Justamente el día que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan encara la ímproba tarea de lavar su imagen frente al mundo, firmando acuerdos con Tel Aviv, para superar la crisis diplomática tras el «incidente» del 31de mayo de 2010, cuando el carguero Mavi Marmara, que se dirigía a Gaza con una ayuda humanitaria, fue asaltado […]
Justamente el día que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan encara la ímproba tarea de lavar su imagen frente al mundo, firmando acuerdos con Tel Aviv, para superar la crisis diplomática tras el «incidente» del 31de mayo de 2010, cuando el carguero Mavi Marmara, que se dirigía a Gaza con una ayuda humanitaria, fue asaltado por fuerza israelíes que asesinaron a 10 pacifistas turcos e hirieron a otros 60. Y como jugando a dos bandas, Erdogan, ha pedido disculpas oficiales por el derribo del caza ruso Su 24 en noviembre del año pasado.
A tanta muestra de humanidad, como si lo hubiera sospechado, al presidente Erdogan, le han respondido con un violento ataque contra el aeropuerto Atatürk de Estambul, que hasta el momento ha dejado cerca de 40 muertos y un número indeterminado de heridos, cifras que en el trascurso de las horas sin duda se irán ajustando.
La operatoria de los atacantes tiene la marca de Estado Islámico, que ya ha perpetrado numerosos atentados en Turquía. En este caso un número indeterminad de atacantes abrió fuego contra viajeros en un sector de aeropuerto con AK 44 para luego estallarse.
Este no ha sido el primer atentado, ni el más sangriento, que Estado Islámico realiza en suelo turco. Desde el año pasado una seguidilla de ataques han sacudido reiterada veces al país.
El 20 de julio del año pasado en el pueblo de Suruç, mientras se desarrollaba un acto de las juventudes socialistas opositores a Erdogan, varias explosiones terminaron con la vida de 33 militantes, mientras otros 100 quedaron heridos.
El 10 de octubre último tras inmolarse, dos suicidas, murieron 95 muertos y 256 resultaron heridos, frente a la estación ferroviaria central de Ankara.
Estado Islámico se adjudicó la bomba que mató a 13 turistas alemanes en la plaza de Sultanahmet de Estambul el pasado 12 de enero; El 17 de febrero un coche bomba mató a otras 29 personas, aunque el gobierno acusó a un grupo armado llamado Halcones del Kurdistán (TAK en siglas kurdas), a pesar de que este tipo de atentados no son propios de la resistencia kurda. El domingo 13 de marzo en el parque Kizilay, el centro de Ankara, otro ataque suicida dejó 40 muertos y 125 heridos. El último ataque de envergadura registrado el 6 de este mes en Estambul, al paso de un ómnibus policías, fue detonado un coche bomba que dejó d 11 muertos y cerca de 40 heridos.
Sin duda el atentado de hoy ha golpeado de manera especial a las autoridades ya que el Aeropuerto de Atartuk, es uno de los nudos de conexión más importantes del mundo, el tercero de Europa, el año pasado 61 millones de pasajero pasaron por allí, con más de 1500 vuelos al día.
Con cariño para Erdogan
No hay que ser un experto para entender que este nuevo atentado ha tenido un solo destinatario y este es el presidente Erdogan, a quien Estado Islámico, ahora si le ha declarado la guerra.
El intento del presidente por limpiar su imagen y despegarse de los sabidos vínculos con el Califa Ibrahim, es lo que ha provocado este golpe, que más allá del número de víctima, ha buscado dar, muy del estilo del Daesh, un golpe mediático.
El blanqueo de las relaciones con Israel, que en realidad nunca estuvieron cortadas y se incrementaron a partir de 2011 con la guerra contra Siria, en la que Erdogan puso su país a disposición de los miles de combatientes que llegaron allí para penetrar al territorio sirio a través de algún punto de los casi mil kilómetros de frontera. Campos de entrenamiento, hospitales, hangares de abastecimiento, inteligencia, información, incluso un gigantesco centro de distribución de Captagon la droga más utilizada por los salafistas, todo lo dispuso Erdogan para colaborar con la caída del presidente sirio Bashar al-Assad, con el obvio guiño de los Estados Unidos, Francia, Reino Unido y el apoyo económico de Arabia Saudita y Qatar y el beneplácito de Tel Aviv.
Pero desde enero de 2011 a hoy ha pasado mucho petróleo bajo el puente, y ya nada es igual. Rusia intervino de manera decisoria en el conflicto sirio, no solo ha colaborado para derrota las fuerza fundamentalistas, sino que sus bombas rusas fueron a dar al blanco más sensible de Erdogán, como lo ha denunciado el propio presidente Vladimir Putin, la empresa del hijo de Recep, Bilal Erdogan, BMZ Ltd fue la encargada de vender y distribuir el petróleo que Estado Islámico extraía del norte de Irak y las zonas que controlaba en Siria. Una flota de más de 80 mil camiones cisterna al día atravesaban por algún punto de los 850 Km. de la frontera siria-turca, para cargar los buques que trasportaban el petróleo robado a mercados del lejano oriente.
La denuncia de Putin fue acompañada por fotografías satelitales tomadas por los aviones rusos que operaban contra posiciones del Frente al-Nusra, el al-Qaeda sirio, Estado Islámico y el Ejercito Libre Sirio, las tres fuerzas más importante que combaten contra Bashar al-Assad.
Con este nuevo atentado Estado Islámico, si fue solo Estado Islámico y no intervino algún servicio de inteligencia occidental, Erdogan está en su punto más débil de su sultanato.
Mientras Estados Unidos se aleja de las monarquías del Golfo Pérsico y se acerca a Teherán, y se abre a los kurdos; los europeos se han perdido en su multitud de crisis: la económica, los refugiados y el Brexit; Israel operara obviamente junto a Washington; así que al sultán, por ahora, solo le tocará enterrar los muertos.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.