Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
El gobierno israelí encabezado por el primer ministro Benyamin Netanyahu está haciendo esfuerzos coordinados para evitar una crisis que se avecina con la administración Obama en relación a la expansión de los asentamientos judíos en Cisjordania.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, está pidiendo que Israel congele todos los proyectos de expansión de los asentamientos en Cisjordania y Jerusalén este para hacer posible la creación de un Estado palestino viable. Sin embargo, hasta el momento Netanyahu ha estado desafiando las demandas estadounidenses, recurriendo a tácticas de distracción y a declaraciones vagas acerca de aceptar una entidad palestina en Cisjordania y Gaza.
El lunes 6 de julio el ministro de Defensa israelí Ehud Barak, que está actuando en la práctica como ministro de Exteriores extraordinario en vez del ampliamente despreciado Avigdor Lieberman, se volvió a reunir en Londres durante 90 minutos con el Enviado de Paz estadounidense George Mitchell. Como siempre, Barak trataba de vender gato por liebre y ofrecía desmantelar «los puestos de avanzada ilegales» a cambio de obtener el consentimiento estadounidense para permitir la construcción de edificios de asentamiento en los «puestos de avanzada legales».
Ambos se habían reunido antes en Nueva York y mantenido «intensas conversaciones» sobre la cuestión de la expansión de los asentamientos. Barak calificó el encuentro de «positivo y constructivo» y afirmó que «no hay crisis en las relaciones entre Estados Unidos e Israel». Sin embargo, informes posteriores indicaban que el encuentro de Nueva York fue un fracaso ya que Mitchell se negó a aceptar las baratijas del vendedor Barak que permitirían a Israel seguir construyendo miles de viviendas para colonos bajo la rúbrica de «crecimiento natural».
Hace unas semanas un diplomático occidental se enfrentó a altos cargos israelíes por los «asentamientos ilegales» y les preguntó por qué Israel, aparentemente un Estado democrático en el que se mantiene el imperio de la ley, permitía de entrada que se establecieran puestos de avanzada ilegales. Lo saltos cargos eludieron la pregunta argumentando que el asunto era «más complicado de lo que parece».
Según los medios de comunicación israelíes, Barak ha estado tratando de impresionar a Mitchell con una oferta de desmantelar 26 puestos de avanzada, tres de los cuales ya han sido desmantelados. Los estadounidenses, sin embargo, tienen una lista de al menos 100 puestos de avanzada que ellos insisten en que Israel debe desmantelar. La mayor parte de ellos se estableció después de que acabara la «era Oslo», especialmente desde 2000, y en su mayoría están construidos sobre tierra privada palestina de la que se han apropiado los colonos a golpe de pistola, con frecuencia en coordinación con el ejército de ocupación israelí.
En 2005 y 2008 Israel se comprometió a desmantelar estos mismos puestos de avanzada, pero sin resultados. Esto explica probablemente por qué Barak no dio a Mitchell un calendario para suprimir los puestos, una señal de que Israel no pretende verdaderamente cumplir su viejo compromiso, que forma parte de la hoja de ruta respaldada por Estados Unidos.
Algunos comentaristas israelíes han calificado de «jugar en tiempo prestado» los esfuerzos israelíes por engatusar a Estados Unidos para que acepte un «compromiso» sobre la expansión de los asentamientos. Esta semana Akiva Eldar escribía en Haaretz que Israel debería darse cuenta de que Estados Unidos considera actividades ilegales todos los asentamientos judíos, incluso en Jerusalén este. «No existe una fórmula mágica por medio de la cual Israel puede convencer a la administración Obama de que acepte la expansión de los asentamientos».
Si no se materializa el buscado «compromiso» con Estados Unidos, es muy de esperar que Israel exprese su «voluntad» de congelar la construcción de asentamientos a cambio de concesiones trascendentales por parte del campo árabe: primero, que los palestinos reconozcan a Israel como un Estados exclusivamente judío en el que los no judíos tienen que aceptar [su] inferioridad racial o abandonarlo y, segundo, una profunda y multifacética normalización entre Israel y todo el mundo árabe.
Por supuesto, Israel se da cuenta de que los palestinos y otros árabes nunca aceptarían estas humillantes condiciones previas que equivalen a una especie de capitulación ante la intransigencia israelí. Por tanto, esta declaración no sería sino una continuación de la política de gestos, que representa el modus operandi del discurso del gobierno de Netanyahu. También es un indicio de que Israel no está realmente interesado en alcanzar una paz honesta y digna con los palestinos, sino que sólo está tratando de arrojar el consabido balón al campo árabe o, al menos, al estadounidense.
En realidad Netanyahu ha estado alardeando de haber logrado crear «un consenso nacional» sobre las restricciones y proscripciones que harían nula está «aceptación» de un Estado palestino. En su discurso pronunciado la semana pasada en la universidad de Bar Ilan Netanyahu, que apenas si pronunció una vez las palabras «Estado palestino», afirmó que Israel tendría que controlar estrechamente las fronteras, los pasos fronterizos, el espacio aéreo, los recursos acuíferos y las relaciones exteriores de este Estado, que dijo que tendría que estar completamente desmilitarizado. Netanyahu también afirmó que los palestinos tendrían que renunciar al derecho al retorno de los millones de refugiados arrancados de sus hogares cuando se creó Israel en Palestina en 1948. También afirmó que Jerusalén este seguiría siendo parte de Israel en el contexto de cualquier acuerdo de paz con los palestinos.
Al preferir calmar y complacer a sus socios de extrema derecha en la coalición en vez de tratar con honestidad las cada vez mayores demandas internacionales de acabar con los 42 años de una ocupación similar a los nazis, Netanyahu apuesta cada vez más por Barak, al que la máquina hasbra [de propaganda, en hebreo] israelí califica falsamente de «izquierdista», y por el presidente israelí Shimon Peres, supuesta «paloma de la paz».
La semana pasada Peres, que estaba participando en una conferencia interconfesional en Astana, capital de Kazajastán, llamó al rey saudí Abdullah «para que se reuniera conmigo en Jerusalén, Riyad o cualquier otro lugar para hacer que se hiera real la promesa de paz». Considerado mayoritariamente como un maestro de la hipocresía y la duplicidad moral, Peres ignoró completamente el hecho de que el sueño de paz ha sido prácticamente asesinado por la inexorable expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania y también por el sistemático rechazo israelí de todas las ofertas de paz árabes, incluyendo la propia iniciativa de paz árabe de Arabia Saudi.
Con todo, cada vez está más claro que ni las evasivas de Netanyahu ni las tácticas de vendedor de Barak y ni siquiera la magia de las relaciones públicas de Peres están logrando que mucha gente conceda a Israel el beneficio de la duda.
El lunes 6 de julio la ex-ministra de Exteriores y líder de la oposición Tzipi Livni acusó a Netanyahu de ser deshonesto y mentiroso en relación a su compromiso declarado con la solución de los dos Estados. «Él no sabe que éste es el camino adecuado para Israel, pero entiende que es lo correcto que hay que decir. El mundo lo está pidiendo, por eso dice «tengo que decirlo»; así es cómo se explica su discurso ante los miembros de su facción» afirmó Livni.
Mientras, los asentamientos continúan expandiéndose sin cesar como si no hubiera una crisis respecto a ellos. El Jerusalem Post del 6 de julio informó de que el gobierno ha concedido incentivos financieros para animar a los colonos a comprar casas en Cisjordania. Los fuertes subsidios, afirma Peace Now, que hace un seguimiento de la expansión de los asentamientos judíos en Cisjordania, ayudarían a posibles colonos a trasladarse a los asentamientos. «De este modo, el gobierno demuestra su rechazo de la solución de los dos Estados».
Enlace con el original: http://weekly.ahram.org.eg/