Gaza es una geografía de más de un millón y medio de cadáveres (según las últimas estadísticas). Un millón y medio de hombres, mujeres y niños mártires del sionismo y la teocracia de la Kneset y los Consejos de Seguridad y la quijada del asno con la que Sansón golpeó a los filisteos y los […]
Gaza es una geografía de más de un millón y medio de cadáveres (según las últimas estadísticas). Un millón y medio de hombres, mujeres y niños mártires del sionismo y la teocracia de la Kneset y los Consejos de Seguridad y la quijada del asno con la que Sansón golpeó a los filisteos y los informativos equidistantes y la acepción «Palestina» en la Enciclopedia Británica y los disparos siempre al aire del Tzáhal y Theodor Herzl y James Balfour y David Ben Gurion y Moshe Dayan y Golda Meir y Shimon Peres y Menahem Beguin y Ariel Sharon (desde el hospital Tel Hashomer) y Ehud Olmert y Ehud Barak y Tzipi Livni que tiene nombre de barra de labios de Tyfanny & Co y la historia universal de la infamia y la seducción primigenia de los kibutz y los «enviados especiales» en Sderot con imágenes del humo lejos, siempre lejos (repitiendo en prime time en inglés, francés, español, alemán o italiano cómo «si ustedes se fijan con atención, podrán distinguir al fondo las zonas donde caen las bombas») y centenares de jóvenes reservistas y subfusiles «Uzi» en las discotecas de Jerusalén y las bibliotecas llenas de lágrimas y la mala conciencia occidental y la rabia madre por dios tengo frío, mucho frío y el fósforo blanco y el carbono, el tungseno, el cobalto, el níquel y la dinamita y la sirena del shabat cada viernes en crepúsculo y los activos y bien remunerados espías del Mossad (Sinbed) y doscientos años de cruzadas y el té a media tarde en los jardines de Alá y corresponsales en el Hilton y American Colony y décadas y décadas de gobiernos árabes siempre preocupados por la «suerte y los derechos de nuestros hermanos» y las cumbres europeas en balnearios egipcios (?) y los Mercedes oficiales de la Autoridad Nacional y millones de hectáreas de olivos arrancados a fuego de bulldozer y el 78% de los israelíes favorables a la matanza (fuente: diario Haaretz) y el clientelismo de Al Fatath y cientos de kilómetros de muros y vergüenzas y la «burguesía piadosa» de Hamas captando desde la base juventud urbana pobre durante años de permisividad sionista para minar las organizaciones palestinas laicas y la mitología sustituyendo a la historia…
Hoy, rigurosamente hoy, un millón y medio de muertos (según las últimas estadísticas) en la metrópoli, los pueblos y los campamentos de Gaza tratan de leer a oscuras y sin alimentos lo que escribió su poeta Fadwa Touqan en una noche como ésta no hace tanto tiempo: «Cuando la peste se propagó por mi ciudad, salí con el pecho descubierto gritando al viento lo implacable de la tristeza. Sopla, viento, y tráenos las nubes, haz que la lluvia caiga para que purifique el aire de mi ciudad, para que lave las casas, las montañas y los árboles. Sopla, viento, y conduce las nubes a nosotros y que la lluvia caiga, que la lluvia no pare de caer». Quiere decir, y lo sabemos, «me basta con morir en mi país, con ser allí enterrada, con disolverme y anularme allí, resucitar hierba en su tierra, renacer flor que cortará algún niño crecido en mi país, me basta estar en el regazo de mi patria. Tierra, árbol, flor». En el hospital Al Quds alguien señala a la ventana. Entra, tibia, suavemente, un dulce rayo de sol.