Ramallah es quizás la ciudad más conocida de Palestina, ya que es allí donde suelen residir los dilpomáticos, periodistas y cooperantes que se desplazan a Palestina. Ramallah está situada en Cisjordania, en un enclave lleno de pequeñas colinas, a 15 kilómetros al noreste de Al Quds. En su origen fue una ciudad cristiana, pero hoy […]
Ramallah es quizás la ciudad más conocida de Palestina, ya que es allí donde suelen residir los dilpomáticos, periodistas y cooperantes que se desplazan a Palestina. Ramallah está situada en Cisjordania, en un enclave lleno de pequeñas colinas, a 15 kilómetros al noreste de Al Quds. En su origen fue una ciudad cristiana, pero hoy día la mayoría de la población es musulmana. Sin embargo, aún persiste una importante colonia cristiana (25% de la población) que convive sin problemas con los musulmanes. Junto a Ramallah, se sitúa, sin que cesen las edificaciones, al Bireh, la ciudad universitaria.
La historia de Ramallah es relativamente corta, sobre todo si se compara con la de Al Quds. La ciudad fue fundada en el S. XVI por los Haddadin, procedentes del río Jordán. Durante los siglos XVII y XVIII Ramallah se desarrolló como una ciudad predominantemente agrícola y cristiana. Así llegamos a 1908, cuando se le concedió el título de ciudad. En 1917 los británicos ocuparon Ramallah, que estuvo en su poder hasta 1948, cuando pasó a manos jordanas. Dadas las penurias económicas, los cristianos abandonaron la ciudad y fueron a buscar suerte a Estados Unidos. Por su parte, árabes provenientes sobre todo de Khalil -Hebrón- se instalaron en la ciudad.
En 1967 Ramallah fue ocupada por Israel tras la Guerra de los Seis Días. En la actualidad es de los pocos lugares en Palestina que no siguen ocupados. Tras los acuerdos de Oslo, Ramallah quedó dentro de la llamada zona A, donde las competencias legislativas y militares son exclusivamente palestinas -siempre en teoría-.
La vida de Ramallah gira en torno a la plaza de Al-Manara. Es una rotonda, con una fuente con leones en el medio, de la que parten las principales arterias de la ciudad. Restaurantes, pastelerías y hasta tiendas de zumos artesanos pueblan la plaza. Decenas de personas esperan allí a alguien o simplemente se sientan y ven pasar a la gente. No importa la hora que sea, siempre habrá gente: el repartidor de pan se junta por la mañana con los últimos diplomáticos juergistas, y de nuevo otro giro, y vuelta a empezar un nuevo día. No importa el día de la semana o del mes. Por no hablar de las multitudes que se juntan durante los festejos que se producen tras los partidos de fútbol. Sólo los bombardeos israelís son capaces de parar la vida de Al-Manara.
El visitante no puede perderse la Muqataa, el complejo arquitectónico de la antigua prisión británica, que se ha convertido en el símbolo del nacionalismo palestino y en el que está enterrado nada menos que Yasir Arafat. En la Muqataa está provisionalmente la sede de la Autoridad Nacional Palestina, a la espera de que Israel permita el traslado a Al Quds. En 2002 la Muqataa fue casi enteramente destruida por Israel, pero en la actualidad a vuelto a renacer.
Si uno se cansa de la comida árabe y la constante tensión de la zona, Ramallah es capaz de hacer olvidar al occidental que se encuentra fuera de casa. Después de viajar por Cisjordania y soportar los tediosos checkpoints o las preguntas desafiantes de los soldados israelís, en Ramallah uno puede sumergirse, por ejemplo, en el idílico Snowbar, donde puede disfrutar de una pizza o una hamburguesa al lado de otros europeos o americanos pegados a sus portátiles, en un ambiente de relativa tranquilidad. Cuando se pasa algún tiempo en Oriente Próximo, uno necesita ciertos momentos de evasión para recargar energías.
En definitiva, en Ramallah, el forastero no siente estar en un país musulmán. Es frecuente que se sirva alcohol en los bares y se ven muchas mujeres sin velo -aunque claro, sobre todo occidentales-. Es una ciudad tolerante con lo extranjero. Además, en los últimos años Ramallah ha experimentado un importante boom inmobiliario, por la emigración de palestinos de los alrededores, atraídos por la escasez de bombardeos israelís y la posibilidad de encontrar empleo.
Sin embargo, no todo es paz en Ramallah. En los últimos años, ha habido una gran proliferación de asentamientos ilegales alrededor de Ramallah, sobre todo en el camino que va hacia Al Quds, lo que dificulta la expansión de la ciudad. Es frecuente ver las provocaciones de los colonos a la población palestina. Si sigue el avance de los asentamientos en Cisjordania, otras ciudades palestinas desaparecerán antes que Ramallah. Es más, quizás Ramallah sea la última. Pero eso sí, cuando los colonos israelís lleguen a la Muqataa, argumentando que les pertenece por agún derecho divino, el sueño palestino habrá acabado.
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