La subida de salarios y jubilaciones en el sector presupuestado, anunciada por el presidente, ha multiplicado el debate sobre la economía política cubana. Mientras la mayor parte se celebra la medida, algunos se cuestionan su pertinencia y eficacia, o la tildan de demagógica. Como durante años he venido escribiendo sobre el tema y su urgencia […]
La subida de salarios y jubilaciones en el sector presupuestado, anunciada por el presidente, ha multiplicado el debate sobre la economía política cubana. Mientras la mayor parte se celebra la medida, algunos se cuestionan su pertinencia y eficacia, o la tildan de demagógica. Como durante años he venido escribiendo sobre el tema y su urgencia [1], solo me queda congratular al gobierno por su decisión valiente de tomar el toro por los cuernos. Lo contrario sería como querer darle palos porque no boga, y palos porque boga.
Cuando Keynes planteó, en medio de la crisis de los años 30, la necesidad de que el US goverment inyectara dinero en la circulación para promover el crecimiento de inmediato se le antepuso el fantasma de la inflación. El inglés respondió: «Es cierto. El modelo es inflacionista, pero cuando llegue la inflación todos estaremos muertos». En Cuba hoy la trascendencia de esta medida también va mucho más allá del reconocido carácter inflacionista.
Lo primero, es que el presidente abordó el asunto de la inflación desde el primer momento y planteó algunas de las vías que deben implementarse para elevar la oferta y equilibrar mejor el deprimido mercado interno. Exigió a los ministerios responsables implementar una combinación de incremento de producciones y servicios con precios topados. Este lineamiento viene a multiplicar la eficacia de la medida.
Si se cumple, los productores de todo tipo podrán beneficiarse por el incremento de la demanda efectiva con una mayor oferta de bienes y servicios, y no con la subida de los ya exorbitantes precios monopólicos. Durante largo tiempo, entidades estatales, cooperativas y trabajos por cuenta propia, han preferido destruir los productos, o mantenerlos inmovilizados en las tarimas, que bajar los precios. Es hora de que se empiece a poner coto al predominio irracional de los vendedores sobre los compradores en un mercado interno dominado por la sempiterna escasez y con un nivel de competencia prácticamente nula.
En una sociedad de trabajadores no es posible eternizar el predominio del robo, las prebendas y los chanchullos como fuentes de ingreso más importantes. Por años la función educativa y ética del salario se ha subestimado y las consecuencias han sido terribles, al punto de actuar como una fuerza centrífuga que ha lanzado a miles de trabajadores cubanos por el mundo en busca de mejores salarios. Situación que ha perdurado en el tiempo.
Para mí, tan importante como el anuncio del aumento en sí mismo, es que el presidente lo haya enfocado como parte de un paquete de medidas, no como un acto aislado. En Cuba estos términos se han identificado erróneamente con la aplicación de las políticas neoliberales. Como si la economía no tuviera carácter sistémico en todas partes y se pudiera cambiar algo sin que afectara -o se afectara- por los demás elementos del sistema.
Con la decisión, unida a los incrementos salariales ‒anteriores y por venir‒ en el sector empresarial, el pago en dinero por la fuerza de trabajo invertida en este sector ganará espacio como fuente principal de satisfacción de las necesidades. Así el salario se percibirá como algo que hay que cuidar, no menospreciar; aun cuando se ha declarado que estos son aumentos temporales para aliviar el problema y servir de anticipo de una próxima reforma general de salarios, pensiones y jubilaciones.
Faltan elementos para hablar del paquete en su totalidad, pero para este acercamiento primero el hecho de que se incremente sustancialmente el salario y las jubilaciones de un sector de dos millones y medio de cubanos y cubanas y sus familias, se introduzcan medidas para justipreciar el contraído mercado interno y que el aumento del salario nominal se refleje en el real, junto a la proclamación de la necesidad de aplicar un paquete de medidas socialistas para reactivar la economía interna, son elementos suficientes para apoyar y defender una decisión como esta.
Si la gente menos favorecida empieza a vislumbrar la posibilidad de que los ingresos por el trabajo lleguen a ser la fuente principal de prosperidad y justicia social todos ganaremos. Desde los resultados de empresas y entidades presupuestadas y los indicadores macroeconómicos, hasta la seguridad nacional saldrán favorecidos. No digo que la pirámide se enderece porque nunca he creído en ese mito. Lo que se empezará a enderezar es el ideal de una sociedad socialista más justa y racional en la mente y las aspiraciones de miles de cubanos y cubanas.
Notas:
[1] «Rousseau, Marx y Braudel en la Actualización económica de Cuba», Temas 87-88, julio-diciembre 2016.
Fuente: http://jovencuba.com/2019/07/02/salario-justicia-y-prosperidad/