Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
El último intercambio de prisioneros entre Israel e Hizbola es altamente indicativo de que al menos algunos árabes están empezando a comprender la depravada mentalidad sionista y actúan en consecuencia. Esta mentalidad se basa en la arrogancia, la insolencia y la superioridad religiosa y étnica.
Israel, un país cuyo imaginario colectivo considera a los no judíos prácticamente animales o, cuando menos, seres humanos inferiores, se tiene que enfrentar a un nuevo enemigo, a un enemigo que no se asustará de su brutalidad abrumadora, sino a uno que se enfrentará al terrorismo de Estado de Israel con dureza, resistencia, valor y rebeldía.
Es una nueva realidad que los israelíes, especialmente sus dirigentes, todavía tienen que aceptar, sobre todo desde el punto de vista psicológico.
Esto explica la profunda frustración que resulta patente en el tono de los dirigentes israelíes al reaccionar al último intercambio de prisioneros, especialmente al hecho de que se haya obligado a Israel a liberar el guerrillero libanés Samir Kuntar.
Ignorando completamente sus incontables pecados asesinos propios, Israel ha llegado a considerar a Kuntar el prototipo del terrorista máximo, como si las decenas de miles de asesinos y terroristas judíos cuyas manos están manchadas con una cantidad descomunal del sangre inocente fueran los ángeles de amor y de clemencia del Señor.
Es más, si Israel fuera un Estado normal y su pueblo fuera un pueblo normal, habría adoptado una actitud justa y honesta en relación a sus vecinos, una actitud que no haría dsitinciones entre «una sangre y otra» ni entre «una vida y otra».
Sin lugar a dudas, semejante actitud habría salvado miles de vidas, judías y árabes, y habría ahorrado a la zona y a los pueblos que habitan en ella décadas de dolor y de sufrimiento.
Pero entonces el sionismo estaría perdiendo su rostro, su mentalidad y su corazón, y se estaría metamorfoseando en algo completamente diferente.
Por desgracia, probablemente es inútil predicar moralidad al sionismo, un movimiento manifiestamente demoniaco del que la experiencia demuestra que no es capaz de comportarse moral y humanamente.
Pues bien, examinemos algunas de las declaraciones y observaciones hechas por los dirigentes sionistas en relación al último intercambio con Hizbola.
Shimon Peres, el héroe de la masacre de Qana en1996, actualmente el presidente de Israel, se le ha citado afirmando: «no queremos que los asesinos estén libres, pero tenemos la obligación moral de traer a casa a los soldados a los que enviamos a defender su país».
También se informó de que Peres había dicho que «mi corazón está destrozado por la decisión de liberar a Kuntar», y añadió que esta decisión «no implica en modo alguno el perdón».
Desde luego, nadie, sea árabe o no, está especialmente contento con lo que hizo Kuntar en 1979, a pesar de que el ejército israelí fue entonces parcialmente responsable de que la guerrilla libanesa matara a tres israelíes: un policía paramilitar, un hombre y su hija.
Las tres víctimas, como muchas otras víctimas, árabes o judías, se habrían ahorrado si la insolente clase militar dirigente israelí se hubiera comportado sabiamente.
Después de todo, Kuntar y sus compañeros que fueron asesinados en aquella operación de rescate no fueron a Israel a matar y derramar sangre sino a forzar a Israel a liberar a prisioneros árabes.
No obstante, uno está empujado a plantear preguntas difíciles, preguntas que la mayoría de los israelíes no quieren oír ni mucho menos contestar, pero que cuando se ven enfrentados a ellas, o bien tratan de evadirse o bien responden con evasivas y utilizan subterfugios al responder.
¿Quién ha matado a más inocentes, Shimon Peres o Samir Kuntar? ¿Quién tiene más sangre en las manos, incluyendo la sangre de niños, Shimon Peres o Samir Kuntar? ¿Quién ha infligido a gente inocente más terror, sufrimiento y muerte, Shimon Peres o Samir Kuntar?
Si la honestidad ha de ser el arbitro supremo, entonces nadie puede eludir la ineludible conclusión de que quienes realmente necesitan el perdón por sus horribles crímenes contra la humanidad son los asesinos de masas israelíes, vivos o muertos, como Peres, Ariel Sharon y otros dirigentes israelíes.
De hecho, los israelíes deberían recordar en esta ocasión que un cargo de presidente, el traje y la corbata y la capacidad de hablar de manera elocuente en varios idiomas, y el ser recibido por hombres de Estado y VIPs de todo el mundo en realidad no transforma a un criminal en un auténtico ser humano.
Un criminal es un criminal, especialmente si se niega a aceptar sus crímenes y si se niega a pedir perdón a sus víctimas. No hay necesidad de decir que Peres no ha hecho ni una cosa ni otra.
Pero entonces a los criminales no les preocupan sus pecados.
Una anciana israelí entrevistada por el diario Ha’aretz arremetía contra Hizbola por haberse negado a decir hasta el último momento si los dos prisioneros israelíes estaban vivos o muertos.
«Es el día más triste para Israel. Nos tuvieron esperando hasta el último momento para conocer cuál era la suerte de nuestro hijos», afirmó la mujer.
Desde luego, simpatizo con esta mujer a nivel personal. Sin embargo, me gustaría preguntar a esta señora israelí por qué pensó que las vidas judías valían más que las vidas no judías.
También me gustaría preguntarle qué les diría a las madres, familias y parientes de los miles de prisioneros árabes que desde 1976 languidecen en cárceles israelíes oscuras y subterráneas.
¿Estamos hablando de prisioneros de guerra y desaparecidos en combate, y de otras personas normales cuyas familias no tienen modo alguno de saber si sus seres queridos están vivos o muertos? ¿Estos «prisioneros olvidados» no son también seres humanos? ¿Son hijos de un Dios menor?
Por desgracia, a la mayoría de los israelíes, completamente absortos en sí mismos y egocéntricos, no les gusta que se les plantee estas preguntas por temor a que su complejo de superioridad y su psicosis colectiva queden expuestos.
Por último, el último intercambio de prisioneros demuestra que Israel sólo entiende el lenguaje de la fría realpolitik que es por definición inmoral y coercitiva.
El mensaje es muy claro para los palestinos, que tienen a más de 10.000 seres queridos languideciendo en las prisiones israelíes: si queréis que Israel libere a vuestros seres queridos, tomad rehenes israelíes y cambiadlos por cautivos palestinos.
Enlace con el original: http://palestinethinktank.com/2008/07/17/khalid-amayreh-reflections-on-the-israel-hezbollah-prisoner-swap-deal/