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Estados Unidos y Siria

Seis lecciones del pasado

Fuentes: Al Jazeera English

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Hay seis valiosas lecciones que aprender de las experiencias históricas de Washington manipulando regímenes.

«Si bien EEUU replegó su intervención militar porque… el Congreso se lo pensó mejor y ante el griterío de los soviéticos, los turcos… se negaron a desmovilizar a los 50.000 soldados que habían concentrado a lo largo de su frontera con Siria».

Esas palabras pueden leerse en el periódico de la mañana. Pero el escenario se desarrollaba en 1957 en Siria.

Washington había finalmente dado marcha atrás y dejado de instigar otro golpe de Estado después de que sus planes secretos hubieran quedado al descubierto. Habría sido el quinto intento de golpe, triunfante o no, desde la independencia de Siria una década antes.

«En un momento en que la mayoría de los estadounidenses no acertaban a situar a Siria en el mapa, el país se convirtió en una importante preocupación geopolítica para EEUU y el lugar de las primeras acciones clandestinas de EEUU en el Oriente Medio», según el historiador estadounidense Douglas Little.

Lamentablemente, EEUU raramente recuerda lo mucho que Washington ha hecho el payaso en otros países incluso aunque haya valiosas lecciones que aprender de las experiencias del pasado.

Lección nº 1: Décadas de injerencia han reforzado la desconfianza siria en las potencias extranjeras.

El primer encuentro sirio-estadounidense se produjo poco después de establecerse la CIA en 1947, apenas un año después de que Siria consiguiera su independencia.

Los documentos del gobierno estadounidense -secretos durante décadas aunque se desclasificaron en 1991- dan testimonio de una política que perseguía reducir a los nacionalistas sirios, echar fuera a los soviéticos y meter a los estadounidenses.

A tal fin, la CIA propició en 1949 el golpe de Estado del Coronel Hosni As-Saim a fin de implantar una dictadura estilo «república bananera». Y en ese proceso, EEUU abrió las compuertas de la injerencia militar en la política siria en las décadas venideras.

Tres años más tarde, después de otro golpe sirio, Washington intentó cortejar al nuevo líder, Adid Al-Shishakly. Cuando eso fracasó, la CIA intentó otros golpes militares en 1956 y 1957 -apodados Operaciones Rezagado y Escudo- para derrocar al Presidente nacionalista Shukry Al-Quwatly.

Pero a EEUU le salió el tiro por la culata con esas operaciones clandestinas, empujando a Siria a unirse a Egipto y, finalmente, a Damasco en brazos soviéticos.

Lección nº 2: No mires hacia Siria a través del prisma de la Guerra Fría.

En su discurso al mundo árabe de 2009 en El Cairo, el Presidente Obama reconoció la injusticia infligida a países como Siria durante «una Guerra Fría en la que la mayoría de los países musulmanes fueron tratados demasiado a menudo como apoderados sin tener en cuenta sus propias aspiraciones».

No obstante, seis décadas después, Washington y Moscú están aplicando las mismas estrategias polarizadas de la década de los cincuenta, en un momento en que los riesgos son aún más altos y las perspectivas para la región incluso más desalentadoras.

A pesar de su actitud obstruccionista, Rusia no es la Unión Soviética. Es una potencia pragmática que siente parecida aprensión respecto a los extremistas salafíes y a que las armas químicas puedan caer en manos equivocadas.

Pero el Presidente Obama y Putin necesitan reunirse cara a cara. Todavía EEUU y Rusia pueden llegar a un compromiso sobre Siria y aún pueden salvarse las instituciones estatales, estableciendo un gobierno de unidad para la salvación y la reconciliación nacional que prepare el camino de unas elecciones libres.

Lección nº 3: Los dictadores o «dirigentes autoritarios de transición», como Washington denominaba a sus clientes en los años cincuenta, no conducen a la democracia.

Ni tampoco va Asad a retirarse voluntariamente del poder.

A lo largo de cuatro décadas, el clan Asad ha jugado con los sentimientos nacionalistas, explotado las enemistades geopolíticas y asesinado a miles de sirios para salvaguardar su dictadura.

Después de más de una década de falsas promesas y dos años de derramamiento de sangre, Bashar al-Asad no tiene ningún sitio en el futuro de Siria.

Lección nº 4: El sectarismo no es una oportunidad para que EEUU pueda aislar a Irán; es un desastre regional en ciernes.

La violencia desenfrenada del régimen de Asad está empujando al país hacia una guerra civil descomunal, al alentar a los grupos salafíes sunníes radicales y al inflamar las divisiones sectarias.

El conflicto está desbordándose ya hacia los países vecinos de Irán y Líbano, que sufren a su vez crecientes tensiones religiosas y étnicas, amenazando con contaminar todo el Oriente Medio y la región del Golfo, lo cual puede tener consecuencias incalculables para la política exterior de EEUU.

Lección nº 5: Es preferible mantenerse distante y con las cosas claras que levantar falsas expectativas.

La administración Obama, quemada por la guerra de Iraq, ha rechazado acertadamente el principio de plantar las botas sobre suelo sirio. En cambio, ha puesto sus esperanzas en la oposición siria, especialmente en la Coalición Nacional, que se considera la legítima representante del pueblo sirio.

Pero la renuencia de Washington a apoderar el campo anti-Asad ante el temor de reforzar a la facción armada salafí al-Nusra -a la que designó como organización terrorista-, ha tenido un efecto boomerang y, en cambio, ha servido para envalentonar al régimen de Asad, a ampliar las reservas salafíes de nuevos reclutas y a que los sirios sientan cada vez más sospechas respecto a la seriedad de Washington.

Además, sólo con trazar una línea roja ante el uso de armas químicas, el Presidente Obama ha concedido en efecto luz verde al régimen de Asad para que perpetre terribles atrocidades contra su pueblo a través de otros medios.

Cuando el Presidente estadounidense afirma que Asad debe dimitir, está expresando algo más que un sentimiento personal, se está jugando la estatura estratégica de EEUU.

Lección nº 6: No prediques la democracia al mismo tiempo que desconfías del pueblo sirio.

Un grupo de dirigentes de la oposición siria me dijo que Washington supeditaba cualquier apoyo significativo a que ellos aceptaran la agenda de EEUU para Siria en cuanto a sus futuras relaciones con Irán e Israel.

Ya se demostrará que esa actitud es contraproducente. Anteriores gobiernos han intentado y fracasado al querer dictarles a los sirios cómo manejar sus asuntos nacionales.

Es hora ya de reconocer la libertad política y la paz que los sirios se merecen pero que se les ha venido negando desde su independencia.

Marwan Bishara es un analista político de gran experiencia de Al Jazeera English y autor de «The Invisible Arab: The Promise and Peril of the Arab Revolution».

Fuente original: http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2013/01/2013129111028388160.html?utm_content=automate&utm_campaign=Trial6&utm_source=NewSocialFlow&utm_term=plustweets&utm_medium=MasterAccount