Ann Louise Bardach, la periodista del New York Times, a la que Luis Posada Carriles confesara su protagonismo en los atentados con bomba de 1997 en La Habana, comenzó su testimonio en el juicio por perjurio contra Posada declarando «no soy testigo a favor o en contra de nadie», a lo que el fiscal T.J. […]
Ann Louise Bardach, la periodista del New York Times, a la que Luis Posada Carriles confesara su protagonismo en los atentados con bomba de 1997 en La Habana, comenzó su testimonio en el juicio por perjurio contra Posada declarando «no soy testigo a favor o en contra de nadie», a lo que el fiscal T.J. Reardon ripostó: «Eso puede ser verdad en su mente. Pero legalmente no es cierto». Bardach es la última persona en testificar en el ya muy dilatado proceso y según declaró en el juicio, Posada Carriles la contactó para la entrevista porque quería que se reconociera la «naturaleza heroica de lo que estaba haciendo en su campaña», en referencia a las bombas en las instalaciones turísticas cubanas.
La autora de Cuba confidential, es testigo de la fiscalía en el proceso que transcurre desde Enero en El Paso, Texas, pero ha insistido en que fue «coaccionada a testificar», además de haber hecho toda la resistencia posible para no entregar como evidencia para el juicio los archivos con las grabaciones de la entrevista que realizara a Posada y una «pintura» que este le obsequiara. La señora Bardach tiene un particular sentido de la trascendencia que puede ayudarnos a comprender la «verdad en su mente». En un artículo publicado en la revista Foreign Policy, la testigo que no quiere estar «a favor o en contra», alegó que a partir de su comparecencia «las fuentes que tienen conocimiento de un caso van a pensarlo dos veces antes de derramar los frijoles, si saben que el reportero al que le tienen confianza también podría ser obligado a testificar en testimonio contra ellos».
Sin embargo, no es Ann Louise Bardach la única partidaria de no proceder con transparencia alrededor de Posada Carriles y el terrorismo contra Cuba. El FBI le ha comunicado recientemente al periodista canadiense Stephen Kimber -quien le ha solicitado información acerca del mismo tema sobre el que Bardach se negaba a comparecer- que no tiene constancia en sus archivos de los documentos que autoridades cubanas entregaron en 1998 a esa institución sobre la organización de actos terroristas contra la Isla desde territorio norteamericano, que implican al acusado de El Paso y a otros personajes del llamado «exilio anticastrista».
Kimber ha escrito una carta al FBI con no poca ironía en la que solicita ampliar el rango de búsqueda de los documentos «desaparecidos», de manera «que comience el 4 de septiembre de 1997 – fecha del atentado al Hotel Copacabana – y concluya el 31 de diciembre del 2000, al comienzo del juicio de los Cinco Cubanos.», aludiendo así a cómo las autoridades norteamericanas utilizaron la información facilitada por Cuba para proteger a los terroristas, capturando a las fuentes que informaban sobre sus actividades. No sobra la ironía cuando a la organización que, desde los tiempos de su fundador John Edgar Hoover, almacena, clasifica y utiliza a conveniencia información sobre cuanto se mueve dentro y fuera de los Estados Unidos, se la han «perdido» mágicamente las históricas carpetas entregadas por Cuba.
Pero ya es un poco tarde para que las reticencias a informar en este caso dejen bien parados a quienes intentan ocultar algunas verdades, y los «frijoles» derramados por el acusado de El Paso contienen demasiada sangre para no salpicarse con ella en los pases de magia que tanto Bardach como el FBI quieren hacer con sus archivos. (Publicado en CubAhora)
Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2011/03/18/sangre-en-los-frijoles-y-magia-en-los-archivos/