documentos de Proyectos (LC/PUB.2020/14), Santiago, 2020.

Autores, Velázquez, María Elisa e Iturralde Nieto, Gabriela. Afrodescendientes en México. Una historia de silencia y discriminación. Colección Conapred. Segunda edición 2016.

EL LENGUAJE AFROMEXICANO EN EL CONTEXTO DE LA. LINGÜÍSTICA AFROHISPÁNICA. Por: John M. Lipski. PDF

Haas Paciuc, Alexandra. La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común. Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 116, mayo-agosto de 2019, pp. 57-75, ISSN 0185-6022.

Ramón César González Ortiz es Licenciado en Sociología y Maestro en Estudios Políticos por la UNAM.

Notas:


[i] Rebelión. Los (viejos) orígenes del racismo. Por: Alejandro Kurlat | 07/11/2020.

[ii] Semo, Enrique. La conquista, catástrofe de los pueblos originarios. 1. Los actores: amerindios y africanos, europeos y españoles. Ciudad de México: Siglo XXI Editores, UNAM, 2018.

[iii] Rebelión. Reseña del libro ¿Acaso no soy yo una mujer? Mujeres negras y feminismo, de bell hooks. ¿Acaso no soy una mujer? Por: Alfredo Iglesias Diéguez | 04/01/2021.

[iv] Podía  encontrarse  la  mayor  parte  de  las  empleadas  domésticas  no  sólo en  los  hogares,  sino  también  en  los  conventos.  En  Lima,  por  ejemplo,  las religiosas de  los  conventos  más prestigiosos  de  la  ciudad  tenían como servi­dumbre negras y a esclavas. Las mujeres también eran empleadas en servicios similares  a  los  domésticos  en  hospitales  y  orfanatos,  donde  habitualmente trabajaban como enfermeras, cocineras y lavanderas. En los hospicios de niños huérfanos  también se empleaban nodrizas.

Socolow,  Susan. Las  mujeres  en  la  América  Latina  colonial. Ciudad Autónoma  de  Buenos  Aires: Prometeo  Libros,  2016.

[v] Socolow,  Susan. Las  mujeres  en  la  América  Latina  colonial. Ciudad Autónoma  de  Buenos  Aires: Prometeo  Libros,  2016.

[vi] La llegada de mano de obra esclavizada desde África a la Nueva España se debió a diversos factores. En primer lugar, para contrarrestar la importante caída demográfica de la población indígena como consecuencia de la guerra de conquista (principalmente por las epidemias provocadas por las enfermedades traídas de Europa y contra las que la población nativa no había desarrollado anticuerpos).

En segundo, la prohibición de esclavizar a la población nativa determinada por las Leyes Nuevas de 1542, con las que la Corona española prohibió esta práctica y legisló para que los indígenas de los territorios americanos fueran tratados como vasallos como consecuencia de la célebre Controversia de Valladolid, que enfrentó dos formas antagónicas de concebir la conquista de América, una representada por Bartolomé de las Casas, considerado hoy un pionero de la lucha por los derechos humanos y la igualdad fundamental de los pueblos, y la representada por Juan Ginés de Sepúlveda, que defendía el derecho y la conveniencia del dominio de los españoles sobre los indígenas, a quienes concebía como naturalmente inferiores.

Haas Paciuc, Alexandra. La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común. Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 116, mayo-agosto de 2019, pp. 57-75, ISSN 0185-6022.

En un censo del Siglo XVI, se registró la presencia de 40,000 negros esclavos y en los años por venir llegarían entre 250,000 y 500,000 africanos debido al contrabando.

Post Opinión. Los afromexicanos, invisibilizados por 200 años, demandan ser tomados en cuenta. Por: Nadia Sanders. Marzo 25, 2020.

[vii] Semo, Enrique. La conquista, catástrofe de los pueblos originarios. 1. Los actores: amerindios y africanos, europeos y españoles. Ciudad de México: Siglo XXI Editores, UNAM, 2018.

[viii] Se cree que nació en África oriental, fue esclavo y se convirtió al cristianismo en Portugal.

Haas Paciuc, Alexandra. La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común. Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 116, mayo-agosto de 2019, pp. 57-75, ISSN 0185-6022.

[ix] Desde los inicios de la presencia africana en México, existieron manifestaciones de resistencia ante la esclavitud. Era frecuente que, ante el trato inhumano al que eran sometidos, las personas esclavizadas huyeran de las haciendas, plantaciones, casas o conventos y comenzaran insurrecciones armadas e intentos por tomar el poder, que eran penados severamente.

A los que lograban huir se les conocía como cimarrones, y éstos fueron estableciendo sus propias comunidades, llamadas palenques, mocambos o quilombos.

Haas Paciuc, Alexandra. La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común. Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 116, mayo-agosto de 2019, pp. 57-75, ISSN 0185-6022.

Los negros cimarrones, vivían de la agricultura, del cultivo del maíz, frijol y calabaza; tenían rebaños de ganado y caballos, cazaban venados, se dedicaban a la pesca y viajaban en canoas a los cayos de Florida, las Bahamas e incluso Cuba para intercambiar pieles de venado y otros animales, pescado seco, miel de abeja, y aceite de oso por cigarros, café, ron y azúcar.

Afrodescendientes en México. Protección Internacional de sus Derechos Humanos. ISBN: 978-607-729-222-7. 2016.

[x] Gaspar Yanga (o Nyanga), un africano que según se creía era miembro de la familia real de Gabón y que fue apresado en la región de “Brang” o “Brong de Atabubu”, en Guinea. Se estima que llegó a Veracruz alrededor de 1570 y que al poco tiempo huyó de sus amos, refugiándose junto con otros cimarrones en las montañas, y encabezó por más de treinta años la rebelión contra las fuerzas virreinales.

En 1609, y tras varios intentos fallidos de someterlos, el gobierno español decidió pactar con Yanga y así poner fin a los asaltos en los caminos y a las permanentes fugas de esclavos de las haciendas de la región, fundando así el pueblo libre de San Lorenzo de los Negros; si bien esa fecha fue sólo el inicio de una trayectoria muy larga que no resultó en una libertad en términos políticos, aunque sí se obtuvieron derechos jurisdiccionales y territoriales importantes para la población negra de la región.

Haas Paciuc, Alexandra. La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común. Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 116, mayo-agosto de 2019, pp. 57-75, ISSN 0185-6022.

[xi] Existen investigaciones sobre familias de Sotavento, Veracruz que indican un parentesco con pobladores de Oaxaca, Puebla y Guerrero. Ya que en Oaxaca se marca una ruta antigua en las regiones de la Cañada y Papaloapan, donde municipios como Acatlán de Pérez, Teotitlán de Flores Magón, Valerio Trujano y San Juan Bautista están denominados como municipios con población Afromexicana. Sin embargo, familias de la Costa Chica de Oaxaca indican su origen en comunidades como San Nicolás Guerrero del municipio de Cuajinicuilapa.

Carrillo Méndez, Dulce. Reconocimiento de la población afromexicana en Oaxaca, México. Temas de Ciencia y Tecnología vol. 23 número 67 Enero – Abril 2019 ISSN 2007-0977 pp 11 – 15.

[xii] Autores. Velázquez, María Elisa e Iturralde Nieto, Gabriela. Afrodescendientes en México. Una historia de silencia y discriminación. Colección Conapred. Segunda edición 2016.

[xiii] PERSONAS AFRODESCENDIENTES Y AFROMEXICANAS (Actualización, julio 2020). PDF

[xiv] www.um.es › secciones › recortes-3-Afromexicanos. AFROMEXICANOS, LA TERCERA RAÍZ CULTURAL. Por: Agustín Durán. La Opinión. 24 de febrero de 2008.

[xv] Se sabe que los negros participaron durante la Colonia en la vida social y cultural de las «clases bajas»: se habla de que los hubo «Voladores» en la ceremonia indígena del mismo nombre, de que fueron maestros de baile y de música.

A mediados del siglo XVIII, en la ciudad de México, una figura muy popular que improvisaba versos sobre todo el mundo sin tener pelos en la lengua, fue un moreno que pasó a la historia como el «Negrito Poeta», quien decía de sí mismo:

Aunque soy de raza conga / yo no he nacido africano, / soy, de nación, mexicano / y nacido en Almolonga.

Reuter Jas. La música popular de México. Origen e historia de la música que canta y toca el pueblo mexicano. COLECCION PANORAMA, Segunda edición en español: 1981.

[xvi] En Cuba, no sólo los rasgos físicos, sino que un sinfín de creencias, mitos y costumbres de los antepasados africanos se conservan hasta el día de hoy. Específicamente en la música se tiene el uso de tres tambores rituales, del güiro y de las maracas; el canto responsorial; el uso de la lengua yoruba en las ceremonias; la invocación a los antiguos dioses Shangó, Yemayá, Ogún y los espíritus u orichás.

Reuter Jas. La música popular de México. Origen e historia de la música que canta y toca el pueblo mexicano. COLECCION PANORAMA, Segunda edición en español: 1981.

[xvii] Por equivocados orgullos nacionalistas se ha querido atribuir la «invención» de la marimba a alguna de las culturas mesoamericanas -específicamente a los mayas-; sin embargo, no hay ningún documento arqueológico o histórico que pudiera respaldar esa idea.

La marimba es un xilófono, y en cierto modo el teponaztli con sus dos lengüetas se podría considerar como un xilófono rudimentario.

Esclavos negros; éstos llevaron a las regiones sureñas de la Nueva España, donde el propio fraile había sido nombrado obispo y gobernador, parte de las costumbres y expresiones culturales de su tierra natal africana. Entre estas expresiones había xilófonos hechos de varias tablas de distinto largo y grosor que eran golpeadas con baquetas.

Todavía hoy se usa el kundung en Nigeria, marimba de 14 teclas y resonadores de cuernos de cebú, tocada por dos músicos con baquetas cubiertas en un extremo de bolas de caucho; y en el Alto Volta se usa ampliamente el elong, también de 14 teclas, pero con cajas de resonancia adaptadas de calabazas.

Este origen africano queda comprobado además por otros hechos: en lugares tan lejanos entre sí como son Cuba y las costas pacíficas de Colombia y Ecuador se conocen, precisamente en las· zonas donde predomina la población negra y mulata, instrumentos muy parecidos a los descritos y llamados, como en México, marimbas.

En la misma Guatemala (tan maya, ciertamente, pero culturalmente dominada en tiempos coloniales por los mismos frailes dominicos que fomentaron el asentamiento de esclavos negros en el vecino Chiapas), el instrumento considerado nacional es la marimba que por lo menos desde el siglo XVII se apropiaron los indígenas, aunque la versión guatemalteca es algo diferente de la actual marimba mexicana, ya que en muchos casos sigue usando resonadores de calabazas o «tecomates», mientras que la marimba mexicana se ha ido convirtiendo en un instrumento de gran refinamiento técnico.

Reuter Jas. La música popular de México. Origen e historia de la música que canta y toca el pueblo mexicano. COLECCION PANORAMA, Segunda edición en español: 1981.

[xviii] Morelos nació en Valladolid (hoy Morelia en su honor), estudió en el Colegio de San Nicolás y en 1789 entró al seminario Tridentino de Valladolid, donde se ordenó sacerdote en 1797. En 1799 fue nombrado cura de Carácuaro, donde permaneció hasta 1810, año en que fue comisionado por Miguel Hidalgo como jefe insurgente en el sur de México con la principal encomienda de ocupar el puerto de Acapulco, considerado estratégico para las comunicaciones de la Nueva España.

En sus filas se contarían dueños de haciendas que fungían como jefes rebeldes e insurgentes errantes, mulatos en su mayoría. Sin embargo, tras varias derrotas, Morelos sería capturado el 5 de noviembre de 1815 en Temalaca por el coronel Manuel de la Concha, juzgado por la Inquisición y finalmente fusilado en San Cristóbal Ecatepec, el 22 de diciembre de 1815.

Haas Paciuc, Alexandra. La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común. Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 116, mayo-agosto de 2019, pp. 57-75, ISSN 0185-6022.

[xix] Guerrero nació en Tixtla, en las montañas de la entidad que hoy lleva su nombre. Perteneció a una familia de arrieros y armeros afrodescendientes.

Como presidente, Guerrero volvería a decretar la abolición de la esclavitud, y por presiones políticas internas, renunciaría a la presidencia y pocos años después sería secuestrado y fusilado en Cuilapan, Oaxaca.

Haas Paciuc, Alexandra. La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común. Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 116, mayo-agosto de 2019, pp. 57-75, ISSN 0185-6022.

[xx] Post Opinión. Los afromexicanos, invisibilizados por 200 años, demandan ser tomados en cuenta. Por: Nadia Sanders. Marzo 25, 2020.

[xxi] El Economista. Inegi cuenta por primera vez a la población afromexicana y son 2.5 millones de personas. Por: Ricardo Quiroga. 25 de enero, 2021.

[xxii] López Chávez, América Nicte-Ha. La movilización etnopolítica afromexicana de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca: logros, limitaciones y desafíos. Perfiles Latinoamericanos, 26(52) | 2018. doi: 10.18504/pl2652-010-2018.

[xxiii] Afrodescendientes en México. Protección Internacional de sus Derechos Humanos. ISBN: 978-607-729-222-7. 2016.

Los negros fueron obligados a adoptar la cultura cristiana sin salvedades ni contemplaciones; a diferencia de los indios caen bajo la fanática jurisdicción del Santo Oficio de la Inquisición. Es tal número de expedientes que ventilan acusaciones contra esclavos, por reniego y otras desviaciones de la creencia católica, acumulados en el archivo del Santo Tribunal, que tal parece como si éste hubiese sido creado con el fin específico de reprimir las expresiones culturales negras.

El esclavo, por otra parte, queda ubicado en un modo de producción privativo. Como mano de obras servil, se le destina, en las todos los casos, a contribuir al desarrollo del sistema capitalista; en las mismas (Pachuca, Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas), en los obrajes (México, Puebla, Guanajuato) y en las plantaciones de caña de azúcar, cacao y otras (Morelos, Veracruz, Tabasco).

Hay, ciertamente, negros huidos, llamados cimarrones, que pretenden rehacer en los trópicos sus formas de cultura originales; sin embargo, los palenques que fundan son una y otra vez destruidos por los colonizadores. Así, los negros nunca llegan a reconstruir pueblos o comunidades étnicas.

Aguirre Beltrán, Gonzalo. La presencia del negro en México. Revista del CESLA, núm. 7, 2005, pp. 351-367.

[xxiv] Ley de Derechos de los Pueblos y Comunidades Indígenas del Estado de Oaxaca, mediante la cual se otorgan derechos políticos a los indígenas, en su reforma de 1998, se menciona a los afromestizos como “grupo étnico”.

PERSONAS AFRODESCENDIENTES Y AFROMEXICANAS (Actualización, julio 2020). PDF

[xxv] Post Opinión. Los afromexicanos, invisibilizados por 200 años, demandan ser tomados en cuenta. Por: Nadia Sanders. Marzo 25, 2020.

[xxvi] La Jornada. Afrodescendientes en México son el 2% de la población, revela censo. Por: Jessica Xantomila. 2021-02-02.