Los chiítas de Bahrein, de nuevo en efervescencia, denuncian el doble rasero que evidencia la falta de apoyo árabe e internacional, sobre todo de EEUU, a su movimiento de protesta, motivado, a su juicio, por su confesión religiosa y por las sospechas de sus lazos con Irán.
«El caso de Bahrein es el ejemplo típico de la hipocresía internacional», subrayó Matar Matar, un antiguo electo de Wefaq, el principal movimiento de oposición chiíta en el reino gobernado durante siglos por la dinastía sunita de los Al-Khalifa. Los rebeldes chiítas bahreiníes lamentan la ausencia de apoyo extranjero a su levantamiento.
Matar denunció la política de doble rasero, sobre todo de EEUU, que sólo ha expresado un débil respaldo a las reivindicaciones democráticas de los bahreiníes mientras que apoyó y apoya abiertamente otras revueltas en países árabes. Occidente se contentó con pedir reformas y respeto a los derechos humanos.
Las protestas que iniciaron los chiíes a mediados de febrero de 2011 para exigir una verdadera monarquía constitucional fueron duramente reprimidas un mes después por el Gobierno con el apoyo de las otras monarquías del Golfo, encabezados por Arabia Saudí, que enviaron tropas. Una comisión independiente de investigación denunció la «fuerza excesiva e injustificada» en la represión, que causó al menos 35 muertos ese mes.
Manifestaciones más pequeñas, sobre todo en zonas chiíes, continuaron de manera puntual en un intento opositor por reactivar el levantamiento.
Los chiítas, mayoritarios en el reino, aseguran que su movimiento fue aplastado sin levantar mucho ruido porque es percibido, fuera de Bahrein, como responsable de un complot iraní contra la dinastía sunita.
«El factor de confesional» ha sido la principal razón de la falta de apoyo a este movimiento, estima Shadi Hamid, del Brookings Center de Doha. «La percepción general era que el levantamiento era chiíta y no contaba con el total apoyo de la oposición», agrega.
Irán, Irak y Líbano apoyaron el levantamiento bahreiní mientras que el resto del mundo árabe, en su mayoría sunita, se mostró más desconfiado.
Los sunitas vieron en el levantamiento de Bahrein solo una «revolución sectaria, una insurrección chiíta contra los sunitas» que suscitó entre esta comunidad el temor a ser marginada como sucedió en Irak tras la caída de Saddam Hussein, debido al «odio histórico» de los chiítas.
Wefaq niega cualquier vínculo con el Irán chiíta y el principio de Wilayat al-Faqih, que prima la religión sobre la política y es la base del sistema político iraní y reitera su voluntad de cohabitar con la familia real.
«Bahrein ha sido (para EEUU) la ocasión de probar su política de apoyo a la democracia, pero no ha pasado la prueba», subrayó Hamid, destacando la importancia estratégica del país que acoge a la Quinta Flota de EEUU.