Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
¿Quién dice que el agua no tiene color, olor o sabor? El agua tiene un color que se revela a sí mismo en el desarrollo de la sed… Y el agua tiene el olor del agua, una fragancia que es el perfume de la brisa vespertina cuando sopla desde un campo ahíto de espigas meciéndose en una extensión luminosa que se derrama como los puntos de luz destellantes que dejan las alas de un pequeño gorrión revoloteando bajito».
Mahmoud Darwish (Memoria para el olvido, Beirut, agosto de 1982)
«El agua es fundamental para la vida y la salud. El derecho humano al agua es esencial para poder tener una vida sana y humanamente digna. Es un requisito previo para la realización del resto de los derechos humanos».
Pacto Internacional sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas.
La crisis del agua ha comenzado muy pronto este año en los Territorios Palestinos. En decenas de pueblos y ciudades por toda Cisjordania y la Franja de Gaza, la gente espera oír ansiosamente el gorgoteo del agua en las cañerías, abriendo azoradamente los grifos, observando anhelantes que aparezcan las primeras gotas de agua, esperando ver si se convierten en chorro o siguen gorgoteando hasta acallarse después de unos cuantos segundos. Otros tantos observan y esperan la llegada de los tanques de agua que les acercan el líquido vital desde fuentes lejanas atravesando un sinfín de obstáculos conformados por los bloqueos de carreteras, los controles y cierres militares colocados por las autoridades israelíes, una característica inherente a la ocupación militar y colonización en curso de los Territorios Palestinos.
Es un verano especialmente duro para los palestinos de Cisjordania y Gaza. Incluso en años normales, la mayoría de los palestinos sufre problemas de suministro de agua. Según la Autoridad Palestina para el Agua, en Cisjordania, alrededor de 220.000 palestinos no disponen de conexión con la red de canalización del agua, viéndose obligados por tanto a depender para su abastecimiento del agua de los camiones- cisterna, del agua de lluvia recogida y de manantiales naturales no tratados. Todas esas fuentes son susceptibles de contaminación; según el Comité de Ayuda Médica Palestina, es bastante frecuente que los pueblos palestinos tengan problemas de salud asociados con el agua de mala calidad [1]. Además, para las comunidades que dependen del agua que les llega en tanques-cisterna, esa situación implica un inmenso problema por el coste que supone, de cuatro a siete veces más que el agua que llega por la red de tuberías.
Incluso en los pueblos conectados a la red, el suministro de agua no es continuo ni seguro. Según el Proyecto para el Control del Agua, Alcantarillado e Higiene, sólo el 46% de las comunidades de Cisjordania disponen de cobertura total a partir de la red de tuberías de agua. El resto sufre interrupciones en el suministro que pueden durar desde unas pocas horas a varias semanas e incluso meses.
En la Franja de Gaza, aunque la inmensa mayoría de la población está conectada a la red de agua, hay grandes problemas con su calidad. Un impresionante 90% del agua suministrada a los gazanos no alcanza los niveles que la Organización Mundial de la Salud ha fijado para el agua potable. Esto se debe a la degradación de los Acuíferos de Gaza, la única fuente de agua potable para su población, que sencillamente no contienen agua suficiente para poder satisfacer la demanda de la atestada población de Gaza, en la que el 70% de sus componentes están registrados como refugiados. El nivel del acuífero va disminuyendo año tras año y va filtrándose el agua salada del cercano Mar Mediterráneo, amenazando con inutilizar todo el acuífero si no se adoptan medidas para revertir la situación. Las interrupciones en el suministro de agua para los vecinos de Gaza son la consecuencia de las operaciones del ejército israelí y de las restricciones en la entrada de productos en Gaza, que dañan la infraestructura del agua o que imposibilitan el suministro de electricidad a los pozos y estaciones que funcionan mediante bombeo eléctrico.
En años normales, cuando llegan los tórridos veranos del Oriente Medio, cada vez son más frecuentes los cortes de suministro de agua a los palestinos, al mismo tiempo que las reservas de agua natural van bajando y la presión en la red de agua disminuye. Las autoridades israelíes, que controlan una gran proporción de las tuberías más importantes de agua en Cisjordania, cierran las válvulas a los pueblos palestinos para asegurar que el suministro a los asentamientos israelíes, que se abastecen de la misma red, sea constante [2]. Las operaciones del ejército en Gaza han destrozado la infraestructura del agua y cerrado las centrales eléctricas, cortando el suministro de agua a decenas de miles de personas. El agua de lluvia, recogida durante el invierno y almacenada en cisternas contra esas situaciones de emergencia, empieza a disminuir y los palestinos esperan angustiados que las primeras lluvias de la primavera caigan sobre la tierra reseca y restauren el nivel de los acuíferos subterráneos, lagos, ríos y cisternas, volviendo verdes, una vez más, las inhóspitas laderas.
Los palestinos esperan mientras, al otro lado el Muro, en Israel y en los asentamientos israelíes de Cisjordania, la historia es harto diferente. Los aspersores mantienen verde el césped, las flores brotan en los bien cuidados jardines, los niños juegan en las piscinas, la gente puede ducharse dos veces al día y, para la inmensa mayoría, no hay crisis de agua alguna, o existe sólo en sentido abstracto, como una conciencia nebulosa de que Israel está situado en una de las regiones más áridas sobre la tierra. La realidad de la escasez del agua que atormenta a los palestinos apenas afecta a la mayoría de los israelíes y, además, Israel puede mantener un sector agrícola por valor de miles de millones, que exporta a Europa cosechas intensivas que necesitan de gran cantidad de agua (como los aguacates, cítricos y hierbas), una actividad que equivale esencialmente a exportar agua.
Parece extraño que realidades tan diferentes puedan coexistir en un área geográfica tan pequeña. Más extraño es aún cuando uno se da cuenta de que ambas poblaciones, la israelí y la palestina, obtienen su agua de tres fuentes principales, el Acuífero de la Montaña, el Acuífero Costero y el Río Jordán, que corre a lo largo de las fronteras de Israel y los Territorios Palestinos. Seguramente que si hubiera crisis de agua, no lo sentiría todo el mundo por igual. Los palestinos sufren cortes de agua todos los años, mientras no es así para la mayoría de los israelíes (con la notable excepción de los beduinos).
La verdad del asunto, una verdad bastante desagradable, es que cada año los territorios palestinos tienen encima la espada de Damocles de una crisis del agua a causa del monopolio israelí sobre esos recursos, obstaculizando el desarrollo hidráulico palestino. El rendimiento total del Acuífero de la Montaña, del Acuífero Costero y del Río Jordán es de aproximadamente 1.720 millones de metros cúbicos de agua por año en un año medio, del cual Israel utiliza unos 1.444 millones de metros cúbicos, dejando tan sólo 275 millones de metros cúbicos para los palestinos [3]. A pesar de la aridez de la región, es una realidad que se dispone de suficiente agua en Israel y los Territorios Palestinos para que todos tengan el suministro mínimo recomendado por la OMS que posibilita mantener un nivel decente de vida: 100 litros por persona y día. Muchos palestinos reciben una cantidad muy por debajo de esa cifra. En algunas zonas, el suministro medio es de tan sólo 10 litros por persona y día durante los tórridos meses del verano, incluso en años de relativa abundancia de agua [4].
Este año no es un año medio. Este año se registra la peor sequía que la zona ha visto en esta década. Este año las cosechas y los árboles se marchitan y agonizan en los campos, y los pastores luchan por encontrar agua para sus ganados. Según un informe de Naciones Unidas publicado en enero, la lluvia caída el pasado invierno sobre los Territorios Palestinos significó apenas el 26% de la media interanual, disminuyendo hasta el 13% en la región de Hebrón [5]. Incluso los israelíes están preocupados este año. En mayo, Uri Shani, el Director de la Autoridad del Agua israelí advirtió que el nivel del Mar de Galilea (conocido como lago Kinneret por los israelíes y lago Tiberiades por los árabes) caerá este verano por debajo de la «línea roja», lo que hace que no se pueda asegurar que se continúe bombeando agua desde esa fuente en las cantidades en que normalmente se hace [6].
El mar de Galilea es parte del sistema del río Jordán y normalmente suministra 570 millones metros cúbicos de agua por año a los israelíes [7], la mayoría de la cual es bombeada a través de las conducciones nacionales israelíes de agua que llevan el suministro a pueblos y granjas del centro y el sur del país. Si ese suministro se reduce, es muy probable que los campesinos israelíes sean los que más afectados resulten, ya que el sector agrícola israelí es el que más agua utiliza en el país, y es probable que la Autoridad del Agua reduzca las cuotas de agua a los campesinos para proteger el suministro doméstico. Además, esa Autoridad puede proteger a los israelíes de a pie de sentir los efectos de la escasez de agua enfrentando el déficit en el suministro doméstico obteniéndola de otros recursos, muy posiblemente a expensas de los ya agobiados palestinos.
En el momento actual, Israel ha reconocido los derechos palestinos al agua, pero no los ha cuantificado, dejándoles expuestos a la carencia de agua. En 1995 se alcanzó un acuerdo temporal (Acuerdo Interino de Oslo) que estipulaba que cada parte mantendría la actual utilización del compartido Acuífero de la Montaña hasta que tuvieran lugar las negociaciones sobre el Estatuto Permanente; esto significó que los israelíes disfrutarían del 80% del agua, mientras que a los palestinos se les garantizaba tan sólo el uso del 20% de ese recurso. Esta sesgada utilización fue en sí consecuencia de las restricciones israelíes al desarrollo del agua palestina desde que empezó la ocupación de 1967, cuando Israel proclamó que todos los recursos de agua eran propiedad del estado israelí, fijando cuotas de bombeo de pozos y creando un sistema de permisos que ahogó el desarrollo del agua para los palestinos. Según el Acuerdo de Oslo, también se debería haber permitido a los palestinos que desarrollaran un suministro adicional de hasta 80 millones de metros cúbicos de agua de fuentes situadas dentro de Cisjordania, que ayudaran a aliviar su inmediata escasez de agua.
Incluso con ese añadido, la cantidad de agua asignada a los palestinos apenas bastaba para cubrir sus necesidades básicas, no permitía desarrollar el sector agrícola y no tenía en cuenta el crecimiento de la población a medio o largo plazo. Las negociaciones para el Estatuto Final debían haber concluido a los cinco años del Acuerdo Interino. Sin embargo, como han brillado por su ausencia hasta este mismo día, no se ha registrado mejora alguna en la situación del agua de muchas de las necesitadas comunidades palestinas.
De los 80 millones de metros cúbicos adicionales prometidos, se han conseguido menos de la mitad, a pesar de los altos niveles de financiación internacional a tal fin. Una razón importante que permite esta situación es que el Acuerdo de Oslo acepta que los israelíes veten los proyectos de desarrollo palestinos; y además crea un inmenso, complicado y burocrático sistema de permisos que muchas ONG internacionales y locales que trabajan sobre el terreno no han podido negociar. El 60% de la masa de tierra de Cisjordania permanece bajo control total israelí, y los proyectos en esas zonas requieren permisos adicionales de las autoridades israelíes. Casi todas las comunidades palestinas que no están conectadas con la red de aguas (unas 220.000 personas) se encuentran en zonas controladas por los israelíes [8].
Los esfuerzos para ayudar a todas estas personas se han visto consistentemente obstaculizados y desbaratados en el curso de los trece años transcurridos desde la firma del Acuerdo de Oslo. Por ejemplo, en abril de este año, la OXFAM británica, que se había implicado en dos proyectos importantes alrededor del agua en el término de Hebrón, tan escaso en agua, cerró su oficina en la zona ante la imposibilidad de conseguir permisos para hacer su trabajo [9]. Debido a la continúa frustración de no poder poner en marcha proyecto alguno a causa de la negativa a conceder los permisos y a la pérdida de tiempo y dinero que esta situación les causaba, la ONG se ha visto obligada a cancelar sus muy necesitados esfuerzos para llevar agua a las sedientas comunidades del sur de Hebrón, que se cuentan entre las más necesitadas en Cisjordania.
Con el correr de los años, como los palestinos no han podido acceder a sus propios y necesarios recursos han pasado cada vez más a depender de la compra de agua a la compañía de agua israelí Mekorot. El pasado año, los palestinos compraron 43,9 millones de metros cúbicos de agua a Mekorot, lo que constituye alrededor del 50% del suministro doméstico para Cisjordania. Esta agua no está garantizada (con excepción de 5 millones de metros cúbicos transferidos a Gaza), si Mekorot decide no vendérsela a los palestinos, no hay ningún acuerdo vinculante que les obligue a hacerlo así. Si se decide que ese agua se queda en Israel, para uso doméstico, para la agricultura o la industria, puede así hacerse, dejando sedientos a los palestinos.
Debido a la sequía de este año, hay gran preocupación de que esto sea precisamente lo que pase. Hasta ahora, los cortes de agua que normalmente empiezan a tener lugar en julio se iniciaron en mayo, y la situación parece deteriorarse según el calor se intensifica. Mekorot controla directamente en la actualidad el suministro de agua a 250 comunidades palestinas en Cisjordania, que la obtienen de la misma red que sirve a los asentamientos israelíes. En los últimos años, a lo largo de los meses de verano, se han cerrado en múltiples ocasiones las válvulas que abren el suministro para los pueblos palestinos, muchas de las cuales están situadas dentro de los mismos asentamientos, para asegurar que haya bastante presión en la red de agua que permite el suministro constante de agua a los asentamientos, donde los aspersores continúan dejando caer agua sobre extensiones de verde césped en agudo contraste con el mundo de polvo y sed que las cercanas comunidades palestinas se ven obligadas a soportar como consecuencia (10).
En junio, el Proyecto para el Control de la Higiene, el Agua y el Alcantarillado emitió un informe sobre las severas reducciones decididas en el suministro de agua a varios pueblos de la zona de Nablus a los que Mekorot normalmente suministra. En la actualidad, los suministros de agua que reciben suponen tan sólo el 15% de la tarifa normal, obligándoles a comprar suministros adicionales de tanques de agua a un coste de 20 shekels por metro cúbico (más de cinco veces el precio del agua canalizada). Muchas familias están ya sufriendo por la crisis económica, muchas han visto sus tierras confiscadas y han perdido su sustento en el sector agrícola como consecuencia de la Ocupación israelí, por lo que les ha sido imposible encontrar un empleo alternativo. Mucha gente no puede permitirse ese gasto adicional, por lo que están reduciendo su consumo de agua a niveles tales que están impactando negativamente en su salud y en la de sus niños.
Las violaciones del derecho al agua no se limitan a Cisjordania. Este año, la Franja de Gaza sigue bajo un inmisericorde embargo que restringe los suministros de fuel a las centrales eléctricas que bombean las redes de agua y de alcantarillado. El 21 de enero de 2008, la Autoridad para el Agua palestina reconoció que el 40% de las casas de la Franja de Gaza no tenían agua corriente y, al día siguiente, aparecieron una serie de informes en los que se denunciaba que las aguas residuales estaban fluyendo por las calles [11]. En marzo, informes de los trabajadores de Cruz Roja sobre la situación en la zona advertían que la crisis de los saneamiento era «grave y empeoraba por momentos» [12]. Como el verano prosigue su curso y el calor aumenta, el sufrimiento causado por el agua insuficiente y los suministros de agua contaminados y las aguas fecales corriendo junto a las casas es probable que se agudice mientras prosigue el aplastamiento israelí de Gaza.
La situación que se está creando en Gaza está obligando a la ayuda internacional a transformarse más y más en ayuda de emergencia, y se está lejos de intentar abordar el subyacente problema de degradación medioambiental que puede causar finalmente la destrucción del Acuífero de Gaza hasta el punto que ya no haya agua limpia que suministrar a la población de la Franja. Lo mismo ocurre en Cisjordania, donde debido a la difícil situación del desarrollo, la financiación se concentra cada vez más en la asistencia inmediata para llevar agua a las comunidades mediante tanques a precios permisibles o a construir cisternas, más que a abordar el problema de la inseguridad del agua y, sobre todo, lo único que hace la insuficiente infraestructura es crear dependencia y vulnerabilidad, al mismo tiempo que contribuye a destruir el medio ambiente palestino.
La verdad es que hasta que no sean reconocidos y protegidos los derechos al agua de los palestinos y hasta que no se levanten las restricciones sobre el desarrollo palestino, cada año que pase los palestinos aprenderán a conocer el color del agua demasiado bien, a sentir cómo pincha la sed en una garganta reseca y a temer por la viabilidad de su futuro mientras se mueren de sed en medio de la abundancia, en una crisis que sus ocupantes les han creado. Mientras que el pueblo de Israel y la comunidad internacional permitan que el gobierno israelí valore el bienestar de los judíos por encima del de los árabes y valore el beneficio de su sector agrícola [o de su verde césped] por encima de los derechos humanos de los palestinos, proseguirá esta incalificable injusticia, la negativa al agua, que es el más fundamental de los recursos vitales, el requisito precio para la consecución del resto de derechos humanos.
Notas:
[1] Dr Ghassan Hamdan, Comité de Ayuda Médica Palestino, comunicación personal, mayo de 2008.
[2] WaSH MP (2005): Water for Life: Continued Israeli Assault on Palestinian Water, Sanitation and Hygiene during the Intifada. Water, Sanitation and Hygiene Monitoring Program.
[3] Israeli Hydrological Service (2003), Evolution of the Exploitation and State of Israel’s Water Sources until Autumn 2003; Palestinian Central Bureau of Statistics (2008); Annual Available Water Quantity in the Palestinian Territory by Region and Source in 2006.
[4] PWA (2005) Water Supply in the West Bank, 2005. Directorate General of Resources and Planning, Palestinian Water Authority.
[5] FAO and OCHA (2008) Drought: the latest blow to herding livelihoods. United Nations Food and Agriculture Organization, United Nations Office for the Coordination of Humanitarian Affairs. Jerusalén, 23 de enero de 2008.
[6] Hillel Fendel (2008) Israeli Water Authority Director: Crisis expected in July. Israel National News (www.IsraelNN.com), 18 de mayo de 2008.
[7] Israeli Hydrological Service (2003), Evolution of the Exploitation and State of Israel’s Water Sources until Autumn 2003.
[8] Yousef Awayes, Palestinian Water Authority, comunicación personal, mayo de 2008.
[9] Michael Bailey, Oxfam, comunicación personal, marzo de 2008.
[10] WaSH MP (2004, 2005, 2006) Water for Life reports. Water, Sanitation and Hygiene Monitoring Program.
[11] COHRE (2008) Hostage to Politics: The impact of sanctions and the blockade on the human right to water and sanitation in Gaza. Centre on Housing Right and Evictions.
[12] Ron Taylor (2008) Gaza: «Bad and getting worse». LifeSource News, www.lifesource.ps.
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