La Revolución Verde es un modelo de producción que se aplicó al agro de muchos países del Tercer Mundo, subdesarrollados, o pobres como se nos ha llamado, después de la segunda guerra mundial. Se fundamentada en el empleo de técnicas de producción basadas en la selección genética, el riego, el uso intensivo de la tierra, […]
La Revolución Verde es un modelo de producción que se aplicó al agro de muchos países del Tercer Mundo, subdesarrollados, o pobres como se nos ha llamado, después de la segunda guerra mundial. Se fundamentada en el empleo de técnicas de producción basadas en la selección genética, el riego, el uso intensivo de la tierra, capital (maquinarias y equipos) y de insumos como fertilizantes químicos, pesticidas y herbicidas que llevarían a aumentar de manera considerable la producción de alimentos. La justificación, -nada más y nada menos- que el añorado ‘progreso’ que llevaría a resolver problemas como el hambre y la desnutrición, que los ciudadanos de esos países pobres eran incapaces de solventar por ellos mismos por lo que había que acudir en su ayuda, y como siempre los Estados Unidos y las transnacionales al frente de ella.
Más de medio siglo después vemos las nefastas consecuencias de ese modelo sobre los hombres y mujeres del campo, sobre la agricultura de la mayoría de los países donde se aplicó, y sobre la naturaleza: campesinos desplazados a las ciudades, dependencia, costos de producción cada vez más altos, deudas impagables, plagas y enfermedades cada vez más difíciles de controlar, perdidas de los suelos, de la fertilidad y desertificación, contaminación del agua, y por si fuese poco, el problema del hambre y la desnutrición no sólo no se resolvió sino que creció y crece cada vez más.
¿Qué había en realidad detrás de la Revolución Verde? la dominación, la dependencia tecnológica (no era suficiente lo dependiente que ya éramos), el despojo, la anulación y la expulsión del agro de un campesinado que practicaba una agricultura amigable con el ambiente, donde combinaban sabiamente distintos rubros que además de producir alimentos variados para el consumo de sus familias reducía problemas como el ataque de malezas, plagas y enfermedades. Se puede afirmar que esos principios que hoy recogen las buenas prácticas agrícolas (BPA), la agricultura agroecologica, la agricultura orgánica o biológica, la biodinámica, la permacultura, entre otros sistemas de producción, eran aplicados por esos campesinos desde muchas décadas y siglos atrás, pero la revolución verde con sus técnicos, en ese momento, y aún hoy en día, los menosprecia.
Era un campesinado que luchaba por la tierra, que soñaba por una vida mejor, que tenia una autonomía que provenía de no atarse a créditos, a tecnologías (maquinarias, equipos para la producción) y a técnicos, que sin tomar en cuenta sus saberes, quehaceres, expectativas y sus sueños, les decían qué producir, cómo producirlo y para quién producirlo. Productores que no estaban atados al mercado. La revolución verde los obligó a adoptar prácticas desconocidas para ellos, a producir en monocultivo, a depender cada vez más de los insumos, del capital y del mercado y a perder su libertad y sus sueños.
Hoy en Venezuela se vive un proceso político y social que ha tratado de transferir capacidades a sus ciudadanos, particularmente a aquellas mayorías que durante muchos años estuvieron excluidas, y ofrecerles instrumentos políticos y jurídicos como los Consejos Comunales para ampliar sus posibilidades de participación. Muchos de esos hombres y mujeres están tratando de retomar las riendas de sus vidas y sus destinos, y con muchas dificultades se organizan, conforman cooperativas, quieren crear, producir, sentirse útiles, pero lo más importante sueñan y luchan por una vida más digna. Cuesta entonces entender como frente a un problema de abastecimiento de alimentos en el país, atribuible a diversas causas, de las cuales una vez más ellos no son responsables, se aborde la búsqueda de soluciones de manera sectorial y reduccionista. Cuesta entender porqué muchos de los responsables del diseño de políticas, así como de los técnicos que trabajan en la implementación de tales políticas, funcionarios públicos de alcaldías y gobernaciones, no abordan la realidad de la agricultura venezolana con un nuevo paradigma, con un enfoque o una visión sistémica que les permita comprender que se trata de procesos que se inician en el sistema primario y finalizan en el consumo, que lo significativo en cada una de esas etapas son sus actores, su gente, y que es con la participación activa de ellos con los que lograremos alcanzar la Seguridad Alimentaria en el país. Cuesta creer que en los distintos esfuerzos que se realizan para mejorar la producción agrícola se siga adoptando el modelo de la Revolución Verde; que se pretenda llegar a las comunidades subestimando a sus hombres y mujeres y se les ofrezca proyectos que imponen paquetes tecnológicos donde una vez más el agricultor queda excluido de la toma decisiones, y anulado para desarrollar y controlar sus actividades, donde una vez más, pasamos por encima a los principios de producir alimentos respetando a las personas, al ambiente y al consumidor.
Lamentablemente, lo referido es lo que hacen muchos funcionarios de alcaldías y gobernaciones responsables de ofrecer asistencia a hombres y mujeres que se han organizado en cooperativas para la producción, lo que hizo el extinto FONDAFA (liquidado según Gaceta nº 38.863 del 1-2-08), lo que está haciendo, en estos momentos, PDVAL y el Banco Agrícola, al ofrecer planes diseñados en oficinas y créditos atados a paquetes tecnológicos donde en una especie de combo, viene todo, incluyendo herbicidas y pesticidas, se habla de aplicaciones de ‘controles químicos preventivos’, y el agricultor solo ejecuta. Una se pregunta ¿ese modelo no es el mismo que utilizó la Revolución Verde para doblegar a nuestros agricultores y para profundizar su dominación? Con esta manera de abordar el problema de la producción ¿en qué nos diferenciamos del modo con que la Revolución Verde entró en nuestros campos o las transnacionales se imponen hoy día? ¿Dónde está la participación que permita a nuestros agricultores ser menos dependientes, en este caso del Estado? ¿O es que se trata del puro discurso vacío, y en la realidad no confiamos en ellos? ¿Dónde está la propuesta de una agricultura sustentable? ¿Dónde está la propuesta de una agricultura para el socialismo del siglo XXI? ¿Por qué a nueve años de este gobierno los preceptos de ‘sustentabilidad’ y ‘desarrollo’ no se han legislado?
Carmen Mercado Profesora de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad Central de Venezuela