Las noticias: Del Editorial del periódico El País: «No más asentamientos». 5 de julio 2016: «La ocupación no solo se traduce en la asfixia económica y la humillación de los palestinos sino que degrada a la propia democracia israelí». Este editorial da envoltura a una intencionalidad de «izquierda» israelí de parecer lo que quiso ser […]
Las noticias: Del Editorial del periódico El País: «No más asentamientos». 5 de julio 2016: «La ocupación no solo se traduce en la asfixia económica y la humillación de los palestinos sino que degrada a la propia democracia israelí».
Este editorial da envoltura a una intencionalidad de «izquierda» israelí de parecer lo que quiso ser y no fue, una formación que busca la justicia social dentro de la ya olvidada «la socialdemocracia» europea, que dio legitimidad al sionismo usurpador, obviando ver más allá que las siglas de «comunas» socialistas, que se construían sobre tierras palestinas, masacraban y expulsaban a miles de familias palestinas. La ceguera de «la socialdemocracia» europea no fue de nacimiento sino de una operación de estética para adaptarla a las necesidades de una Europa que se veía en una situación comprometida, queriendo ser líder en la justicia social y al mismo tiempo mantenerse en el estatus histórico de colonialista. Ambos no podían ser realidad en la política internacional, por lo que se inventó la equidistancia y la hipocresía, a modo de diplomacia y a modo de acción respectivamente.
Invitado por grupos de ONGs israelíes que se sitúan en la oposición a la ocupación, el premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa recorre varias localidades palestinas y hace un llamado de atención a lo que ya y desde décadas está a la vista de todos, Los estragos de la ocupación; en su escrito de cinco días dice: «A diferencia de otros barrios de Jerusalén, tan inmaculadamente limpios como los de una ciudad suiza o escandinava, el vecindario palestino de Silwan, situado en el este y vecino de la Ciudad Vieja y la mezquita de Al Aqsa, regurgita de basuras, charcos hediondos y desechos. Me temo que tanta suciedad no sea casual, sino parte de un plan de largo alcance, para ir echando a los 30.000 palestinos que todavía viven aquí e irlos reemplazando por israelíes». En el mismo propósito y desde la posición del ocupante fuertemente armado y apoyado por el imperio del mal, Benjamín Netanyahu, anunció más medidas punitivas en Cisjordania: «Nos encontramos en una lucha continua contra el terrorismo», dijo. «Utilizaremos diferentes medios, entre ellos medidas agresivas que en el pasado no utilizábamos». Netanyahu aludió entre otros al bloqueo completo de la región en torno a Hebrón, que afecta a 700 mil personas.
Es la cara sucia de la ocupación, que no hacía falta que la «izquierda» israelí se inventara la rueda para demostrar lo que es archiconocido. Al parecer necesitaban salvar lo que les queda de muebles de su sionismo peculiar, que ampara la usurpación de Palestina del 48 y se opone a la ocupación de Palestina del 67, algo así como querer estar en misa y repicando. En todo caso y como se dice en árabe: «Tal vez de una mala acción se beneficia otra buena», en este sentido su acción beneficia el dar a conocer la verdadera cara de la ocupación de Palestina que lidera el sionismo, al que pertenecen pero le niegan la legitimidad de la ocupación. El hecho de que se denuncie la ocupación, desarma la pretendida acción propagandística del Estado sionista, justificándola por ser cuestión de «disputa» sobre terreno y no ocupación reconocida internacionalmente. Vargas Llosa en su relato de «cinco días» está dejando al descubierto no solo lo evidente, sino también la intencionalidad que en muchos casos es muy difícil de ver para la gente poco informada, debido a la amalgama de argumentos de acción y reacción que intencionadamente el ocupante desvía a su terreno de combatir al «terrorismo», dejando sin legitimidad la resistencia a la ocupación que reconocen las leyes internacionales y humanas como método de liberarse del ocupante. En su análisis sobre cómo se esclaviza a la población palestina, concluye que la asfixia económica ejercitada por el ocupante, implica que los trabajadores palestinos busquen trabajo en «Israel», que les convierte en mano de obra barata y por lo tanto esclavizada. Esta parte de la historia del pueblo palestino bajo la ocupación nos da una imagen nítida de los propósitos de una ocupación colonialista, es decir, una ocupación que pretende la expulsión de la población autóctona, para desplazarla por otra traída de todo el mundo. Si la «izquierda israelí» salve o no lo que le queda de muebles, no le exime de su responsabilidad en la ocupación de los territorios palestinos en 1967, que generales del ejército sionista de su condición ideológica participaron activamente para que se lleve a cabo, aunque algunos más tarde denunciaron el engaño al que fueron sometidos, para apoyar activamente la infame «guerra preventiva» llamada de «Seis días». Por lo tanto, para reparar el daño ya causado, han de trabajar y muy mucho junto a las organizaciones internacionales, reconociendo los derechos inalienables del pueblo palestino, sin peros ni líneas rojas. Aquí se trata de destruir las cartas ya marcadas y dejar de jugar partidas que solo han beneficiado al campo de odio que siembra y cosecha el sionismo todos los años. >En la Palestina histórica caben todos los ciudadanos de buena voluntad, tengan la religión o las raíces que tengan. Hoy por hoy israelíes y palestinos pueden vivir en armonía dentro de un Estado único, aconfesional y democrático. No hace falta inventar ninguna solución de Estados, simplemente ponerse a trabajar por un modelo que garantice los derechos humanos de toda la población.Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.