Recomiendo:
0

Resistir a la Nakba

Fuentes: Al-Ahram/Kana'an on line

1881 es la fecha exacta en que dio comienzo la colonización de Palestina un proceso, como todo el mundo sabe, que todavía no ha terminado. De manera que, por mucho que se intente presentar a los Palestinos como un pueblo post-Nakba, todos nosotros seguimos inmersos en ella. Lo que se está celebrando este año no […]

1881 es la fecha exacta en que dio comienzo la colonización de Palestina un proceso, como todo el mundo sabe, que todavía no ha terminado. De manera que, por mucho que se intente presentar a los Palestinos como un pueblo post-Nakba, todos nosotros seguimos inmersos en ella. Lo que se está celebrando este año no es, en absoluto, una conmemoración, sino el testimonio de que la Nakba es un proceso diseñado para destruir Palestina y a los palestinos, que sigue su marcha.

Lo mas difícil de entender en la moderna historia de Palestina y de los palestinos es el significado de la Nakba. ¿Es la Nakba un acontecimiento puntual que tuvo lugar y terminó en 1948, o es algo más? ¿Qué significan los intentos políticos de cosificar la Nakba y convertirla en un acontecimiento del pasado que se conmemora anualmente y ante cuyo formidable simbolismo nos inclinamos? ¿Cuáles son los efectos de la Nakba, episodio histórico que lamentamos pero que, en última instancia, terminamos aceptando como algo perteneciente al pasado?

Me atrevo a sugerir que convertir la Nakba en un acontecimiento del pasado, en un hecho consumado que no podemos sino aceptar, admitir y, finalmente trascender (por más que sea cierto que para ir hacia delante no podemos sino dejar la Nakba atrás), es una decisión que tiene también otras lecturas. Se ha llegado incluso a sugerir que si Israel reconoce y pide perdón por la Nakba, los palestinos perdonarían y olvidarían y los efectos de la Nakba que, a su vez, serían relegados a conmemoraciones históricas no muy diferentes a las que han tenido lugar este año.

En mi opinión, el significado de la Nakba es completamente diferente y el esfuerzo por limitarla este año a un 60 aniversario constituye un grave error. Porque, en efecto, la Nakba es mucho más antigua que esos 60 años y sigue además, a pleno rendimiento, recorriendo la historia al tiempo que acumula sobre las espaldas del pueblo palestino más y mayores calamidades cada día. Sostengo por tanto que la Nakba es un acontecimiento que dura ya 127 años y que no ha terminado todavía. 1881 es la fecha exacta en que dio comienzo la colonización de Palestina un proceso, como todo el mundo sabe, que todavía no ha terminado. De manera que por mucho que se intente presentar a los Palestinos como un pueblo post-Nakba, todos nosotros seguimos inmersos en ella. Lo que se está celebrando este año no es, en absoluto, una conmemoración sino el testimonio de que la Nakba es un proceso diseñado para destruir Palestina y a los palestinos, que sigue su marcha. Insisto por tanto en que este año no se conmemora el 60 aniversario de la Nakba sino el año más que nos toca soportar su brutalidad; insisto también en que la historia de la Nakba nunca fue un hecho histórico limitado sólo a nuestro pasado sino, decididamente, la única y verdadera historia de nuestro presente.

El significado de NAKBA

Aunque la Nakba sea una palabra traducida al Inglés con el significado de catástrofe, desastre o calamidad, estas traducciones no consiguen abarcar todas las ramificaciones y matices de su significado en lengua árabe. La Nakba es un acto perpetrado por el sionismo y sus colaboradores contra Palestina y los palestinos que ha convertido a este pueblo en mankubin (1). Ni la lengua inglesa ni la española tienen una buena traducción para esta palabra, a menos que la forcemos un poco para calificar a los palestinos como «pueblo sometido a la catástrofe, a la calamidad». Pero a diferencia del significado griego de la palabra catástrofe que significa cataclismo producido por la Naturaleza o del latino desastre, que significa accidente calamitoso que se produce cuando las estrellas no se encuentran en el alineamiento correcto, Nakba es un acto de destrucción deliberada ejercido sobre todo un país y su gente. La palabra fue acuñada por el intelectual árabe Constantino Zureik en su breve libro AGOSTO 1948 acerca de una Nakba que se estaba produciendo en el mismo momento en el que él se encontraba escribiendo aquellas paginas, de la misma manera que se está produciendo ahora, en el mismo momento en que yo escribo estas líneas.

Hay que decir también que desde el primer momento los palestinos se resistieron a la lógica racista y colonial de la Nakba, luchando contra los colonialistas, primero desde 1880 a1890 y después en 1910, 20, 30, 50, 60 y hasta nuestros días. Si la resistencia palestina fue incapaz de prevenir la expulsión masiva de más de la mitad de su pueblo y no pudo impedir tampoco el descarado robo de la mayor parte de sus tierras, tuvo sin embargo más éxito en lo que se refiere a la derrota de la memoria oficial sionista. En efecto, la memoria ha sido siempre un componente clave en la resistencia Palestina. Cuando los palestinos insisten en nombrar a su país, a sus ciudades y sus pueblos con sus nombres originales, no sólo están rechazando los vulgares nombres con los que el sionismo ha ido re-nombrando su tierra, sino que están construyendo una memoria geográfica que Israel se ha empeñado en hacer desaparecer, incluso físicamente. La crueldad sionista ha sido tal que, durante los 50 primeros años después su creación, Israel ha seguido insistiendo no sólo en que los palestinos no existían como pueblo sino, ni siquiera, como nombre y que incluso este nombre palestinos no debería siquiera pronunciarse.

Y es que para los sionistas esta palabra funciona como una suerte de encantamiento que tendría el poder de hacerlos desaparecer. No andan muy equivocados pues esta palabra, en si misma, la mejor forma de resistencia contra la memoria oficial, se constituye a sí misma en fuente de resistencia, tanto en la vida como en la cultura palestina, en su identidad y en su sentido de la nacionalidad, cosas que Israel había creído erradicar para siempre y cuya simple supervivencia constituye una amenaza para esa operación de la memoria basada en la invención ficticia de una no-Palestina o de unos no-palestinos.

La contra-memoria palestina está en directa confrontación con los logros de una Nakba diseñada para hacer olvidar el nombre de Palestina como nombre geográfico y una ofensa a los esfuerzos de la Nakba actual y pretende hacernos olvidar que los palestinos son una nación al poner el énfasis en una historia pre-Nakba. La supervivencia de los palestinos desde que comenzó la Nakba, y a pesar de los continuos esfuerzos que se han hecho para acabar con ellos, convierte la Nakba en una victoria sionista muy poco rentable. Es en este contexto es donde se comprende mejor la insistencia israelí de dar a los ciudadanos palestinos de Israel el nombre de árabes israelíes burdo intento de condenar su «palestinidad» al silencio. La insistencia sionista en que los refugiados palestinos se establezcan en sus actuales lugares de acogida haciendo que esos países les concedan su nacionalidad, es otro intento más de erradicar su nombre de la faz de la tierra.

Que hace un decenio Israel admitiera finalmente la existencia de un pueblo palestino fue sólo al precio de reducir su número a un tercio del total. Al firmar los Acuerdos de Oslo, Israel acordó con los colaboracionistas palestinos y sus líderes el precio que la Autoridad Palestina tendría que pagar para que Israel empezara a llamar a Cisjordania y a Gaza por sus verdaderos nombres. El precio fue nada menos que la «despalestinización «del resto del pueblo palestino. A cambio, los líderes colaboracionistas palestinos, bajo el disfraz de los Acuerdos de Génova, aceptarían que se triplicara el número de habitantes de un Israel reconocido públicamente como el Estado de TODOS los judíos del mundo (2) excluyendo, eso sí, a los ciudadanos palestinos que han vivido siempre ahí y sobre los que el Estado de Israel, por supuesto, gobierna.

Pero este acuerdo doloso no ha tenido éxito. Por mucho que la Autoridad Palestina haya intentado legitimarse a si misma siempre se ha visto como lo que en realidad es: a saber, un engendro del ocupante israelí no muy diferente a todos esos regimenes de marionetas que existen en Asia y África al servicio de sus antiguos amos colonialistas; la misma función que, por otra parte, cumplieron los Judenraete o Consejos Judíos creados por los nazis en los getos de la Polonia ocupada y que tenían la misión de controlar la vida de los judíos a través de los impuestos o de servicios públicos tales como Correos; o, también, como en los Batustanes que la Sudáfrica del apartheid creó como sustitutos de las tribus. El intento de la Autoridad Palestina de monopolizar el poder de nombrar a los palestinos o a los judíos fracasó igual que fracasaron los numerosos intentos que los precedieron. Y es que los palestinos insisten en seguir utilizando su nombre dentro de su propio país y, por otra parte, los judíos no-israelíes insisten en que están bien donde están y no quieren adquirir la nacionalidad israelí no importa cuanta ayuda pudiera prestarles el Gobierno de Israel. Es decir, las políticas de los nombres son las políticas del poder y la resistencia. El poder de nombrar es capaz de crear falsas historias o ficciones que pudieran ir en contra de la estricta realidad. Mientras que Israel ha conseguido imponer un cierto número de realidades físicas y geográficas sobre el terreno, su esfuerzo por erradicar la memoria histórica ha fracasado. Los palestinos siguen estando ahí para impedirlo.

La Nakba es ahora.

Ha existido siempre, es decir desde que el término Nakba empezó a utilizarse para denominar las tumultuosas acciones de 1948, un esfuerzo subterráneo que intenta redefinir su significado como algo perteneciente al pasado y no como un acontecimiento todavía en curso. No se trata de un esfuerzo epistemológico sino estrictamente elegido desde el punto de vista político. Identificar la Nakba como un hecho pasado y acabado es, a todas luces, declararle irreversible. Es insistir en el matiz de que no se podrá volver a hacer ningún esfuerzo por redefinirlo, que no existirá posibilidad alguna de levantar ningún obstáculo a su paso. Es garantizar su legitimidad histórica y política y aceptar todas sus consecuencias como algo perfectamente natural. De esta manera, la resistencia de los ciudadanos palestinos de Israel, de acuerdo con la versión sionista, no sería una verdadera resistencia anticolonialista o una que persiguiera legítimos derechos civiles nacionales sino, más bien una lucha absurda que propondría nada menos que revisar el significado de la Nakba.

Que Israel haya aprobado, en distintos campos, más de 20 leyes cuyo único objetivo es institucionalizar de alguna manera los privilegios raciales y religiosos de los judíos y sus deberes sobre los ciudadanos no-judíos, es un hecho que se nos presenta como una consagración de la normalidad de la Nakba, algo que, por su parte, los palestinos continúan negándose a aceptar. En realidad, algunos líderes israelíes, Tzip Livni entre ellos, han sugerido que los ciudadanos palestinos de Israel deberían emigrar a países que pudieran garantizarles sus derechos nacionales en lugar de seguir dentro de Israel donde NUNCA podrán conseguirlos como consecuencia directa del desarrollo de la Nakba actual. Muy a menudo se dice que «pueblos más importantes que ellos» optaron en otros tiempos por autodesplazarse de unos países que se negaban a reconocer sus derechos y emigraron a otros que se comprometieron a respetarlos. Puede que haga referencia, sin ir más lejos, a esos judíos europeos en su día responsables de la Nakba palestina. Según esta teoría, si los palestinos de Israel quieren seguir dentro de Israel, se verán forzados a aceptar la normalidad de la Nakba y, por lo tanto, su nuevo status como mankubin por lo que nunca podrían acceder a los mismos derechos de los judíos. El rechazo de estos palestinos a las consecuencias de la Nakba es, precisamente, lo que hace que quieran revertir sus efectos exigiendo a Israel que renuncie a sus leyes racistas para que, de esta forma, pueda llegar a transformarse en un verdadero estado israelí, que no judío. Israel siempre y ahora también el Presidente Bush, ha insistido en que las consecuencias de la Nakba tienen que ser aceptadas por todos los palestinos. Estas consecuencias son, en primer lugar, que fue la Nakba la que transformó a Palestina en un «Estado judío» (y no al revés); En segundo lugar, que se trata de una situación NO reversible y, por último, que no importa cuanto trabajen los movimientos civiles por los derechos humanos o lo que pueda conseguir la resistencia, esta situación ya no tiene vuelta de hoja. Sin embargo, los ciudadanos palestinos de Israel siguen negándose a aceptar este planteamiento y continúan resistiendo el mero concepto de reversibilidad. Por lo tanto, su difícil situación, dice Israel, no es consecuencia de la Nakba, sino de su irreductible empeño en resistirse a ella.

Se dice también que los refugiados palestinos que languidecen en los campos desde hace 60 años tienen las mismas características de otros refugiados que, como consecuencia de las guerras, llenan el mundo de los siglos XX y XXI. Que sus problemas, por tanto, no tienen relación alguna con las acciones sionistas llevadas a cabo en 1947-1948 y que son la causa directa de su expulsión. Pero Israel sigue insistiendo en que la causa directa de estas desgracias fue, en primer lugar, su negativa a asentarse en esos lugares de exilio así como la negativa de los países árabes que los acogieron a darles su nacionalidad. Los refugiados, siguen insistiendo los sionistas, sufren no a causa de la Nakba, sino por su negativa a aceptar la Nakba y a ellos mismos como mankubin.

Esto mismo ocurre con los palestinos de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental. Sus problemas, dicen los sionistas, surgieron a raíz de una guerra internacional que tuvo lugar en 1967 y cuya causa fue, precisamente, que los árabes seguían negándose a aceptar la Nakba de 1948 como un hecho permanente. Si los palestinos y sus aliados se hubieran limitado a aceptarla, las calamidades que les afligen habrían terminado.

Insistir en que la Nakba es un acto de destrucción en presente continuo es negarse a reconocer que sus objetivos han sido alcanzados. La resistencia palestina es lo único que, por tanto, explica el incompleto trabajo de la Nakba y su brutalidad siempre creciente. Israel y sus partidarios internacionales siguen insistiendo en que los palestinos tienen la obligación de reconocer la Nakba y aceptar su derrota. Aceptar también su expulsión, su ciudadanía de tercera dentro del Estado de Israel, aceptar la conquista de 1967… y que, una vez aceptadas estas cosas, sus calamidades habrían terminado. El único problema, según Israel, es que a los palestinos no les da la gana de dejar de luchar contra ella.

En 1880, cuando los colonos europeos judíos les expulsaron de las tierras que habían adquirido de los grandes propietarios absentistas y que ellos habían venido cultivando hacía siglos, los campesinos palestinos se resistieron como pudieron a la Nakba. En 1930 la resistencia palestina adoptó la forma de una gran sublevación que durante tres años se enfrentó no sólo a las fuerzas sionistas sino también a los británicos que las apoyaban. En 1947/48 cuando la mayor parte de su país fue conquistado y confiscado por las leyes racistas del Estado judío, los palestinos siguieron luchando. Todavía hoy, según Israel y el New York Times, la resistencia a la Nakba continúa tanto en Cisjordania como en Gaza lo que, de hecho, ha ido creado un gran número de Nakbas. Si los palestinos aceptaran de una vez la permanente situación de sitio que Israel ha montado sobre ellos en Gaza, la mayor prisión del mundo al aire libre, el Estado sionista de Israel no se vería forzado a bombardearles y a matar a sus hijos y a destruir sus casas, se limitaría, simplemente a matarlos de hambre pero manteniéndolos a salvo dentro de los reducidos límites de ese cómodo apartheid.

Si los palestinos aceptaran de una vez por todas su status de mankubin, la Nakba, un proceso todavía en marcha, podría, al fin, considerarse acabado. Esta visión colonial del concepto conquista no resulta desde luego excepcional, ni se ve limitado a los israelíes. ¿No fue, ahora hace cinco años, cuando la resistencia iraquí hizo frente a los planes estadounidenses de inavasión de Iraq que el Presidente Bush proclamó como «misión cumplida»? También aquí la resistencia iraquí al proceso de destrucción desencadenado por los estadounidenses sería la verdadera causa de esta destrucción y lo que en realidad impediría que la misión de ejército USA se diese por terminada.

¿Qué es entonces lo que mueve a los palestinos a resistirse a la Nakba impuesta por Israel? Moshe Dayan dio, hace tiempo, una elocuente descripción de los hechos: «Todos y cada uno de nuestros pueblos se han construido sobre los antiguas pueblos árabes. Nadie recuerda cómo se llamaban estos pueblos y yo no se lo reprocho, porque los libros de geografía que incluían esos nombres tampoco existen ya. Y no sólo han desaparecido los libros: la NAHALAL judía se levantó sobre MAHLUL; GVAT sobre JIBTA, SARID sobre HANEIFA y KFAR-JEHOSHUA sobre TEL-SHAMAN. No hay un solo lugar en este país que no tuviera antes alguna población árabe.»

El éxito de la resistencia palestina a la Nakba ha forzado a un proceso semejante que ha obligado a dar un nombre a las victorias israelíes y sionistas. Y ese nombre es el nombre por el que se las conoce hoy día en casi todo el mundo y también, aunque de manera mucho más limitada, en Estados Unidos. De manera que haciéndonos eco de las palabras de M. Dayan podríamos decir que: La resistencia palestina y su victimización ha venido a reemplazar el sentido de cada una de las conquistas y victorias sionistas. Probablemente ninguno de ustedes recuerde ya el nombre de estas victorias y tampoco nosotros podríamos reprochárselo ya que los libros de historia sionistas y la misma propaganda que una vez les confirió su legitimidad, ya no las considera legítimas. Y no solamente han perdido legitimidad estos libros o esta propaganda, sino que las victorias sionistas e israelíes que reseñaban tampoco se reconocen ya como tales. El concepto Nakba ha venido así a ocupar el de guerra de independencia israelí; apartheid reemplazó al de soberanía israelí; expulsión de los palestinos al Plan Dalet o incluso al de regreso de los judíos a su hogar ancestral; racismo institucionalizado y legal en Israel ha venido a sustituir al de democracia israelí; el de ciudadanos palestinos de Israel reemplazó al de árabes israelíes; Pueblo palestino al de comunidades-no judías de Pâlestina» tal y como la Declaración de Balfour se había atrevido a describirlas y, last but not least, el maftul palestino sustituyó al cus-cus israelí que, por su parte, continua intentando reemplazar al maftul palestino original (3). En fin, que se podría decir que no hay una sola victoria en este país a la que los palestinos no sigan desafiando, resistiéndose contra ella.

Como de forma inquebrantable continúan también resistiéndose a la Nakba y negándose a abandonar sus tierras; con huelgas, manifestaciones y desobediencia civil; a través del arte, la música y la danza; de la poesía, el teatro y la novela; escribiendo su propia historia y reafirmando su propia geografía; con denuncias ante los tribunales internaciones y las Naciones Unidas. Y también con piedras y armas. La no aceptación del derecho de resistencia que les acoge (y que está garantizado y legalizado por la ley internacional) no se limita por supuesto al uso de las armas, sino que afecta igualmente al arte, los libros, la música, a sus manifestaciones o incluso a sus reclamaciones, en todos los foros de la ONU, para que se enseñe su historia, se cuente la Nakba, se la recuerde e incluso, se rememore.

La Nakba que a finales del siglo XIX planificaron los sionistas incluía la ocupación de toda Palestina, la expulsión de la población árabe nativa silgue siendo una realidad incontestable que todavía continua su andadura. Pero mientras que las adquisiciones de tierra dieron comienzo en 1880 y el saqueo masivo tuvo lugar en 1948, Israel, a día de hoy, no ha conseguido todavía hacerse con la totalidad de Palestina. La confiscación permanente de tierras en la Jerusalén Oriental y Cisjordania constituye una parte muy importante de la Nakba actual. Los planes sionistas para convertir a la población de árabes palestinos de Israel en ARABREIN, también. Si de acuerdo con las leyes internacionales Israel no ha podido todavía expulsar a todos los palestinos ha planeado sin embargo una astuta alternativa con el objetivo, primero, de esconder detrás de un muro a todos aquellos a los que no ha podido expulsar, acotando así un espacio al que denominaría «Estado palestino» y, en segundo lugar, confinar dentro de los limites acotados por ese muro a todos aquellos palestinos que residen «fuera», y en primer lugar a los ciudadanos palestinos residentes en Israel. El resultado, por supuesto, sería la creación de un ARABREIN ISRAEL incontaminado protegido al otro lado del muro. Hoy día, la resistencia a esta nueva Nakba esta siendo activamente castigada por Israel con la colaboración de la Autoridad Palestina y la de los gobiernos árabes patrocinados por los EEEUU.

La destrucción de más de 500 pueblos palestinos no se produjo, de repente, en 1948. Se trata de un proceso continuo que se ha venido desarrollando a lo largo de todos los años que siguieron a la conquista sionista. La expulsión de los palestinos dio comienzo en 1880, en el terrible mes de noviembre de 1947 pero es indispensable recordar que los sionistas habían expulsado a 400.000 palestinos antes del 14 de Mayo de 1948. Muchos cientos de miles más serían expulsados en los meses y años que siguieron, a lo largo de toda la década de los 50 y de nuevo a partir de 1967. Pero las expulsiones aún no han terminado. La sola presencia de los palestinos es la razón principal de que Israel pretenda deshacerse de ellos. Si los palestinos aceptasen abandonar Palestina por su propia voluntad, Israel ha asegurado que no habría más expulsiones. Me gustaría señalar que la insistencia sionista en este tipo de autodesplazamiento no se dirige sólo contra los palestinos. Desde su nacimiento hasta nuestros días, el sionismo e Israel han pedido encarecidamente y siguen pidiéndolo, que toda la judería del mundo se traslade a Israel. Igual que los palestinos, la mayoría de los judíos que viven fuera de Israel siguen resistiéndose a abandonar sus hogares. Mientras que Israel ya no puede atraer a los judíos que viven fuera (y hubo tiempos en que sí pudo) sigue sin embargo siendo perfectamente capaz de expulsar a los palestinos no importa cuánto se le puedan resistir.

La resistencia es ahora

La resistencia palestina, ya lo hemos mencionado, es activa en muchos frentes. Una de las más importantes campañas organizada por los palestinos de Israel propone la abolición de todas sus leyes racistas. En este sentido las organizaciones palestinas dentro de Israel han publicado numerosas propuestas y documentos. Pero esta campaña debería internacionalizarse. Las Naciones Unidas, y otro tipo de organizaciones y foros internacionales, tendrían que presionar a Israel para que se deshiciera de ellas. Esta propuesta para nada demagógica, no como la que se propuso en la ONU en 1975 que intentaba igualar la definición de sionismo y racismo), intenta demostrar que Israel es un Estado institucionalmente racista que gobierna a través de unas leyes racistas que han de ser abolidas.

De igual manera, los palestinos y sus aliados han organizado una campaña internacional para que no se invierta en Israel y se boicoteen sus proyectos y que habrá de durar, al menos, hasta que cese en sus violaciones de la ley internacional y deje de ocupar Cisjordania y Gaza. Ésta es otra campaña en marcha que ha obtenido, hasta ahora, un buen número de victorias.

Pero nada de esto quiere decir que los palestinos no sigan soportando grandes penalidades. El sufrimiento de los gazatíes no ha hecho sino crecer a lo largo de estos últimos años puesto que Israel los castiga por negarse a aceptar no sólo el estado de hecho del PALESTINENSERRAT ISRAEL sino también el que los colaboracionistas palestinos han impuesto en Cisjordania e intentan con todas sus fuerzas imponer en Gaza en un esfuerzo ilegítimo por derrotar al Gobierno democráticamente elegido por todos los palestinos. Los crímenes de guerra de Israel contra la población de Gaza son el pan nuestro de cada día. A los gazatíes no les queda otra salida que no sea resistir.

Al resistirse a la Nakba, los palestinos han dado en el clavo del proyecto sionista que se ha esforzado tanto en transformar la Nakba en un recuerdo. Al resistirse a Israel, los palestinos han obligado al mundo a ser testigos de la Nakba como una realidad presente; un hecho que, contrariamente a lo que dicen los sionistas, sigue siendo algo reversible. Y esto es precisamente lo que amarga a Israel y al sionismo: su incapacidad manifiesta para completar su misión de colonizar toda Palestina, expulsar a sus pobladores palestinos y reunir en esta colonia a todos los judíos del mundo. Y esto también lo que mantiene a los sionistas y a su proyecto en estado de continua inquietud y, también, en presente continuo.

Aunque Israel utilice esta situación para proyectarse a sí mismo como una víctima de sus propias víctimas, no le ha quedado otro remedio que ir aceptando, inconsciente pero también conscientemente, que el proyecto sionista no es irreversible. La crueldad que ha demostrado y continúa demostrando, con la población palestina es directamente proporcional a su convencimiento de que los árabes palestinos siguen siendo capaces de acabar con los logros obtenidos hasta ahora y reinvertir su proyecto colonial. El problema de Israel no es que sepa que en todo ese país de colonos no existe un solo lugar que no estuviera antes habitado por palestinos, sino que esta convencido de que, hoy por hoy, no existe tampoco un solo lugar en ese imaginario «Estado judío» que haya conseguido librarse de sus habitantes árabes palestinos que, además, piensan seguir reclamando lo que es suyo

Que la Nakba sea un proceso inacabado se debe a que los palestinos se han negado siempre a convertirse en mankubines. Lo que estamos viendo en las conmemoraciones de este año no es solamente un año mas de la Nakba sino las conmemoraciones de un año más en ese esfuerzo de resistir a la Nakba. Aquéllos que aconsejan a nuestro pueblo que acepte la Nakba saben bien que aceptarla sería precisamente lo que les obligaría a tragar con todas sus consecuencias sin restricción alguna. Pero los palestinos no son tontos y están convencidos de que la única forma de acabar con la Nakba es seguir resistiendo.

NOTAS:

  1. Transposición fonética de una palabra árabe formada a partir de la raíz NAKBA y que aquí se traduce como desposeídos. (Nota de la traductora).
  2. es decir, no sólo de los judíos que VIVEN YA dentro de él, sino también, de cualquier otro ciudadano del mundo cuya religión sea la judía.

Joseph Massad es profesor asociado de Historia Política Moderna del Mundo Arabe en la Universidad de Columbia de New Cork. Es autor del libro Vigencia de la Cuestion Palesina. Este trabajo apareció en Al- Ahram y se reproduce ahora con el permiso del autor.

Traducción para el CSCA: Pilar Salamanca

Fuente: lhttp://www.nodo50.org/csca/agenda08/palestina/arti285.htm

rCR