Traducido para Rebelión por LB
Querido Bernard-Henri Lévy, lamentablemente no nos conocemos personalmente. Nos encontramos brevemente en medio de los escombros humeantes de la ciudad de Gori, en plena guerra de Georgia. Usted fue allí para una breve visita y atrajo la atención habitual, igual que lo ha hecho en otras zonas de conflicto que ha visitado.
Admiro profundamente a destacados intelectuales como usted que se toman en serio eso de visitar los campos de exterminio y hablar en voz alta. Su intento de proteger a Israel, como lo demuestra su artículo publicado en Haaretz el pasado martes («Es hora de dejar de demonizar a Israel«), complació a muchos israelíes, ansiosos de escuchar una palabra agradable sobre su país, un lujo muy poco frecuente en estos días.
No voy a estropear su deleite. Sin embargo, en el nombre de su llamamiento a poner coto a la desinformación, me gustaría llamar su atención sobre algunas informaciones que pueden haber escapado a su memoria.
Es lícito aventurar que en sus años mozos usted se habría unido a la flotilla. En aquellos tiempos un bloqueo de más de cuatro años sobre una población de millón y medio de personas habría despertado en usted un impulso moral que le habría llevado a unirse a la protesta. Sin embargo, hoy, por lo que respecta a usted y a la mayoría de los israelíes, en Gaza no hay bloqueo.
Hablar de ello es, en su opinión, «desinformación».
Por cierto, puesto que ya estaba usted por aquí, ¿por qué no se fue a echar un vistazo a Gaza como hizo su amigo Mario Vargas Llosa, para ver con sus propios ojos si hay o no hay bloqueo? Los médicos del hospital Shifa, por ejemplo, le habrían informado de los muertos que tienen allí a causa del no-bloqueo.
Cierto, nadie se muere de hambre en Gaza. Sin embargo, la organización Gisha para la libertad de movimientos ha publicado esta semana un informe en el que se dice que al día de hoy Israel permite la entrada a Gaza de 97 artículos, en comparación con los 4.000 que entraban antes del asedio. ¿Eso no es bloqueo?
Un gran supermercado israelí alberga entre 10.000 y 15.000 productos; uno de París seguramente contiene más. Sin embargo, en Gaza los israelíes solo permiten [la entrada de] 97 productos. Cabría esperar mayor comprensión de las necesidades gastronómicas por parte de un bon vivant refinado como usted.
Dice usted, como si fuera el portavoz del ejército israelí, que Israel permite que entren en Gaza entre 100 y 125 camiones al día. Cien camiones para millón y medio de personas, ¿acaso no es eso un «asedio implacable», como lo llamó el diario Liberation al que usted fustigó por hacerlo?
El 80% de los habitantes de Gaza sobreviven gracias a las ayudas que reciben, el 90% de sus fábricas están cerradas o funcionan por debajo de su capacidad. En serio, Bernard-Henri, ¿eso no es un bloqueo? ¿No deberíamos suponer de un gran intelectual como usted, mucho más que de cualquier otra persona, que supiera que la gente, gazatíes incluidos, necesita algo más que pan y agua?
Dejemos en paz las estadísticas, al fin y al cabo los filósofos no se ocupan de números.
Usted escribe que Israel ha sido tildado de responsable del bloqueo «hasta la náusea», y que esto es un bloqueo -vaya, de repente usted mismo lo llama bloqueo- impuesto por Israel y Egipto.
Correcto. La participación de Egipto es ciertamente escandalosa e inexplicable, pero Egipto e Israel no deberían ser juzgados de la misma manera. La ocupación en Gaza no ha terminado, simplemente se ha desplazado para mayor comodidad del ocupante, pero Israel sigue siendo responsable. La moneda de curso legal en Gaza es el shekel, el registro de la población lo realiza Israel, que también controla a toda persona que entra en la Franja.
Décadas de ocupación han hecho de Gaza un territorio dependiente de Israel e Israel no puede deshacerse de él mediante una simple «desconexión».
Pero dejemos a un lado el bloqueo, tanto si lo niega usted como si lo justifica. Ahora bien, ¿cómo puede usted ignorar el contexto? Ha habido 43 años de ocupación y la desesperación de millones de personas, algunas de los cuales quizá preferirían ser Bernard-Henri Lévy antes que pasarse la vida luchando por sobrevivir.
¿Qué probabilidades tiene un joven palestino de lograr algo en la vida?
Observe las fotos de los gazatíes que se arremolinaban ayer en los pasos fronterizos de Rafah y analice sus expresiones.
Seguramente ha oído hablar usted de la libertad. Usted no puede culpar a nadie de la ocupación excepto a nosotros, los israelíes. Hay muchas excusas para justificarla, pero ninguna modifica el hecho esencial: Israel es una potencia ocupante. Esa es la raíz de todo el mal y eso es lo que usted ha ocultado. Ni una palabra sobre ello.
Es posible que Israel tenga derecho a impedir la entrada de armamento a Gaza, pero usted no tiene derecho a ignorar lo que ha convertido a Gaza en una región de refugiados desesperados.
Tiene razón, Bernard-Henri: el mundo exige a Israel más de lo que le exige a las dictaduras. Eso no es «la confusión de una era», como dice usted, sino una era nueva (y justa) en la que el mundo exige a Israel como democracia que pague un precio por su conducta.
¿Demonización? Tal vez, pero la forma de combatirlo es montar un asedio contra su arsenal. Si no fuera por el bloqueo de Gaza, si no fuera por la ocupación, no habría demonización. ¿Era demasiado esperar de usted, otrora voz de la conciencia, que llegara a comprenderlo?
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