A través de los Comités de las Mujeres Palestinas en Gaza, con muchas dificultades hemos podido contactar con Sabarin Al Najar, madre de Razan, la enfermera voluntaria asesinada por los sionistas en la Gran Marcha del Retorno a Palestina el 1 de Junio de 2018. El dolor es muy grande. Habíamos intentado en varias ocasiones, […]
A través de los Comités de las Mujeres Palestinas en Gaza, con muchas dificultades hemos podido contactar con Sabarin Al Najar, madre de Razan, la enfermera voluntaria asesinada por los sionistas en la Gran Marcha del Retorno a Palestina el 1 de Junio de 2018. El dolor es muy grande. Habíamos intentado en varias ocasiones, en días distintos, tener una entrevista.
La compañera que nos atendía en su casa nos describía la multitud que la abarrotaba, gentes de todas las edades, mujeres, hombres, mayores, jóvenes, niños y niñas, venidos de todos los puntos de Gaza, a quienes se sumaban periodistas de cualquier medio de comunicación. La multitud quería abrazar a la familia, pasar el dolor con ella, y los otros hablar con sus miembros y transmitir lo sucedido. Por medio de la traductora la señora Sabarin Al Najar nos daba las gracias por el interés que mostrábamos, pero no le era posible atendernos, nos pedía un poco más de tiempo. A través del teléfono escuchamos en varias ocasiones su voz entrecortada, serena, firme, en medio de otras muchas que se alzaban al fondo, quien nos hacía entender se encontraba a su lado dejándonos escuchar, y comprendíamos la dificultad debida al gran número de gente que rodeaba a la familia. El vocerío también hacía difícil que nos entendiésemos las dos partes. Se nos decía que la misma situación se daba fuera de la humilde casa. Muchos presentes querían cuidar a la familia de la dificultad del momento para la señora Sabarin, su marido y las hermanas de Razan. Nuestro momento quedaba así postergado un día y otro. Decidimos esperar lo que fuese necesario.
Entretanto conocimos la otras voces, la de la sociedad palestina, los países árabes y el mundo entero pidiendo justicia, aislamiento, retirada de embajadores, medidas prácticas de condena a Israel por sus continuos crímenes, por su colonización, por todas sus ilegalidades, y por ese último asesinato cometido en la persona de Razan. La indignación en todos los niveles era el fruto de un gran daño causado a la humanidad, al espíritu que conduce a los seres más queridos, más respetados, más admirados, y es que Razan Ashraf Al Najar, con su ejemplo solidario había sido capaz de elevar a la conciencia, a lo más alto y admirable, a lo más hermoso de los seres humanos, su valiosa entrega incondicional a quien reclama justicia y necesita ayuda. Por su entrega su pueblo le dio el título de «El Ángel de la Humanidad». Razan ha pasado a formar parte del estamento superior, ese en el que se sitúan las y los mártires. Los sionazis asesinan a quienes son ejemplo y abren las puertas de la lucha por su independencia a su generación y las generaciones posteriores.
El asesinato de Razan hizo que Palestina se estremeciera de dolor, los pueblos árabes se estremecieran de dolor, el mundo se estremeciera de dolor. Ese mismo día el Consejo de Seguridad de la ONU iba a emitir una condena a Israel, en contraste con las voces de las buenas gentes pretendían hacer una condena débil, por «hacer uso de una fuerza excesiva, desproporcionada e indiscriminada», pero, como siempre, el enemigo principal de los Derechos Humanos, EEUU, por boca de la ultraderechista Nikky Haley, se opuso y paralizó la declaración plasmando la impunidad del sionazismo. La historia la señalará como responsable en primera persona de impedir el bienestar y la paz mundiales. Y también juzgará a la ONU. No vamos a comentar aquí semejante acto.
Discretamente seguíamos intentando encontrar el momento en que causásemos la menor molestia posible, de ninguna manera se podía compensar tanto sufrimiento.
Han transcurrido dos semanas, la compañera traductora nos pedía una y otra vez que le diésemos tiempo, que tuviésemos paciencia, la aglomeración se iba disolviendo, y la familia llevaba días sin descansar, sin poder tener ni un pequeño sueño reparador, le había caído encima un golpe muy difícil de soportar.
En cuanto tuvimos ocasión de hablar con la señora Sabarin lo primero que hicimos fue trasladarle nuestras condolencias en nombre de las y los internacionalistas, de las gentes amantes de la paz y la libertad, le hicimos saber que nos sentimos solidarios con la Gran Marcha del Retorno a Palestina, con el pueblo de Gaza.
Estaba la madre débil de aguantar tanto y tanto, el dolor y el cansancio la habían dejado agotada, la habíamos reconocido en aquellos días vistiendo la bata de enfermera y el chaleco de su hija Razan. A pesar de la tensión que manifestaba su voz, transmitía valor y disposición a continuar la labor de su hija, cuyo nombre significa «Firmeza», «Esperanza», según la traductora nos dijo. Su madre nos contó que «Razan, como si hubiese hecho magia, realizando su tarea de enfermera voluntaria, sin cobrar absolutamente nada, fue a encontrarse conque todo el mundo la quería, la aplaudía, la buscaba, la necesitaba, por su energía, por su consistencia en seguir ese camino donde se está junto a los más necesitados en la batalla, batalla pacífica, por el derecho legítimo de nuestro pueblo al regreso. Mi hija, dijo, como no pudo acabar el bachillerato porque no disponíamos del dinero que nos pedían, encauzó su necesidad de ayudar a la gente en esta otra dirección, la solidaridad la llevaba en la sangre. Y en menos de dos años hizo los cursos de enfermería en el centro de Alnaser. Desde el comienzo de cada Marcha se la encontraba allí, estaba antes de las 7 de la mañana, y trabajaba sin descanso hasta las 9 de la noche en todos los lugares que hubiese necesidad de socorro a los heridos. El material de auxilio de que disponía lo compraba vendiendo las pequeñas cosas de que disponía, había vendido su reloj, su anillo, … con el dinero que le daban iba a por vendas y lo que veía que se necesitaba. Para ayudar a quien necesitase auxilio llegaba hasta el punto cero de contacto con los sionistas, iba con los brazos levantados diciendo así que dejasen de disparar, su finalidad era atender y recoger a los heridos, lo había hecho en muchas ocasiones. Cuando se iba temprano, cuando venía, en casa le decíamos que tuviese cuidado, quienes la admiraban, quienes recibían su ayuda, cualquiera que se le acercase, sus compañeras y compañeros, la respetaban y la seguían. Lo que observábamos es que todo el mundo la quería, la aplaudía, la necesitaba. Ella lo hacía todo por los más necesitados en la batalla, batalla pacífica, por el derecho legítimo de nuestro pueblo al regreso.