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Robert Fisk, Seymour Hersh y Siria

Fuentes: Pulse.org

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Yassin al-Haj Saleh es un escritor sirio que pasó dieciséis años en las prisiones del régimen sirio. En esta exclusiva para PULSE, Saleh, a quién suele describirse como la «conciencia de Siria«, analiza la lente distorsionada con la que la mayoría de la gente contempla el conflicto sirio.

En Occidente, a Robert Fisk y Seymour Hersh se les considera periodistas críticos. Ocupan posiciones disidentes en la prensa de lengua inglesa. Sin embargo, los sirios les valoran de forma bien diferente.

El problema de sus escritos sobre Siria es que se centran profundamente en Occidente. El pretendido enfoque de sus análisis -Siria, su pueblo y el actual conflicto- sirve sólo como telón de fondo de unos comentarios en los que los sirios normales y corrientes están a menudo desaparecidos. Para Fisk y para Hersh, la lucha en Siria va de antiguas sectas enzarzadas en una batalla instintiva. Lo que realmente les importa es la geopolítica del conflicto y, específicamente, cómo Estados Unidos se engarza en el mismo.

En cuanto a la cuestión de las armas químicas, ambos, Fisk y Hersh, ignoran totalmente los antecedentes del ataque del pasado verano contra Ghuta.

Un lector que sólo acuda a Fisk/Hersh para entender el conflicto de Siria no sabría nunca que el régimen de Asad ha utilizado armas químicas en varias ocasiones antes de la masacre de Ghuta del 21 de agosto de 2013. Me encontraba allí en aquel momento. Ví en dos circunstancias distintas a las víctimas del gas sarín de la zona oriental de Ghuta y me reuní con los doctores que las estaban tratando. Los afectados procedían de Yubar, que fue asimismo atacada con armas químicas en abril de 2013, y de Harasta, que lo fue en mayo de 2013.

Es impactante que periodistas de investigación como Fisk y Hersh no sepan nada de esos ataques. Escriben como si Ghuta fuera la primera vez que en Siria se utilizaron armas químicas. Su credibilidad y objetividad se ve comprometida por tales omisiones.

Para esos reconocidos comentaristas, todo el Oriente Medio puede reducirse a una serie de intrigas geopolíticas. No hay pueblos; sólo existen la Casa Blanca, la CIA, el gobierno británico, Recep Tayib Erdogan, el Emir de Qatar, el régimen iraní y, por supuesto, Bashar Al-Asad y los yihadistas.

En la miríada de artículos de Fisk, raramente llega uno a leer algo sobre los sirios de a pie (observación que también podría aplicarse al difunto Patrick Seale).

Robert Fisk fue una vez el azote de los periodistas estadounidenses que iban empotrados con las tropas de EEUU durante la invasión de Iraq de 2003. Sin embargo, no vio ironía alguna cuando él mismo se empotró con las fuerzas del régimen sirio que entraron en Daraya en agosto de 2012.

Más de 500 personas murieron masacradas en aquel tiempo (245 según Fisk). ¿Quién las mató? Los rebeldes, determinó Fisk, basándose únicamente en las entrevistas que llevó a cabo con los detenidos del régimen estando presentes las fuerzas del mismo. ¿Por qué iban los combatientes locales a matar a cientos de personas de su propia comunidad? Robert Fisk no aporta respuesta alguna. Si hubiera hablado con algunos ciudadanos sin la presencia de sus escoltas, habría sabido que ellos no tenían dudas acerca de la responsabilidad del régimen. En efecto, fue una periodista estadounidense, Janine di Giovanni, quien estableció ese hecho muy poco después cuando visitó Daraya por su cuenta.

Al mismo tiempo que esto sucedía, Human Rights Watch documentaba diez ataques contra las colas del pan en los alrededores de Alepo. Fisk no se refirió ni a uno solo.

Durante esa época, Fisk se encontraba visitando un centro de seguridad en Damasco al que le dio la bienvenida un oficial de la seguridad, permitiéndole acceder a cuatro combatientes yihadistas, dos sirios y dos extranjeros. Fisk destacaba en su artículo que a los prisioneros se les permitía la visita de sus familias. Como alguien que ha pasado dieciséis años en las cárceles de Asad y que tiene conocimientos de primera mano de esas fábricas de la muerte, esa afirmación me parece extremadamente improbable. La credulidad de Fisk es irrisoria; está ayudando en un vergonzoso intento por embellecer las feas políticas de la Casa de los Asad.

¿Por qué Robert Fisk no ha intentado nunca contactar con la gente de la zona oriental de Ghuta para preguntarles qué fue lo que sucedió allí el pasado agosto? Habría sido fácil para una persona tan bien conectada como él convencer a sus amigos en el régimen, como la asesora para los medios de Asad, Buthaina Shaaban, para que le facilitaran la entrada hasta la asediada ciudad. Hubiera podido reunirse con gente corriente para intercambiar opiniones sin la presencia intimidante de los escoltas del régimen y habría podido averiguar por sí mismo quién utilizó las armas químicas que asesinaron a 1.466 personas, incluidos más de 400 niños.

En el conflicto de Siria, hacer caso omiso de las fuentes locales de información parece ser práctica habitual de muchos en Occidente, especialmente entre los comentaristas liberales y de izquierdas. Esto dice bastante acerca de su sesgo ideológico. Su dogmática confianza en sí mismos y su fachada de profesionalismo no es sustancialmente diferente del obscurantista fariseísmo de los yihadistas.

La narrativa Hersh/Fisk se despliega en un vacío histórico: no dice nada acerca de la historia y la naturaleza del régimen. Ustedes no van a descubrir que el régimen ha utilizado el castigo colectivo como política desde el principio mismo de la revuelta siria. Ni que ha utilizado aviones de combate, barriles-bomba y misiles Scud contra los civiles para someterles; ni que ha invitado a extranjeros del Líbano, Irán, Iraq y otros países para que le ayuden en la carnicería.

Ni tampoco van ustedes a saber nada de la floreciente industria de la muerte en los mismos lugares en los que Fisk es un visitante bienvenido. Hace tres meses que escribió un artículo cuando se supo de la sistemática matanza de Asad de los detenidos en sus calabozos, pero Fisk informó sobre este tema de tal forma que nos estaba ofreciendo una biopsia de su conciencia profesional.

Fisk prologa su informe sobre las atrocidades del régimen advirtiendo a los lectores acerca de los horrores que pueden pronto sobrevenir «si la insurrección contra Bashar al-Asad llega a triunfar». Para la mayoría de las personas, el hecho importante que evidenciaban las fotos publicadas era la matanza que a escala industrial estaba perpetrándose en las cárceles de Asad. Pero Fisk parecía estar más obsesionado con el momento en el que aparecieron las fotos, un día antes de la Conferencia de Ginebra II. El horrible destino de 11.000 prisioneros podía haber hecho que Fisk recordara a la Alemania nazi, sin embargo, le sirvió para encontrar una ocasión para explayarse extensamente sobre Qatar, cuya «familia real odia de forma visceral a Bashar al-Asad», por financiar la investigación. Para Fisk, las atrocidades no eran sino un mero detalle más de una conspiración más amplia cuya víctima real era el régimen de Asad.

Para los no iniciados, el artículo de Fisk podía trasladar la impresión de que esas 11.000 víctimas eran todas las que el régimen de Asad había asesinado y que los 20.000 asesinados en Hama, en 1982, eran todos los que su padre había matado. El número real de víctimas es once veces superior en cuanto a Asad y veinte veces superior en relación con su padre. Además, esas cifras ignoran las decenas de miles de seres arrestados, torturados y encarcelados y los millones de humillados de este régimen.

Al olvidar metódicamente al pueblo sirio y centrarse en Al-Qaida, Robert Fisk y Seymour Hersh nos han hecho un flaco servicio. La perspectiva de Siria que estos escritores ofrecen es exactamente la visión de Siria que Bashar al-Asad quiere que el resto del mundo tenga.

Yassin al-Haj Saleh (nacido en Raqqa en 1961) es uno de los disidentes políticos más destacados de Siria. En 1980, cuando estudiaba Medicina en Alepo, fue encarcelado por su pertenencia a un grupo prodemocracia, permaneciendo entre rejas hasta 1996. Escribe sobre temas políticos, sociales y culturales relacionados con Siria y el mundo árabe para varios periódicos y revistas árabes fuera de Siria, y colabora de forma regular con el periódico Al-Hayat, editado en Londres, la revista egipcia de izquierdas Al-Bosla y el periódico sirio online The Republic. Entre los libros de Saleh (escritos todos en lengua árabe) figuran: «Siria en la sombra: Ojeadas al interior de la caja negra» (2009); «Caminando sobre un pie» (2011); «16 años en las prisiones sirias» (2012); «Los mitos de los otros: Una crítica del Islam contemporáneo y una crítica de la crítica» (2012); y «¿Liberación o destrucción? Siria en la encrucijada» (2014). En 2012 se le concedió el Premio Príncipe Claus en «tributo al pueblo sirio y a la revolución siria», que no pudo recoger porque se hallaba viviendo en Damasco en la clandestinidad.

Fuente original: http://pulsemedia.org/2014/04/25/raging-with-the-machine-robert-fisk-seymour-hersh-and-syria/