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Salvad al presidente Abbas

Fuentes: Rebelión

Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

Ehud Olmer es lo contrario de Midas, el rey de Frigia que todo lo que tocaba se convertía en oro según la leyenda griega. Todo lo que toca Olmert se convierte en plomo. Y esto no es ninguna leyenda.

Ahora está tocando a Mahmud Abbas. Le sube a los altares. Promete «consolidarle». Está a punto de reunirse con él.

Si yo pudiera ofrecer algún consejo a Abbas le gritaría: ¡Corre! ¡Corre si aprecias tu vida! ¡Un toque de la mano de Olmert sellará tu destino!

¿Es posible salvar a Abbas? No lo sé. Algunos de mis amigos palestinos están desesperados, crecieron en Fatah y Fatah es su hogar. Son seglares y nacionalistas. De ninguna manera quieren un régimen islámico fanático en su patria.

Pero en el conflicto actual su corazón está con Hamás, su mente está dividida. Y esto no es sorprendente.

Oyen las palabras del presidente Bush, de Olmert y de todo el balbuceante coro de políticos israelíes y expertos y extraen una conclusión inevitable: estadounidenses e israelíes están trabajando duro para convertir a Abbas en un agente de la ocupación y al movimiento Fatah en una milicia del ocupante.

Cada palabra que ahora proviene de Washington y Jerusalén confirma esta sospecha. Cada palabra ensancha la brecha entre la calle y la Autoridad Palestina en Cisjordania. El nuevo «gobierno de emergencia» de Ramala está encabezado por una persona que cosechó el 2% de los votos en las últimas elecciones cuando la lista del propio Abbas fue barrida por Hamás no sólo en Gaza, sino también en Cisjordania.

Ni «aliviar las restricciones» ni los «pasos económicos» ayudarán. Ni el reembolso del dinero de los aranceles aduaneros del que se apropió indebidamente el gobierno israelí ni el flujo de la ayuda europea y estadounidense. Hace ya 80 años Vladimir Jabotinsky, el más acérrimo sionista, se burló de los líderes sionistas que intentaban sobornar al pueblo palestino ofreciéndole incentivos económicos. No se puede comprar a un pueblo.

Si se puede salvar a Abbas de alguna manera, sólo hay una: con el inicio de rápidas y prácticas negociaciones para alcanzar un acuerdo de paz, con la intención declarada de establecer un estado palestino en la totalidad de los territorios ocupados y con Jerusalén Este como su capital. Nada menos.

Pero eso es exactamente lo que el gobierno de Israel no está dispuesto a hacer. Ni Tzipi Livni ni Ehud Barak.

Si estuvieran listos para hacer esto, ellos o sus predecesores lo hubieran hecho hace tiempo. Barak hubiera hecho un arreglo con Yasser Arafat en Camp David. Ariel Sharon lo hubiera acordado con Abbas cuando éste fue elegido presidente por una amplia mayoría. Olmert habría llegado a un acuerdo con Abbas cuando Sharon abandonó la escena. También podría haberlo hecho con el Gobierno de Unidad que se estableció bajo los auspicios saudíes.

No lo hicieron. No porque fueran tontos ni porque fueran débiles. No lo hicieron simplemente porque su intención era exactamente la contraria: la anexión de una gran parte de Cisjordania y la expansión de los asentamientos. Por eso hicieron todo lo posible para debilitar a Abbas, que fue designado por los estadounidenses como el «socio para la paz». A los ojos de Sharon y sus sucesores, Abbas era más peligroso que Hamás, que estaba definida por los estadounidenses como una organización «terrorista».

Es imposible entender los últimos acontecimientos sin retroceder al «plan de separación».

Esta semana se han publicado en Israel algunos descubrimientos sensacionales que confirman las sospechas que tuvimos desde el principio: que la «separación» no era más que una estratagema, parte de un programa con una agenda oculta.

Sharon tenía un plan integral con tres elementos principales: a) convertir la Franja de Gaza en una entidad separada y aislada capitaneada por Hamás, b) convertir Cisjordania en un archipiélago de cantones aislados liderado por Fatah, y c) dejar ambos territorios bajo la dominación del ejército israelí.

Esto explicaría la insistencia de Sharon en una retirada «unilateral» que parecía ilógica: ¿Por qué no habló previamente con la Autoridad Palestina? ¿Por qué no aseguró un traspaso de poderes ordenado a Mahmud Abbas? ¿Por qué no transfirió a la Autoridad todos los asentamientos intactos con sus edificios y sus invernaderos? ¿Por qué no abrió completamente todos los pasos fronterizos? De hecho, ¿por qué no facilitó que los palestinos abrieran el aeropuerto de Gaza y construyeran el puerto de Gaza?

Si la intención hubiese sido lograr un acuerdo de paz todo eso habría sucedido. Pero puesto que se hizo todo lo contrario, hay que asumir que Sharon actuó con la intención de llegar a la situación actual: el derrumbamiento de la Autoridad en Gaza, la toma de la Franja por Hamás y la división entre la Franja de Gaza y Cisjordania.

Para este fin aisló a Gaza de cualquier contacto con el mundo por tierra, mar y aire; mantuvo cerrados los pasos fronterizos casi siempre y convirtió Gaza en «la prisión más grande del mundo». El abastecimiento de comida, medicinas, agua y electricidad depende totalmente de la buena voluntad de Israel, así como las operaciones en el paso fronterizo con Egipto (con la ayuda de una unidad europea de vigilancia controlada por el ejército israelí), todas las importaciones y exportaciones e incluso el censo de habitantes.

Debe quedar claro: ésta no es una política nueva. La separación de la Franja de Gaza de Cisjordania ha sido durante muchos años un objetivo militar y político de los gobiernos israelíes.

El artículo IV de la Declaración de los Acuerdos de Oslo de 1993 afirma inequívocamente: «Las dos partes contemplan Cisjordania y la Franja de Gaza como una unidad territorial única cuya integridad será preservada durante el período interino». Sin esto Arafat no habría aceptado el acuerdo.

Más tarde Simon Peres inventó el eslogan «Gaza primero», que los palestinos rechazaron inflexiblemente. Al final el gobierno israelí cedió y en 1994 firmó el «Acuerdo referente a la Franja de Gaza y el área de Jericó». Con la entrega de este apoyo a la Autoridad Palestina en Cisjordania se aseguraba la unidad de ambos territorios.

En el mismo acuerdo Israel se comprometía a abrir un «pasaje seguro» entre la Franja y Cisjordania; no sólo uno, sino cuatro, que estaban señalados en un mapa anexo al acuerdo. Inmediatamente después se colocaron señales de carretera con la inscripción en árabe «a Gaza» a lo largo de las carreteras cisjordanas.

Pero durante los trece años que han pasado desde entonces, el pasaje no se ha abierto ni siquiera durante un día. Cuando Ehud Barak se sentó en su silla de Primer Ministro fantaseó con la idea de construir el puente más largo del mundo entre la Franja de Gaza y Cisjordania (unos 40 Km.). Como otros muchos de los brillantes chispazos de Barak, éste murió antes de nacer y el pasaje permanece herméticamente cerrado.

El gobierno israelí se ha comprometido una y otra vez a cumplir esta obligación y recientemente dio personalmente a Condoleezza Rice una detallada y específica garantía de cumplimiento. No ha hecho nada de eso.

¿Por qué? ¿Por qué nuestro gobierno asume el riesgo de una manifiesta, bien definida, incontrovertible y continua violación de una obligación tan importante? ¿Por qué han llegado tan lejos hasta escupir en el ojo de una gran amiga como Condoleezza?

Solamente hay una respuesta posible: la separación de la Franja de Gaza de Cisjordania es un objetivo trascendental y estratégico del gobierno y del ejército, un paso importante en el intento histórico de romper la resistencia palestina a la ocupación y la anexión.

Esta semana parecía que ese objetivo se había logrado.

La operación oficial para «consolidar» a Abbas es parte de este plan. En Jerusalén algunos sienten que sus sueños se han hecho realidad: Cisjordania separada de la Franja de Gaza, dividida en varios enclaves separados unos de los otros y del mundo, en gran medida como los bantustanes de Suráfrica en tiempos pasados. Ramala como la capital de Palestina, destinada a hacer que los palestinos se olviden de Jerusalén. Abbas recibiendo armas y refuerzos para destruir a Hamás en Cisjordania. El ejército israelí dominando las áreas entre ciudades y operando a su antojo también en las ciudades. Los asentamientos que crecen sin obstáculos, el valle del Jordán, completamente separado del resto de Cisjordania, el Muro que aumenta su extensión y engulle más territorio palestino. Y la promesa del gobierno de desmantelar los asentamientos «avanzados» queda como un chiste olvidado para siempre.

El presidente Bush está satisfecho con la «extensión de la democracia» en las áreas palestinas y la subvención de la ayuda militar de EEUU crece de año en año.

Desde el punto de vista de Olmert esta es una situación ideal. ¿Se mantendrá?

La respuesta es un innegable ¡NO!

Todas las acciones de Bush y Olmert, así como las de sus predecesores, están basadas en el desprecio por los árabes. Este desprecio, en sí mismo, ha demostrado muchas veces que es una buena receta para el desastre.

Los medios de comunicación israelíes, que se han convertido en órganos de propaganda de Mahmud Abbas y Mohamed Dahlan, están describiendo alegremente cómo los hambrientos habitantes de Gaza van a palidecer de envidia al ver a los bien alimentados y prósperos habitantes de Cisjordania; se rebelarán contra el liderazgo de Hamás y se podrá colocar allí a un colaboracionista al servicio de Israel. La gente en Cisjordania engordará con el dinero de la ayuda europea y estadounidense y será feliz por haberse librado de Gaza y sus problemas.

Esto es pura fantasía. Es mucho más probable que la ira de la población de Gaza se vuelva contra los carceleros israelíes que los están matando de hambre. Y la población de Cisjordania no va a dejar que sus compatriotas languidezcan en Gaza.

Ningún palestino aceptará la separación de Gaza de Cisjordania. Un partido que aceptara esto sería rechazado por el público palestino y un liderazgo que aceptara semejante situación sería eliminado.

La política israelí se rompe entre dos deseos contradictorios: por una parte impedir que los hechos de la Franja de Gaza se repitan en Cisjordania, donde una toma del poder por Hamás sería infinitamente más peligrosa, y por la otra impedir que Abbas tenga éxito hasta el punto de que los estadounidenses obligaran a Olmert a negociar seriamente con él. Como de costumbre, el gobierno está en la cuerda floja.

En este momento todas las actuaciones de Olmert están poniendo en peligro a Abbas. Su abrazo es el abrazo del oso y su beso, el beso de la muerte.

Original en inglés: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1182631140/

Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.