Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Los sangrientos desordenes de la Franja de Gaza, que han dejado decenas de palestinos muertos y heridos y a la sociedad palestina al borde de la guerra civil, no han salido de la nada.
Es más, la inmensa mayoría de palestinos, probablemente más del 99%, rechazan claramente y en los términos más firmes la guerra civil y jamás tomarían parte en ella si se llegara a producirse.
Ni que decir tiene que ese firme rechazo está enraizado en la convicción colectiva de que la guerra civil significaría el fin de las aspiraciones palestinas de libertad y liberación del colonialismo sionista.
Sin embargo, demasiados palestinos han muerto asesinados por otros palestinos mientras Israel, el enemigo de nuestro pueblo y el usurpador de nuestra patria, contempla con júbilo cómo nuestra sangre es derramada por nuestras propias manos.
No obstante, y sin justificar a Fatah y Hamas, que cargan con la culpabilidad fundamental por los sangrientos choques, es obvio que hay una «tercera parte» empeñada en avivar la llama de la lucha interna entre los palestinos.
Esa parte es la misma parte que incendió Iraq y echó leña al fuego para hacer que estallara la guerra sectaria en ese desdichado país; son los mismos que ahora están intentando implacablemente sembrar las semillas de la guerra civil en Líbano y Somalia. Nadie más que George W. Bush y su diabólica administración, que persiguen implantar la muerte, la violencia y las guerras civiles por todo Oriente Medio, especialmente en los países que cuentan con movimientos de resistencia activa frente a la hegemonía usamericana.
Sí, George Bush está intentando castigar los movimientos de resistencia sumiéndolos en guerras civiles. Incluso amenaza a países como Egipto y Arabia Saudí con guerras civiles inducidas si rehúsan seguir sus instrucciones y no se ponen a su entera disposición.
Primeramente le urgió a la débil Autoridad Palestina (AP), que realmente tenía muy poca autoridad si es que tiene alguna, para que organizara elecciones generales. Y cuando finalmente el pasado año se organizaron elecciones libres y justas y Hamas ganó, Bush decidió imponer sanciones excepcionalmente duras al nuevo gobierno palestino para castigar a los palestinos normales y corrientes por haber elegido a los chicos «equivocados».
En el contexto de esta insolente hostilidad, la administración Bush no sólo impidió que pudiera llegar cualquier tipo de ayuda a manos palestinas, sino que fue aún más lejos y se puso a intimidar a bancos y estados para que cortaran todas las formas de transacciones políticas y financieras con el nuevo gobierno democráticamente elegido, con sus agentes, funcionarios y ministros.
Gracias a estas sanciones, incluso el hecho de enviar una pequeña suma de dinero desde cualquier parte del mundo a Cisjordania y la Franja de Gaza se convirtió en un proceso harto complicado.
Los fondos para ayuda y asistencia humanitaria de países y organizaciones árabes y musulmanes fueron bloqueados y en algunos casos confiscados, todo ello con el objetivo de atormentar a 3,5 millones de palestinos y demostrarles que no merece la pena elegir a un partido que a USA no le gusta y que, además, puede acarrearles graves daños.
La promiscua intimidación no logró poner de rodillas a los palestinos, que rechazaron salir a las calles masivamente para derrocar a Hamas, como USA había planeado en connivencia con Israel.
El fracaso enfureció a Bush, Rice y al resto de la banda, que, en vez de darse por vencidos, intentaron explorar otras vías y medios para vengarse de Hamas por ganar las elecciones y por atreverse a decir «No» al führer de nuestra época. De ahí los últimos derramamientos de sangre.
No hay duda que los sangrientos enfrentamientos entre Hamas y la Fuerza de Seguridad Preventiva están planificados, financiados y sostenidos por dinero y armas usamericanos o al menos por armas bendecidas por ellos.
Hace unos cuantos meses, el Departamento de Estado anunció una serie de planes para otorgar más de 86 millones de dólares al dirigente de la AP Mahmud Abbas para «fortalecer sus fuerzas de seguridad contra Hamas».
Además, USA jugó un papel crucial al meter de contrabando en la Franja de Gaza decenas de miles de rifles, fundamentalmente KA-47, además de millones de balas. De hecho, a lo largo de estos últimos meses, Israel permitió que entraran en Gaza numerosos camiones con rifles y munición, para incendiarla y que la situación sirviera a sus criminales intereses.
Esta intolerable intervención de USA en los asuntos internos palestinos tenía tan sólo como objetivo hacer estallar la guerra civil. La idea usamericana subyacente en esta acción es que una implosión palestina debilitaría y diezmaría a la sociedad palestina y la forzaría, finalmente, a capitular ante Israel, con independencia del título y del nombre con los que se presentara la capitulación.
En la actualidad, la CIA está vertiendo millones de dólares sobre determinados «dirigentes» palestinos, que, de forma borreguil cuando no traidora, están cumpliendo la agenda Israel-USA. Y, a su vez, estos denominados dirigentes pagan sustanciosamente a jóvenes que no tienen ni empleo ni formación y que están dispuestos y deseosos de convertirse en esclavos del tesorero.
Durante las últimas semanas, vimos cómo estos mercenarios alquilados estuvieron muy ocupados asesinando a gente y secuestrando a todo el que pudieran agarrar y cómo se las arreglaron para quemar coches, comercios y edificios del gobierno en Ramala, Nablus y otros lugares de Cisjordania.
Desgraciadamente, gran parte de ese caos homicida se está realizando en nombre de Fatah cuando, en realidad, la mayor parte de los seguidores y partidarios de la organización, con excepción quizá de los escalones más altos, no son conscientes de lo que está pasando e ignoran completamente el papel de los usamericanos, y fundamentalmente de la CIA, a la hora de instigar las luchas fratricidas entre palestinos.
Sé que Fatah no es un movimiento monolítico y que no tiene un liderazgo centralizado. También comprendo que Mahmud Abbas es un dirigente débil con poca o ninguna autoridad sobre dirigentes de Fatah como Muhammad Dahlan, por nombrar a alguno. Sin embargo, esto no absuelve al movimiento de cargar con la responsabilidad moral y nacional, especialmente en esta aciaga coyuntura de nuestra lucha por la libertad.
Fatah, que proclama ser el custodio y guardián del sueño palestino, debería distanciarse y acorazarse frente a todos los que tratan de conseguir que naufrague el barco palestino.
Y ahora quiero hacer llegar unas palabras al movimiento de Hamas, y especialmente al gobierno dirigido por Hamas:
Hace ya veinte años que venís consiguiendo, con más o menos dificultades, preservar la unidad nacional palestina a pesar de los obscenos y persistentes esfuerzos israelíes de enfrentar al hermano con su único hermano. A mediados y finales de la década de los noventa, demostrasteis una moderación y paciencia ejemplar frente a las provocaciones insoportables de las instancias de seguridad de la AP. Ahora tenéis que hacer todo lo posible para tener bien presentes la prudencia y la sagacidad de Ahmed Yasin y actuar incluso con más dominio aún sobre vosotros mismos.
Ante crisis que pueden evolucionar hacia una guerra civil, no es suficiente con tener razón, uno tiene también que ser prudente. Y además, no olvidar nunca que en una guerra civil nadie será el ganador y todos saldremos perdiendo. Por ello, es imprescindible que recordemos que cuando el templo se viene abajo, es insignificante quién tiene razón y quién está equivocado.
Texto original en inglés:
http://www.thepeoplesvoice.org/cgi-bin/blogs/voices.php/2007/01/31/gaza_blood_on_bush_s_hands
Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión