Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Sólo una historia de la Biblia tiene lugar en Gaza. De modo que ahora, cuando nuestros pensamientos se concentran en ese trágico lugar, revisitémosla: es la historia de Sansón.
Los lectores de la Biblia entre vosotros sabrán que la historia aparece en el Libro de los Jueces, y que Sansón es el último en una lista de «jueces» que dirigieron a los israelitas después de su liberación de la esclavitud en Egipto.
Según Jueces, un ángel de Jehová se apareció a la madre de Sansón, hasta entonces una mujer estéril, y anunció que concebiría un hijo. No debía beber vino y no comer nada impuro, y consagrar a su recién nacido a Jehová como «nazirita,» queriendo decir que nunca debía cortar su cabello, consumir alcohol, o acercarse a un cadáver. Como veremos, no cumple esos votos.
En los días de la historia, el pueblo dominante en el área era el que la Biblia llama filisteos, un pueblo indoeuropeo relacionado con los griegos del que la evidencia arqueológica sugiere que se había establecido en la Ciudad de Gaza desde alrededor de 1180 A. de C. Nuestra palabra «Palestina» viene de ellos.
El niño Sansón nació y, según el relato bíblico, al llegar a la edad adulta, «vio a una mujer, una hija de los filisteos.» Por lo tanto pidió a sus padres: «os ruego que me la toméis por mujer.» (Jueces 14:2). Le rogaron que prefiriera a una joven israelita en su lugar, pero insistió. La escritura explica «que esto venía del SEÑOR, y que él buscaba ocasión contra los filisteos; porque en aquel tiempo los filisteos dominaban sobre Israel.» (Jueces 14:4).
Resulta que el joven Sansón era un verdadero superhéroe. En camino a los viñedos filisteos encuentra a un león que se le aproxima rugiente. Despedaza al animal sólo con sus manos. Sin contárselo a nadie, visita y hace la corte a su futura. Después vuelve al cuerpo del león y descubre que abejas se han anidado en su interior, y un panal de miel. Su padre llega a la casa de la joven para negociar un matrimonio, y tiene lugar una gran fiesta. Sansón plantea un acertijo para que lo resuelvan los jóvenes filisteos: «Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura.» Supone que es imposible que sepan lo que sucedió entre él, el león, y las abejas. Les dice que si pueden resolver el enigma les dará treinta sábanas y treinta mudas de vestidos y si no lo hacen cada cual le deberá lo mismo. Aceptan tontamente, todos probablemente en un cierto estado de embriaguez.
Los filisteos encargados de resolver el enigma van donde la prometida de Sansón y le piden que ella lo induzca a darle la respuesta, amenazando con quemarla a ella y la casa de sus padres si no lo hace.
Sansón, derrotado por sus ardides, le divulga el secreto, y así cuando plantea su acertijo a los filisteos en la noche de su boda, justo antes de irse a la cama, pueden responderle: «¿Qué cosa es más dulce que la miel? ¿Y qué cosa es más fuerte que el león?»
En ese momento, el «espíritu de Jehová» se apodera de Sansón, es decir pierde los estribos. Corre a
Ascalón, mata a treinta filisteos, roba sus ropas y se las da a los filisteos que respondieron correctamente su acertijo.
Una vez que se ha calmado Sansón vuelve a la casa de su prometida pero descubre que su padre, quien había supuesto – dada su conducta anterior – que había perdido interés, se la había otorgado al padrino en la ceremonia.
En su lugar le ofrece a Sansón la hermana menor, pero sólo enfurece al joven israelita. Captura trescientos zorros, prende fuego a sus colas, y los hace quemar hacinas y mieses de los filisteos, así como sus viñedos y olivares (Jueces 15:5). Esto, por su parte, exaspera a los filisteos quienes culpan a los familiares de la joven por el problema y los queman.
Entonces los filisteos, por razones obvias, realizan una incursión a territorio israelita exigiendo que les sea entregado Sansón. Los israelitas cumplen juiciosamente, y entregan al culpable maniatado, pero Sansón (ya que el espíritu de Jehová vuelve a poseerlo) logra romper sus ligaduras, y encontrando una quijada de asno la emplea para masacrar a mil filisteos.
Luego se va a la Ciudad de Gaza, donde pasa la noche en un prostíbulo. Los filisteos rodean el establecimiento pero dudan de actuar en su contra. A medianoche aparece, lleva en hombros las puertas de la ciudad con sus dos pilares y su cerrojo a 64 kilómetros hasta Hebrón (Jueces 16:3).
Y entonces llega el momento culminante: se enamora de Dalila, otra filistea. Los ancianos filisteos ofrecen a Dalila una fortuna si descubre el secreto para restringir la fuerza sobrehumana de Sansón. Ella le ruega que revele el misterio. Tres veces le da respuestas engañosas (como ser: «Si me ataren con siete mimbres verdes que aún no estén enjutos, entonces me debilitaré»), y cada vez ella reproduce la situación que él describe, gritando: «¡Los filisteos te atacan, Sansón!» Y cada vez escapa sin daño fácilmente.
Finalmente admite que el secreto de su fuerza es que nunca una navaja ha tocado su cabeza, y que si su cabeza fuera rapada, sería igual a cualquier otro hombre. Por lo tanto ella lo adormece, llama a un barbero, y le cortan sus largos rulos. Sansón es capturado, humillado, cegado, y puesto a trabajar en la rueda de un molino. Los filisteos verdaderamente sometían a prisioneros a un tal tratamiento en Gaza en el Siglo XII A. de C.
Finalmente, meses más tarde, cuando los cabellos de Sansón volvieron a crecer, los filisteos celebran un banquete en honor de su dios Dagón y piden que Sansón les sea presentado para así burlarse del hombre que había devastado su país. Ante tres mil espectadores, hombres y mujeres, Sansón se para entre dos pilares centrales del edificio, apela a Jehová, grita «¡Muera yo con los filisteos!» y derriba el edificio.
«Y él juzgó a Israel veinte años,» concluye el relato en Jueces (16:31).
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Ciertas premisas subyacen a todo el Libro de Jueces. El dios Jehová, ha elegido a los israelitas como su pueblo. Ha hecho un pacto con los descendientes de Abraham, para entregarles eventualmente la tierra del Nilo de Egipto al Éufrates (Génesis 15:18). Los ha convertido en una gran nación mientras estaban en Egipto, sin permitir que fueran esclavizados. Los ha conducido fuera del cautiverio mediante su sirviente, el profeta Moisés, el Legislador, que dividió las olas del Mar Rojo para permitir su cruce, y luego ahogó al ejército del faraón mientras perseguía a los hebreos en fuga.
(En realidad, existe muy poca evidencia de alguna presencia de hebreos en el antiguo Egipto, mucho menos de esclavización en gran escala. Toda la heroica narrativa del Éxodo es de una historicidad muy dudosa. http://www.beliefnet.com/
El descubrimiento por un mecánico de grúa inglés de una «rueda de carro» en el Mar Rojo en 2003 causó conmoción entre los que querían absolutamente creer en el cuento del Éxodo, pero la historia nunca llegó a ninguna parte.) http://www.worldnetdaily.com/
Jehová castigó a los hebreos por sus caídas en la idolatría durante los años que pasaron errando por el desierto de Sinaí llegando finalmente a Canaán, donde les ordenó que exterminaran a la gente del lugar. (Vea por ejemplo Josué 11:14, sobre la captura de la ciudad de Jazor, donde Josué y sus hombres se apoderaron del ganado «las personas, en cambio, las pasaron al filo de la espada, hasta acabar con todos. No dejaron a nadie con vida.»)
¿Recordáis la historia en el Libro de Josué, en la que Jehová hace que los muros colapsen, las fuerzas de Josué atacan y «Luego consagraron al exterminio todo lo que había en ella, pasando al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y ancianos, vacas, ovejas y asnos» (Josué 6:21)? (Hay una canción infantil en la escuela dominical al respecto: «Josué peleó contra Jericó, Jericó, Jericó. Josué peleó contra Jericó y el muro se cayó. ¡Aleluya!») La rectitud del pueblo de Dios es sobrentendida en estas historias, la prescindibilidad de las vidas de sus enemigos – cualquiera que compita con dicho pueblo por derechos en la Tierra Prometida – también se sobrentiende. Aquí, como en el Libro de Jueces el tema del genocidio está entretejido con tanta desenvoltura con los temas convenientemente familiares del Pueblo Elegido y de la Tierra Prometida que podríamos tener dificultades para llegar a darnos cuenta. Pero eso es lo que es: la matanza, por orden divina, de pueblos enteros. Herem en hebrero («la maldición de la destrucción») quería decir el asesinato de todos los seres humanos y de los animales en la maldición de la guerra santa.
Nosotros, estadounidenses, por supuesto tenemos nuestros propios mitos heroicos de nuestros peregrinos que llegaron a nuestra Tierra Prometida, elegidos por Dios para derrotar a los nativos paganos, justificando tantas atrocidades con la cita de textos del Antiguo Testamento.
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Mary Joan Winn Leith escribe sobre la historia de Sansón en «The Oxford Companion to the Bible»: «Es uno de los cuentos más ingeniosamente compuestos en la Biblia… Un estudio sutil de engaño y traición, por humanos y por dios, para bien o para mal.»
Por otra parte: ¡qué historia horrible! Hay pocas cualidades redentoras en ese bruto egoísta, hipersexuado, maligno, que abusa de los animales encendiendo sus colas y ni siquiera tiene suficiente buen sentido para darse cuenta de que Dalila trabaja con el enemigo.
Ahora bien, se trata, claro está, de un texto probablemente escrito hace entre 2600 y 2800 años. Su(s) autor(es) no tiene(n) nada que ver con alguna disputa política contemporánea, y no podemos esperar que el texto nos dé mucha perspectiva para comprender el pensamiento de los sionistas en relación con la presente Blitzkrieg [guerra relámpago] contra Gaza.
Pero, los siguientes son algunos pasajes que hacen pensar:
- «…esto venía de Jehová, y que él buscaba ocasión contra los Filisteos: porque en aquel tiempo los Filisteos dominaban sobre Israel.» (Jueces 14:4)-
La realidad es que es evidente los dirigentes israelíes han buscado motivos para la guerra contra los palestinos, en múltiples ocasiones. Han fabricado pretextos durante décadas. En 2006 usaron un ataque de Hezbolá contra una estación de patrulla fronteriza israelí, en el que murieron seis y en la que dos soldados israelíes fueron tomados como rehenes, como pretexto para un ataque masivo contra el Líbano, en el que mataron a más de 1.000.
El autor de este trabajo ficticio, escrito hace tal vez 2600 o 2800 años, señala que el propio Jehová buscaba la batalla. Un humanista secular podría interpretar que el pasaje significa que los devotos de Jehová ansiaban una batalla contra los filisteos, cuya tierra codiciaban.
- «Y el espíritu de Jehová cayó sobre él, y descendió á Ascalón, é hirió treinta hombres de ellos; y tomando sus despojos, dio las mudas de vestidos á los que habían explicado el enigma…» (Jueces 14:19)
Ascalón, la antigua ciudad palestina de la que colonos sionistas se apoderaron desde 1948, ha vuelto a las noticias recientemente. Hemos oído hablar mucho del bombardeo palestino indiscriminado de la ciudad que es alcanzada ocasionalmente por cohetes caseros desde Gaza. Aquí, en la historia de Sansón, vemos al héroe israelita matando indiscriminadamente a treinta hombres en ese lugar. ¡Pero lo hace lleno del espíritu de Dios!
Podéis estar seguros de que este domingo predicadores desde púlpitos en todo EE.UU. apoyarán la invasión israelí de Gaza como un acto divino de autodefensa. (Reaccionarán a la astuta campaña israelí de relaciones públicas de nauseabunda superioridad moral.) ¿Se les escaparán las ironías subyacentes?
- «¡Muera yo con los Filisteos!» grita Sansón mientras hace que la sala de banquetes se derrumbe sobre sus fundamentos (Jueces 16:30)
¿No se parece a la mentalidad del atacante suicida? Nos dicen que Sansón mató más gente en el banquete que en toda su vida (16:30) y que sus hermanos llegaron para llevarse su cuerpo. (Pero probablemente no esperaba renacer en un Paraíso; esa noción persa no había penetrado realmente el judaísmo. Fue probablemente un producto del Cautiverio Babilónico – de la contribución iraní a la experiencia judía.)
Por lo tanto Sansón, el juez de Israel, se autodestruye, y a miles de filisteos, en Gaza. Es definitivamente una historia de la Biblia que vale la pena releer en particular durante estos días.
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A numerosos israelíes les gusta presentar a su nación como el pequeño David, el pastorcito que llegará a ser rey, confrontando a Goliat de Gath, el gigante filisteo, por la gracia de Dios, derribándolo con una piedra lanzada con una honda.
Sugiero otra imagen: Israel como Sansón. Salvaje, irracional, matonesco, indómito, codicioso, dado a obsesiones religiosas, la increíble masa capaz de llevar a cuestas las puertas de la ciudad de Gaza, pero vulnerable en última instancia. Lo realmente espeluznante respecto a Sansón es que, lleno de autocompasión y arrogancia moral incluso antes de cometer atrocidades contra tantos filisteos, está dispuesto a matar 3.000 más y a sí mismo derribando la gran sala sobre todos.
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Gary Leupp es profesor de historia en la Universidad Tufts, y profesor adjunto de Religión Comparativa. Es autor de «Servants, Shophands and Laborers in the Cities of Tokugawa Japan»; «Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan»; e «Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900.» También colaboró con la despiadada crónica de CounterPunch sobre las guerras en Iraq, Afganistán y Yugoslavia: «Imperial Crusades.» Para contactos escriba a: [email protected]