Las caras de Al Qaeda cambian. El puñado de camaradas de Osama Bin Laden supervivientes, refugiados y escondidos desde hace más de una década en los confines de Paquistán o de Afganistán, ya no tienen el monopolio de la violencia islamista internacional. Nuevas generaciones de herederos, en Oriente Medio o en África subsahariana especialmente, han […]
Las caras de Al Qaeda cambian. El puñado de camaradas de Osama Bin Laden supervivientes, refugiados y escondidos desde hace más de una década en los confines de Paquistán o de Afganistán, ya no tienen el monopolio de la violencia islamista internacional. Nuevas generaciones de herederos, en Oriente Medio o en África subsahariana especialmente, han asumido su bandera y sus métodos, frecuentemente terroristas. Estos hombres conectados a su origen, han elegido reivindicar en sus propias regiones, el mensaje adaptado de la estructura matriz, creando las franquicias: Al Qaeda del Magreb islámico (AQMI), Al Qaeda en la Penísula Arábiga (AQAP), Al Qaeda en Irak, convertida en octubre de 2006 en Estado Islámico de Irak (EII) o incluso una parte de los Shebabs somalíes.
Empapados de ideología global, algunos desarraigados, estos militantes libres de ataduras, buscaron aliarse en cada lugar con las fuerzas locales, en general salafistas, para instrumentalizarlas, fagocitarlas de hecho, a fin de conseguir sumarlas a los conflictos pendientes y absorber las fuerzas tradicionales, políticas y sociales de las revueltas indígenas. Al Qaeda 2.0, a través de sus franquicias, se nutre y se desarrolla en contacto con los movimientos autóctonos; se aprovechan de los apoyos y la capacidad movilizadora preexistente como parásitos, aunque bien aceptados por sus huéspedes tácticos.
Siria no escapa a esta regla. La rebelión iniciada en la primavera de 2011 y sumida en la violencia a partir del verano, vio aumentar considerablemente en su seno el componente islamista con la aparición y el rápido ascenso de los grupos armados yihadistas a lo largo del año 2012; el Estado Islámico de Irak (EII) buscó extenderse hacia el este para formar el Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL). Según un modelo de alianza/absorción semejante a otros, el Estado Islámico de Irak anunció en abril de 2013 la fusión con Jabhat al-NusrA (JAN), una de las organizaciones armadas islamistas más radicales en ese momento sobre suelo sirio. Sin éxito.
Este artículo querría analizar esta tentativa fracasada de internacionalización de la guerra en Siria. La dimensión transnacional, sirio-iraquí no ha tenido éxito y sin duda, no lo tendrá en un futuro próximo. Además, es bastante reveladora de un fenómeno general, compartido en un grado u otro por todas las franquicias de Al Qaeda: la resistencia política de los «locales» que, de hecho, lleva a una forma de traición ideológica de las franquicias respecto a la estructura de «Al Qaeda-matriz».
Los elementos de análisis propuestos aquí, se basan en las conversaciones mantenidas sobre el terreno durante quince días en septiembre de 2013 con una veintena de agentes, expertos en logística, periodistas y doctores sirios que tenían su base y actuaban en la frontera turco-siria (Gaziantep, Kilis, Reyhanli y Antakya).
Divergencias JAN/EII en Siria
En abril, el emir de EIL, Abou-Bakr Al-Bagdadi, anunció unilateralmente la fusión de estos dos grupos al mismo tiempo que proclamaba que el Estado Islámico conjunto de Irak y el Levante (o Sham, en el discurso islamista) forma parte del JAN. Casi inmediatamente, la iniciativa es rechazada por el líder sirio, Abou-Mohammed Al-Golani, que se opone tajantemente a reconocer la preeminencia de Al-Bagdadi. El jefe de Al-Qaeda-matriz, Ayman Al-Zawahiri, da la razón al primero, sugiriendo posteriormente que JAN debe conservar una cierta autonomía. Sin embargo, sobre el terreno, el efecto es devastador para JAN que ve cómo se marcha la mayor parte de los combatientes, voluntarios extranjeros llegados a lo largo de los meses anteriores en apoyo a la insurrección, que prefieren el binacionalismo o transnacionalismo y se unen a la nueva estructura. El golpe es doble cuando Al-Golani creyendo evitar la sangría, anuncia su aproximación a Al-Zawahiri: entonces pierde sus militantes sirios. A lo largo de todo el verano de 2013, JAN se encuentra muy debilitado. Se recupera un poco este otoño recobrando algunos de sus antiguos partidarios sirios.
Las razones más profundas de la decisión de Al-Golani son todavía un misterio. Más aún tras haber sido el asistente de Al-Bagdadi durante los combates en Irak a lo largo de la década de los 2000. Entre algunos periodistas sirios, se dice que Al-Golani y una buena parte de sus amigos, no hubieran querido involucrarse totalmente en Irak. Habrían participado como mal menor en la guerra civil iraquí porque les resultaba imposible permanecer en Siria a menos que aceptasen ir a prisión o incluso la tortura. Cualquiera que sea la veracidad de estas especulaciones sobre las causas profundas de Al-Golani en Irak, el hecho es que a su vuelta encuentra rápidamente el camino de la cárcel. Así mismo, sea cual sea la razón de su rechazo, este acto demuestra que pretende luchar exclusivamente en un marco sirio por objetivos políticos sirios. La creación, el último 24 de septiembre de un conjunto autoproclamado «Ejército del Islam» que reúne trece grupos islamistas sirios que no reconocen la autoridad del Ejército sirio de Liberación, y sin hacer tampoco mención al EILL, refuerza la idea de un islamismo sirio de vocación fundamentalmente nacional, que tiende a desconfiar de las tentativas exteriores de recuperación. De forma bastante inesperada, la focalización en los problemas locales es válida también para la mayoría de los voluntarios internacionales.
Politización back home de los combatientes internacionales
Más allá de las motivaciones puramente ideológicas que mezclan solidaridad musulmana y lucha contra las injusticias que inflige el infiel, la mayoría de los milicianos extranjeros venidos a combatir en Siria mantienen una relación política clara con las apuestas específicas de sus países de origen. Su movilización y desplazamiento revelan de entrada fenómenos locales, back home («de vuelta a casa») incluyendo el Estado islámico de Irak y el Levante. El proyecto iraquí ha aprovechado mucho el relativo debilitamiento del JAN que integra en su seno a la mayoría de los extranjeros que dejan la organización siria, en primer lugar los iraquíes, pero también los saudíes, yemeníes y los venidos de los restantes Estados del Golfo (Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Qatar). A lo largo de ajustes puntuales y de cambios personales que no cesan prácticamente nunca, este grupo presenta en la actualidad una cierta homogeneidad regional centrada en la Península Arábiga y en Irak. Estos hombres, que evidentemente sostienen el proyecto transnacional de Irak y de Sham, luchan también y sobre todo, contra el imperialismo chií del que, según ellos, Irán es la principal fuerza. Los saudíes, los iraquíes y el resto tienen como objetivo en Siria contener al máximo las veleidades de influencia iraní, activas y relativamente eficaces en Líbano y en Irak y que, en caso de victoria, podrían adquirir la suficiente importancia para molestar a los suníes en el corazón mismo de la Península Arábiga.
El fenómeno de la politización back home todavía es más evidente en el caso de los caucasianos y los libios. Generalmente luchan separados de los otros grupos y tienen referencias claras, unos, la de Rusia y los otros a Gadafi. Para los primeros, se trata de ser útiles allí donde es posible combatir. Frente a las condiciones demasiado difíciles en sus países, muchos, incluso los voluntarios venidos directamente de las repúblicas norcaucasianas, eligen alistarse en Siria. Sin ninguna duda, es una forma de luchar contra Rusia; también hacen saber que una vez que Assad haya sido derrocado, gracias a los contactos establecidos, estarán en condiciones de oponer al Kremlin una fuerza multinacional, motivada y entrenada que se desplazará hasta el Cáucaso. Este razonamiento, al menos en su primera parte, sirve para los centroasiáticos, los azerbaijanos, los argelinos y los marroquíes: «puesto que en nuestro país (todavía) no tiene sentido rebelarse, mejor partir». Los caucasianos, por medio de su jefe, Abou-Oumar Al-Chichani, se acercaron al EIL; Incluso Al Chichani fue nombrado comandante de la región norte del Estado islámico pero, según fuentes coincidentes, parece que en septiembre se ha distanciado. Para los libios, y esto es válido para los tunecinos y los egipcios, la jihad en Siria se relaciona directamente con las revoluciones de la primavera árabe: una victoria islamista permitirá favorecer a domicilio a las fuerzas salafistas y esperan reforzarlas en su búsqueda del poder en última instancia, posiblemente violenta.
Evidentemente, las tomas de posición nacionales o regionales entre las unidades no son estáticas. Los cambios son fáciles, los grupos son fluidos. Los caucasianos combaten con el EILL, al igual que algunos libios, tunecinos, egipcios, argelinos, centroasiáticos, sin contar los conversos europeos, que, sin embargo, no representan más que una pequeña parte de los milicianos. Incluso se pueden encontrar ciudadanos del Golfo e iraquíes en otras estructuras combatientes. Simplemente no hay que subestimar el papel del predominio transnacional del grupo sirio-iraquí.
Un relato islamista transnacional fallido
Al contrario que Al Qaeda que en sus inicios se definía como un movimiento transnacional, supranacional, una vanguardia armada de la oumma (comunidad), cuyos partidarios «desnacionalizados» son capaces de actuar no importa en qué lugar del mundo, sus franquicias actuales tienden a «reterritorializarse». Se instalan según las problemáticas políticas enraizadas en el tejido social de un lugar y recompuestas estas estructuras, se deslocalizan. Se autonomizan de la estructura-matriz/1 y de esta manera pierden la dimensión tradicional originaria. Sigue dándose la afiliación a Al-Qaeda, relegada a los confines de las montañas orientales de Afganistán, pero en los escenarios en los que se actúa (Siria, Irak, Somalia, Yemen) resulta bastante teórica. Es cierto que la lealtad a Al-Zawahiri está asegurada pero éste no ejerce en la práctica ninguna autoridad. También está descartado que pueda dar instrucciones a sus milicias armadas que, sin embargo, se reclaman de la marca que él ha heredado. Sus objetivos así como sus formas de compromiso y su aprovisionamiento logístico, especialmente financiero, los deciden ellos mismos. Algunos expertos destacan/2 que los líderes más jóvenes de esta segunda generación «territorializada» no mantienen con Al-Zawahiri más que una relación muy superficial; especialmente ideológica, pero a distancia. El silencio de Al-Bagdadi de EIIL, que literalmente ignoró la declaración del líder de Al-Qaeda en el momento del malentendido con Jabhat al-Nusra, es un ejemplo revelador.
La desconexión adquiere una importancia significativa en el plano estratégico hasta el punto que traiciona el proyecto de Al-Qaeda en su primera versión. En efecto, las prioridades operativas de estos grupos 2.0 no tienen nada que ver con las originarias. Para todas las franquicias, se trata de atacar antes al enemigo próximo que al lejano. Actuar y golpear el corazón de Occidente ya no es un objetivo inmediato; aunque también es cierto que estos grupos, incluso si barajan teóricamente esta posibilidad, en realidad no cuentan con los medios materiales y humanos para llevarla a cabo. Más bien, apuntan a los estados herejes, corruptos, que en sus actos degradan la ley del Islam y colaboran con las potencias occidentales, comprometiéndose con ellas y autorizando la presencia de tropas extranjeras, «cristianas», sobre los territorios del Islam.
Miran también a los chiíes: Irán, sus aliados y sus milicias supletorias que, según ellos, se ha visto que tienen veleidades expansionistas. La dimensión antichií se revela especialmente movilizadora para las franquicias radicadas en Irak y en los estados del Golfo. La confesionalidad intra-islámica, anti-chií y anti-suní moderada, hoy incluso tiende generalmente a predominar sobre la lucha inter-civilizaciones que opone cristianos (asociados a los judíos) a musulmanes. En esto rompen claramente con los preceptos establecidos por el mismísimo Bin Laden que en ningún caso antes había estigmatizado a los chiíes/3. Algunos cuadros de Al-Qaeda, a comienzos de los años 2000, incluso habrían aprovechado la complicidad iraní en sus intentos de reconstruir las redes yihadistas/4. De manera bastante paradójica, en un contexto globalizado, el transnacionalismo islamista sufre para imponerse.
Conclusión
Sin duda, la negación transnacional es momentánea. La oposición al kâfir, chií, cristiano o suní no practicante, es probablemente el mejor eje para un retorno al transnacionalismo. Si los movimientos perduran tal como están constituidos y se desarrollan actualmente en Siria, en Irak, en Egipto, en Libia, en el Sahel, en Somalia y en Kenia, deberán aparecer pasarelas, se deberían formar redes plurinacionales. A fuerza de luchar localmente, a fuerza de tentar uniones transnacionales para formar el Estado Islámico de Irak y Levante, se construyen historias. Al mismo tiempo que se dan los movimientos individuales entre frentes de guerra, se tejen lazos que permanecen. Un relato va tomando cuerpo. Los voluntarios jihadistas se posicionan y se inscriben en un marco de acción cuyo sentido descansa sobre una profunda narrativa, sobre experiencias pasadas, sobre hechos convertidos en históricos. Esta es la condición esencial para que el relato islamista transnacional pueda existir y movilizar. Era demasiado temprano para la época de Osama bin Laden. Después, como en la dialéctica hegeliana, el islamismo territorializado, negando el primer impulso, se impuso. Él mismo será negado o más bien sobrepasado y podrá dar lugar a un conjunto verdadera y efectivamente desterritorializado, islamista-jihadista, dispuesto a añadir los occidentales a los chiíes en la lista de sus enemigos.
Laurent Vinatier es investigador asociado al Institut Thomas More y consultor, Emerging Actors Consulting, Suiza.
Notas:
1/Idea avanzada igualmente por Mohammad-Mahmoud Ould Mohamedou en su obra: Understanding Al Qaeda: The Transformation of War, Pluto Press, 2006.
2/Información relatada por The Economist, «Briefing: The State of Al-Qaeda», 28 septiembre 2013, p. 22.
3/ Como lo destaca Mohammad-Mahmoud Ould Mohamedou, en una conversación con el autor en Ginebra, en el Centre de Politique de Sécurité, 9 septiembre 2013.
4/ Los iraníes, por ejemplo, habrían dejado pasar libremente a activistas de Al-Qaeda justo después de los ataques de del 11 septiembre.
Fuente original: http://religion.info/french/article…
Traducción: VIENTO SUR