Por qué este libro. Desde mi punto de vista, las fotografías, los textos introductorios y el listado de los pueblos palestinos destruidos en 1948 por los israelíes son un todo, una ganzúa que derrama la mirada y la llena de imágenes y razones sobre la existencia del pueblo palestino, de antes y, también, del porqué […]
Por qué este libro. Desde mi punto de vista, las fotografías, los textos introductorios y el listado de los pueblos palestinos destruidos en 1948 por los israelíes son un todo, una ganzúa que derrama la mirada y la llena de imágenes y razones sobre la existencia del pueblo palestino, de antes y, también, del porqué de la resistencia de hoy, su fuerza para que después de tantas penalidades y fracasos, continúe la lucha. Es más que un libro de fotos.
Las fotos no sólo sirven para emerger la historia y recuperar un tiempo, haciéndolo presente, como dice Pedro Martínez Montávez, maestro de tantos arabistas y de personas que como este cronista se han acercado a la causa palestina, sino como apunta él mismo, señalan todo lo que no quisieran los publicistas de este Israel que existiera y que cuanto menos se consiguiera desconocer, porque le deslegitima. De ahí el intento israelí de borrar la memoria, hasta el nombre de los pueblos que han destruido o suplantado con nuevas construcciones.
Teresa Aranguren y Bishara Khader contribuyen narrando la historia de la tragedia palestina, desde el final del siglo XIX hasta la Nakba, la partición de Palestina, el intento de erradicar al pueblo palestino de su tierra. La imposición de un grupo humano cohesionado por su marchamo racista y supremacista, el sionismo, en la tierra donde existe un pueblo, queriendo su destrucción, un sociocidio que señala Khader o, como acaba su texto Aranguren, que no sería posible si no se vaciaba el territorio de su población árabe.
El profesor Mansour, un ciudadano palestino con pasaporte israelí, vecino de Haifa, que comenzó recogiendo la historia oral de los palestinos, sobre todo de aquellos que ahora residen en el oeste de la línea del alto el fuego de 1948, ha ampliado esas historias, gracias a la confianza recibida, recogiendo fotografías familiares, cotidianas, palestinas. De su archivo proceden un gran número de fotografías de este libro.
La fotógrafa Sandra Barrilaro ha hecho una cuidada selección de las fotos del libro no sólo atendiendo a su calidad fotográfica sino por su aportación documental procedentes de los archivos de Mansour, de la colección Matson, UNRWA y de otras personas y entidades, más de doscientas, ampliando las recogidas en antologías de difícil acceso como las de Khalidi o Sanbar.
Pero volviendo al profesor Mansour, y la fuerza de las fotografías, éstas son más que instantáneas sujetas a una época que demuestran, en la cotidianidad de unas vidas, estudios, trabajos, bodas, deportes,… que había una sociedad, un pueblo, cristianos y musulmanes y también judíos, en la tierra palestina antes de la creación de eslóganes sionistas que intentaron vender la idea de una tierra vacía, con la complicidad colonial de unos y después de otros. Es la rebeldía de lo que podría haber sido la vida de esas personas. Y, de ahí, para los que contemplen estas imágenes, el refuerzo del relato histórico palestino y la transmisión de una concepción de futuro.
Por último, un aplauso a la aventura de editar un libro bilingüe en castellano y árabe por parte de Ediciones del Oriente y Mediterráneo. Es un plus comunicativo y, en estos tiempos de cólera, un lazo solidario y reivindicativo.
Santiago González Vallejo (CSCA)
Mundo Obrero. Febrero 2016
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