Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
«The Financial Times» – 22 de enero de 2009 – – -En mis décadas como funcionario público, he promovido firmemente el proceso de paz árabe-israelí. Durante los últimos meses, argumenté que el plan de paz propuesto por Arabia Saudí podía ser implementado bajo un gobierno de Obama si israelíes y palestinos aceptaban difíciles compromisos. Dije a mis audiencias que valía las energías del gobierno entrante porque, como dijo el difunto diplomático indio Vijaya Lakshmi Nehru Pandit: «Mientras más sudamos en la paz, menos sangramos en la guerra.»
Pero después que Israel lanzó su sangriento ataque contra Gaza, esas súplicas por el optimismo y la cooperación parecen ahora un recuerdo distante. En las últimas semanas, el ejército israelí no sólo ha asesinado a más de 1.000 palestinos, sino que han llegado cerca de matar la propia perspectiva de paz. A menos que el nuevo gobierno de EE.UU. tome pasos drásticos para impedir más sufrimientos y matanzas de palestinos, el proceso de paz, la relación de EE.UU. y Arabia Saudí y la estabilidad de la región estarán en peligro.
El príncipe Saud Al-Faisal, ministro saudí de exteriores, dijo al Consejo de Seguridad de la ONU que si no hay una solución justa, «os daremos la espalda.» El rey Abdullah habló por todo el mundo árabe y musulmán cuando dijo en la cumbre árabe en Kuwait que aunque la iniciativa árabe por la paz está sobre el tapete, no continuaría allí durante mucho tiempo. Gran parte del mundo comparte esos sentimientos y cualquier gobierno árabe que negocie hoy con los israelíes sería correctamente condenado por sus ciudadanos. Dos de los cuatro países árabes que tienen vínculos formales con Israel – Qatar y Mauritania – han suspendido todas las relaciones, y Jordania ha llamado a su embajador.
EE.UU. no es inocente en esta calamidad. No sólo el gobierno de Bush ha dejado un repulsivo legado en la región – desde la muerte de cientos de miles de iraquíes a la humillación y tortura en Abu Ghraib – sino también, mediante una actitud arrogante sobre la carnicería en Gaza, contribuyó a la matanza de inocentes. Si EE.UU. quiere seguir jugando un papel de liderazgo en Oriente Próximo y mantener intactas sus alianzas estratégicas – especialmente su «relación especial» con Arabia Saudí – tendrá que revisar drásticamente sus políticas frente a Israel y Palestina.
El gobierno entrante de EE.UU. heredará una «canasta repleta de serpientes» en la región, pero hay cosas que pueden ser hechas para ayudar a calmarlas. Primero, el presidente Barack Obama tiene que encarar el desastre en Gaza y sus causas. Inevitablemente, condenará el disparo de cohetes de Hamás contra Israel.
Cuando haga eso, debe condenar también las atrocidades de Israel contra los palestinos y apoyar una resolución de la ONU al efecto; condenar enérgicamente las acciones israelíes que llevaron a este conflicto, desde la construcción de asentamientos en Cisjordania al bloqueo de Gaza y los asesinatos selectivos y arrestos arbitrarios de palestinos; declarar la intención de EE.UU. de trabajar por un Oriente Próximo libre de armas de destrucción masiva, con un paraguas de seguridad para países que firmen y sanciones para los que no lo hagan; llamar a una retirada inmediata de las fuerzas israelíes de las Granjas Shab’ah en el Líbano; alentar las negociaciones israelí-palestinas por la paz; y apoyar una resolución de la ONU que garantice la integridad territorial de Iraq.
El señor Obama debería promover enérgicamente la iniciativa por la paz de Abdullah que llama a Israel a seguir el curso delineado en varias resoluciones y leyes internacionales: que se retire completamente de las tierras ocupadas en 1967, incluyendo Jerusalén Este, volviendo a las líneas del 4 de junio de 1967; que acepte una solución justa mutuamente acordada al problema de los refugiados según la resolución 194 de la Asamblea General; y que reconozca el Estado independiente de Palestina con Jerusalén Este como su capital. En cambio, habría un fin a las hostilidades entre Israel y todos los países árabes, e Israel obtendría plenas relaciones diplomáticas y normales.
La semana pasada, el presidente Mahmud Ahmadi-Nejad de Irán escribió una carta al Rey Abdullah, reconociendo explícitamente a Arabia Saudí como líder de los mundos árabe y musulmán y llamándole para que adopte un papel más antagónico respecto a «esta obvia atrocidad y matanza de sus propios hijos» en Gaza. El comunicado es significativo por su reconocimiento de facto de la primacía del reino por parte de uno de sus enemigos más ardientes revela hasta qué punto la guerra ha unido a toda una región, chií y suní. Además, el llamado del señor Ahmadi-Nejad a que Arabia Saudí lidere una yihad contra Israel crearía – si se realizara – un caos y derramamiento de sangre sin precedentes en la región.
Hasta ahora, el reino ha resistido esos llamados, pero cada día esa contención se hace más difícil de mantener. Cuando Israel mata deliberadamente palestinos, se apropia de sus tierras, destruye sus casas, arranca de raíz sus granjas e impone un bloqueo inhumano contra ellos; y mientras el mundo lamenta una vez más el sufrimiento de los palestinos, la gente de conciencia de todas partes del mundo clama por acción. En su momento, el reino no podrá impedir que sus ciudadanos se sumen a la revuelta mundial contra Israel. Hoy en día, cada saudí es un gazano, y recordaremos bien las palabras de nuestro difunto Rey Faisal: «Espero que perdonareis mi efusión de emociones, pero cuando pienso en que nuestra Santa Mezquita en Jerusalén está siendo invadida y profanada, pido a Dios que si no puedo emprender la Santa Yihad, no debiera vivir ni un momento más.»
Oremos todos por que el señor Obama posea la visión de futuro, la justicia, y la determinación para controlar al asesino régimen israelí y abrir un nuevo capítulo en éste el más difícil de los conflictos.
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El príncipe Turki es presidente del Centro de Investigación y Estudios Islámicos Rey Faisal, en Riad. Ha sido director de los servicios de inteligencia saudíes, embajador en el Reino Unido e Irlanda y embajador en EE.UU.
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