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Revolución de Rojava, la igualdad y la fraternidad como meta

Fuentes: Revista Crisis

Cuando en 2012 los kurdos y las kurdas del norte de Siria (Rojava) declararon la autonomía de ese extenso territorio, que comparte una frontera de 900 kilómetros con el sur de Turquía, nadie prestó mucha atención a lo que significaba esa decisión. Por ese tiempo, Siria, la república gobernada desde hacía décadas por el partido […]

Cuando en 2012 los kurdos y las kurdas del norte de Siria (Rojava) declararon la autonomía de ese extenso territorio, que comparte una frontera de 900 kilómetros con el sur de Turquía, nadie prestó mucha atención a lo que significaba esa decisión.

Por ese tiempo, Siria, la república gobernada desde hacía décadas por el partido Baas, era un volcán en erupción que parecía resquebrajarse cada día más. El resto de Medio Oriente y el norte de África no eran ajenos a este proceso. Cuando estallaron las masivas protestas en varios países de la región, que Occidente se apresuró a catalogar como «Primavera Árabe», el pueblo kurdo de Rojava se sumó a las manifestaciones, pero también se colocó en una posición de expectativa. En Rojava, pese a los retrocesos sufridos años atrás, la presencia durante 20 años del líder kurdo Abdullah Öcalan y de buena parte de la comandancia del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) había dejado una siembra ideológica y política que en 2012 comenzó a ver la luz.

La región kurda de Siria es rica en hidrocarburos y sus tierras fértiles la convirtieron en el «granero» del país; aunque las riquezas naturales están a la vista, los kurdos y las kurdas de Rojava siempre sufrieron el atraso económico y, como en las otras tres partes de Kurdistán, el Estado los intentó asimilar, negó sus derechos y, en muchas ocasiones, aplicó una represión feroz para silenciar sus protestas.

Pero en 2012 eso cambió. Bajo el paradigma del Confederalismo Democrático y en medio de una guerra que ya había dejado atrás las masivas manifestaciones civiles, en Rojava, por primera vez en la historia reciente de Kurdistán, un territorio era liberado y su proceso autonómico avanzaría hasta estos días. Con las mujeres como vanguardia y sujeto revolucionario principal, creando cooperativas en medio de la escasez impuesta por Turquía e Irak -que cerraron sus fronteras con Rojava-, acechados por Al Qaeda y luego por el Estado Islámico (ISIS), y con un nulo apoyo de las potencias internacionales y regionales, el pueblo kurdo del norte de Siria rápidamente movió los músculos de la autoorganización y puso en funcionamiento cientos de asambleas barriales e inició la creación de órganos administrativos y de gobierno en paralelo a las estructuras estatales. Al mismo tiempo, se discutió y aprobó un Contrato Social, que funciona como Constitución, en donde se despliegan los lineamientos organizativos, éticos y morales, en el cual se deja en claro que el sistema de Rojava es profundamente inclusivo y democrático, y respeta la unidad territorial siria (1). Siguiendo los planteamientos del Confederalismo Democrático, también se conformaron fuerzas militares de autodefensa, conocidas como las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) y las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ).

El proceso revolucionario de Rojava pone en cuestión al sistema estatal que rige no solo en Siria sino en buena parte de Medio Oriente y que fue implantado en el siglo XX por Gran Bretaña y Francia. Los estados-nación, que en los casos de Siria e Irak fueron controlados por los partidos Baas que, con sus profundas diferencias, bregaron por el nacionalismo árabe, llegaron al siglo XXI en medio de una profunda decadencia, ya sea por errores propios pero también por ataques externos. El sistema que crece en Rojava pone en cuestión esa concepción estatal y apunta que esos modelos siempre fueron excluyentes y negaron a las minorías étnicas y religiosas, al mismo tiempo que dejaban de lado a las mujeres como fuerza fundamental del cambio social.

La consolidación del proceso de Rojava se concretó cuando las YPG/YPJ derrotaron a ISIS en la ciudad de Kobanê en 2015. Durante más de 150 días, los milicianos y las milicianas de Rojava combatieron a los terroristas que habían conquistado la principal ciudad del norte de Siria. En esa batalla, que los kurdos consideran su propio Stalingrado, se demostró la fortaleza moral y militar de los kurdos y las kurdas para derrotar a un grupo que todavía hoy mantiene en vilo a Medio Oriente y el norte de África.

A su vez que la guerra avanzaba, en Rojava se construyeron instituciones y organismos de gobierno, todos dirigidos por una mujer y un hombre; se crearon las casas de la mujer, como espacios de inclusión, discusión y resolución de conflictos; se incluyeron en todos los ámbitos a las tribus árabes y a minorías como los yezidíes, armenios, asirios y turcomanos; se estableció el Kongra Star (Congreso Estrella), la principal organización de mujeres del norte de Siria, con poder de decisión al mismo nivel que el TEV-DEM, uno de los principales órganos de autogobierno; y sobre todo se propuso una solución política y democrática para resolver la crisis siria.

El proyecto de Rojava, sintetizado en la constitución de la FDNS, es al mismo tiempo codiciado y negados por los poderes regionales e internacionales. Las potencias que se disputan el territorio sirio (Rusia, Estados Unidos, Irán, Turquía, Israel, Arabia Saudí y el propio Estado sirio) saben que los dos millones de kurdos que viven en Siria son fundamentales para inclinar la balanza a su favor. Pero también tienen en claro que la propuesta de la FDNS va en contra de sus intereses capitalistas, de explotación de los recursos naturales, de mantener el status quo (como desea Moscú) o destruir al Estado para convertir a Siria en Libia (como intentan Estados Unidos y sus aliados).

Luego de siete años de guerra en Siria, los pueblos del norte de Siria continúan su camino de liberación. Ni los actuales bombardeos de Turquía contra Afrin, ni el aislamiento al que son arrastrados los pueblos de Rojava por las grandes potencias, parecen detener un cambio social inédito en Medio Oriente. El futuro de Rojava depende de la capacidad de resistencia de sus pueblos y de la profunda solidad internacional que nace como un huracán en la conciencia y corazones de los condenados de la tierra.

Notas:

(1) El Contrato Social original fue modificado cuando los pueblos de Rojava declararon la creación de la Federación Democrática del Norte de Siria (FDNS). Para leer el texto: https://rojavaazadimadrid.wordpress.com/2018/04/04/contrato-social-de-la-federacion-democratica-del-norte-de-siria/

Fuente original: https://www.revistacrisis.com/debate/revolucion-de-rojava-la-igualdad-y-la-fraternidad-como-meta

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.