La etapa actual está registrando un momento de perseverancia y resistencia históricas de un gran pueblo contra la crueldad sin precedentes de un régimen al que protege la mentira de «la comunidad internacional». Dicho régimen ha rechazado hacer cualquier reforma, dando a elegir a sus aliados entre aceptarlo tal y como es o bien continuar […]
La etapa actual está registrando un momento de perseverancia y resistencia históricas de un gran pueblo contra la crueldad sin precedentes de un régimen al que protege la mentira de «la comunidad internacional». Dicho régimen ha rechazado hacer cualquier reforma, dando a elegir a sus aliados entre aceptarlo tal y como es o bien continuar hacia una guerra contra su pueblo hasta el final, sin importar la destrucción de Siria como entidad. Muchos son los que han rechazado su opción cruenta mientras que sus aliados han tomado partido por los intereses estratégicos que a él le unen, y lo han aceptado como es. Al margen de lo que piensen algunos de ellos o lo que aseguren sobre el régimen y sus desgracias, ellos también son víctimas de la deshonra y la vergüenza, porque han aceptado su condición de apoyarlo incondicionalmente. Así, han acabado participando en su feroz guerra contra su pueblo. Por su parte, a «la comunidad internacional» no le importa que Siria acabe destruida como entidad, y su vecino israelí la quiere ver desangrándose del todo en una guerra civil.
Pero el pueblo está en una revolución que rechaza ese tipo de elecciones y esa es la verdadera resistencia y el verdadero antiimperialismo: se niega a que el régimen lo tome como rehén de su desinterés ante los resultados provocados por el lema «Bashar o quemamos el país» y se niega también a que el régimen lo convierta en rehén de su disyuntiva cruenta: o la sumisión y adoración o la guerra civil. Tal disyuntiva servía para disuadir a la gente antes de la revolución, pero empezada esta, atravesaron la barrera del miedo y ya no es posible darles a elegir entre este tipo de opciones: ellos también seguirán hasta el final.
Con este tipo de elecciones político securitarias y con la política de armar a milicias el régimen ha conducido al pueblo a la autodefensa, convirtiéndolo en un pueblo armado, y ha dirigido el país a una guerra civil, algo que considera una justificación de la dictadura. Pero la guerra civil impuesta desde arriba no elimina la naturaleza impuesta a la revolución por su base social. Lo que sucede en Siria es una revolución popular víctima de un intento de convertirla en una guerra civil. Lo que sucedió en Iraq fue una ocupación exterior.
Que los pueblos tengan sus derechos no significa que puedan formar cuarteles de buenas personas, ni que si se arman lo hagan con total «pureza». En Siria hay un pueblo armado ahora, y el pueblo sale con sus virtudes y sus defectos, con sus grandes esperanzas, su cultura y el retraso de algunos de sus sectores. Aguanta y persiste movilizándose contra la dictadura por la libertad y se vale de la solidaridad civil que acoge a la gente en su desgracia ayudándose mutuamente. La movilización ha sido contaminada por el rencor y la herida y la suciedad sectaria y civil en todas sus formas solo la curará la consciencia de los revolucionarios sirios y su insistencia en que el objetivo es establecer un sistema de gobierno democrático para todos los ciudadanos de Siria. Además han de definirse con seriedad la naturaleza de la etapa de transición, aceptando que estas etapas de transición son necesarias para conservar el Estado. Ahí radica la importancia de que haya líderes políticos conscientes en el nivel nacional y no exclusivamente el local dentro de Siria. Estos liderazgos se van creando continuamente porque el seno de la gran revolución siria da a luz a diario a líderes sobre el terreno y líderes políticos.
Nadie ha dicho que mientras el pueblo se mantenga revolucionario las aspiraciones de los Estados se detendrán ni que dejarán de intentar mantener sus intereses valiéndose de la lucha.
Tal vez llegue el momento en que los aliados del régimen se den cuenta de que no se le puede salvar y que no hay otra opción que aceptar la etapa de transición sin Al-Asad de por medio, aunque sea con una Cúpula Militar que dirija las elecciones. Tal vez esa opción les convenza, pero el pueblo sirio se liberará por sí mismo. Incluso aunque vengan ayudas tardías, seguirá siendo el único merecedor de tal honor. Tendrá en cuenta quién estuvo de su lado y no tendrá en cuenta a quienes abandonaron al régimen porque ya no podían salvarlo tras meses de sangre y destrucción. Pero nadie podrá imponer tutela alguna sobre el pueblo sirio en el futuro. La libertad al completo le pertenece, ha pagado su alto precio en sangre y la historia recordará su perseverancia y tesón durante los días críticos que hoy vive bajo las bombas seguidas de incursiones de bandas primitivas.
Todo aquel que sienta los valores de la justicia, la libertad y la dignidad del ser humano puede decir de los revolucionarios de Siria: Esos son mis hermanos, tráeme unos iguales.
Publicado por Traducción por Siria