Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Cuando en abril de 2011 se procesó a Hosni Mubarak y a sus hijos, los observadores jurídicos señalaron cínicamente que las acusaciones estaban solo políticamente motivadas para poder calmar las manifestaciones masivas que exigían que se les procesara, a la vez que eran también tan débiles que el juicio parecía haberse diseñado para que acabara en absolución.
Inicialmente, s e procedió a acusar a once personas en dos series de acusaciones. La primera serie incluía a Mubarak, a sus dos hijos y a su viejo amigo y ex oficial de inteligencia convertido en empresario Hussein Salem. Salem adquirió protagonismo tras firmarse en 1979 el tratado de paz con Israel, cuando se convirtió en el hombre clave de la ayuda que EEUU derramó sobre Egipto después de los Acuerdos de Camp David.
En aquel momento, Hussein actuaba ya como contratista privado, recibiendo decenas de millones de dólares en comisiones relacionadas con la ayuda militar y económica estadounidense. Aunque a mediados de la década de los ochenta, el Pentágono estaba tan preocupado por su corrupción financiera y la sobrefacturación presentada, que amenazó con procesarle a menos que le quitaran de en medio. Finalmente, se le prohibió la entrada en EEUU.
Hussein se centró entonces en proyectos empresariales dentro del país, construyendo complejos turísticos masivos en el Mar Rojo, especialmente en Sharm Al-Sheik, que son un polo de atracción de turistas europeos y estadounidenses. A cambio de conseguir excelentes terrenos estatales a precio de saldo para sus proyectos, cedió, prácticamente gratis, cinco mansiones a Mubarak y sus hijos. Esta transacción, que tuvo lugar en los años noventa, constituyó la base de la primera serie de acusaciones contra la familia Mubarak por corrupción e intercambio de influencias a cambio de beneficios financieros. Debería también mencionarse que era Hussein quien tenía la propiedad de la compañía privada que compraba gas natural egipcio y se lo vendía a Israel muy por debajo de los precios del mercado, embolsándose en consecuencia millones de dólares. Varios ex ayudantes de Mubarak creen que sus hijos eran también socios silenciosos en ese increíble negocio. Durante muchos años, el régimen de Mubarak protegió estas injustas transacciones hasta que se anularon hace unos meses como consecuencia de las presiones populares.
A causa de los miles de millones de dólares ilegalmente conseguidos por los Mubarak a lo largo de los años, el fiscal del estado (designado también por Mubarak) eligió esa podrida aunque insignificante transacción de los años noventa para acusar a la familia gobernante anterior, sabiendo perfectamente que en Egipto el plazo de prescripción es de tres años para los delitos menores y de diez años para los delitos graves.
La segunda s erie de acusaciones se dirigieron contra los encargados de la seguridad de Mubarak, encabezados por el ex Ministro del Interior, el General Habib Al-Adly, y seis de sus más brutales ayudantes, entre ellos los jefes de la Seguridad Estatal, de la Seguridad Central, así como de los aparatos de la seguridad de El Cairo y Giza. Fueron estas agencias de seguridad, con más de 300.000 agentes, quienes reprimieron con mano dura a los manifestantes, asesinando a más de mil en los primeros días de la revolución en enero de 2011.
Aunque las dos series de acusaciones no estaban relacionadas, se pusieron deliberadamente juntas para intentar hacer ver que también se juzgaba a Mubarak y a sus hijos por la dura ofensiva de las fuerzas de seguridad. Pero los jóvenes revolucionarios no se dejaron engañar y tomaron las calles en abril y mayo del pasado año, obligando a la fiscalía del estado a incluir a Mubarak en la segunda serie de acusaciones por haber ordenado y conspirado para matar a los manifestantes.
El sistema judicial egipcio, que data del siglo XIX, es considerado uno de los sistemas judiciales antiguos más modernos en el mundo, gozando de gran reputación y de una tradición de independencia. Sin embargo, como en todos los regímenes autoritarios, fue un presidente dictatorial quien durante décadas nombró a los jueces superiores para que en los momentos cruciales se pronunciaran a favor de su régimen. Durante el pasado año, el mundo fue testigo de cómo esos altos jueces nombrados por Mubarak corrompieron el proceso judicial por motivos políticos en situaciones trascendentales.
Esto se puso de manifiesto este año en el enfrentamiento entre los fiscales estatales de Egipto y EEUU después de inculpar a 19 trabajadores estadounidenses a favor de la democracia. Se les acusó de poner en marcha varias organizaciones no registradas que interferían en el proceso político egipcio. En las vistas previas al juicio y bajo las tremendas presiones del gobierno de EEUU, el presidente del Tribunal de Apelación de El Cairo llamó al fiscal-jefe y le presionó para que les pusiera en libertad bajo fianza. Dos horas después de hacerse pública la fianza, un avión militar estadounidense les sacaba de extranjis de Egipto, impidiendo la celebración del juicio. Es interesante señalar que la Cámara de Representantes, presidida por los republicanos, dedujo posteriormente los 5 millones de dólares de la fianza de la ayuda asignada a Egipto durante el presente año fiscal.
Otro ejemplo de jueces en entredicho puede verse en el presidente de la Comisión Electoral Presidencial (CEP). Constitucionalmente, la CEP egipcia se compone de cinco jueces superiores y tiene al frente al juez que preside el Tribunal Constitucional de Egipto. Este hombre es el juez Faruk Sultan. Tradicionalmente, el juez más antiguo es quien preside el más alto tribunal del país. Pero no fue así en esta ocasión. Sultan fue juez militar durante muchos años pero Mubarak le promovió en un período de tres años como presidente de tribunal de distrito en 2006 y después, en 2009, le designó presidente del Tribunal Supremo. Muchos expertos políticos y jurídicos creen que Mubarak le nombró para ese puesto a fin de que orquestara la ascensión de su hijo, Gamal a la presidencia, que se suponía iba a producirse en 2011 de haber sobrevivido Mubarak a la revolución.
Durante las recientes elecciones presidenciales, la CEP recibió alrededor de veinte apelaciones de varios candidatos presidenciales. Pero solo aceptó una de ellas, la apelación del General Ahmad Shafiq. Como había sido el último Primer Ministro del régimen de Mubaraq, el Parlamento, en marzo del presente año, había prohibido que Shafiq pudiera actuar en política durante diez años. Sin embargo, Sultan y la CEP fallaron que esa ley era anticonstitucional porque la Comisión no tenía autoridad legal para anularla, ya que era una comisión de naturaleza administrativa y no judicial (a pesar de estar compuesta por jueces).
En cuanto e l juicio de Mubarak (apodado en Egipto «el juicio del siglo») se puso en marcha, la farsa política se desveló. El juez nombrado por Mubarak, Ahmad Rifaat, que presidió el panel de tres jueces que supervisó el juicio, se negó a trasladar a Mubarak al hospital de la prisión y lo mantuvo en un hospital militar donde ha disfrutado de todas las prerrogativas de un ex presidente. Rifaat permitió que testificaran varios altos funcionarios de Mubarak, incluido el ex Vicepresidente Omar Suleiman, jefe militar y gobernante efectivo de Egipto a partir de febrero de 2011, el Mariscal de Campo Hussein Tantawi, así como dos ex Ministros del Interior.
Todos estos testigos intentaron absolver a Mubarak de cualquier culpabilidad en la represión de los pacíficos manifestantes. Los registros del tribunal publicados recientemente muestran que cuando los frustrados fiscales intentaron conseguir detalles interrogando a esos altos funcionarios o tratando de demostrar las inconsistencias de sus testimonios, el juez-presidente les interrumpía y no permitía que el interrogatorio prosiguiera. Cuando el juicio acabó el pasado febrero, el juez Rifaat dijo que emitiría su sentencia el 2 de junio, en medio de las elecciones presidenciales.
Desde que el Consejo Supremo de l as Fuerzas Armadas (CSFA) asumiera el poder en el país en febrero del año pasado prometiendo facilitar la transición a la democracia, ha habido una lucha entre dos concepciones en conflicto sobre Egipto. Los revolucionarios, que agrupan a grandes segmentos de la sociedad egipcia, incluyendo grupos laicos e islámicos, aspiran a un nuevo Egipto democrático y han levantado las consignas de libertad, dignidad y justicia social. Por otra parte, aquellos que se beneficiaron de la corrupción del régimen de Mubarak, incluidos los influyentes políticos del ahora prohibido Partido Democrático Nacional (PDN), los empresarios corruptos y los beneficiarios del estado de seguridad, llamados en Egipto los fulul o residuos del antiguo régimen, añoran los días en que gobernaban y saqueaban el país con total impunidad.
Durante la mayor parte del año, los fulul trataron de pasar desapercibidos es espera de una ocasión propicia para volver. Confiaban en que el CSFA aplastara el espíritu revolucionario y que la gente se hartara de un proceso agotador que se ocupaba poco de los asuntos de sus luchas diarias. Mientras tanto, el ejército permitió elecciones parlamentarias libres y justas, con el resultado de que los partidos islámicos obtuvieron alrededor del 75% de los escaños. Pero a pesar de los decisivos resultados, el ejército se negó a cambiar al gobierno, que incluía ministros de la era de Mubarak, a la vez que los medios estatales atacaban sin tregua al nuevo parlamento alegando que era incapaz de resolver los problemas diarios de la gente. De hecho, la situación económica empeoró mucho en los últimos meses al escasear productos básicos como el pan y el combustible para cocinar, y los precios del gas se pusieron por las nubes. Además, la seguridad se convirtió en un problema grave mientras los niveles de delincuencia eran los más altos de la historia moderna de Egipto.
Entra en escena el General Shafiq : En febrero, el Primer Ministro de Mubarak anunció su candidatura alegando que era la persona adecuada para restaurar la seguridad en 24 horas y devolver la estabilidad y capacidad de crecimiento a la economía egipcia. Aunque el portavoz del CSFA lo negó, Shafiq afirmó que había buscado y recibido el apoyo del ejército a su candidatura. Shafiq ha llegado a decir también que Mubarak era su modelo y que lamentaba abiertamente el éxito de la revolución.
De forma descarada intentó explotar la brecha entre islamistas y laicos, prometiendo combatir a los grupos religiosos. También envió claras señales a la minoría cristiana en Egipto advirtiéndoles contra la aparición de un «estado religioso». En un inequívoco mensaje enviado a EEUU e Israel, el General Shafiq dijo que quería que El Cairo, y no Palestina, fuera la capital de Egipto, un ataque implícito contra sus oponentes, que habían declarado públicamente su apoyo a los palestinos en su lucha contra la ocupación israelí. En resumen, en la candidatura de Shafiq, los fulul encontraron a su hombre y, en consecuencia, cientos de antiguos políticos del PDN, empresarios corruptos y ex jefes de la seguridad se incorporaron a su campaña.
Entre ellos figuraba el jefe de su campaña, el General Mahmud Wagdy, que fue el último Ministro del Interior de Mubarak y bajo cuya dirección se libró la infame Batalla del Camello el 2 de febrero de 2011, perpetrada por matones armados en un esfuerzo por desalojar a la juventud revolucionaria de la Plaza de Tahrir. Docenas de personas murieron aquel día y varios miles más heridas a causa de los brutales ataques. Además, los directores de la campaña de Shafiq en las principales provincias eran antiguos jefes de la seguridad que contaron con la ayuda de ex funcionarios del PDN en esas regiones.
Durante la era Mubarak, era tarea del jefe de la seguridad en cada provincia asegurar el apoyo y lealtad de los alcaldes y funcionarios locales al régimen. Mientras tanto, los empresarios vinculados al sistema de Mubarak de caciquismo estatal se sentieron felices de financiar su campaña (y su regreso) gastando decenas de millones de libras egipcias. Desde la primera vuelta de las elecciones, cuando Shafiq quedó en segundo lugar con un 24% (un 1% menos que el candidato de los Hermanos Musulmanes, el Dr. Muhammad Mursi), han ido apareciendo muchas pruebas acerca de la financiación irregular de su campaña. Por ejemplo, uno de que financiaron a Shafiq resultó ser la mujer del multimillonario, político y empresario corrupto Ahmad Ezz, el cerebro del fraude electoral de 2010 y el creador del proyecto para que Gamal Mubarak sucediera a su padre.
Los egipcios, los árabes y de hecho el mundo entero esperaban el fatídico 2 de junio, fecha en que se anunciaría la sentencia de Mubarak y sus culpables. Después de una perorata de quince minutos, el juez Rifaat, que alabó la revolución y condenó al anterior régimen, anunció su vergonzosa, aunque no sorprendente, sentencia. Sentenció a Mubarak y a su ministro del interior Al-Adly a cadena perpetua por el asesinato de los manifestantes. A continuación, absolvió a Mubarak, a sus hijos y a Hussein Salem de las acusaciones de corrupción financiera debido a que se había agotado el plazo de prescripción. También absolvió a los seis jefes de la seguridad de todos los cargos en relación con el asesinato de manifestantes, alegando falta de pruebas.
Los observadores occidentales, incluyendo las cadenas de los medios y organizaciones de los derechos humanos como Amnistía Internacional no vieron la trampa y en principio elogiaron la sentencia porque por primera vez en la historia del Mundo Árabe se había juzgado, acusado y sentenciado a un dictador con lo que parecía ser una dura sentencia (El juicio de Sadam Hussein no se consideró independiente porque se había celebrado bajo la ocupación militar estadounidense).
Pero a los egipcios no les hizo ninguna gracia. Condenaron de inmediato la naturaleza política de las sentencias y en centenares de miles tomaron las calles por todo Egipto en escenas que traían a la memoria los primeros días de la revolución. El consenso y unidad generados por esas sentencias dentro de todas las corrientes de los grupos revolucionarios, así como en las familias de los muertos y heridos, pueden ser consecuencia de graves errores de cálculo del CSFA y de los fulul, que debieron pensar que el espíritu revolucionario se había desvanecido y que su retorno era inminente.
Debería también señalarse que en previsión de las sentencias absolutorias de los hijos de Mubarak y de la posibilidad de que estallaran disturbios masivos, la pasada semana, los fiscales acusaron a ambos hijos de blanqueo de dinero y de comerciar con información privilegiada en el mercado bursátil egipcio. Se les acusó de ganar ilegalmente más de 2.000 millones de libras (alrededor de 330 millones de dólares) a lo largo de varios años. Debido a estas acusaciones, los hijos de Mubarak no quedaron en libertad tras su absolución de esta semana. Pero los partidarios de Mubarak aún confían en que cuando Shafiq gane la presidencia, esas acusaciones desaparecerán en cosa de dos semanas y que su papi será perdonado.
¿Por qué la mayoría de los egipcios siente tanta indignación respecto a las sentencias ?
En primer lugar, la naturaleza política de los veredictos no debe sobrestimarse. Debería haberse previsto la absolución de Mubarak y sus hijos de corrupción financiera una vez que el plazo de prescripción se había agotado. Pero había docenas más de acusaciones contra Mubarak y sus hijos por transacciones financieras corruptas y turbios negocios inmobiliarios por valor de miles de millones de dólares durante muchos años.
En segundo lugar, la acusación de Mubarak y su ministro de interior fue política porque el juez declaró en su sentencia que no sabía cómo habían muerto finalmente los manifestantes ya que las pruebas forenses no eran concluyentes. Pero, en realidad, hay declaraciones directas de los ex funcionarios del ministerio del interior alegando que, poco después del derrocamiento de Mubarak, se habían destruido la mayoría de las pruebas, y que fue al parecer el CSFA quien lo hizo, los mismos jefes de seguridad que salieron absueltos.
Muchos expertos jurídicos creen que al absolver a estos jefes de seguridad, que habían ejecutado básicamente las órdenes de Mubarak, es posible que las acusaciones a sus superiores habrían acabado en apelación. En resumen, puede que el juez haya sacrificado momentáneamente a Mubarak para salvar a sus hijos y al régimen.
Además, durante los últimos 16 meses, no se ha acusado ni a una sola persona, y menos aún a un alto funcionario, de matar a ningún manifestante. Todos los oficiales de menor rango juzgados en Egipto durante el pasado año fueron absueltos. Incluso las acusaciones a Mubarak y Al-Adly son ahora susceptibles de apelación, ya que no fue el mismo Mubarak el que mató a los manifestantes. Si sus subordinados son inocentes, entonces ¿cómo va él a poder perpetrar los asesinatos? Y, desde luego, si Shafiq llega a presidente, no solo perdonará al depuesto dictador, posiblemente llegue a restaurarle el estatuto de ex presidente.
Desde febrero, el CSFA y los fulul han estado manipulando cuidadosamente el proceso político en marcha en Egipto. La táctica seguida consistió en dividir a los grupos revolucionarios e ir gradualmente restaurando en el poder a los elementos del régimen anterior convenciendo a la mayoría de los votantes egipcios de que su seguridad, estabilidad económica y futuro no podían dejarse en manos de esos partidos políticos tan divididos e inexpertos. Además, los países de la región, dirigidos por los estados del Golfo de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, y potencias extranjeras como EEUU, Israel y algunos países europeos, enviaron señales inequívocas al electorado egipcio de que votar por Shafiq supondría conseguir estabilidad, seguridad y prosperidad económica, en un esfuerzo por reproducir el viejo régimen pero con una fachada democrática.
Pero en lugar de influir en la mayoría de los egipcios para que votaran a Shafiq, la trama ha sido contraproducente. Como consecuencia de las sentencias, los agotados egipcios han recuperado el vigor y han restablecido su unidad en un despliegue que no se veía desde el 11 de febrero de 2011, el día en que derrocaron a Mubarak del poder. En resumen, el pronunciamiento del resultado del juicio ha enviado una señal fuerte e inequívoca de que están ahora en peligro todos los logros de la revolución. A menos que los grupos revolucionarios se unan, ganen de manera convincente la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que se celebrarán los días 16 y 17 de junio, y derroten a Shafiq, el candidato del CSFA y de los fulul, el régimen de Mubarak podría regenerarse a sí mismo frustrando las esperanzas y aspiraciones de la juventud y de los grupos por la democracia de Egipto.
Mientras tanto, el candidato de los Hermanos Musulmanes en la segund a vuelta, anunció que en caso de ser elegido presidente, formaría una comisión de investigación independiente presidida por un juez superior de impecables credenciales que reuniera pruebas y volviera juzgar a Mubarak y compinches. Por otra parte, la mayoría de los grupos egipcios que apoyan la revolución ven claros los inminentes peligros que supondría el regreso de los fulul y, por ello, han anunciado que van a apoyar a un equipo presidencial integrado por Mursi, el candidato de los HM, como presidente, y el Dr. Abdelmonim Abol Futuh y Hamdein Sabahi, los subcampeones de la primera ronda, como vicepresidentes. Ha habido también fuertes llamamientos para que al Dr. Mohammad Baradei, el ex director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, se le incluya en ese equipo como Primer Ministro.
Los tres can didatos que representan a las diferentes corrientes electorales dentro de los grupos revolucionarios (Mursi, Sabahi y Abol Futuh) recibieron más de quince millones de votos en la primera vuelta, es decir, el 65% del total de los votos. Es ahora misión de los Hermanos Musulmanes hacer frente al desafío y unir a todos los egipcios que están a favor de la revolución. Si llegara a formarse la lista electoral enunciada en el anterior párrafo, sería casi imposible que ganara un candidato de los fulul . Solo a través de esa unidad y de la firme determinación de superar diferencias insignificantes -si se comparan con lo que está en juego-, podrán los egipcios recuperar su levantamiento popular: una de las revoluciones más extraordinarias y pacíficas de la historia del mundo.
Esam Al-Amin es un escritor independiente colaborador de numerosas páginas en Internet. Puede contactarse con él en: [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/