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Revolución cubana: autocrítica y alerta

Fuentes: Gara

El discurso de Fidel Castro en la Universidad de La Habana el 17 de noviembre y las recientes intervenciones del canciller Felipe Pérez Roque ante la Asamblea Nacional del Poder Popular han puesto encima de la mesa un hecho que hasta ahora no había sido abordado de forma tan abierta en Cuba. La afirmación de […]

El discurso de Fidel Castro en la Universidad de La Habana el 17 de noviembre y las recientes intervenciones del canciller Felipe Pérez Roque ante la Asamblea Nacional del Poder Popular han puesto encima de la mesa un hecho que hasta ahora no había sido abordado de forma tan abierta en Cuba. La afirmación de que la revolución puede ser reversible no es una afirmación que se pueda pasar por alto.

La posibilidad de que el sistema político cubano se derrumbe no vendría dada por una intervención militar estadounidense. Intentos de invasión, sabotajes, plagas, atentados, guerra mediática y un criminal bloqueo no han logrado en cuatro décadas y media doblegar a la revolución cubana. Y no parece que lo vayan a conseguir. El derrumbe del sistema socialista en Cuba podría venir más bien de los errores internos.

Pérez Roque advirtió que, vista la imposibilidad de terminar con la revolución mientras viva Fidel, el imperialismo estaría esperando una Cuba post-Fidel para derrotarla. Y sería esa Cuba post-Fidel donde los citados errores internos podrían acentuarse y manifestarse mucho más claramente, amenazando gravemente el sistema cubano.

Este año se cumplirá el 50 aniversario del desembarco del yate «Granma» en las costas cubanas. A bordo de él iban 82 revolucionarios encabezados por Fidel que, tras un exilio en México, volvían a Cuba para continuar la lucha contra la dictadura de Batista. Desde aquellos años Fidel ha sido el dirigente indiscutible de la revolución cubana. Su capacidad de conectar con las masas, su inquebrantable fe en la victoria, sus dotes de dirección, su visión política, su principios revolucionarios y su austero ejemplo, entre otros, han hecho de él el dirigente admirado y respetado por una mayoría del pueblo cubano. Al margen de la formación y conciencia que el pueblo cubano ha adquirido durante décadas de lucha y resistencia, es indudable que el carisma de Fidel (y también de otros dirigentes, pero principalmente de Fidel) ha contribuido en gran medida a mantener la unidad del pueblo cubano en torno al proyecto socialista de la revolución.

El hueco que deje Fidel lo tendrán que llenar entre todos como pueblo, afirmó Pérez Roque en la citada intervención. Tal vez no haya otro país con más personas capacitadas en cuanto a formación y principios humanistas e internacionalistas como en Cuba. Ello es fruto de varias décadas de lucha y sacrificio, intentando, con sus aciertos y errores, construir una sociedad de mujeres y hombres nuevos, de los que hablara el Che. Aunque hoy por hoy no existe en la isla alguien con el carisma y la autoridad de Fidel, labradas durante décadas.

Será ese momento crucial de la era post-Fidel donde se ponga a prueba una vez más la madurez del pueblo cubano, aunque en esta ocasión sin su dirección. Será ese momento cuando se intensifique aún más si cabe la ofensiva contra el sistema cubano. Será ese momento cuando el pueblo cubano deba mantenerse unido frente a los cantos de sirena que desde el norte intentarán dividirlo para restaurar el capitalismo en la isla.

Y el imperialismo intentará aprovechar y alimentar esos puntos débiles a los que se refirieran Fidel y Felipe Pérez.

Significativa ha sido la autocrítica que desde la dirigencia de la revolución cubana se ha hecho pública estas últimas semanas. En Cuba no todo va bien, y no todo es directamente achacable a la permanente agresión imperialista.

No es éste el primer ejercicio de autocrítica sobre el rumbo que sigue la revolución. Ya en 1986 se inició en Cuba el denominado «Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas» conducente a corregir tendencias incipientes en Cuba que ya eran más que constatables en el llamado «socialismo real». Fidel lo reflejó gráficamente: «Copiamos mal lo bueno y bien lo malo». Durante la segunda mitad de los 80 se puso en marcha en Cuba un proceso para terminar con estas tendencias (exceso de estimulación material, progresiva constitución de una casta burocrática, privilegios, subvención sistemática de empresas deficitarias, etc), reorientando la dirección en busca de un camino propio. El desmoronamiento del «socialismo real» en el Este de Europa (que Fidel ya predijera varios años antes) dio comienzo en Cuba a la etapa conocida como «Periodo Especial» y dejó inconcluso el proceso iniciado. La revolución cubana quedó convertida en una pequeña isla rodeada de tiburones que afilaban sus dientes contando los días que le quedaban antes de naufragar.

Fue esa la prueba más difícil para el pueblo cubano, pero supo resistir y mantener los principales logros de su revolución. Atrás quedan los peores momentos del «Periodo Especial», los cuales no han pasado sin dejar huella. Las medidas tomadas para reactivar la economía (legalización de la circulación del dólar, impulso al turismo, apertura de áreas de la economía cubana al capital extranjeroŠ) han generado no obstante desigualdades y contradicciones y han tenido su efecto pernicioso en la mente de muchos cubanos.

Sin subestimar la importancia de la escasez material de muchos materiales y productos y los sacrificios que debe enfrentar a diario el pueblo cubano, sí que parece constatarse un debilitamiento en las convicciones y principios de una parte del pueblo cubano. Tendencias al egoísmo, al «sálvese quien pueda», surgimiento de actividades marginales ligadas al mercado negro, robos en fábricas y en la distribución de recursos y bienes públicos, permisividad y cierta tolerancia ante estas prácticasŠ serían reflejo de ello. A estas actitudes habría que sumar la apatía y modorra que en palabras de Pérez Roque existe en parte del pueblo cubano.

Estas actitudes constituirían un gusano que pudiera terminar pudriendo la manzana de la revolución.

Ante estas tendencias constatadas desde hace ya bastantes años se hacía necesario tomar medidas. La revolucionaria cubana Celia Hart lo reflejaba de forma muy acertada: «Ya es suficiente el tiempo que hemos tenido que caminar coqueteando con el capitalismo en nombre de la salvación económica».

En la discusión e implementación de los cambios y medidas necesarios deberá ser protagonista el propio pueblo cubano. Lo más consciente del pueblo sabe que los cambios a introducir en el sistema cubano nada tienen que ver con la apertura de un «paraíso del consumismo» para la capa más dolarizada de la sociedad ni con una transición hacia el capitalismo, sino con una profundización de la revolución socialista, con un retorno al espíritu y principios de los primeros años de la revolución, aunque con toda una experiencia acumulada.

Cuba lo necesita, y los demás pueblos del mundo también. Para que ese pequeño yate, de nombre «Granma», que arribó hace 50 años a Cuba siga surcando los mares en dirección a todas las costas del mundo cargado de dignidad y solidaridad.
Iñaki Etaio es Miembro de Askapena